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Consejos para cuidar tu matrimonio

México registra el número más alto de divorcios de los últimos 10 años. 1 de cada 3 matrimonios termina en divorcio según el reporte de INEGI. ¿Por qué ocurre esto? Trataremos de dar una respuesta desde una perspectiva sobrenatural.

Acechados por el maligno

El matrimonio es la base de la familia, y en la familia crecen los santos. Cuando se acaba un matrimonio, se fractura una familia y sus miembros quedan regados con el corazón herido. Por eso, el actuar del maligno está tan concentrado en destruir matrimonios y debilitar las familias. Mientras una manada está unida es mucho más fuerte, pero un miembro solitario es presa fácil del depredador.

No permitas que el demonio se meta con tu matrimonio. Toma esto como un llamado para fortalecerlo en Dios. Te recomiendo unas ideas prácticas aquí. Toma las que más te hagan sentido en este momento y deja las demás para cuando sea prudente, pero pronto.

Consejos para preservar tu matrimonio

1. Haz oración por tu esposo(a), e invítale a hacer oración juntos.

2. Pídele perdón con humildad por tus errores recientes (o pasados) y perdona los suyos.

3. Consigue una niñera para la noche y tengan una cita romántica.

4. Cómprale un detalle y salúdale con un gran abrazo.

5. Acudan juntos a misa y a confesión de ser necesario, nada como la gracia renovada.

6. Prepara una cena especial, o su comida favorita.

7. Pide cita con un terapeuta de pareja católico si lo consideras necesario.

8. Escríbele una carta de amor y agradecimiento.

9. Apúntese para asistir a un retiro matrimonial.

10. Realicen juntos una obra de caridad.

Bonus: Renueven su enlace matrimonial en la intimidad.

No somos perfectos

Recuerda que tu esposo(a) no es un ser perfecto, sino un simple pecador, lo mismo que tú. Necesitamos la fortaleza y la gracia de Dios, juntos, para seguir adelante haciendo el bien. 

No podemos exigir de una persona la pesada tarea de «hacernos felices», pues eso sólo nos enfrentará a los dos con una gran frustración. La felicidad la hallaremos únicamente en Dios. Y es Él quien puede ayudarnos a dar esta batalla contra el enemigo para decirle: Este matrimonio NO lo destruirás, porque lo sostiene Dios.

Matrimonio: ¿ver Pornografía juntos?

Muy a menudo aparece el interrogante sobre si determinadas prácticas referidas a la sexualidad están bien o no en el matrimonio. La respuesta siempre está en la forma en que concibamos la intimidad sexual matrimonial. 

A través de la Revelación, Dios Creador nos ha mostrado que la vida sexual de los esposos es un acto de donación total y recíproca. Varón y mujer se entregan y se reciben mutuamente en la totalidad de sus personas. Quedan, entonces, abiertos, por la naturaleza misma del cuerpo, a la transmisión de la vida. 

Por tanto, para examinar si es conveniente o no la pornografía, basta pensar si contribuye o no a la vivencia de la sexualidad a la cual estamos llamados.

1. La lógica del uso vs. la lógica del don

La pornografía se encuadra dentro de la lógica del uso. ¿Por qué? Por tres motivos:

En primer lugar, porque al consumirla estamos usando a las personas que se exponen en ella y que muestran su desnudez como objetos de placer. Es decir, al verlas no apreciamos el valor y la singularidad de toda su persona, sino que solamente vemos en ellas valores sexuales que son útiles para lograr cierta excitación. 

Esta mirada utilitarista y segmentada del otro no es la mirada de Dios. Al contrario, tiene un trasfondo egoísta, destructivo y de dominación sobre los demás. Otro agravante a la situación es el hecho de que el negocio pornográfico supone, a menudo, la explotación y el abuso de miles de personas en el mundo, personas que se encuentran en un estado de vulnerabilidad extrema.

En segundo lugar, esta práctica implica una mirada utilitarista sobre nosotros mismos. Es decir, no logramos ver nuestra propia persona como una integridad de varias dimensiones, sino que estamos fragmentados. 

De este modo, nuestro cuerpo pasa a ser un objeto o instrumento para proporcionarnos placer en vez de vernos a nosotros mismos como una persona llamada a ser don para otro, como sujeto capaz de entrar en una comunión personal plena. Es decir, nos auto percibimos como objetos de uso y no como sujetos de amor. 

En tercer lugar, cuando consumimos pornografía como preparación para una relación sexual estamos usando a nuestro esposo o esposa. ¿Por qué? Porque el objetivo principal de ese acto sexual será satisfacer con el cuerpo del cónyuge nuestras propias fantasías y deseos generados a partir del material pornográfico. No será buscar una unión sincera y personal que implique la mutua entrega total. Se rompe, de ese modo, el sentido de comunión. 

2. La inspiración debe venir solamente de los esposos

Cuando hablamos del acto conyugal, muy pocas veces remarcamos que es un momento en el cual deben intervenir únicamente los esposos y Dios. Dios Padre los llena con su Gracia y Amor, siempre y cuando ellos se abran a su acción. Esto significa que ninguna persona externa al matrimonio debería participar. Parece algo obvio, pero no lo es, si profundizamos en las formas en que de modo sutil pueden meterse terceras personas en la sexualidad. 

Una de ellas es la pornografía en todas sus expresiones: auditiva, escrita o en imágenes. Al usar como inspiración otras personas o personajes, lo que sucede es que, en el encuentro sexual, no nos estamos encontrando realmente con nuestro cónyuge. En realidad, estamos buscando al tercero que fue origen de la fantasía. Con lo cual termina siendo, en gran medida, una forma de traición a nuestro cónyuge, un engaño, porque compartimos los cuerpos y, en la mente, en el corazón, hay otra persona. 

Algo similar sucede también cuando se recurre al uso de disfraces para estimular el deseo, el cual viene generado por un personaje en vez de la persona del cónyuge. Puede parecer algo sin importancia si lo observamos con una mirada superficial. Lo que sucede, en verdad, es que estas prácticas destruyen el amor y la comunión entre los esposos. Por tal razón, es necesario cuidar la preparación a la intimidad sexual y que la excitación tenga origen únicamente en la persona de los esposos y en el deseo de estos de entregarse y recibirse el uno al otro, por completo, en cuerpo y alma.

3. Produce dependencia y adicción 

El uso de pornografía no es inocuo. Numerosos estudios científicos demuestran que su consumo conduce a la adicción. Las reacciones químicas que se generan en el cerebro modifican la forma de vivir la sexualidad, de sentir el placer, de la imagen que tenemos sobre los demás. El ingreso a este mundo puede darse de modo muy gradual. Una vez adentro, se hace difícil poder salir. 

Con el tiempo, se produce un efecto de acostumbramiento de la mente y del cuerpo. Se necesitan estímulos cada vez más fuertes para alcanzar los niveles de placer esperado. Consecuencia de esto es, por ejemplo, que ya no alcance con la presencia real de la persona amada para poder estar estimulado. Por tanto, se depende de estímulos externos cada vez más potentes. 

Se llega así a padecer disfunciones sexuales graves, pérdida del interés por el cónyuge, dificultades para mantener el vínculo afectivo, disminución en la capacidad de entrega hacia el otro. Puede implicar la separación del matrimonio. Si somos conscientes de las propias debilidades humanas y de la facilidad con la que el mal entra en nuestro corazón, lo mejor que podemos hacer como esposos es alejarnos de toda ocasión de ingreso a este mundo vacío y dañino. 

Es necesario, por ende, ser prudentes a la hora de elegir qué series o películas ver, qué música escuchar y de qué conversaciones o bromas participar. Aún, bajo las “buenas intenciones”, podemos estar arruinando nuestra afectividad y nuestro matrimonio. 

La grandeza y la belleza del amor entre varón y mujer, considerando todas sus dimensiones, ya posee en sí todo el potencial para que ambos esposos puedan llenarse de deseo de unión y disfrutar de una intimidad sexual plena que se renueva y adapta conforme pasan los sucesos y el tiempo.

4. Reduce la intimidad sólo al placer

En el consumo de la pornografía no existe la noción de intimidad, mucho menos, la de comunión. El placer que se vive como resultado de la exposición pornográfica se da en absoluta soledad y encierro en uno mismo. Y esto no sucede sólo en la masturbación sino también cuando se tienen relaciones sexuales entre esposos que fueron incentivadas por materiales pornográficos. 

¿Por qué decimos que se da en soledad? Porque aunque estemos compartiendo la cama con otro, bajo el influjo pornográfico no buscamos una unión personal y plena con nuestro cónyuge. Simplemente satisfacemos un deseo de placer usando el cuerpo del otro. Se busca, sencillamente, el máximo goce físico. 

Se pierde de vista la integralidad que implica la intimidad esponsal. Se deja de lado el carácter sagrado de la unión sexual. La otra persona se convierte en un estímulo para el deseo. Ya no es sujeto deseado para entrar en comunión.

Cuando la unión sexual en el matrimonio es bien vivida, el deseo surge de los mismos esposos. El objetivo principal es la donación recíproca y la unión entre ambos. El placer físico experimentado viene como un fruto y un regalo a esa entrega de amor. Es decir, en el amor, el goce es un fruto y no un fin. Por el contrario, con la pornografía hay un objetivo único: la satisfacción. 

Además, no es menor considerar que el deseo que deriva de un acto conyugal vivido en la verdad y en el amor al que Dios nos llama, es físico y, también, espiritual. Cuando la sexualidad es vivida en su plenitud original, nos da un gozo espiritual que colma el corazón de los esposos y perdura, en ambos, en el tiempo. 

La satisfacción física se disipa luego de unos momentos, mientras que la satisfacción del alma y la paz que conlleva una unión sexual bien vivida. Une profundamente al marido y a la mujer. Perfecciona su modo de amarse.

***

Como conclusión podemos afirmar que la pornografía es nociva siempre, fundamentalmente, en el matrimonio. El uso creciente de la pornografía a nivel mundial nos muestra la inmensa carencia de educación afectivo sexual en los jóvenes y, también, en los adultos. Muestra, a su vez, la poca o nula confianza que se tienen muchas parejas, porque creen que deben recurrir a estas prácticas para poder mejorar sus relaciones sexuales. 

La pornografía es el síntoma de una sociedad de consumo que nos inculca, de modo sutil y de mil maneras, que no somos merecedores ni capaces de vivir un amor sincero, generoso y pleno. Nosotros sabemos que fuimos creados para más. 

Sabemos que nuestro corazón anhela el amor verdadero que ya tiene toda su belleza y fuerza vital en la unión perfecta de varón y mujer. Todos estamos llamados a vivirlo. Tan sólo hace falta abrir los ojos para verlo. Basta con disponer el corazón para hacer carne lo que el Verdadero Amor nos enseña.

El amor verdadero trae paz y no conflicto

El amor es algo complicado, pero “complicado” no como sinónimo de “conflicto”, sino como implicatura de renuncia, entrega, perseverancia, lealtad, vulnerabilidad, construcción y decisión. Así entendido el conflicto trae como fruto un estado de paz que parte de intenciones sanas, genuinas y se da en un contexto de reciprocidad.

Amar no siempre es fácil

Amar, a veces, se siente como una fuerza innegable, irrompible y lineal hacia una visión clara. Otras, es maleable, cuestionable y flexible. Es ese tesoro que se encuentra dentro y entre innegables obstáculos externos y circunstancias internas. Habla de quienes somos porque somos lo que damos. Entonces, amar siempre nos pone en un punto de inflexión. Nuestra labor como verdaderos amantes es procurar que de ese punto de inflexión comience un camino exponencial de crecimiento para que el desenlace no sea una pendiente negativa. 

“Conflicto”, en primer lugar, puede ser entendido como “oportunidad”. Es la forma más intensa de resolver las contradicciones de intereses, de objetivos, de puntos de vista, que se producen en el proceso de interacción en una relación. En esta instancia, se evidencia el nivel de madurez de la pareja, cuando tenemos que renunciar a nuestros impulsos y emociones para pensar en el bien del crecimiento, cuando es necesario filtrar los sentimientos que afloran del alma para priorizar el razonamiento de nuestra mente en proyección a la construcción de la relación. 

En nuestra mente radica el pensamiento, el razonamiento, el argumento, la justificación, las ideas, la creatividad, la resolución de problemas. Por lo tanto, coincidir en la mente no se trata de pensar de la misma forma, se trata de que los pensamientos del otro no entren en conflicto con los míos. Se trata de que el propósito de uno no pisotee al del compañero. Se trata de poder construir complementándose y no boicoteándose. 

Una armonía que requiere trabajo

Cuando “conflicto” implica una situación en la cual ambas partes entran en confrontación, oposición o emprenden acciones mutuamente antagonistas, se pierde la visión de la causa que es el acuerdo y el bien común. Reducimos la relación a, orgullosamente, ganar razones, pasando por encima de los límites morales. Así, se arrolla la dignidad y la autoestima de la otra persona con acciones individualistas que dañan a quien decimos amar. 

Estos son síntomas de un punto de inflexión que da inicio a una caída libre. Por ende, el “conflicto” experimentado roba la paz y, cuando no triunfa la paz, no triunfa el amor. El libro más sabio de la historia, La Biblia, dice: 

El amor es paciente, el amor es bondadoso, el amor no es celoso, ni orgulloso ni ofensivo, el amor no pretende que las cosas se hagan solamente a su manera. No se irrita, ni lleva una lista de las ofensas recibidas. El amor no se alegra cuando hay injusticia, se alegra cuando triunfa la verdad. Nunca se da por vencido, más bien se mantiene firme ante toda circunstancia. (1 Co 13, 4-8). 

Menos que eso, no permitas.

Negociables y no-negociables

Los parámetros fundamentales que tenemos para discernir qué tipos de conflicto harán crecer la relación y cuáles son los conflictos-síntoma para tomar decisiones radicales para salir de ella, son nuestros valores, es decir nuestras creencias y convicciones. Gracias a nuestros valores, tomamos decisiones y regimos nuestras acciones: esta es la parte a la que yo llamo innegociable. 

Vamos a tener que ceder en muchas áreas por amor a la otra persona. Ceder se trata de entregar y renunciar por amor. Podemos tener muchas diferencias: ello no implica que lleven al fracaso a la relación, pero en el campo de los valores las diferencias son inadmisibles. Si los de uno van a chocar con los del otro, ahí no es. En esta instancia, el vínculo contrapone “conflicto” a “paz”.

¿Paz en la relación?

Experimentar paz en una relación no significa una vida color de rosa, ni que estén de acuerdo en todo. Supone que, ante el conflicto, prime la buena comunicación, es decir se priorice la confianza, la honestidad y el respeto mutuo. Implica sentirse cómodo y libre con la otra persona, sin miedo a expresar sus pensamientos, valores y directrices. 

El conflicto así entendido no es malo. Por el contrario, lo malo es no saber gestionarlo adecuadamente. Se comienza por escuchar, aceptar las diferencias y entender lo que el compañero me quiere transmitir. Es necesario aprender a interpretar los conflictos como transiciones hacia un nuevo nivel de amor a conquistar. 

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Para concluir, involucrarse con alguien es una decisión que debemos pensar, y no tomarlo a la ligera. ¡Amar es un compromiso, implica responsabilidad y es una determinación que exige madurez!

Finalizamos con una cita de Barbara Angelsis: “Las relaciones no funcionan por una de las dos razones siguientes: estás con la persona adecuada pero la amas de forma equivocada o, directamente estás con la persona equivocada.” ¿Deseas una relación donde prime la paz? Tomate el tiempo para cultivar el amor todos los días. 

No entres en conflicto por posturas, por aquello que pretende robarte el amor que has conquistado, es decir por nuestros propios impulsos; por egoísmo, orgullo, altivez, falta de madurez emocional. Que cada conflicto que se presente sea un desafío para conquistar un nuevo nivel de amor y compromiso. Fuera de eso, no hay conflicto que valga un estado de intranquilidad, dolor y guerra. Que el amor sea tu meta más alta. Se trata de buscar tanto el bien común que uno se entrega por completo.

El amor requiere esfuerzo

El amor verdadero no es un hallazgo fortuito, una coincidencia afortunada, un estado de gracia que cae sobre nosotros sin más. Aunque Dios nos lo presente, el amor auténtico es el fruto de la dedicación continua. 

El amor se cimienta con la elección

La elección de amar va más allá de la euforia inicial. Se sumerge en las profundidades del compromiso genuino. Es, en su más pura esencia, el producto del esfuerzo consciente, una construcción diaria que se cimienta en la decisión de amar activamente a la otra persona. Este esfuerzo se refleja en la paciencia para entender, en la voluntad de perdonar, en la disposición de apoyar y de servir, en la valentía para crecer juntos, aunque el camino a veces se torne difícil.

El amor verdadero es, entonces, el fruto de la dedicación continua, donde la elección de amar va más allá de la euforia inicial. Se sustenta en lo hondo del compromiso verdadero. Por ende, trasciende la noción romántica de los cuentos de hadas. Se arraiga en la realidad tangible de la vida cotidiana, manifestándose en las pequeñas acciones que construyen un puente sobre el abismo de los desacuerdos y las diferencias. 

Amar: trabajar en uno mismo y en la relación

El amor verdadero implica trabajar en uno mismo y, también, en la relación. Además, reconocer que los baches son parte del viaje compartido, una constante introspección y la voluntad de crecer tanto individualmente, como en pareja. Se basa en aceptar que cada error es una oportunidad para fortalecer los lazos que nos unen.

Así, el amor verdadero no busca la perfección. Celebra la belleza de lo real. Reconoce que cada imperfección es una faceta más de la singularidad de cada persona y de su relación consigo misma. Es tener la capacidad de mirar más allá del yo, de ver y atesorar la esencia del otro, de apreciar la riqueza y el valor que enriquece tanto a la relación como a nosotros como individuos. 

Amar es entregarse

Por ende, el amor verdadero es el compromiso de poner el bienestar de ambos por encima de las necesidades particulares cuando la situación lo requiera. Es entrega pura. Es la ternura con la que se nutre cada día la conexión íntima que une a los dos. Es, por tanto, un trabajo constante, un elegir permanecer, un querer amar, un esforzarse por ser mejor para uno mismo y para el ser amado. Es la relación que ambos deciden construir porque el amor está en la entrega y en el servir.

Por último, el amor verdadero no es un amor estático. Se nutre y evoluciona con el tiempo. Se fortalece ante las adversidades. Florece en la alegría compartida. Es el compromiso de construir juntos un futuro, un pacto renovado cada día de mutuo apoyo y crecimiento.

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El amor verdadero es un pacto que perdura mucho más allá de las palabras pronunciadas en un instante de pasión. Es un viaje continuo de maduración compartida. Su obra maestra final es una relación que, con el transcurso de los días, deviene en un vínculo más sólido, profundo y verdadero, porque -insistimos- el amor verdadero no nace: se construye.

El matrimonio no es como te lo imaginas

En mi opinión, es mucho mejor. Solemos tener una visión idealizada y al mismo tiempo limitada del matrimonio, nos guiamos por lo que escuchamos de nuestros amigos, nuestra familia, las películas… Tanto para bien como para mal. Por eso es importante…

1- Ser auténticos 

Cuantas veces hemos escuchado a las tías o las amigas decir: “espérate a que te cases, se vuelven otras personas”. Normalmente ese comentario es para mal, dicen que las personas empeoran, que lejos de intentar ser su mejor versión todos los días, son otras personas totalmente diferente a las que eran en el noviazgo. No me mal entiendan, estamos cambiando todo el tiempo, pero hay cambios en el ser persona, no en la esencia. Es decir, si ambos aparentaron en el noviazgo ser alguien que no eran, ¡cuidado! se están casando a ciegas.

No es lo mismo saber los defectos de alguien, las creencias, las virtudes etc. y aun así decidir casarte con esa persona que creer que es una persona y cuando te casas resulte que es otra completamente diferente, esa no es una decisión libre. Sean auténticos, lo peor que podría pasar es que sean inmensamente felices.

2- Ser uno sin dejar de ser dos

Claro que la tirada es construir juntos un hogar, ser don el uno para el otro, pero muchas veces pasa que uno está dando más a la relación que el otro. Se puede detectar desde el noviazgo que algunas parejas se ponen a ellos mismos en segundo plano y dejan de hacer cosas que les hacen bien por el simple hecho de casarse.

Es super trascendente construir una vida con alguien y ser uno, pero no pueden perder su individualidad, su esencia. Estoy de acuerdo que hay que dar mucho y amar mucho, pero para que perdure sanamente, la relación tiene que ser recíproca. Darte importancia a ti también es estar bien para el otro y para la relación. 

3- Sean adultos funcionales 

Les prometo que, si se casan con la persona correcta, el amor vuelve todo un poco más fácil, claro que siempre habrá sacrificio de por medio, pero el matrimonio se disfruta. Para mí, y lo he platicado con mi esposo y coincide, lo que complica un poco el día a día el matrimonio es casarte y ser independiente por primera vez al mismo tiempo.

¡No estoy diciendo que de vayas a vivir con alguien antes de casarte! Pero es importante que antes de casarte seas independiente, puede ser en casa de tus papás, pero tú te ocupas de tus cosas, tu ropa, tu cuarto, gastos, etc. o puede ser en un intercambio, cada uno tiene sus caminos, el punto es estar dispuesto a compartir con alguien y trabajar en equipo. 

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Vas a escuchar muchas cosas del matrimonio, algunas ciertas y otras no tanto. Pero permítanse ver esta unión como el espacio para ser uno mismo, amar, ¡y crecer juntos!

Roles en el hogar, ¿es un 50/50?

Uno de los grandes dilemas del matrimonio son los famosos roles del hogar entre los esposos. A pesar de que muchas parejas lo hablan previamente, hasta que no lo viven, no se sabe a ciencia cierta cómo lo van a manejar.

Nuestra situación actual

No estamos tan lejos de la realidad en nuestro hogar. Por ejemplo, a quien le cuesta más lavar los platos es a Diego, y esta famosa pregunta de a quién de toca lavar los platos ya hace mucho que la dejamos de hacer. ¿Por qué? Por el simple hecho de que el que tiene más tiempo, está en la cocina y usó el servicio, tranquilamente es quien lo lava. Y sin quejarse: ahí está el secreto. Se trata de aprender a padecer en silencio y amando, a la vez.

En este tiempo hemos aprendido a procurar hacer de nuestro hogar un lugar a donde queramos llegar, donde encontremos paz, donde se pueda conversar sin ser abatido, juzgado o interrogado, donde podamos llorar, sonreír y ser abrazados.

Que los roles del hogar no sean un dolor de cabeza, y menos un tema de discusión entre los esposos. ¡Hagamos de nuestro hogar un lugar fantástico! Para llegar a ello, aquí te compartimos 4 consejos que ayudarán a definir de manera armoniosa los roles en el hogar.

Evitar estas frases

Para lograr todo esto, evitemos lo siguiente:

  • “Yo ya lavé, te toca a ti”
  • “Yo ya limpié, ahora hazlo tú”
  • “Yo ya tendí la ropa, la próxima tiendes tú”
  • “Ese no es MI vaso, lávalo tu”
  • “¿Porque eso está aquí?, yo no fui, ordénalo tú ….

Reconocer los talentos y habilidades 

Este tip para los esposos consiste en agendar un espacio donde estén completamente desconectados de todo, para poder hablar libremente sobre los quehaceres que más les gustan o que más fácil se les hace desarrollar.

Asimismo, hablen de aquellos que se les hacen más difíciles de realizar o que les toman más tiempo. Este es el primer paso para la correcta definición de los roles en el hogar. Por ejemplo: identificar quién tiene más habilidad o talento para las finanzas, limpieza, lavado, cocina, organización, etcétera.

No medir con la regla del 50/50

Este es un grave error: ¡Que los esposos se midan con regla cada actividad hecha en el hogar es desgastante! Con el tiempo cansa, y esa situación ya no es la de un equipo, sino que, al contrario, pasa a ser una situación de trabajo, una competencia, una presión.

Todo lo que se haga, en el porcentaje que sea, es para el bien del hogar, y no para acumular estrellas, ni ganar competencias entre los mismos cónyuges. Si tú estas viviendo una situación así, CORRÍGELA. Es peligroso hasta qué punto puede deteriorar la relación. 

Administrar bien los tiempos

Este tip nos va ayudar aterrizar a y sincerar los tiempos de cada uno. Necesitan sentarse y ver, de acuerdo a sus actividades laborales, pastorales, familiares, entre otras; cómo distribuir los roles del hogar en cuanto a tiempos.

Tal vez alguno de los dos se encargue de cocinar porque llega más temprano a casa, o de limpiar porque tiene un día a la semana extra libre, o de actualizar finanzas cada fin de semana porque es muy bueno para los números… De por sí todo se basa en la realidad que va atravesando cada familia.

* * *

Finalmente, nunca olviden que los roles del hogar son un trabajo en equipo, no una competencia entre cónyuges, sea que ambos tengan una modalidad de trabajo igual o diferente. Tengan presente que todo lo que dan día a día es por el bienestar de su familia.

No siempre estarán al 100 %, y tocará hacer quehaceres que no nos agraden o que nos incomoden. Pero todos los días en equipo habrá un compromiso por alcanzar el bienestar del hogar. Recordemos la frase de 1 Corintios 10,31: “Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios”.

¡Esperamos sea de ayuda para ti! Con mucho aprecio y cariño,

Lorena y Diego

@quelamornosacompane.blog

¿Cómo lograr la compatibilidad sexual en tu matrimonio?

Un poco de spoiler: la incompatibilidad sexual en el matrimonio no existe. Dicho esto, es fácil crearse expectativas falsas simplemente viendo cómo los personajes de las películas se miran, se atraen, se acuestan y todo es maravilloso. Sin embargo, vas a tu casa, con tu marido/mujer, y la decepción, incluso frustración, puede ser muy grande. La pregunta clave es: ¿Sabemos gestionar/entender nuestras diferencias hombre-mujer?

Es cierto que el sexo muchas veces es espontáneo, pero la realidad suele estar bien lejos de eso en una vida conyugal repleta de imprevistos, rutinas y circunstancias varias que hacen que la llama no surja rápidamente. Quizá podría resumir el logro de la compatibilidad sexual en el matrimonio en estos cuatro ingredientes básicos.

1. Respeto y comprensión

Tanto para los recién casados como para los que llevan varios años de vida en común, todas y cada una de las relaciones sexuales deberían cuidarse con esmero. Preparar con cariño, incluso desde horas tempranas, no sólo el cuerpo, sino sobre todo el afecto. 

Aquí entran en juego la paciencia, el cariño y la ternura. Aprender a esperar, si hace falta, a tener una relación para que el otro esté preparado. Y, sobre todo, tener claro que una relación sexual es una expresión de amor, de entrega al otro, no un mero intercambio de placeres (físicos o afectivos).

2. Conocimiento

No me sorprende cuando una mujer recién casada me cuenta que la cosa no fluye según lo esperado, porque los cuerpos no se unen al mismo ritmo en afectos y pasión genital. La realidad es que las curvas de excitación del hombre y de la mujer son bien diferentes: la respuesta de los órganos sexuales y la experiencia de placer también. 

De forma teórica, podemos saber que no somos iguales, pero es algo que hay que ir entendiendo con la propia experiencia, sumada a las circunstancias propias de cada momento que pueden condicionar. Por ejemplo, no es lo mismo una relación sexual durante unas vacaciones relajadas que en medio del estrés laboral o de un embarazo o posparto.

3. Comunicación

Es importante tratar de vivir todos los pequeños momentos de cada día pensando en el otro, buscando hablar y entenderse en tantos otros aspectos que no son el puramente genital. ¿Cómo nos hablamos? ¿Cómo nos miramos? ¿Cómo pensamos en el otro? ¿Cómo escuchamos? ¿Cómo expresamos nuestras necesidades? Y por supuesto, ¿hablamos de la experiencia sexual entre nosotros?

El tema del sexo debe estar presente en nuestras conversaciones. Si bien el sexo no es lo más importante del matrimonio, sí es un aspecto que no hay que pasar por alto. A veces las incomprensiones vienen de no ser claros en qué manifestaciones de amor nos gustan más o menos. Por ejemplo, si no te digo que me repele que me toques la oreja, lo vas a seguir haciendo sin saber que no me gusta.

4. Tiempo

Lo normal es necesitar tiempo para descubrir cómo baila el otro, qué desea, qué necesita, cómo lo vive, qué espera…

Cuando existe la buena intención de desear lo mejor para el cónyuge, añadiendo todos los puntos anteriores, la compatibilidad sexual irá mejorando con el tiempo. A largo plazo, seguro que será mejor. 

***

El buen sexo es fruto de una vida en común bien cuidada. Por eso se dice, con mucha razón, que el sexo va mejorando con el tiempo, y que la incompatibilidad sexual no existe. Lo que verdaderamente existe es una compatibilidad trabajada en todos los ámbitos.Para más consejos, podéis seguirme en mi cuenta de Instagram: @evacorujo_letyourselves.

4 razones para esperar al matrimonio para tener relaciones

Hablar de estos temas siempre trae controversia, pero debería ser de la buena, de la que te ayuda a cuestionarte, a mirar hacia adentro sin miedo y a reconocer lo que realmente eres. Esperar es realmente inquietante, más aún en medio de este tiempo donde todos andamos con la inmediatez a flor de piel. 

Para empezar aclaremos algo: ¿vivir la castidad en el noviazgo es solamente no tener relaciones sexuales antes del matrimonio? La respuesta es no. Estamos muy equivocados si pensamos que solo se trata de eso, va mucho más allá. 

La castidad es una virtud que ordena la sexualidad humana hacia el amor. Así que cuando te encuentres ante la posibilidad de “probar la compatibilidad sexual” para afirmar que será un “matrimonio exitoso”, recuerda que como persona humana que eres, estás hecha a imagen y semejanza de Dios, no eres un objeto. Tú no estás para pedazos, migajas o pequeños momentos “felices”, tú estás hecho para algo mucho más grande: la santidad.

Nuestro testimonio:

Te contamos un poco de lo que vivimos nosotros. Si bien Diego sabía que estar conmigo era iniciar una relación camino al altar y de ahí derecho hasta la santidad, no fue así desde el principio. Teníamos solo 15 años cuando nos conocimos. 

Mientras mi sueño desde muy joven era casarme, guiada por el ejemplo de mis padres, para Diego, el matrimonio no estaba en sus planes y mucho menos era una prioridad. Para mí, Diego no era una “opción” para ser el amor de mi vida, éramos muy nuevos en la parroquia y por primera vez en la historia tuvimos nuestro encuentro personal con Jesús. Pasaron cinco años de una hermosa amistad hasta que nos enamoramos. 

A la primera le dije que si estaba conmigo era para casarnos. Créeme que si alguien te dice eso cuando estás empezando una relación, te espantas y sales corriendo. Y así fue. Diego estuvo a punto de irse corriendo (varias veces). El camino no fue fácil, tuvimos muchas caídas en medio de nuestros primeros años de enamorados. Éramos unos novatos que no tenían los conceptos claros, desconocíamos muchas cosas y aún nos faltaba forjar muchísimas virtudes, pero Dios siempre sabe cómo irrumpir tu comodidad y te da lo que necesitas. Así fue, nos regaló un retiro de confirmación al que fuimos como catequistas y en donde cambió la forma de mirarnos el uno al otro en 360°.

Hoy como esposos te damos estas 4 razones para esperar al matrimonio para tener relaciones sexuales:   

#1 La persona no es un objeto

Esta razón es fundamental. En este tiempo hemos dejado de ver a los demás como seres humanos y los hemos empezado a ver como objetos: estoy con tal persona porque me conviene, por placer, porque hay un buen encuentro sexual o simplemente para ver si somos compatibles en la intimidad. Si todo lo mencionado anteriormente no se cumple simplemente desechas a la persona, la descartas y le damos paso al siguiente y así sucesivamente. Confundimos el verdadero fin de esta entrega mutua: la unidad y la procreación. Con estos tratos dejamos a la persona grandes heridas de autoestima, miedos y en una búsqueda de afecto interminable.

#2 La unión conyugal es fiel, total, libre y fecunda

Algo que fue impresionante y lo aprendimos en nuestra preparación durante el noviazgo fue que el matrimonio es fiel, total, libre y fecundo. Es por eso que es donde se puede vivir al máximo esta entrega mutua entre los esposos. Hoy en día, estando casados, se lo confirmamos. Aquí lo increíble está en que no solo es una donación en el ámbito sexual, sino también en lo afectivo, lo emocional y lo espiritual, toda mi persona. En pocas palabras, no hay espacio para preguntarse: ¿después de esto me querrá? ¿Me dejará? ¿Acabará con la relación en caso no haya sido “bueno” este encuentro? 

#3 Tienes libertad para identificar si ese noviazgo te conviene

Cuando iniciamos una relación con otra persona y la basamos solo en la atracción física es muy difícil avanzar más allá. Bienvenido, acabas de fundar las bases de tu relación en algo que en algún momento se acabará. Si no pasas de la famosa etapa de la atracción andarás enfrascado en una realidad que realmente no deseas, pero de la cual tampoco se te será fácil salir. 

Una persona que lucha por todos los medios para vivir la castidad tiene mayor oportunidad de romper un vínculo afectivo basado en lo físico debido a que tiene claro qué es lo que merece y cuál es el fin de las relaciones sexuales. 

#4 La comunicación, la amistad y el conocimiento mutuo crece.

Cuando una pareja de enamorados vive esta espera hasta el matrimonio, mejora su comunicación. De esta manera, evitas que el placer sexual se convierta en la forma de acercarte y demostrar tu amor. Si este es el centro de tu relación, no estás ni el 1% de lo enamorado que crees. Una verdadera relación entre dos personas está basada en la amistad, la búsqueda de conocer al otro por medio de las conversaciones largas sobre temas personales, historia de vida, la realidad en la que se encuentra, etc. Descubriendo al otro en medio de sus cualidades, defectos, problemas y manías es que muchas personas se desencantan. Y donde otros tantos aquí se enamoran. Ante todo, pregúntate: ¿cómo “amar” algo que no conoces?

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Forjar esta espera en particular no es fácil, requiere de un sacrificio diario, constante y la consciencia de que es por un bien mayor. Aprendamos a ver la etapa del enamoramiento/noviazgo como una oportunidad para conocer más a tu pareja, para analizar en concreto si esa relación te ayuda a crecer. No tengas miedo a esperar, créenos: Dios ya tiene una gran historia para ti, y si estás leyendo esto y no vives la castidad hoy, siempre hay un nuevo día para empezar. Reconócelo de corazón y has una lucha diaria para dejar de hacerlo, confiésate, vive los sacramentos y vuelve a empezar. Jesús está esperando por ti. 

Como dijo San Pio de Pietrelcina 

“Ora, espera y no te preocupes”

¡Esperamos sea de ayuda para ti!

Con mucho aprecio y cariño

Lorena y Diego

@quelamornosacompane.blog

Check list para tu matrimonio

Muchas personas anhelan compartir su vida con alguien. Esto sucede porque, como dijo San Juan Pablo II, la persona tiene una vocación universal al amor, a experimentar ser amado y llamado a amar.

El ideal

Muchas personas anhelan compartir su vida con alguien. Esto sucede porque, como dijo San Juan Pablo II, la persona tiene una vocación universal al amor, a experimentar ser amado y llamado a amar. 

La mayor expresión de amor humano como imagen del amor divino se da en el sacramento del matrimonio. En este contexto varón y mujer brindan la voluntad expresa que querer compartir un proyecto de vida en común. 

La realidad 

La realidad es que son pocos los tienen esta visión del amor. Aunque muchas personas desean formalizar una relación y dar el siguiente paso, no hay claridad en la visión de lo que verdaderamente es el matrimonio y lo que este implica. De muchas de estas parejas se podría decir que entran a la iglesia solteros y salen de ella igual de solteros como entraron. 

¿Qué está sucediendo?

Lo que está sucediendo es verdaderamente preocupante, la sociedad del consumo ha hecho que el matrimonio forme parte de un check list de cosas o actividades que uno tiene que hacer en la vida. Algo así como ir a la universidad, conseguir un trabajo, comprar una casa y un carro, etc. 

Se ha puesto la figura del matrimonio como algo que sí o sí se debería de hacer en algún momento determinado de la vida. Incluso en el ámbito más espiritual también se comete ese error. Es una elección por descarte que más o menos sigue esta lógica: “si no es una es la otra”. Por lo tanto, si no tengo vocación a la vida religiosa es porque tengo vocación a la vida consagrada o al revés. Esta lógica es, simple y llanamente, un error fatal. 

La vocación

El matrimonio no es parte de una lista de cosas que se tiene que hacer en la vida y tampoco es la “otra opción” de los caminos que se tienen. Se trata, en cambio, de una vocación y como tal es única en cada uno. 

No me tengo que casar porque “ya me toca”, porque “se me va pasar el tren” o porque “es lo que todos hacen”. Me tengo que casar porque particularmente sentí el llamado al matrimonio y en él voy a encontrar mi camino a la santidad. 

Los llamados

Es necesario aclarar que no todas las personas están llamadas a una vida matrimonial. Muchas personas se terminan casando sin sentirse llamados de manera particular a esa vocación. Y esto no conduce sino al fracaso.

Una manera efectiva de poder evitar este tipo de problemática es formarse, presupuesto básico para un buen discernimiento y, sobre todo, en materia de matrimonio para aprender sobre lo qué es y de qué trata este sacramento para tomar una buena decisión, no hay acto más libre que el amar.  

Lo que no se dice los primeros años de casados

El tiempo pasó realmente rápido. Toda la preparación para ese gran día que cambiaría nuestras vidas y la formación para el matrimonio pasó en un abrir y cerrar de ojos. Y así fue hasta que al fin llegó el día y lo disfrutamos de inicio a fin. Cada momento, cada lágrima, cada sonrisa y temor fue vivido con plenitud y confiados en Dios, aquel que no abandona ni cuando los planes no salen como uno quiere. 

En estos primeros meses de casados te confirmamos que no todo fue color de rosa. Hay quienes idealizan el matrimonio como si fuera una fórmula mágica para solucionar los problemas de la relación, hacer que las personas cambien, mejorar ciertos procesos, etcétera, y no es así. 

Más que una fórmula mágica, es una nueva realidad donde todos los días despiertas y decides AMAR a la persona que está durmiendo al lado tuyo y buscar constantemente su bien. Eliges amar desde lo más cotidiano y pequeño del día a día a esa persona que tiene un valor incalculable para ti. Esa persona que además ha elegido amarte libre y voluntariamente para siempre, y que está dispuesta a a vivir contigo cada día ese difícil camino hacia la santidad.

En este post queremos compartir con ustedes las 5 primeras cosas que no nos dijeron del matrimonio antes de casarnos, y que hemos descubierto.

1. Es realmente el encuentro de 2 mundos

Vivir juntos puede parecer un increíble cuento de hadas, pero no necesariamente es así. No olvidemos que somos 2 personas completamente diferentes con familias, tradiciones y hábitos en muchos casos opuestos. 

No ganan nada imponiendo sus tradiciones de origen. En cambio, empiecen a crear las suyas propias con más predisposición y menos imposición. Recuerden también ejercitarse en la virtud de la paciencia, recordando que su cónyuge es su aliado, su compañero, su complemento, y no su competencia. De más está decir que su cónyuge no es su hijo.

Especialmente en los momentos difíciles, recuerden que su mejor aliado es Dios; y como Él no hay amigo ni refugio que lo sustituya.

2. Nuevos hábitos y tradiciones 

Los primeros meses de casados son el mejor momento para iniciar nuevos hábitos y tradiciones familiares donde, en un lugar absolutamente nuevo y estando solo los dos, pueden empezar a crearlos. Aquí algunos ejemplos: Hacer oración juntos, hacer Laudes los domingos por las mañanas, armar el nacimiento en casa juntos, conversar al llegar del trabajo, despedirse por las mañanas, tener citas de esposos, visitar a las familias de origen, tener espacios con amigos, llevar el estado financiero lo más ordenado posible, etcétera. 

Asimismo, estén predispuestos a aprender de las tradiciones familiares de su cónyuge sin ponerse a la defensiva. Eviten siempre los enfrentamientos. Todo se puede solucionar hablando.

3. Organización del hogar

Es una locura, pero una vez encontrado el ritmo, todo se acomoda. Al inicio no fue nada sencillo: ambos trabajábamos todo el día fuera y la casa estaba tal cual la dejábamos por la mañana. No teníamos el control de nada, ¡ni siquiera de cuándo se iba acabar la despensa!

Para organizarnos, optamos por repartirnos las tareas del hogar sin medir con regla cuánto estaba haciendo el otro. Buscamos vivir el servicio sin la famosa espera del “algo a cambio”. Evitamos buscar cualquier oportunidad para “quejarse”. 

Optamos también por mantener limpio nuestro hogar por más que no viniera alguna visita a casa. Esto requiere un trabajo en equipo que busca el bienestar del hogar; este que debería ser el mejor lugar de paz y descanso para los esposos después de una jornada caótica de trabajo y mucho tráfico.

4. Partir de la casa de origen 

¿Fue fácil? Para nada. En nuestro caso fue muy duro especialmente los 3 primeros meses. Hubo lágrimas y conversaciones tristes donde expresábamos que extrañábamos a nuestra familia de origen. ¡Qué difícil es desprenderse! Pero, al mismo tiempo, es muy necesario, y hoy en día confirmamos que no es imposible. 

Se trata de dejar que Dios, en sus tiempos, pueda ayudarnos a calmar el corazón para adaptarnos a la nueva realidad que estamos empezando a vivir. Somos conscientes de que para nuestros padres tampoco fue fácil, pero estábamos prestos acompañarlos en el proceso; eso sí, sin perder nuestro lugar de esposos. 

Para acompañarlos, empezamos a crear momentos para compartir con ambas familias, y hoy en día los visitamos cuidando los extremos de no “exagerar” ni dejarlos de lado. Eso sí, siempre nos mantenemos atentos por si hay algo que ellos no puedan resolver solos.

5. Providencia de Dios 

¡Bendita providencia! De verdad que nunca antes la hemos vivido tan de cerca. Como matrimonio hay siempre la gran preocupación del, “¿de qué vamos a vivir?” Obviamente, no se trata de esperar con las manos cruzadas. Es un trabajo en conjunto entre Dios y nosotros. 

Realmente tenemos lo que necesitamos y no nos desesperamos por tenerlo absolutamente todo ahora. Durante nuestro enamoramiento y noviazgo ahorramos para nuestro matrimonio y futura familia, reuniendo lo que Dios quiso, y es así como hoy en día tenemos un hogar que cada día se pone más bonito. 

¿Saben? No nos imaginábamos todo lo vivido y obtenido hasta hoy. Todo ha sido gracia: luna de miel, trabajos nuevos, rutinas nuevas, organización nueva, tradiciones nuevas, proyectos y metas nuevos. Y así, seguimos avanzando confiados en Dios sin que la preocupación por el dinero nos invada o quite la paz. ¡Es una lucha diaria!

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Finalmente, a ustedes que recién se han casado o se van a casar, con mucho cariño y firmeza les recomendamos que no vean el matrimonio como la “solución de los problemas” del noviazgo. No se desesperen si todo lo que pensaban o planeaban sale diferente. Dejen de preocuparse y mejor ocúpense. 

Conversen todo lo que sea necesario, fórmense sobre el matrimonio, trabajen con alegría, y no tengan miedo, pues que Dios siempre provee y nunca abandona. Como dijo el Papa Francisco: “Aprendamos a rezar así: Dios danos el amor de cada día”

¡Esperamos que este post sea de ayuda para ustedes!

Con mucho aprecio y cariño

Lorena y Diego

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