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Cinco cosas que te gustaría saber antes de la primera vez

La primera vez que dos esposos tienen intimidad sexual puede quedar grabada en sus corazones de forma muy especial. Este recuerdo no se basará en una mirada del placer alcanzado. Consistirá en la vivencia de la donación realizada y de la comunión obtenida de ella.

Los novios que hacen un camino hacia el matrimonio buscando vivir la castidad suelen esperar con mucha expectativa y ansias ese gran momento. También, aquellos novios que han tenido ciertas experiencias sexuales, comprenden y vivencian, cuando se acercan más al tema, que el primer acto conyugal es algo único y completamente distinto a lo experimentado previamente.

Muchos jóvenes se ven influenciados por la información que reciben de las películas y series. En los films, se muestra una imagen distorsionada de la sexualidad, una perspectiva irreal y hedonista. Esto puede provocar sentimientos de duda o frustración cuando aquella primera vez no sucede como la han imaginado. Por eso, aquí vamos a reflexionar sobre algunas cuestiones afines, con el objetivo de poder vivir de modo más pleno y consciente el inicio de la sexualidad matrimonial.

La comunicación es clave

Para comenzar, es sano y necesario que los novios conversen en profundidad sobre cómo desean vivir las relaciones sexuales como esposos. Pensar juntos implica manifestar qué esperan de aquel primer encuentro de intimidad, qué les gustaría hacer y qué no, qué necesitan para sentirse cómodos. Imaginar juntos, entonces, es un buen ejercicio que puede ayudar a la entrega cuando sea el momento.

La comunicación del aspecto físico, comunicación basada en la ternura y en la afirmación, no supone buscar la excitación. Sienta las bases para expresarse el amor. Se expresa, así, de una forma que se demuestra la aceptación del otro tal cual es. Este es un paso fundamental para ir más a fondo llegado el día.

Otro punto fundamental es la oración. Se recomienda rezar juntos para pedir a Dios ser fieles a la verdad de la sexualidad que Él mismo creó. De ese modo, la experimentarán de modo pleno y gozoso.

La comunicación debe estar presente, también, luego de cada acto conyugal. Se necesita un espacio de diálogo sincero en el cual los esposos puedan decirse cómo se sintieron, qué cosas les gustaron o si hubo algo que los incomodó, qué se podría mejorar, etc.

Varón y mujer son diferentes

La sexualidad tiene su verdad y su raíz en la diferencia sexual. El cuerpo de cada persona es sexuado. El cuerpo revela una diferencia entre varón y mujer. Esta diferencia no es solo física, sino que, también, abarca las dimensiones social, psicoemocional y espiritual.

Por lo tanto, la vivencia del impulso y del acto sexual del hombre es muy diferente a la de la mujer. El varón, en circunstancias normales, es fértil de forma continua, todos los días, todo el tiempo. La mujer, en cambio, lo es de forma cíclica, pocos días al mes. Esto implica que las hormonas y el deseo funcionan de manera diferente en uno y en otro.

A su vez, el varón tiene una excitación enfocada más hacia lo visual, mientras que la mujer necesita otros estímulos sensoriales adicionales. Ella suele motivarse de modo más inmediato. Tiene una excitación más lenta y gradual que se basa tanto en el aspecto físico como, principalmente, en el estado emocional. Por este motivo, es imprescindible que haya un ambiente cálido, de luz tenue, contenedor, de intimidad y de confianza. Las palabras amorosas y los gestos de atención y dulzura que el esposo tenga durante el día con la mujer construyen el momento de intimidad sexual que tendrán después.

Como es de esperar, los tiempos de estimulación para alcanzar el clímax también suelen ser diversos. El de la mujer es más largo. Por esto, es necesario que, con la práctica, ambos esposos trabajen para acompasar los tiempos de cada uno, tratando de ajustarlos lo mejor posible.

Es un aprendizaje

Hay una gran variedad de factores que inciden en el desarrollo del acto conyugal. No es algo automático. Requiere de un mutuo conocimiento que se da con la práctica. Es necesaria, entonces, la paciencia de ambos para aprender en este proceso. Si bien la primera vez es muy soñada y esperada, puede resultar que, técnicamente, no se corresponda con la expectativa. Puede suceder, incluso, que no se llegue a realizar el acto completo por diversos motivos.

Por eso, es aconsejable disminuir las exigencias y la presión externas o autoimpuestas para que ese momento pueda ser disfrutado al máximo tal cual como suceda. Tiene que ser un momento distendido, divertido y creativo. Lo que debería quedar en la memoria es la experiencia de un encuentro lleno de amor y dulzura. Recordarán, así, los esposos, que se encontraron por primera vez en la intimidad de sus cuerpos y de todo su ser. Lo demás vendrá por añadidura.

El objetivo es la entrega

Tanto para la primera vez como para todas las que vendrán, hay que tener en claro que la finalidad del encuentro sexual es la donación recíproca y total de los esposos. Entregan toda su persona y sus dimensiones, su historia, su pasado, presente y futuro, sus anhelos, sus alegrías y sus tristezas. También, entregan la posibilidad de comunicar su amor a una nueva vida. Lo dan todo.

La donación resulta una comunión de personas que es imagen de Dios Trinitario. Este darse y recibirse en el abrazo de la carne conlleva el regalo del gozo físico y espiritual. Es importante, entonces, tener en cuenta que el fin del acto no es el sentir placer, sino que el placer viene regalado como un fruto de esta unión. Se trata de un placer físico y que, además, debe colmar y permanecer en el alma y el corazón de los cónyuges.

Por tanto, se puede decir que una relación sexual plena es aquella que haya buscado la unión física completa y que haya dejado paz y gozo en el corazón de cada uno. El mejor consejo es disfrutar cada momento del encuentro amoroso y dejar que ese amor que se hace concreto en el placer del cuerpo sea un sello que grabe al amado en la propia interioridad.

Es un momento sagrado

El acto conyugal no es, solamente, una relación sexual. Se trata de un momento sagrado. Es a través de éste que los esposos se transmiten la Gracia del sacramento y logran ser una sola carne. De hecho, la primera relación sexual consuma el sacramento del matrimonio. Así, se constituye en la última parte de la celebración del mismo.

En la entrega sexual, los esposos se santifican mutuamente. Son fiel testimonio de la verdad del amor inscrita en el lenguaje de sus cuerpos por el Creador. Se conforma, de este modo, una bella liturgia de los cuerpos con la cual varón y mujer elevan a Dios su alabanza y oración.

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A modo de conclusión, vemos que son varios los factores que intervienen en aquello que los esposos puedan vivir en su primera vez. Por supuesto que no se puede tener todo controlado. Lo más importante es que, en el noviazgo, se vaya preparando ese gran día con gestos concretos, reflexiones y oración. Además, es imprescindible que, llegado ese momento, prevalezca, por sobre los resultados, la entrega total en un amor que es para siempre.

Intimidad: el orgasmo no lo es todo

Me gusta situarme en contexto para entender el porqué de muchos pensamientos que existen hoy en día en torno a la sexualidad. Esta vez quiero entender por qué el orgasmo se ve como el centro de la relación sexual. Tal es así que se llega medir o valorar la relación por el placer obtenido 

¿Realmente es así? ¿Entonces, si no hay orgasmo, esa relación sexual no es válida o no es lo suficientemente buena? ¿Si se tuviera un poquito de placer significaría que algo buena sí fue? ¿Si el placer físico fuera espectacular, esa relación es lo mejor que se ha hecho en el día?

La satisfacción en el matrimonio

He visto a muchas personas tener relaciones sexuales con extraños y, a pesar del intenso placer fugaz que se haya podido conseguir, se han sentido más solas que nunca. Hasta donde sé, sobre todo por mi corta experiencia matrimonial de casi 13 años, la relación sexual más placentera físicamente podría resultar insatisfactoria. Por otro lado, podría llegarse a una felicidad verdadera sin recibir el placer físico esperado. 

¿Qué es entonces lo que da esa satisfacción en el matrimonio? Diría que es la intimidad fruto de una vida compartida. Das todo lo que tienes a alguien a quien le has prometido tu vida hasta que la muerte te separe. Esa entrega se demuestra naturalmente con el acto conyugal. El placer sexual se ensalza, se recibe con gratitud y alegría cuando, al mismo tiempo, se está recibiendo un placer afectivo y espiritual que trasciende. Ese placer hace crecer el amor. El matrimonio vive su entrega en cada momento. A la cama se llega con el amor hecho.

Los distintos momentos de la relación sexual

Todo esto no quiere decir que no se haya de cuidar el aspecto más físico de la relación. La relación sexual tiene distintos momentos: el deseo sexual, la excitación, el orgasmo y el abrazo posterior. Todos han de ser cuidados. En condiciones normales, un hombre tiene una curva de excitación corta y rápida, logrando el orgasmo con la eyaculación. 

La curva de excitación de la mujer es lenta. En compensación, el cuerpo femenino tiene más zonas erógenas. Estas diferencias en el ritmo de excitación deben ser conocidas y atendidas con amor por los esposos. El hombre no debería ser el único en alcanzar el orgasmo. Su papel está en entender la dificultad natural que tiene la mujer en adaptarse a la pronta excitación masculina. 

Por ello es tan necesario tener en cuenta la dimensión afectiva y el dominio de las pasiones. El hombre, al saber esperar los tiempos de su esposa, permite que ella viva primeramente un sexo afectivo. El sexo afectivo da paso a un placer con sentido. Es la ternura desinteresada la que eleva el impulso sexual a un sentido mayor. Esa ternura es la que desborda altruismo y desinterés propio, es decir, permite que cada cónyuge se sienta amado y querido por quien es, no utilizado. 

El otro es más importante que yo

El enfoque crucial en una relación conyugal es el siguiente: que cada esposo tenga la convicción de que el otro es más importante que yo. Gracias a esta afectividad que acompaña, la relación sexual no se reduce en satisfacer la sensualidad. Se orienta hacia la persona. Es decir, no se trata tanto de gozar, sino de sentirse cerca.

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Sentirse mutuamente unidos es experimentar la intimidad. Cuando una relación conyugal se vive en estos términos, si la mujer no logra alcanzar el orgasmo, lo que es probable, por ejemplo, cuando existe más cansancio, un embarazo o un posparto, se sentirá igualmente amada. La relación sexual se vive en todos sus momentos. Mi cónyuge es más importante que yo. La satisfacción es más amplia que el simple orgasmo. 

Masturbación, ¿qué dice la ciencia?

En las últimas décadas, la masturbación ha ido dejando de ser un tema tabú envuelto en una serie de mitos supersticiosos. Tuvo una visión más positiva que parte de una consideración de la sexualidad alejada del fin procreativo. Con ello, se construyó mitos con supuestas bases científicas. 

¿Es en realidad la masturbación un acto saludable e, incluso, beneficioso y aconsejado? Argumentos provenientes de distintas ciencias nos hacen ver lo contrario. Recordemos que nuestra visión es la del ser humano integral, como un todo de cuerpo, mente y alma. ¡Veamos!

La química hormonal

La norepinefrina, la epinefrina y el cortisol (hormonas del estrés) se liberan en respuesta a amenazas (materiales o psicológicas). Estas hormonas impulsan la reacción de lucha o huida. 

Las endorfinas (hormonas de la tranquilidad) ayudan a controlar el estrés y el dolor al promover la absorción de las anteriores. Además, tenemos un sistema de recompensa en el cerebro a través de la dopamina (hormona del placer). Por eso, cuando logramos algo nos sentimos bien y queremos repetirlo, para volver a experimentar esa sensación. 

También, contamos con la serotonina (hormona del bienestar), que estabiliza nuestro estado de ánimo. Estas hormonas se liberan en el orgasmo y la excitación previa, ayudando a reducir los niveles de las primeras tres.

No obstante, la protagonista sea la oxitocina, la hormona del amor, responsable de los sentimientos de afecto, confianza, empatía. Está asociada, a su vez, con la relajación y la satisfacción vital. La oxitocina, además, tiene un papel en el comportamiento social, la reproducción, el parto y su período posterior. Durante la actividad erótica, se libera y estimula una mayor producción de esta hormona, aumentando el deseo sexual. 

Existen estudios que muestran incrementos en los niveles de oxitocina en el orgasmo, tanto en hombres como en mujeres. Sin embargo, se ha demostrado que los afecta de manera diferente. Ellas responden más a estímulos sociales en la fase de excitación, mientras en ellos los niveles de oxitocina permanecen sin cambios, y aumentan posteriormente a la eyaculación.

El amor propio

Al ser la masturbación un acto solitario, está directamente relacionada con el amor propio y el sentido de la autodignidad. Se trata, así, el cuerpo como un objeto de placer o de desfogue cuando el organismo busca obtener las hormonas y no encuentra una forma más rápida y de bajo costo emocional en un corto plazo. 

Existen estudios que señalan que la masturbación está relacionada con una baja autoestima, con ansiedad, con depresión y con una carencia de habilidades en la interacción social. Deviene, entonces, en una falta de respeto hacia uno mismo. Se convierte en un círculo vicioso, porque busca el equilibrio hormonal a través de un acto compulsivo.

La capacidad relacional

La masturbación se conecta con la falta de habilidades para relacionarse. Aumenta la ansiedad social. Esto afecta negativamente la intimidad emocional y física en pareja. Va en contra de la naturaleza humana, ya que la sexualidad se refiere a la unión íntima en el acto marital. Se refiere a la muestra de amor y cuidado mutuo. 

La masturbación puede crear un sentido de separación y aislamiento, centrado solo en el placer personal sin compromiso amoroso. Esto puede llevar a una desconexión emocional en las relaciones sexuales. También, a una adicción psicológica al obtenerse las hormonas necesarias sin las exigencias sociales que conlleva el acto de pareja.

La pornografía

En muchas ocasiones, la masturbación busca estímulo en la pornografía. Durante siglos, el ser humano ha usado esta fuente para autocomplacerse cuando el contacto físico o la imaginación ya no son suficientes debido a la tolerancia tras una actividad compulsiva. 

La pornografía tiene dos consecuencias desastrosas: 1. daña al individuo que buscará contenido cada vez más extremo para excitarse, y 2. le distorsiona la percepción de la persona y la sexualidad. La consecuencia más grave, no obstantes, es que la pornografía alimenta una industria basada en el abuso, el tráfico y la degradación de los seres humanos.

La adicción

Se suele pensar que solamente nos podemos volver adictos al consumo de sustancias. No. También somos capaces de caer en adicciones conductuales o psicológicas. 

La masturbación se convierte en una de ellas: la gratificación instantánea activa los centros de recompensa del cerebro desencadenando conductas compulsivas. El uso repetido de la masturbación para manejar respuestas emocionales negativas puede agravar esta adicción. 

La falta de relaciones sexuales saludables es capaz de llevar a una pérdida de confianza en uno mismo y una mayor dependencia en la masturbación. Las adicciones conductuales pueden ser comparables a las adicciones a sustancias. El adicto busca constantemente experimentar sensaciones de placer cada vez más intensas y sufriendo efectos de abstinencia. Todo esto influye en el rendimiento del individuo y sus relaciones.

Efectos en el cuerpo

La masturbación frecuente afecta negativamente la salud a largo plazo. Causa problemas como eyaculación precoz, disfunción eréctil y pérdida de libido. 

La masturbación compulsiva, por el efecto de tolerancia, provoca conductas de riesgo al buscar formas de excitación antihigiénicas o lesivas. 

Estudios recientes, también, asocian la masturbación excesiva con mayor riesgo de cáncer de próstata.

El yo trascendente

La masturbación afecta la espiritualidad de la persona. Según la antropología personalista, el ser humano busca la realización en su relación con Dios. La masturbación interfiere en esta dimensión espiritual. 

Aleja al individuo de su camino hacia el Ser Supremo: promueve una sexualidad desconectada del plan divino de la unión de la pareja y la apertura a la vida. Al generar una autoimagen cada vez más pobre y aislada, el individuo tiende a olvidar su esencia trascendente.

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Si existiera una persona que no tuviese heridas que sanar, ni vacíos que llenar, este acto solitario terminaría propiciando consecuencias físicas, mentales y espirituales, negativas, a largo plazo. 

En lugar de buscar gratificación sexual a través de la masturbación, es importante tener una visión sana de la sexualidad. También, una valoración personal realista que acuda a recursos positivos que generen las hormonas de la felicidad (ejercicio, música, fomentar la amistad, cultivarse y formarse, etc.). 

Para superar dificultades emocionales y adicciones, busca ayuda profesional y dirección espiritual. Encuentra prácticas sexuales saludables dentro del compromiso marital y fundadas en el amor propio.

Los Sí de la sexualidad según San Juan Pablo II

Juan Pablo II ha dado a la Iglesia el mayor regalo para el futuro del matrimonio y de la familia. Lo hizo, oportunamente, en un mundo que ya comenzaba a mostrarse abiertamente contrario a la cultura cristiana. Ha escrito y ha hablado sobre el cuerpo y la sexualidad del modo más integral y profundo hasta el día de hoy. 

El Papa polaco gozaba de una inteligencia brillante y de un conocimiento exhaustivo sobre la filosofía y la teología que sustentan la Doctrina de la Iglesia. Otra gran riqueza que tenía era su amplia experiencia en el acompañamiento pastoral a numerosos jóvenes, novios, matrimonios y familias. 

Juan Pablo II comprendía con claridad que la inquietud más grande de todas las personas era la cuestión sobre el amor humano. Su especial sensibilidad lo llevó a dedicarse a este tema abordándolo hasta su raíz más profunda en lo que se conoce como Teología del Cuerpo

De este modo, dio al mundo una visión de la sexualidad que es integral, positiva y que da respuesta y fundamento a la tradición y a la enseñanza que la Iglesia siempre ha tenido sobre el tema. Aquí veremos los principales puntos que, en su visión, describen a la sexualidad.

Sí a la diferencia sexual

La sexualidad tiene su razón de ser en la diferencia sexual. Ésta no es algo accesorio a la persona, como un agregado. Es constitutiva del ser humano. El ser varón o mujer forma parte de la identidad de la persona. Es transversal a todas sus dimensiones. 

El sentido de la sexualidad es el salir de uno mismo hacia un otro que es diferente y que nos muestra otro modo de ser en el mundo. Ambos sexos pueden darse en una reciprocidad que los enriquece mutuamente y que les posibilita la perfección en el ser y en el amar. 

Esto se da así porque el varón descubre su verdadera identidad masculina frente al encuentro con la mujer y ésta descubre su identidad femenina frente al encuentro con el varón. En otras palabras, es de cara a un otro diferente a uno mismo que se revela la perfección del ser mujer y del ser varón. 

Si nos adentramos más en el misterio, encontramos que la imagen y semejanza que el Creador ha plasmado en el hombre radica principalmente en la diferencia sexual. Es ésta la que permite que podamos entrar en una comunión de personas a imagen de la Trinidad. La diferencia sexual posibilita que podamos darnos y recibir al otro en su complementariedad.

Sí al don 

El objetivo de la sexualidad es la donación total al otro. Dios nos la da como regalo para que mujer y varón sean capaces de entregarse y recibirse por entero. Nuestro mismo cuerpo, en su impulso sexual y en su anatomía y fisiología, nos revela que está abierto al otro. 

Esto se da de modo pleno en el matrimonio, cuando los esposos entregan mutuamente todo su ser formando así una comunión de personas. Por este motivo, la donación es total, porque no se reservan nada, sino que se donan al otro en cuerpo y alma. 

Este don se da en el marco de la fidelidad. Es para toda la vida. Implica la exclusividad. Ambos esposos se pertenecen mutuamente. 

También debe darse en libertad. Vemos entonces que la sexualidad no es una simple función física ni un mero instrumento de placer para usar. Es la capacidad para amar de modo perfecto al otro en cuerpo y alma, buscando su bien en una comunidad de amor.

Sí a la fecundidad

Como hemos mencionado antes, la sexualidad es una llamada a salir de uno mismo hacia el encuentro con el otro para entrar en comunión. Esta unión física, gracias al lenguaje del cuerpo, nos muestra que la sexualidad está potencialmente abierta a la transmisión de la vida. 

La unión sexual y la fecundidad no pueden separarse. Si se elimina una, desaparece la otra. Esto no supone que de cada unión conyugal deba venir una nueva vida. Implica que cada acto sexual matrimonial debe estar abierto a la vida sin interponer, en el curso natural del mismo, algo que evite la concepción. 

Los santos Papas Pablo VI y Juan Pablo II muy bien han explicado que los esposos que necesiten evitar nuevos embarazos pueden recurrir a los métodos naturales de reconocimiento de la fertilidad. Es importante remarcar que a aquellos matrimonios que, físicamente, les resulta difícil concebir o llevar a término una gestación, también están llamados a vivir la apertura a la vida en la intimidad como predisposición del corazón y a ser fecundos tanto en los hijos concebidos que han ido al Cielo desde el vientre, como en la opción de la adopción. 

Es importante, además, que los matrimonios pongan sus dones al servicio de la sociedad. Esta última tarea involucra a todos los esposos, tengan numerosos hijos o ninguno. La fecundidad de una familia se mide en su voluntad por hacer del mundo un lugar mejor, saliendo de ella misma para donarse de modo generoso a los demás. 

La sexualidad es a imagen de Dios Trinidad. Es una comunidad de personas cuyo amor se multiplica y se comunica dando vida hacia afuera. Debe ser la vivencia del amor y de la sexualidad en el matrimonio un amor que se expresa y se multiplica saliendo del círculo de dos para abrirse y comunicarse a los demás. 

La comunicación del amor hacia fuera del matrimonio multiplica y perfecciona el amor de los esposos, haciéndolo cada vez más semejante a Dios. En cambio, cuando la experiencia del amor y de la sexualidad se cierra en un círculo de dos, se asfixia. Se agota. Se reduce a un narcisismo compartido.

Sí al gozo

Un gran sí de la sexualidad que San Juan Pablo II nos legó es el sí al gozo en el acto sexual. En primer lugar, la Teología del Cuerpo nos habla sobre la bondad del placer sexual. Éste se considera un insumo para el amor de los esposos que aumenta la unión afectiva entre ellos. Hace crecer el sentido de mutua pertenencia. Funde sus corazones bajo el sello del amor. 

El placer es lícito y bueno siempre que sea recibido como un fruto de la entrega total. El objetivo de la unión sexual debe ser siempre la entrega total y la completa unión. El placer viene como consecuencia de esta unión y la refuerza. 

Cuando ponemos al placer como objetivo principal de la relación sexual, dañamos la pureza de esta acción. Caemos en el uso del amado. 

Los esposos deben disfrutar del placer que experimentan desde el comienzo de la relación sexual. No deben obsesionarse solamente con el clímax, el cual, a veces y por diversas circunstancias, puede que no llegue. Y esto nos conduce al segundo punto: el acto conyugal, por su naturaleza, no sólo es acompañado del placer físico, sino que también y especialmente debe ser atravesado de un singular gozo espiritual. 

Que el acto conyugal sea atravesado por el gozo espiritual implica que, cuando finaliza la unión corporal, debe quedar en el corazón de ambos una felicidad intensa y una paz que perduren en el tiempo. Entonces, vemos que el placer sexual del acto de los esposos implica tanto lo físico como lo espiritual (que debe ser superador). Es resultado de la alegría de la unión.

Sí a la trascendencia

Finalmente, la gran sorpresa para muchos es que la sexualidad está íntimamente unida a la trascendencia. En la unión total de los esposos, Dios se manifiesta y se hace presente cuando ellos celebran la liturgia de los cuerpos en la verdad del lenguaje propio que les dio el Creador. 

El acto conyugal es el lugar privilegiado donde marido y mujer se transmiten la Gracia del sacramento del Matrimonio y la actualizan. Es un momento de santificación de ambos esposos y de perfeccionamiento de su amor a imagen del amor de Cristo por su Iglesia. Es oración que habla de Dios y Dios es comunión y creación. 

A su vez, es oración que habla a Dios en alabanza. El matrimonio eleva una alabanza a modo de gratitud por los dones recibidos. También, en la unión sexual, los esposos cumplen con la Voluntad que el Creador ha dispuesto en sus cuerpos y en sus corazones para que sean una sola carne. 

Por último, podemos ver la trascendencia en la sexualidad en el hecho que está unida a la fecundidad, a la capacidad de comunicar el amor y la vida más allá de los dos.

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Luego de haber visto algunos puntos fundamentales de la sexualidad para San Juan Pablo II, queda en evidencia que él trajo una gran novedad a la Iglesia y al mundo. Esta novedad consiste en afirmar que la sexualidad y Dios no son opuestos incompatibles o, a lo sumo, indiferentes entre sí. Todo lo contrario. 

El Papa de la familia, como lo han llamado, anunció que Dios creó a la sexualidad con una verdad intrínseca y que llama al hombre, varón y mujer, a vivirla de modo pleno en su bondad y pureza. Para esto, nos enseña que no somos nosotros quienes podemos crear una sexualidad a nuestro antojo, sino que ésta ya tiene su propia verdad inmutable inscrita por el Creador en el cuerpo y en el corazón de cada persona. 

¿S3x0 oral en el matrimonio?

Muchos matrimonios se preguntan qué demostraciones sexuales pueden darse y cuáles en determinadas circunstancias. En concreto, trataré de responder a la pregunta de si es válido el sexo oral en el matrimonio. 

En primer lugar, todo matrimonio católico ha de tener claro el sentido del acto conyugal

El acto sexual no es cualquier acto. Es la entrega total y mutua de los cónyuges, mostrada en una unión de los cuerpos, muy específica. Esta unión une profundamente a toda la persona. Los hace aptos para la generación de nuevas vidas (Humanae Vitae). 

La unión total de los esposos se expresa carnalmente con la eyaculación vaginal. Por eso, las dos dimensiones indisolubles que hablan de la verdad del acto conyugal son expresión de amor y apertura a la vida. 

Desde el primer “sí quiero”, los esposos hacen la promesa de darse todo lo que son, en cuerpo y alma, con toda su persona y en todos los momentos de su vida y hasta que la muerte los separe. Por eso es tan importante y necesario que los novios se formen, antes de la boda, para ser conscientes del compromiso que adquieren ante Dios. 

El Sacramento del matrimonio permite que los esposos reciban las gracias necesarias todos los días para seguir amándose a pesar de sus imperfecciones y debilidades. Cuando en el matrimonio se realizan actos sexuales que excluyen alguna de las dos dimensiones, están impidiendo enriquecerse mutuamente con su persona. Teniendo claro el significado del acto conyugal, los esposos podrán discernir qué prácticas sexuales serán de ayuda o no para crecer en su amor.

En segundo lugar, a qué nos referimos exactamente con el concepto de sexo oral

Si nos referimos a una práctica que pertenece al juego previo o preliminares para ayudar a una mejor excitación antes de la penetración, ¿por qué no? 

Utilizar labios o lengua para acariciar los órganos genitales es un tema que pertenece a la intimidad de cada matrimonio: los esposos evalúan si este tipo de caricias les gusta y ayuda a su unión. 

La finalidad de la relación sexual es la entrega, la comunión que santifica la carne, respetando la dignidad. Si para ello los cónyuges encuentran que la estimulación oral es un buen preliminar, no han de sentirse mal por ello.

Sexo oral sin unión conyugal

En el caso de referirnos a una práctica que no es un preliminar, sino una forma de alcanzar orgasmo con eyaculación fuera de la vagina, es un acto que imposibilita la entrega de la persona. Atenta contra las dimensiones unitiva y procreativa. Por lo tanto, no sería válido ni querido por Dios. No podríamos llamarlo acto conyugal, sino que sería una simple práctica sexual. 

La sexualidad no es una función fisiológica que pueda usarse arbitrariamente para obtener placer. La sexualidad nos hace ser la persona que somos. Está impregnada en todo nuestro ser. Tiene una finalidad concreta: el amor, la entrega de uno mismo. En el matrimonio, es la entrega al cónyuge. 

El cuerpo utilizado como simple medio de placer es hacerse cómplices de una mutua cosificación. Ni siquiera estando ambos cónyuges de acuerdo en realizar sexo oral sería una buena práctica para ellos. 

El placer sexual ha sido creado y querido por Dios. Los esposos no han de verlo como algo malo. Todo lo contrario: el placer es bueno. Es bueno siempre que sea fruto de un acto verdaderamente conyugal. Un acto en el que los esposos celebran jubilosos su amor. Lo manifiestan con la entrega del cuerpo, con todo lo que son. También, con su posible paternidad y maternidad. 

El placer buscado por sí mismo acaba dejando pozos de insatisfacción en el corazón. No es capaz de llenar, ni de dar sentido, al deseo sexual. Solo la donación real de toda la persona da plenitud.  

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A los esposos que dudan sobre las prácticas que puedan o no realizar: pongan el objetivo en lograr siempre la unión de corazones y almas, en todas sus manifestaciones de amor de cada día y, en concreto, en el acto conyugal, para que sea completo y les permita crecer en la unión y en la santificación a la que están llamados con la ayuda de la Gracia. Dios está presente en todos los aspectos de la vida conyugal.

A propósito de este tema, invitamos a revisar el siguiente artículo: 5 características del acto sexual pleno.

El sexo es bello

La belleza del sexo radica en mostrar un lenguaje corporal que no se separa de la verdad del amor. Entonces, podríamos decir que cuando el sexo se vive en su verdad es bello.

El sexo ha sido creado como expresión de amor, de entrega plena. Por eso, el verdadero sexo es el que puede darse en el contexto del matrimonio, en donde los cónyuges desean darse la vida recíprocamente, de forma total, fiel y exclusiva.

Sexo en el matrimonio

En el matrimonio los esposos se entregan a través de su cuerpo, con todo lo que éste incluye: los afectos, la psicología, la sexualidad femenina y masculina con sus específicas maneras de responder. 

Una de las manifestaciones corporales propias del matrimonio es el acto conyugal, de forma que, únicamente, la belleza del sexo se experimenta cuando éste se vive de modo total, entregando todo lo que uno es. 

¿Qué dice la Teología del Cuerpo?

San Juan Pablo II decía que el cuerpo visible expresa lo invisible (Audiencia del 20 de febrero de 1980): “El cuerpo ha sido creado para transferir en la realidad visible del mundo el misterio escondido desde la eternidad en Dios, y ser así su signo”. Por lo tanto, el deseo de sexo no se queda en satisfacer un impulso fisiológico. 

Así, el deseo de sexo esconde un deseo espiritual que purifica la entrega a través del cuerpo. La esencia del amor conyugal es esa entrega de uno mismo al otro, en donde las relaciones sexuales expresan la unión. Por eso, el cuerpo tiene un significado esponsal.

Sexo y comunión

El sexo bello es aquel en el que existe comunión, es decir, cuando trata de ser expresión de entrega plena y sin reservas. Por ende, el sexo pleno y bello no disocia los dos significados unitivo y procreador. Ambos significados pertenecen a la verdad íntima del acto conyugal. Se realizan juntamente y el uno a través del otro. 

Entonces, la persona no puede ser utilizada ni como puro medio para obtener placer, ni para tener hijos.

El sexo no es sólo para la procreación

Conviene recordar que el sexo no es únicamente para la procreación. Si así fuese, Dios no hubiera dispuesto días fértiles e infértiles, sino que de todas las relaciones podría venir un hijo, y no es así. En el ser humano, el sexo no responde a un instinto reproductivo como el que tienen otros animales. 

Las personas, a través del sexo, logran la comunión y, a veces, esa unión común conduce a ser fecundos dando hijos, pero no siempre. Reducir el sexo a la función procreadora sería traicionar la vocación esponsal del cuerpo. 

El sexo no es la simple unión de cuerpos

El sexo no es una simple unión de cuerpos. Está creado para ser comunión de personas. La belleza del sexo no reside en el placer físico que proporciona. Cuando el sexo se reduce a una búsqueda de placer, acaba convirtiendo ese acto en algo egoísta. Así, deja un pozo de amargura e insatisfacción. 

En la cultura actual, el sexo se ha llegado a ver como un producto de consumo sin leyes ni finalidades. Se ha llegado a convertir en algo que reporta gratificación momentánea. Esto, indudablemente, conlleva a un empobrecimiento de la capacidad de amar.

La belleza del sexo

Necesitamos entender la belleza del sexo. Es preciso no considerar su vivencia como una estricta norma moral. Muchos matrimonios católicos preguntan por qué han de tener siempre en cuenta la dimensión unitiva y la procreativa, especialmente ésta última. Pues, les aparece la tentación de recurrir a la anticoncepción. A estos cónyuges, les diría que el amor es exigente. 

La experiencia del amor que los esposos están llamados a vivir en plenitud a través de las relaciones sexuales implica necesariamente vivirlas con exigencia, sin violar el orden interior de esa comunión. Solo se da esta comunión cuando, además de tener en cuenta los ritmos de cada uno hacia el placer y, también, la sensibilidad particular de ambos, los cónyuges se dan sin reservas. 

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Precisamente, el sexo es bello porque acerca a Dios a los esposos. El sexo fue creado por Dios para lograr el amor pleno entre el hombre y la mujer y, en su unión incondicional, encuentran un reflejo del amor de Dios. 

Es más, cuando el sexo se vive separando la función unitiva de la procreativa, los esposos se alejan del plan divino. Por lo tanto, se alejan entre ellos, mutuamente, al no cumplir la entrega plena a la que están llamados. Así, vivir el sexo en su verdad y belleza es una experiencia vital que toda persona puede tener en su matrimonio.

El problema de los anticonceptivos es que mienten

Hay una escena en la película Vanilla Sky con un interesante diálogo entre los personajes de Tom Cruise y Cameron Díaz. Ambos estuvieron en pareja durante un tiempo, aunque nada formal. Entonces ella le dice a él:

  • ¿Cuándo te dejó de importar?
  • ¿Importar qué? – le responde él.
  • Las consecuencias de las promesas que hiciste – sentencia ella.

El personaje de Cruise la mira extrañado y hasta se ríe de lo que él piensa que es una broma. Pero más adelante ella redobla la apuesta:

  • Tuvimos relaciones cuatro veces. Estuviste dentro mío. Eso significa algo. (…) ¿No sabes que cuando duermes con alguien tu cuerpo hace una promesa, lo quieras o no?

Este diálogo es sumamente interesante porque revela que hasta Hollywood reconoce que el sexo es algo más que mero entretenimiento. Mas aún, ¡el cuerpo humano hace promesas! Es decir, el ser humano habla no sólo con sus palabras, sino con todo su cuerpo, y ese lenguaje significa algo. Pero ¿qué es lo que el cuerpo quiere decir cuando tiene relaciones sexuales con otra persona?

La promesa del cuerpo

Hay una serie de reacciones biológicas en el cuerpo que nos pueden ayudar a comprender algunas cuestiones en torno a la atracción sexual. Probablemente la lista quede corta, pero mencionemos sólo algunas:

#1

El personaje de Cameron Díaz tenía razón: cuando duermes con alguien el cuerpo hace una promesa. Durante las relaciones sexuales se libera oxitocina, una hormona que actúa sobre los sistemas del cerebro relacionados con el refuerzo positivo. Es decir, con el placer, incrementando la complicidad, afecto y confianza con la pareja. Por lo tanto, funciona como una especie de “pegamento” que promete cercanía entre ambas personas.

#2

Cada vez que una mujer está ovulando atrae al hombre por su olor natural. Es decir, en su período fértil la mujer despide mayor cantidad de feromonas, lo cual incrementa el nivel de testosterona en el varón y hace que se sientan mutuamente atraídos. 

#3

Si la mujer toma la píldora anticonceptiva, prefiere el olor de las feromonas del mismo tipo que el suyo. Esto puede resultar peligroso, porque significa que los sistemas inmunes de ambos terminan siendo muy parecidos y eso dejaría a un eventual hijo con menos posibilidades de protección ante enfermedades. En cambio, si la mujer no toma la píldora, ella se siente atraída hacia un varón con un sistema inmune diferente, lo cual hace que sus hijos tengan un abanico más amplio de defensas ante las enfermedades. 

¿Qué significa todo esto? ¿Son sólo reacciones químicas aleatorias o están queriendo expresar algo acerca del amor que buscamos? 

La promesa de la persona

En los últimos años, la ciencia nos ha demostrado que las reacciones exteriores del cuerpo manifiestan el mundo interno de la persona: sus emociones, sus pensamientos, cuando mentimos, cuando decimos la verdad, etc.

Pero hay mucho más por descubrir. Según San Juan Pablo II, el cuerpo expresa la persona. Es decir, a través del cuerpo humano visible podemos ver algo del misterio invisible de la persona: quién es el otro, quién soy yo, cómo es el amor que deseo, etc. 

“El hombre y la mujer están llamados a expresar ese misterioso «lenguaje» de sus cuerpos en toda la verdad que les es propia. Por medio de los gestos y de las reacciones, por medio de todo el dinamismo, el cuerpo en su acción e interacción, a través de todo esto «habla» el hombre, la persona. El hombre y la mujer con el «lenguaje del cuerpo» desarrollan ese diálogo, se expresan a sí mismos en la medida de toda la verdad de su persona.” (Juan Pablo II, Teología del Cuerpo 123, 4).

¿Qué es, entonces, lo que nos dicen esas reacciones hormonales de las que hablamos anteriormente? Mas aún, ¿cuál es la verdad que el cuerpo comunica? 

Dice que la unión de los dos en una sola carne es capaz de expresar una comunión de amor que puede engendrar vida. Dicho de otro modo, los organismos del varón y de la mujer poseen órganos sexuales que están organizados el uno hacia el otro. Es decir, la comunión de los cuerpos es la expresión externa de la comunión interna de las personas: el amor de ese varón y esa mujer es tan real que es capaz de crear vida nueva. Como decía el personaje de Cameron Díaz: tu cuerpo quiere hacer esa promesa, sea que tú lo quieras o no.

Promesa de ¿amor?

Es por ello que el amor no puede reducirse al deseo sexual, ni a una pasión pasajera. No es que no importen las emociones o la atracción sexual, pero es mucho más que eso. Como decía Juan Pablo II, la atracción física y las emociones son la «materia prima» del amor. Pero es un error considerar a la materia prima como la «forma terminada».

Pero entonces, ¿qué es el amor? Podríamos describirlo así: es la entrega libre, total, fiel y fructífera hacia el otro. Pensémoslo por la vía contraria, ¿quién desearía ser amado por obligación, de forma parcial, con engaños y de forma estéril? ¡Nadie! Sin embargo, a veces vivimos un amor mentiroso. Es decir, con nuestro cuerpo podemos decir cosas que no quisiéramos decir en verdad.

Por ello el Papa polaco afirmaba que el cuerpo tiene un lenguaje propio. Así como con el lenguaje de nuestras palabras podemos decir verdades o decir mentiras, con nuestro cuerpo también podemos hacer lo mismo. ¡Y por supuesto que ninguno de nosotros deseamos que se nos mienta! Queremos conocer la verdad… aún en el acto sexual.

Mentiras que matan

El punto es el siguiente: el sexo está creado como una forma de compartirse a uno mismo en los niveles más profundos, vulnerables e íntimos. Es posible vivir el sexo y no compartirse a ese nivel, pero eso es dividir internamente a la persona, es decirse mutuamente: quiero tu cuerpo, pero no te quiero a ti por completo, prefiero que tu fertilidad quede fuera. Eso es rasgar internamente a la persona, es separar el cuerpo y el alma. Y esa es la misma definición de muerte: la separación del cuerpo y el alma. 

No podemos seguir pretendiendo que las relaciones sexuales vividas así son simplemente una actividad placentera. Por el contrario, causan una herida real y profunda en el corazón humano, aún dentro del matrimonio. Basta con ver las tasas de divorcio: dependiendo del estudio que se tome, las tasas de divorcio entre las parejas que usan métodos anticonceptivos artificiales llegan al 39%, mientras que entre las parejas que usan métodos naturales abiertos a la vida apenas llega al 3%.

Juan Pablo II lo expresa así: “la donación física total sería un engaño si no fuese signo y fruto de una donación en la que está presente toda la persona, incluso en su dimensión temporal; si la persona se reservase algo o la posibilidad de decidir de otra manera en orden al futuro, ya no se donaría totalmente.” (Familiaris Consortio, 11) 

Si el sexo es una manifestación no sólo del propio cuerpo sino de la persona en el nivel más íntimo -en otras palabras, si el sexo es experimentado de forma tal que no separa el cuerpo y el alma- entonces hay una promesa que se hace carne: «nunca te dejaré; nunca te desampararé» (Cf. Dt. 31, 8). Ese es el amor que exige el corazón humano totalmente desnudo. Y esa promesa se llama matrimonio.

***

Es interesante ver cómo las promesas que los novios se hacen con el lenguaje de sus palabras el día de bodas la expresan con el lenguaje de sus cuerpos la noche de bodas. En el ritual de casamiento, a los novios se les pregunta: “¿vienen libre y voluntariamente a contraer matrimonio? ¿Se comprometen a amarse y respetarse durante toda la vida? ¿Se comprometen a colaborar en la obra creadora de Dios, asumiendo la responsabilidad que les toca en la comunicación de la vida?” A todo ello responden que sí. Es decir, se comprometen a vivir el amor que sus corazones realmente desean: libre, total, fiel y fructífero. En la noche de bodas, si el lenguaje de sus cuerpos es coherente con el lenguaje de sus palabras, encarnarán ésa misma comunión de amor que tiene la capacidad de abrirse a la vida. Se estarán diciendo la verdad mutuamente, con sus palabras y con sus cuerpos. Y el amor demanda la verdad.

Disfrutar de la salud sexual

Así como nos ocupamos de que nuestro cuerpo no enferme física y psíquicamente, o lo atendemos cuando se presenta alguna patología, trastorno, síndrome o afección que lo altere; también debemos procurar gozar de salud sexual.

La salud sexual, requiere un enfoque positivo, sano, sin tabúes y respetuoso. Para ello, debemos desarrollar hábitos sanos que den como resultado la posibilidad de tener experiencias sexuales placenteras, seguras, que afirmen nuestra autoestima, que fortalezcan el vínculo matrimonial y nos regalen paz en todo nuestro ser.

Un tema importante

La sexualidad se refleja en cada faceta de la vida humana. Es más, muchos de nuestros triunfos y fracasos están estrechamente relacionados con nuestra buena o mala sexualidad. Esta, a su vez, dependerá del grado de cuidado, atención y salud que le otorguemos.

Nuestro cuerpo fue preparado para experimentar placer, es un regalo maravilloso que nos hizo nuestro Creador. Pero a veces estamos tan cargados de tabúes, inseguridades, miedos, frustraciones, vergüenzas, culpabilidad, dolores o experiencias sexuales negativas del pasado sin resolver que lo que menos hacemos es disfrutarnos como seres sexuados. Por eso, es necesario que, así como hacemos los chequeos y tratamientos médicos regulares, cuidemos nuestra salud sexual para no dar lugar a ningún tipo de disfunción y restaurar lo que haga falta para no privarnos de sus beneficios. Es importante entender que un cuerpo que sintió dolor es un cuerpo que va a necesitar sanar para sentir placer.

La Organización Mundial de la Salud definió la salud sexual del siguiente modo: “la integración de los aspectos somáticos, emocionales, intelectuales y sociales del ser humano sexual en formas que sean enriquecedoras y realcen la personalidad, la comunicación y el amor”.

A continuación, les dejo algunos principios para gozar de una buena salud sexual:

1. Aceptación del cuerpo como fuente de placer

Todos en nuestro sano desarrollo necesitamos que nos toquen, abracen, miren, deseen y acaricien. Si esto faltara, fuese pobre o escaso, esto repercutirá sobre todo nuestro ser negativamente. Pero cuando esta necesidad se ve cubierta, como lo está en la relación sexual sana,  fortalece nuestra autoestima,  nos otorga seguridad, nos da pertenencia, afloran emociones positivas, y lo más lindo, nos sentimos deseados y amados.

Quitar de nuestra mente temores, vergüenzas, culpas, mitos y falacias, sentir curiosidad sexual sin culpa, y vivenciar nuestro cuerpo como fuente de placer nos llevará al desarrollo de una actividad sexual libre, de disfrute y deleite mutuo, sin actitudes o acciones que la entorpezcan.

2. No se trata de “sexo” sino de intimidad

La sexualidad sana es intimar, es encontrarnos con el otro, es “fundirse en un solo ser”. Cada parte del cuerpo de uno le corresponde al otro y viceversa. Esto nos lleva a encontrarnos y fusionarnos con el otro. Un matrimonio que goza de salud sexual es aquella que ha logrado esta virtud de intimar, de encontrarse espiritual, intelectual, corporal y afectivamente.

Se puede sencillamente tener sexo, como una expresión puramente genital, que no sería más que ejercicio físico. Disfrutar de la sexualidad en carácter de intimidar es otro nivel y tiene que ver con el contacto, las palabras, el afecto, la forma de conocernos, la comunicación y conexión de dos seres que se hacen uno en cuerpo, alma y espíritu. 

Con frecuencia sucede que muchos matrimonios no se conocen. No saben los gustos, preferencias, zonas y toques placenteros. Han hecho el amor infinidad de veces en sus vidas, pero jamás se han detenido a conversar que sienten antes, durante o después de cada relación. Podemos estar unidos de la cintura para abajo y lejos, a miles de kilómetros de la cintura para arriba. La intimidad sexual involucra tanto los genitales como el corazón, la voluntad y espíritu. Implica ser vulnerable al otro.

3. Hacer parte a Dios de nuestra sexualidad

Hoy nos encontramos en una falsa dicotomía. Por un lado, la desepiritualización del sexo, colocándolo en un lugar oscuro, lejos de Dios y asociado completamente al pecado, olvidando que Dios es creador de la sexualidad. Por el otro lado, el libertinaje, tolerancia y naturalización de la inmoralidad sexual. 

Hacer parte a Dios de nuestra intimidad sexual es hacer de nuestra intimidad algo honroso ante la mirada del Padre. En la Biblia la sexualidad es presentada como el ser una sola carne, un punto de encuentro entre el hombre y la mujer. Una unión placentera que le da a cada uno un sentimiento de mutua dependencia. Es respeto y amor puertas adentro de una habitación donde el corazón y la mente determinarán la presencia o ausencia del temor de Dios en nuestra sexualidad.

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Gozar de salud sexual no es solo la ausencia de disfunciones sexuales en nuestra genitalidad y actividad sexual, sino también poder disfrutar de la intimidad sexual en libertad y con el deseo de brindar placer y disfrute mutuo. Esto nace del contacto amoroso entre dos personas que se aman, se respetan, se desean y disfrutan estar juntos. La sexualidad es el medio a través del cual se expresa el amor. La unión de dos cuerpos no puede por sí misma producir amor. La sexualidad sólo puede expresar un amor ya existente.

Volvemos al inicio: un cuerpo que sintió dolor es un cuerpo que va a necesitar sanar para sentir placer. Debemos sanar nuestra mente y nuestras emociones pero también de cultivar hábitos sanos, poner límites, amarnos y respetarnos mutuamente, liberarnos de fortalezas mentales que irrumpen el propósito del disfrute de una sexualidad sana.

Una sexualidad saludable nos permite disfrutar de una vida plena.

Para más consejos, puedes encontrarme en Instagram: @pepyecheverria

¿Cómo lograr la compatibilidad sexual en tu matrimonio?

Un poco de spoiler: la incompatibilidad sexual en el matrimonio no existe. Dicho esto, es fácil crearse expectativas falsas simplemente viendo cómo los personajes de las películas se miran, se atraen, se acuestan y todo es maravilloso. Sin embargo, vas a tu casa, con tu marido/mujer, y la decepción, incluso frustración, puede ser muy grande. La pregunta clave es: ¿Sabemos gestionar/entender nuestras diferencias hombre-mujer?

Es cierto que el sexo muchas veces es espontáneo, pero la realidad suele estar bien lejos de eso en una vida conyugal repleta de imprevistos, rutinas y circunstancias varias que hacen que la llama no surja rápidamente. Quizá podría resumir el logro de la compatibilidad sexual en el matrimonio en estos cuatro ingredientes básicos.

1. Respeto y comprensión

Tanto para los recién casados como para los que llevan varios años de vida en común, todas y cada una de las relaciones sexuales deberían cuidarse con esmero. Preparar con cariño, incluso desde horas tempranas, no sólo el cuerpo, sino sobre todo el afecto. 

Aquí entran en juego la paciencia, el cariño y la ternura. Aprender a esperar, si hace falta, a tener una relación para que el otro esté preparado. Y, sobre todo, tener claro que una relación sexual es una expresión de amor, de entrega al otro, no un mero intercambio de placeres (físicos o afectivos).

2. Conocimiento

No me sorprende cuando una mujer recién casada me cuenta que la cosa no fluye según lo esperado, porque los cuerpos no se unen al mismo ritmo en afectos y pasión genital. La realidad es que las curvas de excitación del hombre y de la mujer son bien diferentes: la respuesta de los órganos sexuales y la experiencia de placer también. 

De forma teórica, podemos saber que no somos iguales, pero es algo que hay que ir entendiendo con la propia experiencia, sumada a las circunstancias propias de cada momento que pueden condicionar. Por ejemplo, no es lo mismo una relación sexual durante unas vacaciones relajadas que en medio del estrés laboral o de un embarazo o posparto.

3. Comunicación

Es importante tratar de vivir todos los pequeños momentos de cada día pensando en el otro, buscando hablar y entenderse en tantos otros aspectos que no son el puramente genital. ¿Cómo nos hablamos? ¿Cómo nos miramos? ¿Cómo pensamos en el otro? ¿Cómo escuchamos? ¿Cómo expresamos nuestras necesidades? Y por supuesto, ¿hablamos de la experiencia sexual entre nosotros?

El tema del sexo debe estar presente en nuestras conversaciones. Si bien el sexo no es lo más importante del matrimonio, sí es un aspecto que no hay que pasar por alto. A veces las incomprensiones vienen de no ser claros en qué manifestaciones de amor nos gustan más o menos. Por ejemplo, si no te digo que me repele que me toques la oreja, lo vas a seguir haciendo sin saber que no me gusta.

4. Tiempo

Lo normal es necesitar tiempo para descubrir cómo baila el otro, qué desea, qué necesita, cómo lo vive, qué espera…

Cuando existe la buena intención de desear lo mejor para el cónyuge, añadiendo todos los puntos anteriores, la compatibilidad sexual irá mejorando con el tiempo. A largo plazo, seguro que será mejor. 

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El buen sexo es fruto de una vida en común bien cuidada. Por eso se dice, con mucha razón, que el sexo va mejorando con el tiempo, y que la incompatibilidad sexual no existe. Lo que verdaderamente existe es una compatibilidad trabajada en todos los ámbitos.Para más consejos, podéis seguirme en mi cuenta de Instagram: @evacorujo_letyourselves.

¿Hasta dónde puedo llegar con mi pareja?

Quiero recalcar que este artículo no te quiere decir qué hacer de tu vida y qué no hacer. Soy joven como tú y me enfrento a esos momentos cruciales en los que hay que tomar desiciones. Lo que sí voy a hacer es darte algunos criterios para que te sirvan como herramienta a la hora de elegir hasta dónde puedo llegar con mi pareja.

#1 Amor verdadero 

Sabemos que para que el amor sea verdadero y pueda vivirse plenamente tiene que ser libre, total, fiel y fecundo (es algo que muchos de ustedes ya saben; si tienen duda, escribanme). Las carácterísticas de ese amor se dan en el matrimonio. ¿Quieres amar y ser amado plenamente o a medias? 

#2 ¿Qué tanto es tantito?

Estamos hechos para la comunión, pero la espera de la castidad ayuda a que purifiquemos las intenciones de para que queremos esa comunión. ¿Estamos siendo egoistas? ¿Estamos usando a la persona para un placer propio?

#3 Dignidad

¿Estamos viendo al otro con dignidad? En el momento en el que usamos al otro para satisfacer un impulso propio, ¿estamos siendo egoistas? En efecto, estoy usando al otro para buscar mi placer y no estoy buscando el mayor bien para la otra persona. 

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Acuerdate de que quien toca un cuerpo toca un alma. Como tocas ese cuerpo tocas esa alma. ¿Cómo quieres que toquen tu alma? ¿Cómo quieres tocar el alma de otro? 

Para más consejos, puedes encontrarme en @feminidad.cool