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Día: abril 1, 2023

El amor verdadero es exigente

No sé si te ha pasado, pero cuando salimos con alguien y no nos llama de nuevo, ponemos mil pretextos por los cuales esa persona no nos busca o nos deja en visto. También justificamos cuando nuestra pareja no nos contesta en 3 días, porque seguramente tiene demasiadas ocupaciones, y nos sentimos mal por no sentirnos su prioridad y pedir tiempo de calidad. Quiero decirte que NO: no estás pidiendo mucho. De hecho, te estás conformando.

 

#1 El amor verdadero es exigente (Juan Pablo II)

 

El amor verdadero es exigente, y no en un sentido vano de exigir cosas del mundo que todos pueden conseguir. Es exigente en el sentido de que nos exige renunciar al egoísmo para salir de nosotros mismos y donarnos al otro. Eso implica trabajar por ser mejores para el otro en todos los aspectos. ¡Claroque eso implica esforzarte, sacar lo mejor de ti, pero, ¿qué sería de nosotros si el otro no nos impulsara a ser nuestra mejor versión?

 

#2 Tiempo

 

Cuando nos comprometemos verdaderamente con el otro para amarlo y buscar su bien, como todo lo que vale la pena, es necesario dedicarle tiempo. Por eso no, no estás pidiendo mucho al querer ser prioridad. Porque, si no se dan tiempo de pensar el uno en el otro y pasar tiempo juntos, se van a ir perdiendo cada uno en sus cosas y su egoísmo. Y sí…, hay veces en las que no se puede estar en contacto todo el tiempo o verse, pero es importante hacerle saber al otro de alguna manera que piensas en él. ¿O no tienes ni dos minutos en TODO el día para decirle a la persona que se supone que es más importante en tu vida que la quieres, que piensas en ella…?

 

#3 Servicio

 

Servir a los demás es de los llamados más bonitos que tenemos. Servir no significa ser débil o menos que el otro. Es reconocer que tenemos dones, y que de nada nos sirven si no los usamos para ponerlos al servicio de los demás. Sirviendo al otro es como entendemos que somos don, pero también como reconocemos el don del otro y lo recibimos. Y así sabemos que es digno de nuestra vida, de nuestra entrega. Cuando nos donamos, esa es la forma en la que, a través del otro, se nos revela el proyecto que Dios quiere en nuestra vida.

 

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Por lo tanto, no estás pidiendo mucho, no estás exigiendo mucho al querer ser su prioridad, al querer dedicarse tiempo. No te conformes, y apunta alto en el amor.

¿Qué tal la convivencia?

En un contexto de altos índices de divorcios y familias separadas, hoy es casi un paradigma pensar que se necesita convivir previamente para asegurar un matrimonio. Luego de un poco más de un mes de haberme casado, ¿qué puedo reflexionar acerca de la convivencia?

 

Lo positivo

 

Es increíble cómo cada día aprendes acerca de tu pareja: qué le gusta, qué no le gusta, cómo se siente querida, cómo se sienta agobiada, qué le desespera, qué le tranquiliza. Por más años que puedas haber tenido en la etapa de noviazgo —en nuestro caso, seis—, ahora cotidianamente descubres algo nuevo, y te encuentras en un proceso de volverte un experto de tu pareja. Resulta curioso y divertido a la vez.

 

Este aprendizaje va acompañado de experiencias nuevas, que quizás nunca imaginaste que te iban a agradar. Particularmente, yo antes podía quedarme hasta tarde terminando pendientes y sacrificando horas de sueño; hoy quiero terminar cualquier tarea a tiempo, para no perderme el momento de acostarnos juntos. Entre muchas otras cosas, la convivencia guarda su encanto. Y cada persona tendrá sus momentos favoritos.

 

Lo difícil

 

A pesar de sus lados positivos, convivir tiene retos que sólo conoces cuando te toca vivirlo. Se dice mucho que lo difícil se da cuando te sorprendes de las costumbres ocultas de tu pareja. Sin embargo, yo diría que lo más sorprendente son los propios comportamientos ocultos.

 

Por ejemplo, en una discusión, te puedes dar cuenta de que no eras tan paciente como pensabas; o puedes descubrir que descuidas algunas formas a la hora de hablar o de comunicar lo que te molesta. Como no hay nadie alrededor, es más probable que tu lado impulsivo, tu “Mr. Hyde” le gane al lado racional, a tu “Dr. Jeckyll”.

 

Es duro verse a uno mismo sin filtros, y notar tus propios defectos; sobre todo cuando tu pareja se vio afectada por ellos. Sin embargo, la peor tentación es echarle la culpa al otro antes de examinarse uno mismo.

 

* * *

 

Ante el paradigma de que es necesario convivir antes de casarse, ¿qué puedo responder yo, desde mi experiencia personal? El éxito de la relación no llega “probando” la convivencia. Si a mí me hubiesen evaluado antes de casarme, probablemente habría reprobado y nunca me hubiese casado. Además, ¡qué angustiante sería convivir, bajo la amenaza de que cualquier defecto mío podría terminar la relación!

 

A diferencia de esto, la ventaja del matrimonio es que la única opción es mirar hacia adelante en pareja. No hay puertas abiertas por las que uno de los dos puede huir ante cualquier molestia. Y créanme, habrá molestias.

 

Pero el éxito del matrimonio se da en la transformación diaria de uno mismo. En reconocer con humildad cada vez que nos equivocamos, en trabajar por combatir defectos, y poco a poco, conquistar virtudes entre los dos.

 

Considero que el matrimonio es como aquella universidad, aquella maestría, aquel trabajo soñado en el que todo el mundo sabe que te esperan momentos duros al principio, y que te van a exigir. Nadie postula a esos retos para “probar”, pensando en que va a fracasar. Más bien, la dificultad termina siendo una motivación para ponerse a la altura. A pesar de tus limitaciones o las de tu pareja, sabes que día a día se superarán por el simple hecho de haber puesto la vara alta.