Una mirada afirmativa de
la sexualidad,
vista a la luz
del amor.
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En la actualidad, una preocupación recurrente para quienes somos padres, es saber adoptar medidas efectivas que protejan a nuestros hijos de caer en el mal que ofrece mundo. Una buena noticia es que diversos estudios han revelado que sí existen ciertos factores que reducen significativamente la probabilidad de que nuestros hijos se vean involucrados en comportamientos de riesgo.
Comencemos mencionando algunos de estos comportamientos de riesgo: consumo de alcohol, tabaco y drogas, inicio temprano de actividad sexual, embarazos inesperados, comportamientos agresivos, conductas delictivas, alteraciones mentales, deserción escolar.
¿En qué consiste la protección? Podemos agrupar estos factores protectores en cinco categorías.
1. Presencia, cuidado y protección de los padres
La conexión constante y activa con nuestros hijos se convierte en un escudo robusto contra las influencias negativas. Los estudios mencionan los siguientes aspectos: acompañar y supervisar sus actividades diarias, tener reglas en casa, mantener una buena comunicación, ofrecer apoyo emocional y hablar favorablemente del matrimonio.
2. Mayor nivel educativo
La educación escolar no solo les proporciona conocimientos. También, les brinda herramientas para tomar decisiones informadas. A su vez, los ayuda a enfrentar los desafíos de la vida con mayor madurez.
3. Actividad física regular
Que nuestros hijos se mantengan en movimiento promueve su salud física. Además, contribuye a su bienestar mental. La actividad física ayuda a canalizar la energía. Reduce el estrés. Les proporciona una forma positiva de ocupar su tiempo libre, alejándolos de otras situaciones.
4. Buenos amigos
Las amistades de nuestros hijos influirán de forma decisiva sobre su comportamiento. Estarán a salvo quienes se sienten menos presionados por sus pares para realizar conductas de riesgo. Así, confían más en su capacidad de resistir la presión social.
5. Prácticas religiosas
Los estudios han demostrado que los adolescentes que acuden con regularidad a la iglesia se mantienen más firmes en sus valores y convicciones. Una vida espiritual los sostiene en momentos de incertidumbre. Les sirve como guía moral a lo largo de su vida.
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Los 35 estudios que respaldan esta información están enlistados en el capítulo 9 del libro Abrazo de Amor de la Dra. Rosario Laris, que puedes encontrar gratuitamente en internet. Hay formas de proteger a nuestros niños del mal. ¡Vamos! ¡No nos desanimemos!
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Ser esposos en el mundo actual es todo un reto. Cada vez más, la sociedad se convierte en un lugar de ruido, con ocupaciones externas. Estas ocupaciones ciertamente tienen una razón de ser en la vida familiar y conyugal. No obstante, terminan por asfixiar muchas veces la vida espiritual. Dios, como buen Padre que es, siempre buscará hacer visible su rostro de amor en medio de las más habituales tareas del día a día, para llamarnos a la conversión.
Para poder recibir el pan de cada día, como bien lo enseña Jesús en el Padre Nuestro (Lc. 11,2-4), es necesario aprender a entrar en ese diálogo de amor con Dios. Infaliblemente, desde el principio de la Creación, Dios vio al hombre. Conociéndolo en su más profunda esencia, no juzgó bien que estuviera solo. Entonces, eligió hacer una ayuda idónea para él (Génesis 2:18).
Como somos personas, es parte de nuestra naturaleza que otro nos muestre quienes somos. A cuántos no nos ha ocurrido que a partir de una experiencia vivida o de un comentario ajeno, conocimos algún rasgo de nuestra identidad. De igual manera, esta dinámica ha estado presente desde el principio, es así que cuando el hombre mira a la mujer, es que logra entender la razón de ser de su masculinidad.
Por tanto, la espiritualidad masculina y la femenina están llamadas a complementarse y servirse mutuamente. Ciertamente, esa complementariedad no es automática, como a veces se cree. Para que podamos llegar a complementarnos como Dios nos ha invitado a hacerlo, es necesario que el hombre aprenda a entrar en diálogo con la mujer, para así descubrir la razón de ser de sus anhelos propios, y la mujer, igualmente, con el hombre.
De acuerdo con esto, la oración mutua que puedan realizar los esposos no debe ser una regla. No debe ser, tampoco, el único espacio de oración que puedan tener. Puede orientarse de tal modo que conduzca a ambos a vivir esa real complementariedad, a la cual han sido llamados desde el inicio.
Muchas veces este espacio de oración en pareja no se realiza. No se sabe qué hacer en ese momento. Nunca te lo enseñaron, o nunca lo viste necesario. Queremos darte cinco tips para que rezar juntos para que puedan sacar el máximo provecho de esta aventura
1. Conozcan cómo le gusta a cada uno hablar con Dios
Cuando se trata de empezar a tener una rutina de oración en pareja, tal vez uno de los primeros obstáculos que se encuentran son los diversos modos como a cada quien le gusta entrar en diálogo con Dios. Hay quienes buscan más el silencio. Otros prefieren poner música. Algunos eligen hacerlo en la sala de su casa. Están los que escogen hacerlo frente al Santísimo Sacramento. Todas estas diferencias no deben ser motivo de discusión o escándalo entre la pareja. ¡Todo lo contrario! Esto nos habla de la riqueza que hay en cada uno.
Ciertamente, Dios mismo conoce esta realidad y nos invita a la comunión en medio de nuestra complementariedad. Dicha complementariedad también se da en el ámbito espiritual. Por eso, es importante conocer y explorar la espiritualidad del otro, como así también, poder conversar sobre ese asunto.
2. Hagan de la oración un momento divertido
En la misma línea del punto anterior, recordemos que cada quien entra en diálogo con Dios de un modo en particular. Por eso, es importante que no asociemos la oración solamente con un momento de silencio o de vacío.
Pensemos siempre que cuando rezamos, tenemos un momento de diálogo con Dios. Él es quien toma la iniciativa siempre, pues es Dios quien nos ha amado primero (1 Jn. 4, 10). Muchas veces, hemos tenido la sensación de estar ante un juez y no tanto delante de un Padre que nos ama. Por ese motivo, es importante también sabernos amados. Si hay heridas en nuestra comprensión de Dios por los motivos que fuere (ideas distorsionadas que nos han dado, heridas con nuestros padres, miedos, etc.) podemos sanarlas, para que esto no sea más un obstáculo para nuestra oración.
3. Preparen algo para sorprender el otro
Nuestro Dios es el Dios de las sorpresas. Siempre sale a nuestro encuentro para amarnos y sorprendernos. Sería bonito que cada quien pensara en el otro, según las circunstancias en las que se encuentren.
De ese modo, también, que piense: ¿cómo puedo iluminar este momento de su vida en la oración? Tal vez algún pasaje del Evangelio, algún escrito de un santo o un apartado de un libro puede iluminar el momento de oración y hacer que este tenga un mayor sentido para ambos.
Cuando llegue el momento, pueden leerlo, cada uno meditarlo en silencio y, al final, compartir ¿Qué me ha dicho Dios con esto?, ¿Cómo ilumina esta Palabra o este fragmento del libro mi vida en este momento? Así, seguramente, Dios se valdrá de esta situación para suscitar en el corazón de ambos lo que les quiere regalar.
4. Disposición del lugar y del corazón para el momento
Otro elemento fundamental, es la disposición del lugar y del corazón para ese momento de oración. Recordemos que el cuerpo también participa de la oración. Si no estamos en un lugar que invite al recogimiento interior, silencioso, será difícil. Si nos encontramos en un espacio que tenga muchas distracciones externas, posiblemente no vamos a sacar el mejor provecho de ese momento.
Es importante que el lugar de oración sea silencioso, ojalá en ese momento solamente haya elementos que nos remitan a Dios: Un crucifijo, una imagen religiosa, una imagen de la Santísima Virgen María, o de tu santo de devoción, etc.
Asimismo, la disposición del corazón es fundamental. Si llegamos a la oración cargados de las tareas del día, con agobio, o pensando en las cosas pendientes que aún nos quedan, ciertamente, esto distraerá del interior. Buscar la estrategia adecuada es fundamental si lo que queremos de fondo es poder estar totalmente presentes en la Presencia de Dios.
5. Pregúntense: ¿cómo Dios hoy nos ha hablado?
Algo que recomiendan los grandes santos de la Iglesia es la práctica diaria de la Presencia de Dios. En ese sentido, preguntarme: ¿cómo me ha hablado hoy Dios?; ¿A través de quién o que circunstancia? Es fundamental: Dios habla y habita en el silencio. Con esto en mente, nuestro Padre irá mostrando, poco a poco, el camino que les invita a recorrer como pareja.
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En conclusión, la oración en pareja es un momento de mucha libertad. Allí, Dios les querrá hablar y manifestarse de algún modo en particular. Descubrir el modo que cada uno tiene para rezar y para entrar en ese diálogo amoroso con Dios es fundamental para sentirse libres y en comunión. Disponerse interior y exteriormente para este momento será imprescindible para que se saque el máximo provecho. Es importante que el entorno exterior esté bien dispuesto para contribuir a las disposiciones interiores del alma para ese momento.
En la sociedad usualmente se habla de “cuidarse”. De este modo, se refiere a la anticoncepción. Por ende, no hay cabida, en este discurso, para la infertilidad. Por eso el tema de la infertilidad sigue siendo un tabú.
Es difícil enfrentar la situación de un embarazo que no llega. Se complica, además, cuando desde la adolescencia, o incluso la infancia, escuchamos hablar de la anticoncepción como si fuese algo normal, mucho más cuando se la concibe como un ideal.
Es necesario pensar cómo decimos lo que pensamos
Todavía recuerdo la primera vez que una mujer me preguntó: ¿tu cómo te cuidas? Pensé en mi alimentación, sana. También, en si dormía bien. A su vez, en si hacía ejercicio. No obstante, en ningún momento se me ocurrió asociar la pregunta sobre cómo me cuido con los anticonceptivos. Creo que es importante que empecemos a cambiar el lenguaje que utilizamos.
Comencemos con algunos interrogantes
¿Es una enfermedad el embarazo? ¿Es una infección que se deba evitar a toda costa? Quizás relaciones estas preguntas con la etapa de la adolescencia. En ese caso, siguiendo esa asociación. ¿por qué no hablar de castidad como el anticonceptivo más eficaz?
¿Por qué nos referimos a la anticoncepción como algo bueno para nuestra salud?
Quizás sean dos temas diferentes entre ellos, el de la anticoncepción y el de la salud. No obstante, si durante toda nuestra vida hemos pensado que los anticonceptivos sirven para cuidarnos, ¿qué pasa cuando no llegan los hijos? ¿No nos hemos cuidado bastante? ¿O nos hemos cuidado demasiado?
Ideas en torno a la dificultad de concebir
En muchas ocasiones he escuchado a parejas comentar que les parece increíble cómo, después de haber evitado durante tanto tiempo el embarazo, ahora no llegue. Este discurso sigue la línea del engaño: como si los hubiesen burlado durante mucho tiempo y, en el momento de abrir los ojos, aparece el arrepentimiento de haber utilizado los anticonceptivos.
A muchos matrimonios les habían inculcado el mito de que, de cualquier relación coital podía nacer un niño. Así, la fertilidad se convertía en algo que había que temer. Se gasta, siguiendo esta perspectiva, tiempo, dinero y energía en evitar un embarazo, quizás durante años. Por lo tanto, cuando no llega, es un duelo aún más difícil.
Engaño certero: algunas confirmaciones
De hecho, tienen razón: la anticoncepción es un engaño. El ardid se contempla desde varios puntos de vista. Puede conllevar problemas de salud que interfieran en nuestra fertilidad futura.
Para muchísimas personas en esta situación, llegan las reflexiones sumadas a algunas preguntas, por ejemplo: “yo, que siempre me he cuidado tanto, que he sido una persona tan responsable, ¿cómo puede ser que ahora no me vengan los hijos? ¿qué he hecho mal?”.
No quiero que penséis que para los demás, los que nunca han utilizado anticonceptivos, no es un duelo igualmente doloroso. Lo es, sin duda, pero os aseguro que no les atenaza la culpabilidad del pasado.
Con esto no quiero decir que haya personas mejores o peores. Simplemente, necesitamos erradicar la cultura de la anticoncepción como una cuestión generalmente normal. Urge instaurar la cultura del respeto. Urge vivir la cultura de la donación. Urge pensar en posicionar el embarazado en un momento debito de nuestra.
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Necesitamos un cambio radical. Es necesario que la educación a la sexualidad no se base en temer al embarazo. Cambiemos el foco sin explicar nada más. No podemos seguir cerrando los ojos ante las consecuencias de la anticoncepción.
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