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¿Intimidad sin sexo?

El significado de intimidad, como el de muchas otras palabras, ha sido fuertemente distorsionado. En este mundo innegablemente hipersexualizado, hablar de intimidad es hablar de sexo y no de la dimensión interior en la que nos relacionamos de forma profunda con otros.

 

El gran riesgo de tener esta “definición” de intimidad, es cómo nos aproximamos a ella con nuestra pareja. Sabemos que una relación entre dos personas es mucho más que solo la dimensión física. Somos seres integrales: cuerpo, mente y espíritu. Todas estas realidades están fuerte e inseparablemente integradas, al punto que, sostener una relación donde neguemos cualquiera de ellas, no solo no será plenificante, sino que será, en esencia, deshumanizante.

 

Y la realidad es que el sexo, aunque constituye la expresión más perfecta del amor conyugal, donde está involucrada y entregada totalmente nuestra unidad bio-psico-espiritual, no siempre es una posibilidad dentro del matrimonio. Por ejemplo: el puerperio, más conocido como el posparto, durante el cual se recomienda un período de abstinencia entre 4 y 6 semanas, para evitar una posible infección en la madre.

 

Entonces, ¿se acabó la intimidad? ¿Es posible estar activamente cerca de mi cónyuge si el sexo no está dentro de las opciones? ¡Claro que sí! Porque la intimidad está mucho más relacionada a un aspecto interior, ayudado por lo exterior, donde se desarrolla y fortalece la relación con mi pareja. Aquí les dejamos 3 formas muy concretas y fáciles para que crezcan en intimidad.

 

Besos, abrazos y caricias (físico)

 

Hay un motivo por el cual besar, abrazar y acariciar te hace sentir más cerca y enamorado de tu pareja y se llama: oxitocina, también llamada la hormona del amor. Pero hay un detalle con esta hormona: es tímida. Así que necesita un ambiente de seguridad y un plazo largo de tiempo para “entrar en confianza” y salir. Por eso, la evidencia científica demuestra que los abrazos que generan bienestar son aquellos que duran entre 5-10 segundos (si duran 20 segundos, excelente).

 

En general, con estas demostraciones de afecto hay que ser muy intencionales. Besar con intención y hacerlo bien; es decir, estar presente en ese beso. Igual con los abrazos y otro tipo de caricias románticas. La cercanía que generan los besos y abrazos largos es única.

 

Así que, esposos, los retamos a tener una buena sesión de abrazos y besos cada noche, antes de acostarse, por al menos 5 minutos. Es muy valioso aprender que estas muestras de afecto no siempre nos “tienen que” llevar al sexo y así poder disfrutarlas y quererlas por sí mismas. Háganlo y verán cómo su intimidad se verá beneficiada y se sentirán, innegablemente, más cerca uno del otro.

 

Conversaciones profundas (mental)

 

Nada enamora tanto como una buena conversación, de esas en las que pierdes conciencia de la hora y se pierden entre tantos temas paralelos y chistes internos. Pues, ¡hay que darle espacio a estos momentos! Con la vida tan acelerada, los trabajos y hasta con los hijos, es probable que sintamos que no tenemos tiempo para nada; sin embargo, hay que priorizar el tiempo de calidad con nuestro cónyuge.

 

En estos momentos podemos repasar sobre cómo nos venimos sintiendo estas semanas, qué nos está costando personalmente, qué sueños tenemos, qué queremos lograr juntos y hasta qué nuevos lugares queremos conocer. Dedíquense a soñar juntos y trazar planes para lograrlos. Sobre todo, busquen hacer reír a su pareja.

 

Oración (espiritual)

 

El espíritu también reclama intimidad con nuestro cónyuge. Es importante compartir esta sed de Dios como esposos y buscarlo juntos. Recordemos que el matrimonio es de a tres y esa tercera Persona también necesita tiempo de calidad. Seamos fieles con el inmenso e inmerecido amor que nos tiene Dios. Cada matrimonio encontrará una forma de orar juntos: al inicio o al final del día, haciendo lectio divina, yendo a ver al Santísimo juntos, alabando, etc. Las formas de orar seguro variarán de casa en casa, pero no olvidemos este tiempo juntos para crecer en nuestro amor, fortalecer la relación y pedir por las gracias necesarias para ser cada día mejores esposos.

 

En general, creemos que debemos ser intencionales con la búsqueda de espacios que promuevan la intimidad esponsal. Esta cercanía se logra con más que solo sexo y definitivamente los hará más felices. Ya nos cuentan después de esos besos 😉

 

¡Nos vemos en el siguiente artículo!

Pía&Jorge

El matrimonio es el campo de batalla

El noviazgo es un camino de preparación para el matrimonio, para ese momento en el que damos el “sí” para siempre, para profundizar y para responder a un llamado y a anhelo que vienen de Dios. No será fácil, y es por eso que requiere de preparación y entrenamiento.

 

Ningún soldado va antes a la guerra que a un campamento de entrenamiento. Aunque no tenga claro cómo será el campo de batalla, se prepara para las adversidades de manera física, emocional, mental…

 

Así también debe ser nuestra preparación para el matrimonio. Tal vez no podemos adivinar cómo será el día a día estando casados, pero sí podemos prepararnos para entender y tener claro lo que puede llegar a ser. Emocional, espiritual, mental y físicamente debemos estar preparados. Pero, ¿por dónde empezamos?

 
 

Aspecto espiritual

 

Lo primero es tener claro qué es el matrimonio. Sólo teniendo claro que se trata de un llamado de amor y sacrificio podemos darnos cuenta de si realmente es el camino por el cual queremos dirigirnos.

 

El matrimonio es un ejercicio constante de Amor: justo cuándo más te cuesta, entonces es que debes amar. No hay vuelta atrás o huidas, es una entrega diaria y para siempre. Prometes ante Dios que amarás a una persona imperfecta, a quien eliges sobre todas las demás personas. Que la respetarás, que darás tu vida por ella… ¿Realmente estás dispuesto?

Para lograrlo se necesita amar de una manera real, y ese tipo de amor no es muy común entre nosotros. Es por eso que necesitamos aprender del Amor mismo, y sólo podemos aprender de Él observando e imitando su manera de amar.

 

Por eso, haz oración: la oración profunda y contemplativa te ayuda a crecer en amistad con Dios, a hacer un buen discernimiento y, sobre todo, a aprender a amar y a crecer en el amor. Nos da luces para elegir a la persona con la que estamos dispuestos a compartir nuestra vida para siempre.

 

Recuerda: no es que Dios te pone a una persona y esa deba ser: Él te hace libre, y tú eliges. Cuanto más te conozcas a ti mismo, cuanto más conozcas tus anhelos y mejor te ames, mejor sabrás elegir.

 

Aspecto emocional

 

Trabajar nuestras heridas es el mejor camino para prepararnos emocionalmente para el matrimonio, pues el vivir con la otra persona 24/7 no siempre será fácil. Somos imperfectos, y tanto tú como tu pareja pueden lastimarse de manera inconsciente. Es por eso que debemos tener una madurez emocional tal que nos permita ser claros, responsabilizarnos y vulnerarnos cuando es necesario.

 

Vemos muchos matrimonios que sufren desde el primer mes de estar juntos. Todo porque, ¡cualquier detalle lo toman personal! No saben intimar o comunicarse, les cuesta abrirse a un diálogo profundo… Y eso se corresponde con miedos no trabajados u otras heridas previas. Por ello, tómate el tiempo de trabajar en ti emocionalmente.

 

Aspecto mental

 

Ser consciente de lo que es el matrimonio nos ayudará a tener claras nuestras prioridades. Es decir: a enfocarnos más en trabajarnos y en crecer como pareja que en trabajar como locos para tener la boda que siempre hemos soñado.

 

Cada quien puede celebrar su boda como desea, y creemos que es importante darle valor también a la fiesta, pues es el día más importante de su camino juntos. Pero siempre se debe tener en claro hasta dónde realmente no nos distrae más el festejo que el matrimonio mismo. Tal vez lo hayas escuchado muchas veces, pero es hora de tomártelo en serio: la boda es un día, el matrimonio es para siempre. Así que, ¿cuál será tu prioridad?

 

Aspecto físico

 

Sí, también es importante.

 

Si hemos sentido el llamado al matrimonio, el llamado a la persona que elegiremos para siempre, entonces debemos amarla en todos los aspectos. Y una manera de amarla es cuidarnos físicamente.

 

¿Por qué? Hay muchas razones:

 

-Porque debemos cuidar lo que se nos ha sido dado. Nuestro cuerpo.

 

-Porque debemos procurar vernos lo mejor posible para nuestra persona amada, y así enfocarnos en conquistarla cada día. No debemos dar por sentado que ya la hemos conquistado. El matrimonio es una conquista diaria.

 

-Porque a tu cónyuge te entregas también en cuerpo.

 

-Porque nos beneficiará en salud para poder cuidar y proteger tanto a la pareja como a los hijos, más a futuro y durante más tiempo.

 

No sabemos lo que nos toque enfrentar, pero mientras dependa de nosotros procuremos cuidarnos y conquistar cada día a nuestra pareja.

 

* * *

 

Esperemos estos consejos les gusten y les ayuden.

Con cariño,

Los Nandos.

3 cosas que puedes evitar si estás a punto de casarte

Hay muchas cosas que podríamos recomendar a quienes están a punto de casarse, pero últimamente hemos estado pensando en estas tres cosas que se podrían evitar. Se trata de tres cosas que, en vez de sumar a la preparación al matrimonio, lo que hacen es restar, o distraerte de lo más importante.

 
 

#1 La despedida de soltero

 

No estamos diciendo que no la tengas, claro está. Pero, vamos: todos sabemos con qué amigos puedes tener una despedida de soltero tranquila, y con cuáles sería una perdición.

 

Es un bonito recuerdo de amigos el hecho de que te puedan acompañar a “despedir” esta etapa de soltería, porque pronto iniciarás un nuevo estado de vida. La pregunta es cómo van a celebrarlo. ¿Por qué te entusiasmaría perder la conciencia después de varias copas de alcohol, o hacer cosas de las que luego podrías arrepentirte? ¿En qué sumaría esto a tu preparación al matrimonio?

 

Algo importante es saber elegir los amigos con los que quieres compartir este momento. Y, sobre todo, saber que ellos comparten contigo los mismos principios.

 

#2 Planificar más la fiesta que el sacramento

 

Poder celebrar con todos tus amigos y familia uno de los días más importantes de tu vida es algo que todos quisieran hacer. Y, si está en tus posibilidades, en buena hora: ¡disfrútalo, porque es una fecha importante!

 

Sin embargo, sería bueno que te preguntaras si estás preparándote más para la fiesta que para el sacramento. La fiesta es una sola noche; el sacramento, toda la vida. Saber disfrutar y celebrar no es sinónimo de perder la conciencia con alcohol.

 

El sacramento conlleva mucha preparación de ambos, es un signo visible de una realidad invisible. Ambos recibirán la gracia santificante. Ante esta realidad, ¿cómo estás preparándote? A lo mejor sí vas con una gran disposición para recibirla, pero ¿también la sabes conservar? Muchos se pierden por una noche de fiesta y alcohol.

 

Recuerda: que el día de tu matrimonio sea recordado por todos como una fiesta de amor, y no de descontrol.

 

#3 Huir de las conversaciones importantes

 

Si estás a punto de casarte, considera esto: ¡deja de huir de los temas importantes! No pierdas tiempo, y conversa de una vez sobre esos temas con quien te vas a casar. Ello te ayudará a ver más claramente las convicciones de la otra persona.

 

Conversen sobre los hijos, ¿ están en sintonía? Sobre la crianza de ellos, ¿cómo será? Al menos, piensen en lo básico. Pregúntense sobre sus proyectos a corto, mediano y largo plazo. ¿Qué pasaría si a alguno le ofrecen un trabajo en el extranjero? ¿Cómo se ven en ese caso? Y sean transparentes también en sus temas financieros: ¿ambos están dispuestos a darse completamente, incluso en esto?

 

Cuando toquen estos temas podrían salir algunas discusiones, pero, si ambos apuntan a lo mismo y están dispuestos a entregarse mutuamente, esto tendrá una solución definitivamente.

 

* * *

 

No pierdan de vista lo más importante. Que no se les pase el tiempo con cosas que no suman a lo que será su nuevo estado de vida.

 

Se podrían recomendar muchas cosas más, pero con esto queremos enfatizar lo importante que es no perder de vista el sacramento, y estar dispuestos a recibir la gracia que Dios les quiere regalar ese día. ¡Ánimo!

¿Los métodos naturales quitan la espontaneidad en la pareja?

Cuando una pareja decide evaluar usar un método de planificación familiar natural, la pregunta más frecuente suele ser por la abstinencia. En efecto, la pareja piensa que la mayor parte del tiempo debe mantenerse en esa situación.

La duda se plantea también frente a una fecha especial —San Valentín, aniversario, etcétera—. ¿Cómo lo podemos celebrar?

Si bien decidir usar un método de planificación familiar natural requiere seguir algunas reglas, no todo es abstinencia. A continuación, te explico por qué.

Miedo a la abstinencia

 

Uno de los grandes aspectos que detiene a las parejas a seguir un método natural es la abstinencia. En efecto, dependiendo de la intención con la que usan el método, hay algunos días en los que deben abstenerse de intimidad.

Si conocemos cómo funciona el ciclo menstrual, perdemos el miedo a la abstinencia

 

Conociendo el ciclo menstrual se pierde el miedo a la abstinencia. ¿Cómo así? Pues la fertilidad depende del ciclo de la mujer, la cual es infértil la mayor parte del tiempo. En realidad, cuando se busca evitar embarazos, el espacio de la abstinencia es el menor en el ciclo.

¿Y si los días fértiles caen en una fecha especial?

 

Si los días fértiles caen un fin de semana, en la celebración de San Valentín, en la fecha de nuestro aniversario, o en un día que nuestros tiempos calzan para tener intimidad, ¿qué hacemos?

 

Si bien hay fechas que coinciden con una celebración importante, la sexualidad es más que contacto genital. Hay muchas formas de vivir y celebrar el amor. Además, cuando se decide respetar el ciclo de fertilidad de la pareja, también se puede posponer la fecha de celebración.

* * *

Usar un método natural ayuda a la pareja a ver otros aspectos de la sexualidad. Además, permite mejorar la comunicación llegando a un nivel más profundo de entendimiento y tolerancia.

 

Anne Ramírez @amoralciclo

¿Cómo reconocer un matrimonio inexistente?

Toda ruptura es difícil y dolorosa e implica un proceso de duelo. Pero si estamos hablando de un matrimonio, resulta muchísimo peor por el compromiso involucrado e incluso por haber formado una familia o adquirido proyectos y bienes conjuntos. Existen casos en que dichos compromisos, sentimientos, personas o cosas, lejos de ser consecuencia de una relación sólida y estable, terminan funcionando como parches que no alcanzan a pegar dos vidas que nunca se unieron. Este artículo no pretende hablar de parejas bien constituidas que terminan separándose por situaciones externas o internas (bancarrota, enfermedades, traiciones, etc.) que no supieron manejar. Aquí vamos a hablar de asumir la realidad de una pareja que se casa por las razones equivocadas y en algún punto logran ver que no pueden seguir viviendo una mentira, un matrimonio nulo. Es un tema que no suele hablarse por una mala comprensión de lo que esto significa. Hay determinados aspectos que debemos tomar en cuenta para saber a qué nos referimos. ¡Veamos!

 

“Éramos muy jóvenes”

 

Esta situación se da, muchas veces, porque aún no tenían la madurez necesaria para entender que estar enamorado no es suficiente para mantener un matrimonio. Así como un niño puede preferir comer dulces a alimentarse sanamente, una persona inmadura (en lo mental o emocional) se puede casar pensando que el matrimonio está constituido sólo por los buenos momentos compartidos, sin poder asumir los deberes y responsabilidades que implica.

 

“Nos casamos por la presión social”

 

Muchas veces una pareja siente que la sociedad los empuja al matrimonio como requisito o para contentar a los familiares o amigos. Una persona a cierta edad, según los estereotipos, debe juntarse con otra y formar un hogar, una versión del “estudia una profesión, consigue trabajo, una pareja y ten hijos”. Sin embargo, es importante tener en cuenta que una decisión como esta, debe estar respaldada por el amor, el respeto y la comprensión de los dos para que sea duradera. Actuar una obra teatral frente a la sociedad no puede sostenerse mucho tiempo.

 

“No sabía en lo que me metía”

 

Esto suele pasar cuando las personas acuden a la boda por razones lejanas al amor y el deseo de formar una familia y lo ven como la solución a algún problema de índole emocional, psicológico, material o incluso espiritual. Una persona puede buscar a otra que le haga sentir amada si nunca percibió que la amaban, o para que le arregle la situación financiera, o alguien que sea muy piadoso para que los miembros de la parroquia aplaudan. Pero la realidad puede resultar mucho más fea y encontrarse con un sinnúmero de debilidades en el otro, escollos en la relación y dificultades en uno mismo para enfrentarlo.

 

“Me vi obligado por las circunstancias”

 

Frecuentemente las personas se ven obligadas a casarse por distintos motivos que no siempre son que le pongan una pistola contra la cabeza. Un hijo no esperado, unos padres que acuden al chantaje emocional, malos consejos de amistades o guías espirituales, la vergüenza por haber tenido relaciones sexuales aunque no hayan sido consentidas… la lista puede continuar. El caso es que estas personas se encuentran atrapadas ante una decisión fatal. Los caminos parecen llegar siempre a la misma conclusión, y muchos ven en el matrimonio una vía de escape que les permitirá sentirse en paz. Lejos de ser así, el peso de una mala elección se tornará imposible de soportar.

 

“Me casé con otra persona”

 

En ocasiones, un individuo puede ser engañado por el comportamiento de su pareja. Aun después de estar comprometidos durante mucho tiempo, deciden dar el siguiente paso sin conocer realmente a la persona con la que van a pasar el resto de sus vidas. Esto puede ser muy peligroso, ya que una vez casados, descubrirán muchas cosas sobre la otra persona que los afecta de forma grave. Cierto tipo de personalidades pueden jugar muy bien el papel de ser la última coca cola en el desierto, un premio inmerecido, un ser casi angelical, y una vez conseguida la presa (luego de la boda) muestran su verdadero rostro, que suele ser mucho más violento y agresivo.

 

“Siempre hubo alguien más en la relación”

 

Y no siempre es un amante escondido, sino la mamá, los amigos (o uno en particular), el jefe obsesivo y posesivo, etc. Estas personas suelen influir en las elecciones de los esposos sin que estos se den cuenta. Cabe destacar también el daño psicológico que alguien puede causar, en especial si no se encuentra presente para que el otro descubra su verdadera identidad (en ocasiones, ni siquiera se menciona). La pareja no discute para encontrar soluciones y caminos conjuntos, sino que la decisión ya ha sido tomada por influjo de un tercero en uno de sus miembros, muchas veces sin siquiera ser notado por la otra parte. Y cuando se trata de temas sensibles como la intimidad, la crianza de los hijos o los proyectos a largo plazo, puede resultar devastador.

 

* * *

 

Este es, evidentemente, un tema muy complejo, y es posible que haga falta dedicarle más artículos. Hoy quise enfocarme en algunas cosas que debemos reconocer para determinar si estamos tratando de defender un vínculo que nunca existió, pues jamás hubo amor, compromiso, respeto ni verdad. Esto es muy distinto a desistir en la lucha por un matrimonio que está pasando por una crisis, pero que se puede levantar con fe, esperanza y amor. Si notamos algunas de las señales anteriores, podemos saber que lo mejor es iniciar el proceso para salir de una convivencia que no hace sino daño. Es muy importante ser honesto con uno mismo y con la pareja y tomar la decisión, pues algo que no va a mejorar solo puede empeorar. Así, habrá que enfrentar las consecuencias prácticas, legales, y –ante todo– emocionales y espirituales que hagan falta. Ya continuaremos hablando de ello.

 

El punto está en no seguir desgastándose con algo que nunca pudo ser, por más tiempo que haya pasado. Es hora de sanar.

 

Para más consejos, puedes buscarme en Instagram: @pedrofreile.sicologo.

Paternidad responsable y el misterio de la «cocreación»

Hace algunos meses, Lenny y yo nos enteramos de que ella estaba embarazada. Pudimos presenciar a través de una ecografía el milagro de la vida que llevaba en su vientre. Y esto coincidió providencialmente con el hecho de que pudimos profundizar más —¡siempre se puede más!— en el misterio de la Sagrada Familia.

 

Son hechos externos que coincidieron en ese momento de nuestra vida, pero que nos dieron la oportunidad de reflexionar sobre el milagro de la vida y la paternidad. Estas son algunas de las reflexiones que hemos ido pensando en los últimos tiempos, con las cuales quisiera hacer un paralelismo —salvando las grandes distancias— entre un matrimonio y familia como la propia en particular, y la Sagrada Familia.

 

¿“COCREADORES”?

 

¿Por qué, siendo el hombre como es —con sus muchas imperfecciones y limitaciones—, se le confía la vida de un nuevo ser, indefenso y extremadamente dependiente, para que sea —no poca cosa— cocreador, es decir, para que Dios tenga “necesidad” del hombre para llevar a cabo esa labor? ¿Cómo puede esperarse que él participe de la creación de este nuevo ser con Dios mismo? ¡Como si uno llegase a dar la talla para tamaña tarea!

 

Y, por otra parte, ¿cómo, luego de la cocreación, confiarle al hombre el desarrollo, el cuidado, la educación y la guía de ese pequeño, para que llegue al Cielo? Que es, en definitiva, aquello para lo que finalmente fue creado.

 

Es decir: en mi propio camino del día a día hacia el Cielo, no soy yo ni el más constante, ni el más firme, ni el más ejemplar, ¿y se espera que sea capaz de guiar a alguien más? ¡Menuda responsabilidad, de la que se habrá de rendir cuentas!

 

En tal sentido, meditaba el hecho de que Dios, siendo Dios, haya decidido, por un lado, confiar en la naturaleza humana —que ciertamente, está lejos de ser la más perfecta— para encarnarse y ser uno más entre nosotros. Por otro, incluso quiso ser confiado para tal misión a una familia, para su cuidado y educación.

 

Si pienso que el hecho de ser bendecido con un hijo es más que desbordante en cuanto a lo que uno podría recibir como regalo y responsabilidad por lo indigno que uno es, ¡con cuánta mayor razón será el que ese Niño sea el Dios hecho carne!

 

“ME LO MEREZCO”

 

Si se le regalase la responsabilidad de una paternidad a un matrimonio a partir del merecimiento, ninguno de nosotros lo merecería. ¿Quién podría decir que merece ser padre? ¿Por qué? ¿Cuál es el o los requisitos para merecer aquello?

 

Como en todas las cosas de la vida, Dios escoge a los que Él quiere, y ya está. Es un regalo inmerecido, que conlleva mucha responsabilidad. Lo que nos toca a cada uno —otra vez, como en todas las cosas de la vida— es estar atento a las inspiraciones o gracias que nos pueda regalar, para así poder responder con prontitud y responsabilidad a lo que se nos va pidiendo. Entonces, deberemos ser generosos con ello: lo que trae como respuesta a nuestra respuesta es más provechoso para uno mismo que para Dios, que quiere lo mejor para uno, y nos va guiando hacia ello. Queda de nuestra parte el dejarse llevar, o bien, el rechazarlo y tomar un “mejor” plan.

 

* * *

 

Considero que cambia la perspectiva a la hora de ver y hacer las cosas el tener claro nuestro lugar, nuestra tarea, nuestra misión, nuestra responsabilidad en relación con la crianza de los hijos. Sólo así se podrá ver más allá de lo inmanente, sensible o inmediato, dar un paso más hacia lo trascendente, y ver qué fue lo planeado por Dios desde la eternidad. Está en nuestras manos responder con la fidelidad que se nos exige.

 

Siguenos para más contenido en @no_eres_tu_ni_yo

Volver al matrimonio originario

En Mateo 19, 3-ss y Marcos 12, 2-ss, el Señor pone de relieve que las relaciones matrimoniales no eran fáciles, y que por eso Moisés les concedió a los judíos el acta de repudio —su forma de divorcio—. Pero el Señor deja claro que “al principio no fue así”. ¿Cómo era, entonces, el matrimonio? ¿Cómo lo pensó Dios?

 

Llamados a ser felices en el matrimonio

 

Conociendo las cualidades de cada uno y los dones que Él mismo le dio, Dios realiza esta llamada personalísima a personas concretas. Ello es así, como en cualquier otra vocación

 

Y, en particular, Dios da la vocación matrimonial para que los esposos disfruten de esa relación: se trata de la unión de una mujer y un varón para toda la vida. Una unión que es de sus naturalezas, por la cual se unen enteros —¡en cuerpo y en alma!—, para ser felices en el matrimonio.

 

La respuesta de Cristo

 

Respecto al diálogo con los fariseos en el que Cristo responde “¿No habéis leído que al principio el Creador los hizo varón y mujer?”, dice el papa san Juan Pablo II: “la respuesta de Cristo tiene un significado histórico, pero no sólo histórico: los hombres de todos los tiempos plantean la pregunta sobre un mismo tema”.

 

Hay, de hecho, un clamor, ante la dificultad de vivir en armonía una relación: “hay muchas personas, esposos, novios, jóvenes, pero también escritores, publicistas, políticos, economistas, demógrafos, en una palabra, la cultura y la civilización contemporánea” que formulan la misma pregunta: ¿es lícito el divorcio?

 

Sin embargo, la respuesta de Cristo sería la misma hoy en día, es decir: nos remitiría a cómo era en el inicio. Quizás lo haría de forma, pensamos, más ruda, por el alejamiento que tiene esta civilización respecto de ese estado “de principio”, y por tener la gran ayuda del sacramento. Pero Cristo no se escandaliza ni se sorprendería, porque conoce al hombre.

 

* * *

 

Estamos llamados a ser felices amando en nuestro matrimonio: en ello están nuestra vocación y, por tanto, nuestra felicidad. Todo lo que nos preguntemos acerca del matrimonio y la procreación encuentra respuesta únicamente desde una visión integral del hombre.

 

Para más consejos, podéis seguirnos en nuestra cuenta de Instagram: @lonuestro.info.

Planificar embarazos, ¿va contra la voluntad de Dios?

Planificar los embarazos, ¿va en contra de la voluntad de Dios? Es decir, si es la pareja la que decide en qué momento buscar o evitar un embarazo usando métodos naturales, ¿no está cerrándose al plan divino? ¿No sería lo mejor simplemente tener intimidad en cualquier momento sin usar ningún tipo de método natural y que sea lo que Dios quiera?

 

Antes de responder estas preguntas es importante hacer algunas aclaraciones

 

1. Aclarando nociones

 

En primer lugar, hay una clara diferencia entre la fertilidad del varón y de la mujer en el hecho de que la fertilidad del varón es siempre lineal, mientras que la fertilidad de la mujer es cíclica. Es decir, mientras que el varón es siempre fértil, la mujer únicamente lo es algunos días durante el ciclo. De esto se desprende que iría en contra de la naturaleza el ser humano pretender que en cada relación sexual se produjera un embarazo, porque esto es imposible.

 

En segundo lugar, si bien la fertilidad de la mujer es cíclica, es un ciclo cuyo proceso sigue un orden establecido, y ese orden se puede conocer mediante signos externos que son medibles. Es decir, también es parte de la naturaleza del ser humano que, en cuanto ser racional, pueda conocer estos ciclos y aprovecharlos para buscar o evitar embarazos.

 

2. Desde la voluntad de Dios

 

Estos dos puntos responden al diseño que Dios ha puesto en la naturaleza del ser humano, lo cual nos permite ver en ellos la voluntad de Dios. Vistos ambos desde el proyecto divino, en primer lugar, no es la voluntad de Dios que en cada relación sexual se busque un embarazo. Si Dios lo hubiera querido así, habría hecho que la fertilidad de la mujer sea también lineal.

 

En segundo lugar, Dios ha querido que el ser humano tenga la posibilidad de conocer cómo funciona el ciclo de la mujer en orden a aprovecharlo para buscar o evitar embarazos. De lo contrario, Dios habría podido disponer que la fertilidad de la mujer fuera completamente aleatoria e imposible de conocer, con lo cual, cualquier tipo de planificación hubiera sido inviable. Sin embargo, ninguna de estas dos cosas fue así.

 

3. El discernimiento

 

No es contrario a la voluntad de Dios que el ser humano haga uso de las facultades naturales que Él mismo le ha dado en orden a conocer los períodos de fertilidad e infertilidad de la pareja. De hecho, podemos decir que es Su voluntad que use esas facultades.

 

Es cierto que hay parejas que optan por no usar ningún tipo de planificación y recibir los hijos “que Dios quiera mandarles”. Sin embargo, esto de ninguna manera se debe entender como una búsqueda más perfecta de la voluntad de Dios.

 

***

 

Dios mismo ha dispuesto los medios que hacen posibles los métodos naturales, y con ellos, el discernimiento que puede hacer la pareja respecto de los hijos que Dios le quiera dar. Hacer este discernimiento no va en contra de la voluntad de Dios, sino todo lo contrario. Es un discernimiento que se hace cumpliendo Su voluntad.

 

Puedes contactarte con el autor a través de su cuenta de Instagram: @daniel.torrec.

¿Qué tal la convivencia?

En un contexto de altos índices de divorcios y familias separadas, hoy es casi un paradigma pensar que se necesita convivir previamente para asegurar un matrimonio. Luego de un poco más de un mes de haberme casado, ¿qué puedo reflexionar acerca de la convivencia?

 

Lo positivo

 

Es increíble cómo cada día aprendes acerca de tu pareja: qué le gusta, qué no le gusta, cómo se siente querida, cómo se sienta agobiada, qué le desespera, qué le tranquiliza. Por más años que puedas haber tenido en la etapa de noviazgo —en nuestro caso, seis—, ahora cotidianamente descubres algo nuevo, y te encuentras en un proceso de volverte un experto de tu pareja. Resulta curioso y divertido a la vez.

 

Este aprendizaje va acompañado de experiencias nuevas, que quizás nunca imaginaste que te iban a agradar. Particularmente, yo antes podía quedarme hasta tarde terminando pendientes y sacrificando horas de sueño; hoy quiero terminar cualquier tarea a tiempo, para no perderme el momento de acostarnos juntos. Entre muchas otras cosas, la convivencia guarda su encanto. Y cada persona tendrá sus momentos favoritos.

 

Lo difícil

 

A pesar de sus lados positivos, convivir tiene retos que sólo conoces cuando te toca vivirlo. Se dice mucho que lo difícil se da cuando te sorprendes de las costumbres ocultas de tu pareja. Sin embargo, yo diría que lo más sorprendente son los propios comportamientos ocultos.

 

Por ejemplo, en una discusión, te puedes dar cuenta de que no eras tan paciente como pensabas; o puedes descubrir que descuidas algunas formas a la hora de hablar o de comunicar lo que te molesta. Como no hay nadie alrededor, es más probable que tu lado impulsivo, tu “Mr. Hyde” le gane al lado racional, a tu “Dr. Jeckyll”.

 

Es duro verse a uno mismo sin filtros, y notar tus propios defectos; sobre todo cuando tu pareja se vio afectada por ellos. Sin embargo, la peor tentación es echarle la culpa al otro antes de examinarse uno mismo.

 

* * *

 

Ante el paradigma de que es necesario convivir antes de casarse, ¿qué puedo responder yo, desde mi experiencia personal? El éxito de la relación no llega “probando” la convivencia. Si a mí me hubiesen evaluado antes de casarme, probablemente habría reprobado y nunca me hubiese casado. Además, ¡qué angustiante sería convivir, bajo la amenaza de que cualquier defecto mío podría terminar la relación!

 

A diferencia de esto, la ventaja del matrimonio es que la única opción es mirar hacia adelante en pareja. No hay puertas abiertas por las que uno de los dos puede huir ante cualquier molestia. Y créanme, habrá molestias.

 

Pero el éxito del matrimonio se da en la transformación diaria de uno mismo. En reconocer con humildad cada vez que nos equivocamos, en trabajar por combatir defectos, y poco a poco, conquistar virtudes entre los dos.

 

Considero que el matrimonio es como aquella universidad, aquella maestría, aquel trabajo soñado en el que todo el mundo sabe que te esperan momentos duros al principio, y que te van a exigir. Nadie postula a esos retos para “probar”, pensando en que va a fracasar. Más bien, la dificultad termina siendo una motivación para ponerse a la altura. A pesar de tus limitaciones o las de tu pareja, sabes que día a día se superarán por el simple hecho de haber puesto la vara alta.

Por qué el sexo en el matrimonio es superior a la masturbación

Últimamente siento que hablo de una forma políticamente muy incorrecta. Me consta que no soy la única a la que esto le supone cierto apuro, miedo de ser tachado de extremista o ser dejado de lado. La verdad es que eso nos debería dar igual, cuando lo que deseamos es enseñar un tesoro que “la sociedad” se empeña en esconder —por motivos varios; pienso en algunos demasiado antiguos: el desconocimiento, el dinero el poder…—.

 

Desde hace ya varios años vengo viendo una corriente cada vez más fuerte que lleva en su pancarta este lema: “Mastúrbate y verás qué bien”. Todo tipo de artilugios dirigidos a todo tipo de personas: casadas o solteras. Curiosamente, no he conocido hasta ahora a nadie a quien eso le haya hecho sentirse más feliz de verdad.

 

Esclavos del deseo

 

La masturbación en sí misma sirve para obtener un placer momentáneo. Y como todo lo que caracteriza a la búsqueda de placeres momentáneos, lo que se obtiene es una insatisfacción tremenda, y quizá un desconcierto al sentir un vacío posterior.

 

No podemos negar que el placer sexual es uno de los más fuertes que existen. De ahí que el deseo sexual no se deje educar tan fácilmente, de ahí que el deseo sexual desordenado constituya una de las mayores esclavitudes: el placer te llama a un placer mayor, interminablemente y sin capacidad de colmar.

 

Hace poco hablaba con jóvenes sobre esto, y acabábamos estando todos de acuerdo: una persona que es esclava de su deseo sexual es una persona fácilmente manipulable, le falta la libertad de actuar por un bien mayor, y la espera o la falta de placer sexual se le puede convertir en algo enormemente arduo.

 

El mito de la “receta mágica”

 

Flaco favor nos hacen cuando se nos vende la masturbación como una salida a nuestros problemas, como una receta mágica ante una mal trabajada compatibilidad sexual en el matrimonio. Ciertamente, podría ser una especie de liberación de tensiones en solitario, pero al mismo tiempo es el secreto para romper la intimidad conyugal.

 

El verdadero sentido del deseo

 

El deseo sexual tiene sentido, no porque lleve implícito un placer físico, sino porque es una llamada a la unión plena con otro. El deseo sexual esconde una promesa de felicidad verdadera: el sexo es parte de la entrega a otro.

 

Ahora bien, cuando convertimos ese placer en un fin en sí mismo, la realidad es que nos estamos incapacitando para entregar nuestra persona entera. Y, por lo tanto, nos estamos inhabilitando para amar en la verdad.

 

De ahí que sea tan importante educar nuestros impulsos, encauzarlos por el camino que nos lleva a ser más plenos, aunque ese camino no está exento de exigencia. ¿A quién no le cuesta nada de lo que hace cada día?

 

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En sí mismo, el placer sexual es maravilloso, ¡es querido por Dios! Si fuera malo, no tendría sentido que Dios lo hubiera creado. Justamente, el sentido que Él quiso fue que ese placer fuera un regalo, un don, un fruto de la entrega corporal, que está mostrando la entrega de la vida en el matrimonio.

 

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