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4 consejos para una relación sana

El noviazgo es un viaje emocionante que involucra crecimiento personal, trabajo en equipo y compromiso mutuo. Mantener una relación sólida y saludable requiere esfuerzo, comunicación efectiva y un entendimiento profundo entre ambas partes. 

En esta etapa hay mucho por aprender, descubrirse y seguir conociéndose. Para nosotros, el camino no fue fácil, pero lo que marcó la diferencia fue reconocer que no íbamos solos. Sufrimos muchos obstáculos, perdimos y ganamos en muchos momentos, pero nada nos quitó el anhelo que Dios había puesto en nuestro corazón de la vocación al matrimonio. 

Hoy compartimos con ustedes cuatro claves fundamentales que pueden ayudar a cultivar y mantener un noviazgo sano.

1. Comunicación Transparente y Empática

La comunicación es la base de cualquier relación. Ser honesto, claro y directo con tu pareja es esencial. La habilidad de expresar tus pensamientos, emociones y preocupaciones de manera respetuosa, así como la disposición para escuchar activamente a tu pareja fortalece la conexión. 

La empatía desempeña un papel crucial. Esta consiste en ponerse en el lugar del otro para comprender sus sentimientos. Esto no es fácil, pues ambos vienen de familias y realidades completamente distintas. El esfuerzo por ser empático fomenta la comprensión mutua.

2. Vivir en Castidad

En su numeral 2350, el Catecismo dice: «Los novios están llamados a vivir la castidad en la continencia. En esta prueba han de ver un descubrimiento del mutuo respeto, un aprendizaje de la fidelidad y de la esperanza de recibirse el uno y el otro de Dios. 

Para las parejas que realmente se aman, el noviazgo es un tiempo que prepara algo muy grande y santo: el matrimonio y la familia. No debe vivirse a la ligera, con actitudes vanas de búsqueda de placer y diversión. 

Por el contrario, los novios deben de entender que su noviazgo es como el Seminario que prepara a los que van a ser sacerdotes; o como el Noviciado, que forma a las personas que han sido llamadas por Dios para consagrarse a Él en la vida religiosa. Vivir esta virtud dota a la persona de solidez en su voluntad y de dominio en sí mismo. 

3. Vivir los sacramentos

En esta etapa —y también en todas las demás— estamos llamados a vivir los sacramentos. Como preparación para el matrimmonio, en el noviazgo es realmente importante poner como prioridad la relación con Dios. 

Vivir la Eucarística y la reconciliación en todo momento ayudará a que, como novios, no perdamos el norte, no olvidemos hacia dónde vamos, y no cambiemos la santidad por bienes terrenales. Habrá muchos obstáculos, muchas dudas, muchos miedos, pero si tienen el norte bien puesto, por más que pase un gran ventarrón, ambos se mantendrán sólidos en su decisión de seguir caminando juntos al matrimonio. Recordemos que solo con nuestras fuerzas no podremos. 

4. Formación

Para todos nosotros es importante ir a la universidad para formarnos y ser los mejores administradores, ingenieros, contadores, doctores, etcétera. Siguiendo este espíritu, también tenemos que priorizar la formación durante el noviazgo. 

Esta formación se puede llevar a cabo de diversas maneras: leyendo libros sobre el noviazgo, matrimonio y familia, viviendo retiros de pareja, teniendo un acompañamiento espiritual, charlas, jornadas de pareja, viviendo en comunidad para ver y escuchar cómo viven otros matrimonios, preguntando, meditando el Evangelio del día, etcétera.

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En el matrimonio estamos llamados a donarnos mutuamente. Somos únicos e irrepetibles, y merecemos vivir en libertad y no atados a lo que el mundo dice. Por eso, vivir un noviazgo como nos lo pide Cristo es ir a contracorriente. No siempre es fácil, pero recuerda que lo que empieza mal, muy probablemente termine mal. 

Con mucho aprecio y cariño,

Lorena y Diego

@quelamornosacompane.blog

¿Cómo afectan las redes nuestra relación?

Las redes sociales han transformado significativamente la forma en que interactuamos y nos comunicamos en la sociedad actual. Su impacto se extiende también a las relaciones de pareja, afectándolas en diversas formas, tanto durante el noviazgo como en el matrimonio. 

1. Comunicación y tiempo de calidad

En la era digital, las redes sociales se han convertido en una invariable de la vida cotidiana. Sin embargo, este constante flujo de información y la necesidad de estar siempre conectados distraen de la comunicación cara a cara; y la comunicación presencial es esencial en cualquier relación. 

Cuando se valora profundamente el tiempo en familia y en pareja, esta distracción es vista como un obstáculo para fortalecer los lazos afectivos y espirituales. Entonces, resulta crucial encontrar un equilibrio y asegurarse de que la tecnología no reemplace las interacciones significativas. Además, es fundamental que no suplante el tiempo de calidad en pareja.

2. Comparaciones y expectativas irreales

Las redes sociales a menudo presentan una realidad distorsionada. Construyen una realidad en la que las vidas de los demás parecen perfectas y sin problemas. El bombardeo de imágenes y relatos idealizados puede llevar a comparaciones dañinas. También, puede conducir a establecer expectativas irreales en la propia relación. 

En un contexto católico, donde se promueve la aceptación y el amor incondicional, esas comparaciones resultan en insatisfacción, descontento e incluso envidia. Estas emociones pueden debilitar la relación de pareja.

3. Privacidad y confianza

La privacidad y la confianza son piedras angulares de cualquier relación sana. En el matrimonio y en el noviazgo, desde una perspectiva conservadora, mantener ciertos aspectos de la vida privada lejos del escrutinio público es fundamental. 

Las redes sociales, con su facilidad para compartir detalles íntimos y para interactuar con otras personas, presentan tentaciones y malentendidos. Establecer límites claros y acuerdos sobre qué compartir y cómo interactuar en línea es crucial para mantener la confianza y el respeto mutuo.

4. Valores y virtudes

Como somos católicos, esperamos y debemos vivir de acuerdo a ciertos valores. Las redes sociales, con su amplia gama de contenidos y puntos de vista, exponen a las personas a ideas y comportamientos que no se alinean con estos valores. 

Aunque son enriquecedoras, es posible que las redes sociales lleven a conflictos en la pareja, especialmente si uno de los dos se ve más influenciado por estas corrientes de pensamiento. Por ello, mantener un diálogo abierto sobre cómo estos valores se reflejan en el uso de las redes sociales es esencial.

5. Apoyo y comunidad

Por otro lado, no se puede negar que las redes sociales ofrecen oportunidades para encontrar apoyo y comunidad. A su vez, son un medio para conectarse con otros que comparten las mismas creencias y valores. Así, se encuentra un refuerzo en el camino de la fe y en el compartir de la relación.

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Para manejar el impacto de las redes sociales en la relación de pareja, es fundamental mantener una comunicación abierta y honesta. También, establecer límites claros en cuanto al uso de estas plataformas. 

Por otro lado, es preciso enfocarse en construir una relación basada en la confianza, el respeto mutuo y los valores compartidos. En este marco, las redes sociales son solo un aspecto de la vida. No deben eclipsar la importancia de la conexión real y el compromiso con la pareja.

Los 5 lenguajes del amor… ¿los conoces?

En una relación de pareja, con frecuencia, surgen malentendidos y errores de comunicación. Estos generan discusiones. El amor es un sentimiento complejo. Por eso, conviene profundizar, para entenderlo bien y para mejorar el trato mutuo. 

Una de las teorías que ayuda a ahondar en este sentimiento es la de los cinco lenguajes del amor. La propuso el Dr. Gary Chapman tras muchos años de investigación y terapia. Chapman sostiene que cada individuo tiene una forma única de expresar y recibir amor. ¿Conocés los cinco lenguajes del amor de Gary Chapman? Comprender estos lenguajes mejora significativamente la calidad de nuestras relaciones. 

Los Cinco Lenguajes del Amor: Un Camino Hacia Relaciones más Saludables

Las personas tienden a expresar su amor y prefieren recibirlo usando una forma concreta. Cada uno tiene su propio lenguaje del amor.

Si recibe detalles por parte del otro de esa manera concreta, es decir detalles dentro del marco de su propia lengua amorosa, se siente querido. Si esto no sucede, aunque reciba gestos de amor en otro lenguaje del amor, puede que no se sienta amado. 

Por eso conviene conocer el lenguaje propio y el de nuestra pareja, para intentar decir al otro qué le queremos en su propio lenguaje.

Primer lenguaje: palabras de afirmación

Para algunas personas, las palabras tienen un poder increíble. Este lenguaje del amor se centra en expresar afecto, admiración y aprecio verbalmente. Un simple «te quiero» o un elogio sincero puede tener un impacto profundo en aquellos que valoran las palabras de afirmación y admiración. 

Las críticas pueden ser, para quienes hablan este lenguaje, especialmente dolorosas. Se interpretan como faltas de amor. Por otra parte, los elogios y las palabras alentadoras construyen puentes hacia su corazón.

Segundo lenguaje: actos de servicio

Para otros, las acciones hablan más fuerte que las palabras. El amor se demuestra de forma directa, a través de actos concretos. Estas obras facilitan la vida de la pareja. 

Realizar tareas cotidianas, como lavar los platos, cuidar a los niños o reparar algo en casa. También, implementar gestos de servicio, como llevarle el desayuno a la cama o acercarle al trabajo con el auto son maneras tangibles de expresar amor para quien tiene este lenguaje. Aquellos que valoran los actos de servicio encuentran en estas acciones el camino que conecta con sus emociones más profundas.

Tercer lenguaje: tiempo de calidad

Este lenguaje del amor se centra en la dedicación de tiempo exclusivo a la pareja. Es decir, se cimenta en la inversión de tiempo de calidad, como también, en la cantidad de este tiempo. No se trata solo de estar físicamente presente, sino de estar presente emocionalmente. 

Un paseo, una cena tranquilos o, simplemente, la atención plena durante una conversación, así como compartir experiencias significativas, además de disfrutar del tiempo juntos, son aspectos cruciales para quienes hablan este lenguaje. La distracción constante, como mirar el teléfono durante una cena, suele interpretarse como una falta de amor.

Cuarto lenguaje: contacto físico

El contacto corporal es esencial para algunas personas. Es su expresión del amor. No obstante, esta forma de manifestación amorosa va más allá de la intimidad sexual.  Abarca gestos cotidianos como abrazos, besos y caricias. 

Para quien tiene el contacto físico como lenguaje principal, un simple roce puede transmitir más amor que mil palabras. la falta de contacto físico puede traducirse en una sensación de rechazo amoroso o de desconexión emocional.

Quinto lenguaje: regalos

Para algunas personas, el amor se transmite a través de regalos cuidadosamente seleccionados. Su valor radica no tanto el aspecto económico del obsequio, sino que se encuentra en el significado detrás de él. 

Realizar un presente al compañero es una manera de decir: “te demuestro que te quiero porque me he acordado de ti y he pensado este detalle que sé que te agrada”.  Los regalos simbolizan el pensamiento y el esfuerzo dedicado a expresar amor de una manera tangible. 

Por el contrario, para quienes hablan este lenguaje, el hecho de que su pareja olvide ocasiones especiales o no preste atención a los detalles obsequiables puede herir profundamente.

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Comprender y hablar el lenguaje del amor de nuestra pareja fortalece la conexión emocional. Para ello, es fundamental comunicarse abierta y honestamente sobre las preferencias personales. En muchas ocasiones, los compañeros pueden tener lenguajes diferentes del amor. Esta diferencia requiere un esfuerzo mutuo para satisfacer las necesidades emocionales de ambos. 

La teoría de los cinco lenguajes del amor de Chapman ofrece, entonces, un marco valioso para mejorar la relación durante noviazgo. Ayuda a reconocer y apreciar las diversas formas en que expresamos y experimentamos el amor. Además, al aprender a hablar el lenguaje del amor de nuestro pareja, podemos construir puentes más fuertes hacia una conexión emocional más profunda y duradera.

Eso que te atrae también puede repelerte

Cuando llevan saliendo 6 semanas: ¡Ay me encanta su sentido del humor! Vs. Cuando llevan saliendo 6 meses: ¡Todo se lo toma a broma! ¡Nunca habla en serio!

Este meme, basado en una historia real, esconde una situación bastante común que toda pareja puede atravesar. Una parte vital en el proceso de elegir pareja es delimitar que los “no negociables” sean similares y que los valores que busquen vivir individualmente puedan compartirse en un futuro. Pero así como es importante tener “mucho en común” es igual de importante —y muchas veces es la chispa que enciende la atracción— tener lo opuesto.

La complementariedad

Hombre y mujer son complementarios en todas sus dimensiones, y la complementariedad requiere que haya diferencias. Esas diferencias pueden traer luchas, pero son también oportunidades de crear un gran equipo aportando cada uno lo que al otro le falta. Por eso, somos más fans de “los opuestos se atraen” que de las “almas gemelas”.

Puede que llegues a sentir que tu pareja es “demasiado” algo. Por ejemplo: demasiado disperso, rígido, tímido, etcétera. En esos momentos, recuerda que quizás lo que te enamoró fue precisamente eso mismo visto como virtud: que en un comienzo era muy espontáneo, ordenado, buen oyente, etcétera.

Esas cualidades son las que te faltan, y por eso te atraen… Hasta que dejas de admirarlas; y entonces, ¡te chocan! 

La virtud está en el justo medio

A veces, pensamos que a cada virtud se le contrapone un vicio. Sin embargo, la verdad es que se le contraponen dos: uno por exceso y uno por defecto. ¿Qué tiene que ver esto con las relaciones? Que uno puede estar mal por ser desordenado pero también puede errar si el orden se vuelve una obsesión.

Una relación saludable busca que ambos puedan crecer en la virtud, y esto muchas veces requiere de la ayuda del otro. Esta es una de las tantas gracias que podemos ver en el matrimonio.

En este tiempo de casados, yo he aprendido a ser más organizado, conciente del tiempo, y preocupado por los sentimientos gracias a que mi esposa es así —y yo no—. Y ella a su vez ha aprendido que esas cosas, muy importantes, no constituyen una razón para renegar o ponerse triste si se salen de control. Y así con tantos otros aspectos.

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Si estás teniendo problemas con algún “defecto” de tu pareja, busca qué virtud es la que no estás viendo. Tal vez incluso recuerdes que eso fue lo que al principio te enamoró.

El problema de la desconfianza infundada en las relaciones

Alertamos que el siguiente contenido puede afectar la sensibilidad de algunas personas. 

Cuando hablamos de desconfianza, es importantísimo diferenciar cuándo está fundamentada y cuándo no. Muchas veces proyectamos en nuestra pareja o en otras relaciones las heridas que traemos del pasado por traiciones o maltrato que hemos sufrido, aunque nuestros seres queridos no tengan la culpa.

En este contexto de heridas propias, la desconfianza se origina en la expectativa de que las personas nos maltratarán, nos abandonarán, nos engañarán o se aprovecharán de alguna manera. Estas suposiciones nos impiden abrir el corazón a otras personas. Nos llevan a pensar el peor escenario. Nos conducen a establecer relaciones superficiales. También, a estar a la defensiva y, o a comportarnos nosotros agresivamente.  Además, puede pasar que, inconscientemente, nos sintamos atraídos hacia personas que nos traten mal, perpetuando el ciclo vivido anteriormente de maltrato, desconfianza o ira.

Las heridas emocionales que pueden causar desconfianza

Cualquier tipo de maltrato o abuso puede estar influyendo en que veamos peligro en nuestras relaciones. Por ejemplo, puede ser que tengamos heridas causadas por agresiones, como por ejemplo, haber sufrido castigo físico, insultos, humillaciones, burlas, comparaciones, etiquetas, manipulación, victimización, ley del silencio, invisibilización, etc. 

Por otro lado, puede ser que tengamos heridas por abuso sexual, como tocamientos, frotamientos, violación, exposición a contenido sexual (consumo de pornografía, haber presenciado las relaciones sexuales de los padres o de otras personas, etc.). O puede ser que nuestros padres no nos hayan creído o no hayan hecho nada para defendernos ante un abuso. 

Por otra parte, puede ser que nuestros familiares hayan expuesto nuestras confidencias. Es posible, además, que nos hayan infundido la idea de que no se puede confiar en nadie o que no nos hayan cumplido las promesas hechas.

Además del maltrato en sí mismo, todas estas situaciones tienen en común que, por lo general, las personas que debían protegernos eran las que nos estaban lastimando, como familiares o el círculo cercano. Esto provoca una ruptura de la confianza y genera un sentimiento profundo de desprotección y desamparo. 

Se puede sumar, a su vez, el sentimiento de impotencia, al no poder tomar distancia de estas personas, pues para un niño es mejor estar en una relación abusiva que no tener ningún tipo de relación. 

Las emociones que están detrás de la desconfianza

Comúnmente, las emociones que están detrás de la desconfianza son el miedo, la ira y la tristeza. Estas emociones permanecen aun cuando no hay una razón para que florezcan. Pareciera que el cuerpo, en esta instancia, está constantemente preparado para el peligro; se encuentra en un estado de hiper vigilancia y de hiper alerta, porque nos sentimos vulnerables. 

Por otro lado, puede ser que hayamos aprendido a desconectarnos de nuestras emociones y a entrar en un estado disociativo (desconectarnos de nosotros mismos) con el fin de protegernos. Sentimos, así, que estamos fuera de nosotros mismos o que llegamos a olvidar por completo la situación del trauma, sobre todo cuando el maltrato ha sido repetido en el tiempo. 

Si bien todos estos mecanismos de defensa nos protegen durante la infancia, posteriormente, en la adultez, se convierten en un obstáculo para construir relaciones sanas. A su vez, nos impiden poder cumplir nuestro proyecto de vida. Aunque hayamos borrado estos eventos de nuestra conciencia, nuestro cuerpo nos sigue avisando que algo no está bien. Entonces, persistimos en un estado excesivo de alerta. 

Consecuencias 

Como consecuencia de todo lo expuesto, aprendemos erróneamente a asociar amor con agresión. Maltratamos a nuestro cónyuge, a nuestros hijos, o nos dejamos maltratar, nos enfadamos desproporcionalmente, permitimos que nos burlen o nos rebajen. Esto puede suceder, incluso, en la relación con nuestros jefes o con cualquier otra persona que no sea nuestra pareja. 

También tendemos a tener una valoración negativa de nosotros mismos. Experimentamos vergüenza, vulnerabilidad, inutilidad o culpa sin motivo real. Es posible que hayamos perdido parcial o totalmente la capacidad de sentir empatía o de conectar con el dolor propio y el ajeno.

La indefensión aprendida puede aparecer. Se trata de la creencia de que hagamos lo que hagamos no podremos salir de una situación abusiva, de que se sale totalmente de nuestro control y de que, por tanto, debemos asumir una posición pasiva.

En la sexualidad, es posible que tengamos la tendencia a replicar el abuso con otros, que las relaciones sexuales en el matrimonio se vean como una obligación, que perdamos la capacidad de experimentar el placer que de ellas se desprende. Incluso, puede ser que hayamos desarrollado disfunciones sexuales.

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Recomendaciones

  • Busca ayuda profesional y espiritual. Aunque cueste, apoyarse en otras personas es indispensable. Debemos reconocer con humildad que no podemos solos.
  • Es normal no querer recordar, pero lo necesitamos para poder volver a conectar con el dolor y sanar. Hacer esto con apoyo de otras personas es importante.
  • La ira, el miedo y la tristeza deben ser expresados de formas sanas: buscando justicia, valorando las pérdidas, comprendiendo que ya no estás en peligro, llevando un diario como forma de escritura terapéutica, etc. 
  • Sin ponerte en una situación de victimismo, es clave que comprendas que nada de lo que pasó fue tu culpa, no lo provocaste, ni lo merecías. 
  • En la medida de lo posible, toma distancia de las personas abusadoras, puesto que cuesta más sanar en el mismo ambiente del trauma. 
  • El perdón es indispensable para sanar. No esperes que el ofensor cambie, pida perdón o pague por lo que hizo para poder perdonar. Sin embargo, perdonar de todas formas sí es una condición indispensable sin la cual no es posible la reconciliación. 
  • Evita proyectar, en las otras personas, esos maltratos, puesto que ellos no los han causado, las culpas no son de ellos. 
  • Abre el corazón a quienes han demostrado ser dignos de confianza. No maltrates a las personas a tu alrededor y pide perdón con humildad si lo has hecho. 

Encuéntrame en Instagram como @psicoalexandraguzman

Amar al otro como es, no como quiero que sea

En esta travesía de la vida creo que muchos de nosotros tenemos momentos de introspección profunda y reflexión, en los cuales, cuando nos encontramos en una relación de pareja, nos preguntamos: ¿soy realmente feliz? ¿Me siento realmente amado? ¿Esto es lo que quiero para el resto de mi vida? Estos momentos, ya sean de validación o de cierta crisis, son vitales porque nos permiten continuar luchando por amar día tras día, amar en la verdad o, por el contrario, nos posibilitan percatarnos de que es necesario dejar de vivir una mentira. 

Amar al otro es una decisión diaria. Supone que se conozca por completo a la otra persona, el ser amado. Implica, a su vez, que estoy siendo quien realmente soy con el otro en todo momento: transparente, sincero, auténtico. 

Esta realidad propia y constitutiva del amor requiere trabajo, esfuerzo, perseverancia, paciencia, fortaleza. Asimismo, supone tener el entendimiento y la sabiduría para que nos capaciten con la perspicacia para ver al otro tal cual es, sin idealizaciones, y sin pesimismo o distorsiones generadas por nuestras propias heridas. Para ello, quisiera que compartiéramos cinco conceptos clave que pueden ser de gran ayuda, sobre todo en este fin de año, para tomar las determinaciones correctas para amar cada vez más y mejor.

1. Todos tenemos el anhelo de ser amados, tal cual somos

¿Qué es lo que más deseas en tu corazón? Estoy segura (porque lo he escuchado) que todos tenemos un eco en lo más profundo de nuestro ser que grita a cada instante que deseamos ser reconocidos, ser admirados, ser aceptados… y esto se traduce en que todos queremos ser amados. No obstante, el amor, es decir el propósito diario de amar, nos exige donación y acogida mutua y constante. 

La donación nos mueve a entregar todo cuanto somos, sin reservarnos nada para nosotros mismos, sin abrir ni un solo espacio para el egoísmo o el egocentrismo. Al mismo tiempo, supone acogida. Nos llama a una apertura plena para recibir a nuestra pareja en su totalidad, sin modificaciones, sin tergiversaciones de su personalidad, sin invenciones de sus virtudes, sin ninguna falsedad que nos haga amar una versión del otro que parece más una historia de ciencia ficción que lo que la persona realmente es. Recordemos que será siempre digna de respeto y de ser amada por quien es y no por quien se desea que sea.

Además, no podemos olvidar que todos estos anhelos jamás serán saciados por completo sino por el Amor, nuestro Dios, que es el único que nos conoce en totalidad (incluso más que nosotros mismos), que nos ama incondicional e infinitamente hoy y siempre. Por lo tanto, imponer esa carga al amor humano y, específicamente, al amor de pareja, es injusto. Nos llena de frustración y agonía permanentes.

2. Para ser amados… debemos ser auténticos

Este anhelo del amor verdadero nos llama a ser genuinos, a mostrarnos como somos. Sin embargo, no es un motivo válido para evitar crecer, para impedir ser cada vez mejores, para alejarnos de la lucha por dejar a atrás nuestros defectos y falencias y, realmente, para frenarnos búsqueda de la perfección en nuestra vida. Recordemos que estamos llamados a la santidad.

Entonces, ¿qué es ser auténticos? Es, simplemente, atrevernos a no dejar de intentarlo, siendo siempre honestos con los demás y con nosotros mismos. Significa ser coherentes. Implica que nuestro corazón se alinee con nuestros pensamientos y con nuestro actuar. Es dejar a un lado los falsos elogios, las mentiras piadosas y los inútiles respetos humanos que solo son una traición constante a quienes somos, que no nos permiten abrirnos a nuestros hermanos, serviles, buscar su verdadero bien, amarlos.

3. Autoconocimiento: proceso vital para el amor verdadero

Ahora, tal vez, muchos nos preguntaremos: ¿cómo soy quien en verdad soy? Si nos hacemos esta pregunta, nos falta autoconocimiento. El autoconocimiento es un camino retador que nunca acaba, un camino en el que debemos navegar por nuestros pensamientos, pasiones, deseos, emociones, sentimientos… Es decir, por nuestra psicología, nuestra alma, nuestro cuerpo, todo nuestro ser, por el resto de nuestras vidas. Transitarlo, nos permitirá identificar y poder empezar un proceso de sanación de nuestras heridas, conocer nuestras debilidades y fortalezas, desarraigar nuestros defectos o vicios y cultivar nuestras virtudes.

Así, el autoconocimiento es absolutamente necesario para amar: para amarnos a nosotros mismos y para amar a los demás. Por lo que la invitación, para aquellos que estamos solteros, es sumergirnos con valentía en este conocimiento, pararnos frente al espejo y descubrir quienes somos, y si me permiten aconsejarles, siempre de la mano de quien nos ama y conoce sin reservas, nuestro Padre y Creador, para poder entonces revelarnos a los demás y amar ya, aquí y ahora a quienes nos rodean. 

Por otro lado, para aquellos que viven en este momento una relación de pareja, como también para los esposos, el llamado es nunca dejar el proceso del autoconocimiento, añadiendo a este el buscar el conocimiento del otro con el fin de buscar su mayor bien y, de ese modo, amarlo.

4. El amar al otro implica conocimiento mutuo

Es posible que a algunos les haya quedado resonando la última frase del apartado anterior: “buscar su mayor bien y, de ese modo, amarlo”. No existe una mejor manera que esta para describir lo que es el amor de pareja, sobre todo el amor entre esposos. Comprender este elemento fundamental del amor no lo hace más fácil de vivir. Nos pide, nos exige, nos motiva, nos empuja al conocimiento mutuo.

¿Cómo buscar el bien mayor para esa persona única e irrepetible que he prometido amar para toda la vida si no la conozco en lo más hondo de su ser? ¿Podría discernir qué es el bien superior para ella en cada segundo de nuestra vida juntos cuando no conozco su personalidad, sus anhelos, sus debilidades, sus fortalezas, su vocación? Más aún, ¿puedo amar a lo otra persona basándome en mis versiones idealizadas de ella? ¿Puedo amar al otro de la forma como yo quiero que sea? Definitivamente, no. Eso no es amor, porque no es real.

5. Reconocer la fertilidad: herramienta clave 

Seguramente los que han llegado hasta aquí se preguntarán: ¿cómo procurar el conocimiento mutuo? Existen muchas opciones viables, algunas se adaptan más a unos que a otros. Entonces, es importante buscar de forma continua modos de lograr comprenderse más integralmente como personas.

En esta línea, quisiera proponerles un recurso que muchos de los esposos que acompaño en consulta han encontrado de gran ayuda para volver a conectarse, entenderse, escucharse, amarse… es el reconocimiento de la fertilidad. Estos métodos, inicialmente, buscan reconocer la fertilidad mutua, que pareciera solo enfrascarse en la dimensión biológica del ser humano. Lo cierto es que los va llevando por un sendero de comunicación ininterrumpible y cada vez más profundo. Les permite experimentar otro nivel de su sexualidad que no se agota y que impregna todas las otras dimensiones de su persona (social, espiritual, psicológica). 

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Finalmente, es fundamental entender dos conceptos para nunca desanimarse: primero, entender que el conocimiento mutuo nunca tiene limite o fecha de caducidad.  Segundo, saber que implica una comunicación constante, porque somos dinámicos, en constante cambio. 

Las fluctuaciones de la vida hacen que el conocimiento mutuo requiera un interés constante por amarse siempre, amarse más, amarse mejor.

El amor verdadero trae paz y no conflicto

El amor es algo complicado, pero “complicado” no como sinónimo de “conflicto”, sino como implicatura de renuncia, entrega, perseverancia, lealtad, vulnerabilidad, construcción y decisión. Así entendido el conflicto trae como fruto un estado de paz que parte de intenciones sanas, genuinas y se da en un contexto de reciprocidad.

Amar no siempre es fácil

Amar, a veces, se siente como una fuerza innegable, irrompible y lineal hacia una visión clara. Otras, es maleable, cuestionable y flexible. Es ese tesoro que se encuentra dentro y entre innegables obstáculos externos y circunstancias internas. Habla de quienes somos porque somos lo que damos. Entonces, amar siempre nos pone en un punto de inflexión. Nuestra labor como verdaderos amantes es procurar que de ese punto de inflexión comience un camino exponencial de crecimiento para que el desenlace no sea una pendiente negativa. 

“Conflicto”, en primer lugar, puede ser entendido como “oportunidad”. Es la forma más intensa de resolver las contradicciones de intereses, de objetivos, de puntos de vista, que se producen en el proceso de interacción en una relación. En esta instancia, se evidencia el nivel de madurez de la pareja, cuando tenemos que renunciar a nuestros impulsos y emociones para pensar en el bien del crecimiento, cuando es necesario filtrar los sentimientos que afloran del alma para priorizar el razonamiento de nuestra mente en proyección a la construcción de la relación. 

En nuestra mente radica el pensamiento, el razonamiento, el argumento, la justificación, las ideas, la creatividad, la resolución de problemas. Por lo tanto, coincidir en la mente no se trata de pensar de la misma forma, se trata de que los pensamientos del otro no entren en conflicto con los míos. Se trata de que el propósito de uno no pisotee al del compañero. Se trata de poder construir complementándose y no boicoteándose. 

Una armonía que requiere trabajo

Cuando “conflicto” implica una situación en la cual ambas partes entran en confrontación, oposición o emprenden acciones mutuamente antagonistas, se pierde la visión de la causa que es el acuerdo y el bien común. Reducimos la relación a, orgullosamente, ganar razones, pasando por encima de los límites morales. Así, se arrolla la dignidad y la autoestima de la otra persona con acciones individualistas que dañan a quien decimos amar. 

Estos son síntomas de un punto de inflexión que da inicio a una caída libre. Por ende, el “conflicto” experimentado roba la paz y, cuando no triunfa la paz, no triunfa el amor. El libro más sabio de la historia, La Biblia, dice: 

El amor es paciente, el amor es bondadoso, el amor no es celoso, ni orgulloso ni ofensivo, el amor no pretende que las cosas se hagan solamente a su manera. No se irrita, ni lleva una lista de las ofensas recibidas. El amor no se alegra cuando hay injusticia, se alegra cuando triunfa la verdad. Nunca se da por vencido, más bien se mantiene firme ante toda circunstancia. (1 Co 13, 4-8). 

Menos que eso, no permitas.

Negociables y no-negociables

Los parámetros fundamentales que tenemos para discernir qué tipos de conflicto harán crecer la relación y cuáles son los conflictos-síntoma para tomar decisiones radicales para salir de ella, son nuestros valores, es decir nuestras creencias y convicciones. Gracias a nuestros valores, tomamos decisiones y regimos nuestras acciones: esta es la parte a la que yo llamo innegociable. 

Vamos a tener que ceder en muchas áreas por amor a la otra persona. Ceder se trata de entregar y renunciar por amor. Podemos tener muchas diferencias: ello no implica que lleven al fracaso a la relación, pero en el campo de los valores las diferencias son inadmisibles. Si los de uno van a chocar con los del otro, ahí no es. En esta instancia, el vínculo contrapone “conflicto” a “paz”.

¿Paz en la relación?

Experimentar paz en una relación no significa una vida color de rosa, ni que estén de acuerdo en todo. Supone que, ante el conflicto, prime la buena comunicación, es decir se priorice la confianza, la honestidad y el respeto mutuo. Implica sentirse cómodo y libre con la otra persona, sin miedo a expresar sus pensamientos, valores y directrices. 

El conflicto así entendido no es malo. Por el contrario, lo malo es no saber gestionarlo adecuadamente. Se comienza por escuchar, aceptar las diferencias y entender lo que el compañero me quiere transmitir. Es necesario aprender a interpretar los conflictos como transiciones hacia un nuevo nivel de amor a conquistar. 

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Para concluir, involucrarse con alguien es una decisión que debemos pensar, y no tomarlo a la ligera. ¡Amar es un compromiso, implica responsabilidad y es una determinación que exige madurez!

Finalizamos con una cita de Barbara Angelsis: “Las relaciones no funcionan por una de las dos razones siguientes: estás con la persona adecuada pero la amas de forma equivocada o, directamente estás con la persona equivocada.” ¿Deseas una relación donde prime la paz? Tomate el tiempo para cultivar el amor todos los días. 

No entres en conflicto por posturas, por aquello que pretende robarte el amor que has conquistado, es decir por nuestros propios impulsos; por egoísmo, orgullo, altivez, falta de madurez emocional. Que cada conflicto que se presente sea un desafío para conquistar un nuevo nivel de amor y compromiso. Fuera de eso, no hay conflicto que valga un estado de intranquilidad, dolor y guerra. Que el amor sea tu meta más alta. Se trata de buscar tanto el bien común que uno se entrega por completo.

El amor requiere esfuerzo

El amor verdadero no es un hallazgo fortuito, una coincidencia afortunada, un estado de gracia que cae sobre nosotros sin más. Aunque Dios nos lo presente, el amor auténtico es el fruto de la dedicación continua. 

El amor se cimienta con la elección

La elección de amar va más allá de la euforia inicial. Se sumerge en las profundidades del compromiso genuino. Es, en su más pura esencia, el producto del esfuerzo consciente, una construcción diaria que se cimienta en la decisión de amar activamente a la otra persona. Este esfuerzo se refleja en la paciencia para entender, en la voluntad de perdonar, en la disposición de apoyar y de servir, en la valentía para crecer juntos, aunque el camino a veces se torne difícil.

El amor verdadero es, entonces, el fruto de la dedicación continua, donde la elección de amar va más allá de la euforia inicial. Se sustenta en lo hondo del compromiso verdadero. Por ende, trasciende la noción romántica de los cuentos de hadas. Se arraiga en la realidad tangible de la vida cotidiana, manifestándose en las pequeñas acciones que construyen un puente sobre el abismo de los desacuerdos y las diferencias. 

Amar: trabajar en uno mismo y en la relación

El amor verdadero implica trabajar en uno mismo y, también, en la relación. Además, reconocer que los baches son parte del viaje compartido, una constante introspección y la voluntad de crecer tanto individualmente, como en pareja. Se basa en aceptar que cada error es una oportunidad para fortalecer los lazos que nos unen.

Así, el amor verdadero no busca la perfección. Celebra la belleza de lo real. Reconoce que cada imperfección es una faceta más de la singularidad de cada persona y de su relación consigo misma. Es tener la capacidad de mirar más allá del yo, de ver y atesorar la esencia del otro, de apreciar la riqueza y el valor que enriquece tanto a la relación como a nosotros como individuos. 

Amar es entregarse

Por ende, el amor verdadero es el compromiso de poner el bienestar de ambos por encima de las necesidades particulares cuando la situación lo requiera. Es entrega pura. Es la ternura con la que se nutre cada día la conexión íntima que une a los dos. Es, por tanto, un trabajo constante, un elegir permanecer, un querer amar, un esforzarse por ser mejor para uno mismo y para el ser amado. Es la relación que ambos deciden construir porque el amor está en la entrega y en el servir.

Por último, el amor verdadero no es un amor estático. Se nutre y evoluciona con el tiempo. Se fortalece ante las adversidades. Florece en la alegría compartida. Es el compromiso de construir juntos un futuro, un pacto renovado cada día de mutuo apoyo y crecimiento.

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El amor verdadero es un pacto que perdura mucho más allá de las palabras pronunciadas en un instante de pasión. Es un viaje continuo de maduración compartida. Su obra maestra final es una relación que, con el transcurso de los días, deviene en un vínculo más sólido, profundo y verdadero, porque -insistimos- el amor verdadero no nace: se construye.

Los cinco mejores afrodisíacos

Hace poco estaba en una sesión sobre el matrimonio, impartida por el profesor de bioética Fernando Trullols, médico de Barcelona. La conversación giró en torno a cómo el reconocimiento de la fertilidad y su uso como medio de planificación familiar con los métodos naturales en el matrimonio podía resultar un gran bien. Al final, en toda pareja existen por diversas razones tiempos de abstinencia. ¿Quién tiene relaciones sexuales todos los días? La diferencia radica en por qué o cómo se viven esos periodos de abstinencia. No es lo mismo que se deban al cansancio, la dejadez o al deseo de evitar un embarazo. Así, esta diferencia se cimenta en cómo se enfoque la vivencia de la sexualidad.

La cuestión, y esto es lo que me gustaría compartir con los lectores de Ama Fuerte, es que todo matrimonio necesita crear ritos y eliminar rutinas. Y los métodos naturales son un buen medio para crear nuevas conquistas que respetan tanto la fisiología, como la psicología, a la persona en su totalidad. Claro que esto conlleva un esfuerzo: el amor es exigente y la entrega que supone dar tu vida por el cónyuge es un camino de conversión constante.

Para crear estos ritos en el matrimonio contamos con cinco grandes aliados para que, en nuestro camino, el amor conyugal no se reduzca a algo tedioso. Estos cinco ingredientes pueden convertirse, así, en los mejores afrodisíacos:

#1 Tiempo para crecer

No todo sucederá en un instante, vivimos en un continuo crecimiento. Así, es necesario que cada cónyuge dedique tiempo a cultivar su espíritu, y también, a cuidar su cuerpo. En el matrimonio entregamos nuestra persona, queremos dar lo mejor de nosotros mismos. También, se acrecienta el amor con la lectura de textos que nos faciliten comprender poco a poco las bases del verdadero amor humano, como la Teología del Cuerpo de San Juan Pablo II, un tesoro que lo muestra de forma muy actual.

#2 Tiempo para dedicar a nuestra pareja amada

La dedicación a nuestro cónyuge quizá sea una de las cosas más costosas, pero más gratificantes. Pensar en el otro, mostrar lo que sentimos y necesitamos, compartir planes y proyectos, ilusiones, tristezas, alegrías y retos. Solo nos entendemos hablando y expresándonos en el diálogo. El libro Los hombres son de Marte y las mujeres de Venus resulta revelador, para muchas parejas, con respecto a este punto. Es crucial descubrir cómo somos, qué esperamos, cómo nos afectan las diferentes circunstancias para no separarnos por un muro que puede crecer sin apenas darnos cuenta.

#3 Generosidad para buscar las maneras de que la relación mejore

Siempre hay puntos para mejorar, defectos que nos ayudan a pulir las virtudes. Me gusta pensar al matrimonio como un constante cambio de ruedas. A veces gastamos las que tenemos porque solemos vivir manejando a toda prisa. En estos casos, simplemente, nos ayuda parar y renovar estas cubiertas por unas nuevas, y renovarlas juntos.

#4 Paciencia para entender nuestras diferencias

Por ejemplo, en lo que respecta a la vivencia de la sexualidad: ¿sabíais que la mujer puede tener un orgasmo emocional que percibe con igual satisfacción que uno físico? El hombre y mujer no vivimos del mismo modo las relaciones sexuales, aunque intentamos buscar en nuestro vínculo la igualdad entre los dos. Este es uno de tantos aspectos de la vida conyugal en los que vemos que nuestras formas de experimentar son distintas.

#5 Cariño y ternura en nuestras relaciones, no solo en las sexuales

La forma en la que nos hablamos y nos cuidamos es enormemente importante. Mantener las brasas permanentemente implica un esfuerzo, pero asegura un encender el fuego con éxito. Las relaciones sexuales mejoran cuando existe una vida compartida, cuando se comparten, día a día, los pequeños detalles. La ternura es la demostración más desinteresada de amor que existe y percibirla en los gestos del cónyuge nos hace sentirnos profundamente queridos.

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En definitiva, el matrimonio es un reflejo del amor de entrega que debemos cuidar en todos los sentidos, cuando nos encontramos ausentes el uno del otro y en la forma de obedecernos humildemente. En el matrimonio somos dos personas que nos damos el uno al otro, no como posesión, sino como donación. El matrimonio es un camino de reconquista que andamos juntos, de la mano.

5 claves para que el dinero no sea motivo de discusión

El amor nos lleva a compartir todo con el otro. A medida que nos unimos más a nuestra pareja, la realidad del otro se vuelve parte de nuestra realidad. Algo que no podemos desconocer en la vida de los esposos es que parte de lo que acompaña su día a día es la administración económica del hogar, la cual, en ocasiones, puede ser uno de los focos principales de discusión —e incluso de divorcio— en las relaciones de pareja. 

¿Cómo organizarnos financieramente para que el dinero no sea más un motivo de discusión? Aquí te lo contamos

#1 “Tu siempre estás conmigo y todo lo mío es tuyo” (Lc. 15,31-32)

Algo que puede iluminar estar diálogo es la Palabra de Dios. Esta cita corresponde a la Parábola del hijo Pródigo. Cuando el hijo perdido regresa a casa, el padre decide matar el novillo cebado; su hermano, que siempre había estado con el padre trabajando le reclama: Cuántos años hace que te sirvo sin desobedecer ninguna orden tuya, y nunca me has dado ni un cabrito para divertirme con mis amigos. Pero en cuanto ha venido este hijo tuyo que devoró tu fortuna con meretrices, has hecho matar para él el ternero cebado”. A lo que el padre respondió: “ Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo”(v. 31). 

Con estas palabras, el padre da a entender esa comunión que existe entre él y su hijo, una comunión que no conoce reservas, que no esconde nada al otro sino que todo es compartido. De ahí la palabra comunión: “Común unión”. El ser “una sola carne” (Mt. 9,16) implica que todo lo que somos, poseemos, anhelamos, debe estar unido a nuestra pareja. Y esto incluye la dimensión económica. 

Si el manejo de la economía no es puesto al servicio del otro en la vida conyugal, ciertamente será un motivo fuerte de discusión y desencuentros entre los esposos. Ante todo, debemos considerar que todo lo que tenemos no es “mío” ni tampoco “para mí”, sino “nuestro”. Bajo esta lógica, no es adecuado que digamos “mi dinero”, “mis ahorros”, sino “nuestro dinero”, “nuestros ahorros”.

#2 Buscar la fidelidad financiera

Como lo indicamos en el punto anterior, el ser una sola carne implica todas las dimensiones. Por eso, es importante para el bienestar de la pareja que siempre busquen ser fieles al otro —financieramente hablando—. 

Si seguimos en la lógica que todo es “de los dos”, no es prudente empezar a “esconder” lo que gastamos al otro. No se trata de “pedir permiso” hasta para comerme un pedazo de pan, sino que se trata de hacer todo con transparencia y de cara al otro. 

Ser fieles financieramente consiste justamente en no hacer uso de los recursos económicos sin que el otro sepa qué se está haciendo. En efecto, puede que lo que gastamos sea un dinero con el que el otro cuente para algún compromiso económico y luego, al ser gastado, podrá hacer falta.

Siempre es importante que tengamos en cuenta que, de acuerdo con el punto anterior, lo que estoy usando es del otro también. Por ello, es mejor comunicar lo que estamos haciendo con nuestros recursos económicos.

#3 Proyección de gastos mensuales y anuales

Es importante que, como pareja, realicen una proyección de los gastos fijos y anuales. Esto los ayudará a saber cuánto necesitan para vivir, y cuánto dinero pueden gastar libremente. 

Si no conocemos los gastos que tenemos que hacer, seguramente gastemos ese dinero en cosas no tan prioritarias. Esto nos puede llevar a enfrentar problemas financieros, lo cual será un nuevo motivo de discusión.

Tal vez sea importante pedir una asesoría a alguien que conozca de organización financiera, de modo que pueda orientarnos en este proceso. Así, podemos organizarnos mejor económicamente.

#4 Control de gastos reales vs. proyectados

Un buen manejo de la economía requiere una comprensión de con cuánto dinero contamos realmente y cuánto dinero gastamos realmente. Muchas veces creemos que necesitamos una determinada suma de dinero para vivir. Sin embargo, en la práctica, descubrimos que la suma que dinero que se invierte mensualmente es diferente. Por eso, es necesario realizar no solo una proyección de gastos sino una verificación real de los mismos, de modo que sepamos en qué estamos invirtiendo los centavos que nos ganamos.

Algo muy recomendable es tener semanalmente un momento —puede ser el fin de semana— para mostrarse mutuamente los gastos realizados en la semana y así saber si el gasto que habían proyectado es real o ha variado. Para esto, es importante no pasar por alto los “gastos hormiga”, que son muy comunes. Estos son esos gastos pequeños que, por serlo, muchas veces son ignorados. Sin embargo, al final de mes sí tienen un peso importante en la economía familiar.

#5 Hagan partícipe a Dios de su economía

Para un cristiano, todo aquello que tiene es un don de Dios: su vida, su trabajo, su dinero, su familia, sus hijos, sus bienes materiales, etcétera. Por tanto, Dios también debe tener un lugar en la economía del hogar. 

Es importante que nos formemos en la perspectiva cristiana del dinero: cómo funciona el dinero en el plan de Dios, cómo funcionaba el dinero en las primeras comunidades cristianas durante los primeros siglos de la Iglesia, etcétera. Así, podremos iluminar, con la experiencia del pasado, el presente de nuestra historia financiera. Como pareja, a menudo tendremos que orar y discernir delante de Dios qué hacer con el dinero, mirar cómo se está invirtiendo y cómo Dios nos puede iluminar en este aspecto.

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El dinero es un bien dado por Dios a la pareja, y está a disposición de ella para suplir las diferentes necesidades que se presenten. Es importante que este sea un bien compartido y nunca utilizado como un bien individual. 

Para invertirlo bien, es necesario conocer la realidad de nuestros gastos mensuales. Además, el modo de invertir y usar el dinero debe tener en cuenta el plan de Dios. Así, el dinero no se convertirá en un instrumento de uso egoísta, sino en un bien que favorezca a la familia y a cuantos lo necesiten.