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¿Por qué es importante educar a nuestros hijos sobre sexualidad?

La sexualidad es una parte esencial del ser humano, por tanto, es de suma importancia transmitir a nuestros hijos una educación sexual desde una perspectiva plena: incluyendo los aspectos biológicos, emocionales, psicológicos y espirituales. Guiándolos a tomar sus propias decisiones para vivir una sexualidad sana, orientada hacia el amor auténtico.

Muchos piensan que la educación sexual entre los cristianos es básicamente nula, o que se aborda como un gran misterio, lleno de tabúes, como algo sucio o pecaminoso que se prohíbe y de lo que no se debe hablar. Me atrevo a decir que incluso varios cristianos distraídos lo pensarán así. Por eso quiero aclarar que la visión cristiana de la sexualidad es la más completa, profunda, responsable, íntegra, científica y hermosa que hay. Y justo así deberíamos transmitirla a nuestros hijos

Si no lo haces tú, alguien más lo hará

Los padres de familia estamos en una competencia constante con los medios de comunicación, el internet, el gobierno y todo tipo de educadores que buscan adoctrinar a nuestros hijos en ideologías contrarias a los valores cristianos. Es vital que estemos formados en estos temas para guiar a nuestros hijos y ser capaces de resolver sus dudas en un ambiente de confianza y formación constante.

La educación sexual comienza en la primera infancia

No tenemos que esperar a que sean adolescentes para tener “la conversación” sobre sexualidad. Es un tema que se educa todos los días desde pequeños, comenzando por el respeto al propio cuerpo y de los demás, protegiendo su privacidad y guiando en su cuidado. Resolviendo sus dudas con respuestas acorde a su edad, como fuente segura y disponible de formación permanente.

La sociedad enfrenta desafíos constantes

La actualidad nos reta a estar preparados para abordar con nuestros hijos temas sensibles en el momento oportuno, como las preferencias y disforias diversas, las relaciones sin compromiso, el uso de la pornografía, las enfermedades de transmisión sexual, los métodos anticonceptivos y la prevención de abuso. Todo desde una óptica de valores, respeto y responsabilidad hacia la dignidad propia y de los otros.

La perspectiva cristiana es fundamental

La doctrina cristiana enfatiza la dignidad inherente de cada persona, promueve el respeto por el cuerpo y la integridad de cada individuo, evitando la cosificación y explotación de cualquier persona; lo que llevará a nuestros hijos a vivir una sexualidad coherente, plena y feliz.

El núcleo es al amor auténtico

La educación sexual que se imparte actualmente en la mayoría de instituciones educativas, se aborda más bien como simple genitalidad con cuestionables y no tan eficaces métodos de prevención de enfermedades y embarazos “no deseados”, dejando de lado las dimensiones más profundas de nuestro ser y la visión íntegra de la persona humana. Mientras que el enfoque cristiano se centra en vivir la sexualidad desde una comprensión completa de nuestro ser y en relación con los demás, abordando también la parte emocional, psicológica y espiritual, con un enfoque en el amor auténtico, el compromiso, la responsabilidad y la donación.

* * *

Educar a nuestros hijos, implica también guiarlos en la comprensión de su sexualidad; propiciando una comunicación abierta, en un ambiente de confianza y formación constante, para que nuestros hijos vivan su sexualidad de forma verdaderamente plena y feliz, según el plan de Dios.

Si quieres educar a tus hijos en sexualidad con visión cristiana y no sabes por dónde empezar, te recomiendo el libro “Abrazo de Amor”, de Rosario Laris; así como el curso de Teología del Cuerpo del Padre Daniel Torres Cox en Ama Fuerte.

El reto de la Humanae Vitae

Los días 19 y 20 de mayo de 2023 tuvo lugar en Roma el Congreso Humanae vitae: la audacia de una encíclica sobre la sexualidad y la procreación. El principal objetivo era meditar acerca del carácter antropológico y ético del documento escrito por el Papa San Pablo VI en 1968, así como de su significado y valor.

 

Fue un congreso internacional con participantes de todo el mundo, organizado por la Cátedra Jérôme Lejeune. Me siento agradecida por haber asistido, y por confirmar que las expectativas que dieron pie a este congreso tuvieron frutos por encima de lo esperado: Humanae vitae se hace vida en cada uno que desee acogerla.

 

Una respuesta a nuestras dudas

 

Para muchas personas esta encíclica, que habla sobre la regulación de la natalidad, puede ser un ladrillo moral difícil de digerir. Yo misma caí en esa tentación, hasta que la descubrí en su 50 aniversario, en 2018.

 

En ese año la leí entera, yo sola, por primera vez. Le conté a Pablo, mi marido, este descubrimiento, sorprendida de que nadie nos hubiera obligado a meditarla nunca, a tratar de vivirla a conciencia, seriamente.

 

Entonces teníamos 5 hijos y muchas dudas morales sobre paternidad responsable, anticoncepción, uso de los métodos naturales… Humanae vitae nos dio respuesta a todas ellas.

 

Un camino que no queremos dejar

 

Pero esta era una respuesta teórica. ¿Seríamos capaces de vivir en nuestro matrimonio eso que se nos proponía?

 

Nos pusimos a ello, con mucha fe. Y terminamos por darnos cuenta, poco a poco, de que ese anhelo tan profundo de felicidad en esta tierra se hacía real en nosotros.

 

No exento de lucha (más aún en un mundo que te sugiere lo contrario), se iba iluminando ante nosotros un camino. Un camino que ya no queremos dejar de andar.

 

Ya no nos planteamos volver atrás. Solo queremos seguir. Aunque nos cueste horrores, aunque tropecemos mil veces, aunque nos paremos por momentos: nuestro único deseo es seguir andando.

 

Una luz de la Iglesia para nuestras vidas familiares

 

Me consta que esta misma experiencia la han tenido otros matrimonios que, como el nuestro, han querido seguir la luz que la Iglesia Católica nos propone para vivir la sexualidad conyugal.

 

Es real que existe atracción al bien, a la verdad. De alguna manera, cuando Cristo dice «Sígueme», te dice que lo hagas con tu matrimonio por ese camino concreto.

 

Una compañía ante nuestras debilidades

 

También es real que el pecado y la tentación existen. Somos débiles. Pero no pasa nada, porque no vamos solos.

Necesitamos entender que no somos perfectos, para vivir con nuestra debilidad y pedir ayuda. Te caes y te levantas, te caes y te levantas…, pero sigues andando. Y, si necesitas un bastón, ¡lo pides!

 

***

 

La Humanae vitae necesita ser vivida de verdad en todo matrimonio. Como decía uno de los ponentes del congreso, se debe vivirla «sin edulcorarla», sin bajar el nivel moral… Porque entonces es cuando te estancas y te lo pierdes todo.

 

Y, al mismo tiempo, hacerla vida en nosotros permite que llegue a otros matrimonios. Así, todos podrán descubrir una belleza que el mundo de hoy nos esconde.

 

Para más consejos, podéis encontrarme en @evacorujo_letyourselves

La educación sexual de los hijos

Es una preocupación de todos los padres: ¿cuándo hay que empezar a explicar este tema?, ¿de qué modo, con qué palabras? La realidad es que desde que nacemos empezamos a formarnos, de forma directa o indirecta.

 

Desde pequeños

 

Desde pequeños tenemos que enseñarles a guardar su intimidad, respetar su espacio, etc. Para eso los padres debemos ser ejemplo. En nuestra opinión, no se puede ir de cualquier manera por la casa. Cuidar nuestra intimidad y, por ejemplo, no ir desnudos por casa, es un buen modo de empezar a enseñar.

 

Cuidar lo que decimos

 

Cuidado con los chistes en que se ironiza sobre el sexo o la relación varón-mujer. Los niños son esponjas, y nosotros, su referencia en este y otros temas. Cuando los varones se juntan y hablan con soltura sobre los “atributos” de ciertas mujeres, los hijos pueden asumir que esa es la relación varón-mujer. Y lo mismo cuando se juntan las mujeres y hacen esos tipos de comentarios sobre los hombres.

 

Hablar con normalidad y claridad

 

¿Nuestro concepto del sexo es limpio, algo morboso, o directamente sucio? No nos daría vergüenza explicar las relaciones sexuales matrimoniales si las viéramos verdaderamente limpias. Nos cuesta porque es lo habitual, pero no debería serlo. Si en nuestro matrimonio hablamos con normalidad y claridad de sexo, lo haremos con normalidad y claridad con nuestros hijos.

 

Todo por su nombre

 

Llamar a cada parte de los órganos sexuales por su nombre. Por ejemplo, no llamemos “colita” o “cosita” al pene. Al brazo se le llama “brazo”, y a la pierna, “pierna”. ¿Por qué, entonces, parece que llamar “pene” a esta parte es de mala educación?

 

En este tema hay mucho que hacer. En cierto modo, viene de culturas con poca formación, que desconocían sus nombres y le daban otro. Pero hoy tenemos suficiente educación y sabemos sus nombres: pene, vagina, testículos, clítoris, vulva… Es muy importante nombrarlos así, todo en su debido contexto, y sin chabacanería.

 

Un ejemplo que refleja esta importancia sería el lamentable caso de un abuso: ante una situación como esta, resulta fundamental que, para expresarse, los niños sepan explicar con claridad qué zona les han tocado, y lo que han sentido. Ellos solos sabrán explicarse, sin la traducción de la madre o del padre.

 

No caer en simplificaciones

 

Hay que inspirar en las cabezas de los niños grandes sueños, y no caer en simplificaciones que no consiguen colmar sus preguntas. Nosotros pensamos que conviene tener cuidado con el uso de metáforas a la hora de explicar cómo vienen los niños al mundo.

 

Si les explicamos a los niños no sé qué de una abejita y unas flores, o lo de la famosa cigüeña o tantas otras cosas, ellos —en su inocencia— se lo creen. Y pasar de “la abejita” a la realidad es muy complicado.

 

¡No digamos si se enteran fuera de casa, y se dan cuenta de que se les ha mentido, o de que no se les ha considerado capaces de entenderlo! De esta forma, un acto de amor maravilloso se convierte en algo oscuro, ya que “mis padres me lo ocultaron”. Se impide hablar con claridad de estos temas, y el resultado es que nuestros hijos no nos preguntarán, porque piensan que no sabremos contestarles, o directamente, que les vamos a mentir.

 

* * *

 

Hay muchísimo que decir acerca de este tema; estas solo son unas pequeñas notas. En el ámbito cristiano, vemos que en algunos casos esto no se habla con claridad. Tampoco se diferencia entre la afectividad, la sexualidad y la práctica del sexo. Están relacionadas, pero, en nuestra opinión, una buena educación sexual es aquella que consigue que los niños las diferencien perfectamente. Nos encontramos con jóvenes que meten muestras de afectividad en el ámbito del sexo, y que, por lo tanto, se equivocan con su orientación sexual. Creen que ciertos sentimientos que están en el ámbito de la afectividad entre los varones o entre las mujeres son deseos sexuales, cuando no lo son normalmente.

 

Vemos con alegría ciertos intentos de cambiar todo esto. Pero todavía encontramos también demasiada autocensura para no molestar, o “censura de los sensatos”. Nuestro libro Sexo para inconformistas busca facilitar hablar de sexo sin complejos. Vuestros comentarios privados dándonos las gracias nos animan a seguir por este camino.

Por qué el sexo en el matrimonio es superior a la masturbación

Últimamente siento que hablo de una forma políticamente muy incorrecta. Me consta que no soy la única a la que esto le supone cierto apuro, miedo de ser tachado de extremista o ser dejado de lado. La verdad es que eso nos debería dar igual, cuando lo que deseamos es enseñar un tesoro que “la sociedad” se empeña en esconder —por motivos varios; pienso en algunos demasiado antiguos: el desconocimiento, el dinero el poder…—.

 

Desde hace ya varios años vengo viendo una corriente cada vez más fuerte que lleva en su pancarta este lema: “Mastúrbate y verás qué bien”. Todo tipo de artilugios dirigidos a todo tipo de personas: casadas o solteras. Curiosamente, no he conocido hasta ahora a nadie a quien eso le haya hecho sentirse más feliz de verdad.

 

Esclavos del deseo

 

La masturbación en sí misma sirve para obtener un placer momentáneo. Y como todo lo que caracteriza a la búsqueda de placeres momentáneos, lo que se obtiene es una insatisfacción tremenda, y quizá un desconcierto al sentir un vacío posterior.

 

No podemos negar que el placer sexual es uno de los más fuertes que existen. De ahí que el deseo sexual no se deje educar tan fácilmente, de ahí que el deseo sexual desordenado constituya una de las mayores esclavitudes: el placer te llama a un placer mayor, interminablemente y sin capacidad de colmar.

 

Hace poco hablaba con jóvenes sobre esto, y acabábamos estando todos de acuerdo: una persona que es esclava de su deseo sexual es una persona fácilmente manipulable, le falta la libertad de actuar por un bien mayor, y la espera o la falta de placer sexual se le puede convertir en algo enormemente arduo.

 

El mito de la “receta mágica”

 

Flaco favor nos hacen cuando se nos vende la masturbación como una salida a nuestros problemas, como una receta mágica ante una mal trabajada compatibilidad sexual en el matrimonio. Ciertamente, podría ser una especie de liberación de tensiones en solitario, pero al mismo tiempo es el secreto para romper la intimidad conyugal.

 

El verdadero sentido del deseo

 

El deseo sexual tiene sentido, no porque lleve implícito un placer físico, sino porque es una llamada a la unión plena con otro. El deseo sexual esconde una promesa de felicidad verdadera: el sexo es parte de la entrega a otro.

 

Ahora bien, cuando convertimos ese placer en un fin en sí mismo, la realidad es que nos estamos incapacitando para entregar nuestra persona entera. Y, por lo tanto, nos estamos inhabilitando para amar en la verdad.

 

De ahí que sea tan importante educar nuestros impulsos, encauzarlos por el camino que nos lleva a ser más plenos, aunque ese camino no está exento de exigencia. ¿A quién no le cuesta nada de lo que hace cada día?

 

* * *

 

En sí mismo, el placer sexual es maravilloso, ¡es querido por Dios! Si fuera malo, no tendría sentido que Dios lo hubiera creado. Justamente, el sentido que Él quiso fue que ese placer fuera un regalo, un don, un fruto de la entrega corporal, que está mostrando la entrega de la vida en el matrimonio.

 

Si te ha gustado el artículo o deseas encontrar más información al respecto, puedes buscarme en Instagram: @evacorujo_letyourselves

¿Qué significa ser mujer?

Una mujer trans, ¿es una verdadera mujer? El término trans se refiere a “aquellas personas cuya identidad y expresión de género se diferencia de las que están típicamente asociadas con el sexo que les fue asignado al nacer.” De acuerdo con esto, una mujer trans sería alguien que biológicamente es hombre pero se identifica y expresa como mujer. Pero hay más.

 

La definición citada señala que el sexo no es algo que a uno le venga dado, sino algo que le es asignado. Con esto se da a entender que los marcadores biológicos con los que se asocia el sexo —cromosomas, genitales, estructura ósea, etcétera— no son determinantes al momento de definir la identidad sexual. Más aun, podrían generar confusión, pues harían que a uno le asignen una identidad que no se corresponde con la propia.

 

De estas consideraciones se desprende que no se nace mujer, sino que ser mujer depende enteramente de la propia elección. Así, una mujer trans sería tan mujer como una mujer cisgénero —mujer que se identifica con el sexo ‘que le fue asignado’ al nacer—. Sin embargo, ¿es consistente este planteo?

1. El significado de ser mujer

 

Si alguien que nace varón pero se percibe mujer puede ser considerado tan mujer como alguien que nace mujer, en última instancia, ser mujer es algo que depende del propio querer. Cualquiera puede ser mujer con el solo hecho de quererlo.

 

Bajo esta consideración, los tratamientos hormonales o las mutilaciones quirúrgicas se ordenan a que eso que uno afirma que es, se exprese mejor físicamente. Es decir, no es que un varón entra al quirófano siendo varón y sale de él siendo mujer. Ese varón sería mujer porque se siente mujer, y entra al quirófano para que su cuerpo se adecue a su sentir.

 

Si un varón puede ser mujer con sólo quererlo, entonces ‘mujer’ es un término vacío, y la feminidad carece de significación en sí misma, así como de valor. Si ser mujer depende del propio querer, en última instancia, el parámetro lo pone cada uno. No tiene sentido tratar de definir la feminidad, pues el querer es tan diverso como diversas son las personas. Siempre habrá alguien que sea mujer —porque así lo quiere— y no se ajuste a la definición propuesta.

 

2. El juego de la corrección política

 

Cuando se propone reflexionar en voz alta sobre estos temas, muchas veces se trata de censurar el debate apelando al drama de muchas personas que luchan por el reconocimiento de su identidad sexual. La expresión de estas ideas se toma a veces como un ataque directo hacia esas personas. Y es ataque porque hiere su sensibilidad. Por eso, no es ‘políticamente correcto’ plantear estos temas.

 

¿Qué es la corrección política? La corrección política implica que en el debate público se pongan los sentimientos por encima de la búsqueda de la verdad. La verdad es la adecuación entre el intelecto y la realidad; es decir, hay verdad cuando lo que uno piensa —y en consecuencia, dice— se corresponde con la realidad. La búsqueda de la verdad pone en el centro la realidad tal cual ella es.

 

Los sentimientos, en cambio, hacen que el acento del debate esté puesto en el sujeto. No importa cómo son las cosas; lo que importa es lo que uno siente, o cómo uno quiere que las cosas sean. En este escenario, no es posible un intercambio de ideas. Las ideas de cierto grupo simplemente se imponen, y con la excusa de no herir los sentimientos, se evita que puedan ser cuestionadas. Esto, en última instancia, anula toda posibilidad de reflexión.

 

3. Qué hace a una mujer ser tal

 

Darle contenido y valor a la feminidad implica reconocer que ser mujer es algo que viene dado. Es decir, se nace mujer, y eso no cambia. ¿Qué hace que alguien sea mujer? Aunque ser mujer no se limita a lo biológico, esto sin duda juega un rol importante. Los genes, los cromosomas, el sistema reproductivo, la estructura ósea, la estructura cerebral, todo esto es parte de lo que hace a una mujer ser tal. Pero hay más.

 

El cristianismo arroja luz sobre el misterio del ser humano enseñando que este es una unidad de cuerpo y alma. Esto nos permite afirmar que así como hay un cuerpo de mujer, se podría hablar también de un alma de mujer que forma una unidad con ese cuerpo. Y esto hace que la significación del ser mujer trascienda lo puramente biológico y se extienda a todos los ámbitos en los que se despliega el obrar del ser humano, incluyendo el espiritual.

 

Por eso la presencia de la mujer ilumina todos estos ámbitos de una manera particular. Enriquece la dimensión del estudio con su particular intuición. Humaniza el ámbito laboral con su especial preocupación por el ser humano concreto. Da color al ámbito del deporte con la gracia que sólo ella tiene. Hace que el hogar realmente se sienta como tal con esa calidez que le es propia.

 

4. Ser mujer y maternidad

 

Si bien son muchos los elementos que dan valor a la feminidad, uno que juega un papel importante es la maternidad. Es cierto que no toda mujer llegará a ser madre, y tampoco es necesario que una mujer ejerza una maternidad biológica para ser plenamente mujer. Sin embargo, vivir a plenitud la feminidad implica poner en acto aquellas potencialidades que disponen a una mujer a ser madre.

 

La maternidad implica que el cuerpo y el alma de una mujer estén preparados para albergar vida en su interior. Y no albergarla y nutrirla como si se tratara de un parásito, sino que la mujer es capaz de entablar un vínculo —aunque sin palabras ni conceptos— con ese hijo que se gesta en su vientre. Vínculo que se hará más fuerte con la lactancia, en la que la ausencia de palabras no será obstáculo para una profunda intimidad entre madre e hijo. La mujer, de su cuerpo y alma, da vida.

 

Esto le da a la mujer una disposición hacia la vida de la cual carece el varón. El corazón de una mujer, su alma, tiene una sensibilidad diferente respecto de la vida. Y vivir el ‘ser mujer’ implicará tomar conciencia de esa potencialidad y vivirla. Alguien que ve la maternidad solamente como una carga y la rechaza, deja de lado un rasgo que le da un tono propio a su feminidad. Y por más que una mujer no llegue a ser biológicamente madre, la plenitud de su feminidad pasará por abrazar las potencialidades que brotan de esa posibilidad de albergar vida en su interior.

 

***

 

El movimiento cultural dominante se dirige hacia un escenario en el cual la feminidad queda cada vez más despojada de contenido. Es importante reflexionar acerca de hacia dónde nos lleva ese movimiento y estar dispuestos a ir contracorriente cuando lo que corresponda hacerlo.

 

El P. Daniel Torres Cox dirige el equipo de Ama Fuerte. Lo encuentran en @daniel.torrec.

Consecuencias de la lujuria

Constantemente escuchamos que basta que algo sea placentero para que Dios lo prohíba. Entonces, ¿es malo el placer? ¿Cómo se le ocurre a Dios crear algo, para después prohibirlo?

 

Y hete aquí que este es el gran engaño: el placer no es malo en sí mismo; de hecho, si fuera malo, no deberíamos comer, dormir ni tener hijos. Pero los placeres están orientados a un fin. Si se come, se duerme o se tiene sexo exclusivamente por el placer que ello produce, entonces es cuando aparecen los problemas. En este artículo expondré las consecuencias físicas, psicológicas, espirituales y sociales de vivir una sexualidad desordenada, tal como nos la ofrece el mundo.

 

Consecuencias físicas

 
  • Enfermedades de transmisión sexual (ETS): sífilis, chancro, gonorrea, VIH, Clamidia, VPH, Herpes genital, hepatitis B, etc.; embarazos “no deseados” y, por tanto, abortos.

 
  • Consecuencias de la masturbación: adicción a la pornografía, eyaculación precoz, problemas nerviosos, temblores, alteraciones químicas en el cerebro que producen pérdida de memoria y de concentración, prostatitis (agrandamiento que impide orinar). En mujeres, problemas de memoria, rechazo sexual a su pareja, agotamiento físico y pérdida de vitalidad.

 
  • Consecuencias del sexo oral: ETS, cáncer de faringe, de amígdalas, de lengua, de boca, de cuello y cabeza.

 
  • Consecuencias del sexo anal: ETS, desgarros, lesiones y hemorragias.

 

Consecuencias psicológicas

 
  • Esclavitud: una sexualidad desordenada hace de la persona una esclava de sus hormonas, incapaz del dominio propio; la incapacita para la fidelidad y para establecer vínculos afectivos duraderos, es decir, para conformar una familia.

 
  • Incapacidad de tomar decisiones y ausencia de dominio propio: el cerebro límbico, (emocional) bloquea la corteza cerebral, nos impide tomar decisiones y razonar. Entonces, lo que guía las acciones es la emoción, y no la razón.

 
  • Depresión y suicidio: Uno de cada ocho adolescentes sexualmente activos sufre de depresión, y el suicidio ha llegado a convertirse en la tercera causa de muerte en los adolescentes.

 

Consecuencias sociales

 
  • Altos índices de divorcio: la pareja cree que el matrimonio será como en el noviazgo, pero se olvidan de que el matrimonio es particularmente convivencia, y no pueden convivir porque en el noviazgo no conocieron lo que debían conocer. Después de algún tiempo de matrimonio, ya no quieren saber de sexo entre ellos, porque ya están hastiados de lo experimentado en el noviazgo; desaparece la carne, y aparece la verdadera persona. Luego viene la desconfianza, porque si no se abstuvieron en el noviazgo, muy difícilmente se van a abstener cuando deban estar separados (“si se acostó conmigo tan rápido, se puede acostar con cualquiera igual de fácil”).

 
  • Aumento del madresolterismo: los niños de madres adolescentes son más propensos a nacer prematuramente y con un bajo peso, a sufrir de mala salud, a tener mal desempeño en la escuela, a huir de casa, e incluso a ser abusados o descuidados.

 
  • Aumento en los índices de aborto por embarazos no deseados: Esto se traduce en la creencia de que se vale acabar con la vida de otro ser humano que se interponga en los planes trazados.

 
  • Resquebrajamiento de la institución familiar: Con la división de las familias, miles de personas llegarán solas a su vejez, pues no fueron capaces de establecer correctamente su hogar ni de brindar una buena educación moral a sus hijos.

 
  • Grandes costos económicos para el Estado y una crisis social en el sector de la salud, por cuenta de las enfermedades de transmisión sexual.

 

Consecuencias espirituales

 

Cuando el hombre busca el placer por el placer mismo, se vuelve egoísta e incapaz de amar. Tiende a despersonalizar al otro. La impureza nos hace egoístas y agresivos, y el egoísmo incluso se puede disfrazar de amor para obtener lo que quiere de la otra persona. La relación se convierte en un egoísmo compartido por dos solitarios, por dos “mendigos” que buscan en el otro algo que pueda satisfacer de alguna manera su gran vacío interior, su gran vacío de amor.

 

* * *

 

“Pero si los dos estamos de acuerdo y nos amamos, ¿qué tiene de malo?”, podría preguntarse alguien. Es que, cuando la búsqueda del placer y del sexo entran en la relación antes de tiempo (o sea, antes del matrimonio), la relación se distorsiona. Las relaciones sexuales en el noviazgo pueden hacer que una pareja crea que son compatibles, cuando en realidad sólo lo son en la cama. Si el sexo es lo único que los une, su relación irá a pique.

 

El sexo tiene un poder unitivo muy fuerte, y cada persona con la que uno se acuesta nos va dejando sus residuos: nos queda un vínculo de carne, una atadura. Entonces, cada vez tenemos menos capacidad de amar.

 

Encuéntrame en Instagram como @psicoalexandraguzman

Claves para una educación para el amor

Nuestro querido Karol Wojtyla, quien sería luego el Papa Juan Pablo II, solía insistir sobre la necesidad de enseñar a los jóvenes a amar. Lo hacía con conocimiento de causa, ya que pasaba largas jornadas en las montañas de Polonia conversando con ellos. Él sabía con claridad que la principal preocupación que los aquejaba era el tema del amor. Seguramente esta fue una de las inspiraciones que tuvo para dedicar gran parte de su vida a escribir sobre el asunto del amor humano, tan trascendental y fundante en la vida del hombre. Fue un inmenso legado, un tesoro que este santo dejó a la Iglesia.

 

Varias décadas después, vemos cómo la inmensa mayoría de jóvenes desperdicia su vida en numerosas relaciones vacías, que sólo los predisponen a repetir la historia una y otra vez. Se trata de la incapacidad aprendida de amar, descripta en extenso por Zygmunt Bauman. ¿Qué fue lo que sucedió? ¿Acaso no estamos en el tiempo en que más se habla sobre “educación sexual”? La respuesta está en la perspectiva desde la cual se hable. Si lo hiciéramos considerando que educamos para el amor a lo largo de toda la vida y de modo trasversal a toda la persona, los resultados serían distintos. Aquí mencionamos algunos puntos a tener en cuenta acerca de una verdadera educación para el amor.

 

Debe ser integral

 

Cuando hablamos ya sea de educación sexual o de educación para el amor, tiene que ser desde una perspectiva integral. La persona es una integridad de varias dimensiones: corporal, mental, emocional, social, espiritual. Juan Pablo II bien decía que la sexualidad es constitutiva de la persona. Es decir: no es un elemento más de su cuerpo, sino que la conforma de modo transversal en todos sus aspectos. Es por este motivo que una verdadera educación sexual debe tener en cuenta todas las dimensiones. Si se llegara a descuidar alguna, sería incompleta e ineficiente.

 

Lo más habitual en la actualidad es que la instrucción sobre este tema se reduzca solamente a la dimensión genital, centrándose en lo que implica una relación sexual, en el placer y en los medios contraceptivos. Esta perspectiva tiene de fondo una idea errónea, basada en la sexualidad como sinónimo de genitalidad. También se ve al cuerpo como un instrumento para satisfacer los deseos de la persona y para obtener placer. Por este motivo, la sexualidad es entendida simplemente como algo que sirve para obtener gratificación física. En cambio, la educación desde la integralidad se fundamenta en la concepción del cuerpo como persona, es decir, el cuerpo es persona, no como algo que se posee. A su vez, la integralidad considera que la sexualidad es un don que reciben el varón y la mujer para amar al otro y donarle la vida.

 

Es educar la afectividad y la voluntad

 

Para poder amar, lo primero es poder identificar y comprender nuestra afectividad, lo que sucede con nuestros sentimientos. Puede parecer algo obvio que alguien sepa lo que siente, pero en lo concreto no es tan así. Las estadísticas y la realidad demuestran que hoy la mayoría de los niños y jóvenes tiene un analfabetismo afectivo sin precedentes. No saben qué sienten ni pueden expresarlo con palabras. Tampoco están entrenados para dar un cauce correcto a esos sentimientos. Simplemente sienten.

 

Los sentimientos tienen un papel importante en el amor, y por ello es necesario identificarlos y diferenciarlos entre sí. Esto sólo es posible cuando alguien anteriormente validó nuestros propios sentimientos. Además de trabajar la afectividad, es fundamental forjar una voluntad fuerte. Amar no consiste únicamente en tener sentimientos más o menos intensos. Es importante también trabajar los afectos para que Estos sean usados para amar, o sea, para buscar el bien del amado, y no para usar al otro, como explica Karol Wojtyła en Amor y Responsabilidad. Porque también puede suceder que utilicemos a alguien no sólo por su cuerpo, sino también por el bienestar emocional que nos proporciona.

 

Además, amar es una decisión que implica nuestra voluntad. Nosotros amamos porque decidimos hacerlo: lo sentimos, y decidimos encausar ese sentimiento en una actitud que vuelva nuestra acción perdurable en el tiempo. Educar la voluntad para amar es prepararnos para seguir amando incluso cuando el sentimiento se ausente. De este modo, nos libramos de ser como pequeñas hojas que van donde las lleva el viento de las emociones, para pasar a ser verdaderos capitanes de nuestro barco, que navega hacia un destino común.

 

Por otra parte, educar la voluntad conlleva también la perseverancia en las virtudes; entre ellas, en la castidad, sumamente importante para poder amar. La castidad nos posibilita ser capaces de orientar las fuerzas del amor hacia una verdadera donación total de uno mismo. Con una voluntad fuerte y con el auxilio de la Gracia, podemos orientar el impulso sexual hacia la entrega verdadera y hacia el amor. Sucede así porque, justamente, sabemos que el impulso sexual en la persona no es una fuerza instintiva que la determina en sus actos, sino que poseemos la libertad que nos dio Dios y la voluntad, para poder sobreponernos a ese impulso y llevarlo hacia el bien del amado.

 

Comienza con el nacimiento

 

Como nos recuerda Juan Pablo II en el punto 10 de Redemptor Hominis, el hombre permanece para sí mismo un ser incomprensible, si no se encuentra con el amor. En otras palabras, somos capaces de amar, en la medida en que hayamos recibido amor previamente. En este sentido, la familia se constituye como lugar primario en la experiencia del amor, siendo una verdadera cuna del amor. Este nace en la familia porque es el primer ámbito en el que la persona es amada por sí misma, al ser recibida gratuitamente como un don. Es amada sólo por el hecho de existir, y se la acoge en su particularidad.

 

Este acto primero de amor es fundamental para crear capacidad de donar amor a las demás personas. En la misión humanizadora de la persona, el amor es la piedra fundamental. El hijo es visto como don amoroso de Dios Padre, que merece ser acogido y amado en su particularidad, expresión del amor que Dios mismo le tiene. En su figura se ve, ante todo, a un hijo de Dios con una dignidad y libertad únicas e inviolables. Cuando los esposos tienen esta visión del hijo, la vida de este ya es amada y esperada, incluso antes de su concepción. El hijo es amado por sí mismo cuando su vida es acogida y respetada como un valor supremo más importante que las situaciones particulares y económicas, su sexo o su estado de salud. Cuando el amor por su vida es superior a todos los factores que la rodean, el hijo ya percibe desde dentro del vientre materno que es amado y valorado.

 

El primer acercamiento al amor se produce durante la vida intrauterina, cuando, como han demostrado estudios científicos, el bebé ya es capaz de percibir los gestos cariñosos que sus padres tienen hacia él. Apenas nace, hace experiencia viva del amor en el contacto permanente con su madre. Se siente especialmente amado cuando ella satisface continuamente sus necesidades de comunicación, contacto y alimentación.

 

Esto nos indica que la persona comienza a desarrollar su capacidad de amar en los primeros instantes de vida, al sentirse amado y acogido en brazos, mirado y nutrido con el calor y el afecto. A través de estas acciones fundamentales, el hijo comprende que su existencia es importante para alguien, que vale la pena vivir y que su vida tiene sentido.

 

Estas últimas son condiciones necesarias para desarrollar la capacidad de amar, porque le donan humanidad al hijo en todo su sentido, lo perfeccionan en su ser hombre, en su ser persona. Le hacen sentir que ha venido a un mundo en el cual puede confiar, en el cual va a ser atendido y tenido en cuenta. Qué importante es considerar a los bebés como personas, con una emocionalidad en pleno desarrollo, similar a una arcilla blanda en la cual cada acción dejará una huella imborrable.

 

Y en este sentido nos ilumina la frase de Michel Odent, defensor de los nacimientos fisiológicos, quien afirma que para cambiar el mundo hay que mejorar el modo en que llegamos a él. Comprender que el hijo recién nacido tiene necesidades primarias que van más allá del alimento y el vestido, como la necesidad de comunicación y de contacto afectuoso permanente con la madre, es el primer paso de la tarea humanizadora de los padres.

 

Y, a medida que el bebé crece, va experimentando el amor en familia y va siendo educado para este de diversos modos según las particularidades de cada etapa de la vida. A propósito Karol Wojtyła comenta, en su artículo Amor y responsabilidad: “La responsabilidad por la persona debe constituir un objeto particular de la educación familiar y social”, y añade que esta educación por la responsabilidad implica justamente una educación del amor. En el caso de la familia, la principal vía de formación de la persona continúa siendo el testimonio concreto del amor vivido en el hogar.

 

La educación a la afectividad es responsabilidad primera de los padres. ¿Cómo se da esto? Cuando se ayuda a los niños a comprender sus emociones y a regularlas con afecto y contención, cuando se los comprende y ayuda en sus fatigas cotidianas, cuando se los reconoce por logros y metas alcanzadas, que los llenan de orgullo, cuando se les enseña a ser respetuosos con los demás. Un niño que es amado y contenido va a ser un adulto centrado y con una vida afectiva sana. Si en la infancia hay carencia de afecto y de presencia de los padres, eso que falta se buscará de modo desesperado en cualquier cosa o en una relación enfermiza.

 

También es fundamental la presencia de límites: las reglas claras y respetadas, para que los pequeños comprendan desde una temprana edad que hay acciones que son buenas, y acciones que son malas y lastiman a los otros y a ellos mismos. Esto forja el carácter de los chicos y les ayuda a tener en el futuro una voluntad fuerte, que busque el bien verdadero.

 

Se basa en información veraz

 

Este punto puede resultar obvio, pero lamentablemente no lo es. Desde diversas organizaciones internacionales y desde los Estados se dicta actualmente una educación sexual sumamente reducida a lo genital y basada en información falsa y mentiras. Grandes ejemplos son la ideología de género y el aborto, que lograron imponerse como el nuevo credo posmodernista, defendido e impuesto por los grandes poderes, al cual nadie puede oponerse sin salir perjudicado.

 

Y ambos están basados en argumentos por completo falaces y contradictorios con la realidad de la naturaleza: el sexo de una persona es lo que indica su cuerpo, sostenido por el ADN que posee en cada una sus células, y el embrión o feto es indudablemente un ser humano. Se está adoctrinando a los niños y jóvenes con postulados irreales, que no tienen sustento real ni científico. Lo mismo sucede con el asunto de los anticonceptivos, los cuales son presentados como la mejor opción que debe estar siempre presente, omitiendo los datos ciertos sobre los enormes efectos negativos que tienen en la salud de la mujer y en la relación afectiva de los esposos.

 

¡Qué triste es saber que hoy en día, para la mayoría de los adolescentes, la principal fuente de información sobre sexualidad son las series de Netflix! Por este motivo, es necesario insistir en brindarle a los jóvenes datos certeros, reales y de calidad sobre este tema.

 

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Para concluir, remarcamos la responsabilidad que tiene la sociedad toda en la educación al amor de las nuevas generaciones. Asimismo, se trata de una responsabilidad y un derecho primordiales de las familias. Recordemos que, cuando educamos a una persona para amar en la verdad y en el bien, le estamos abriendo las puertas al horizonte de una vida buena, plena y feliz.

 

Para más información sobre estos temas, podés encontrarnos en Instagram: @centrosanjuanpablo2

4 consecuencias de la masturbación de las que nadie habla

La forma como vivimos nuestra sexualidad no solo implica la vivencia del placer sexual, sino que tiene un impacto directo en nuestra autopercepción y en las relaciones humanas interpersonales que vivimos con los demás. La sexualidad humana ha sido nocivamente reducida a su área biológica y genital, cuando en realidad, para hacer justicia a la grandeza de la sexualidad y la dignidad humanas, es fundamental promover su desarrollo en su conjunto, y en todos sus ámbitos. El ejercicio de la sexualidad se refiere a la manifestación de la persona humana —hombre y mujer— en el mundo, desde el ámbito psicológico y emocional, social, espiritual y biológico.

 

Cuando se reduce el fundamento de la sexual a la consecución indiscriminada de placer sexual, se violenta la propia sexualidad, con lo cual se impiden su correcto desarrollo y ejercicio. ¿El resultado? Personas profundamente frustradas en materia sexual, reduccionistas, inmediatistas, heridas e inmaduras, tanto afectiva como emocionalmente. Esta visión de la sexualidad se evidencia en la promoción constante de prácticas masturbatorias, pues se las vende como necesarias para el autoconocimiento, la satisfacción personal y hasta la salud. Sin embargo, aquí te presento cuatro consecuencias negativas de la masturbación, las que nadie habla:

 

#1 Tergiversa el propósito propio de la sexualidad humana de ser un don

 

Cuando se normaliza la idea de que podemos obtener placer sexual inmediato encerrados en nosotros mismos y sin la entrega comprometida a otra persona, el cuerpo, la mente, y el corazón se incapacitan, poco a poco, para vivir la vocación al amor expresado en la sexualidad. Una dinámica de placer que implica solo recibir una gratificación inmediata —y no abrirse a la reciprocidad de entregarnos en el sacrificio continuo que exige el verdadero amor— jamás nos llevará a la plenitud de las relaciones ni de la experiencia sexual.

 

#2 Convierte a la persona en objeto de placer

 

Requiere para su ejercicio que creemos mentalmente fantasías sexuales, en las cuales objetivizamos a otros como medios para el propio placer. Adicionalmente, y en la mayoría de los casos, nos lleva al consumo de pornografía para sostener el hábito masturbatorio, y esto nos degrada. En efecto, implica obtener gratificación sexual por medio de la mercantilización de mujeres, hombres y menores, como objetos que se venden para el placer.

 

#3 Afecta la visión que tenemos de nosotros mismos

 

La masturbación deforma la autoestima y el valor que se tiene de sí mismo, ya que convierte nuestro propio cuerpo en un objeto de estimulación, un medio para un fin, y no un fin en sí mismo. Así como sienta el terreno para normalizar interiormente el uso de otros, lo hace también para dejarnos usar por otros.

 

#4 A largo plazo, produce insatisfacción sexual

 

Bajo una falsa premisa de libertad, nos lleva a vivir la sexualidad de forma compulsiva, inmediatista e irreal. En ningún campo profesional o médico está claro dónde está el límite o el exceso de esta práctica: no sabemos realmente cuánto es “mucho”, ni cuándo se llega a la adicción. Las cantidades de dopamina producidas por el cerebro mediante las fantasías, imaginaciones y consumo de pornografía, son excesivas para poder llevar a la consecución del orgasmo. De esta manera, a largo plazo, la persona necesita cargas y estimulaciones cada vez más grandes, fuertes y constantes para alcanzar el disfrute sexual, lo que se traduce en una incapacidad de disfrutar relaciones sexuales reales, una profunda frustración sexual, y una incapacidad cada vez mayor de llegar al orgasmo; en muchas personas incluso culmina en problemas como eyaculación precoz o impotencia sexual. Resulta en personas egoístas en la vivencia del amor, e incapaces de compromisos serios, estables y fieles.

 

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La grandeza de nuestra sexualidad merece mucho más que instantes de placer egoísta. Merece mucho más que lo que ofrece la masturbación. Recuperar la plenitud del valor de nuestra sexualidad es posible, pero primero debemos ser sinceros con respecto a la realidad de las practicas más normalizadas y promovidas. Debemos vivir una sexualidad responsable.

 

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Sobre la atracción sexual

Muchas veces, cuando deseamos una vida de pureza y entrega a Dios, podemos llegar, sin quererlo, a rechazar los dones mismos de Dios. Podemos pensar que el deseo sexual, el placer y el sexo mismo son pecado y deben ser rechazados, ignorados o reprimidos. Nada más contrario al plan de Dios para el amor humano y para nuestra felicidad. Veamos por qué.

 

El impuso sexual es un don

 

El impulso sexual es verdaderamente un don de Dios para el ser humano. Está presente en nuestra realidad de hombres y mujeres, y es un signo de nuestra vocación al amor: el sentir atracción por otra persona me recuerda que estoy hecho para ser un verdadero don para otros, que estoy llamado a una entrega total. Y mi cuerpo lo experimenta como recordatorio constante de este llamado divino.

 

Sin embargo, no todos mis impulsos o deseos están llamados a ser obedecidos ciegamente, ya que, en el camino, se ven desviados y obstruidos por mis propias heridas y pecados. Así, sin correcto direccionamiento y purificación, ese impulso sexual que estaba llamado a ser un signo de entrega puede, en cambio, convertirse en un obstáculo para la entrega real y para el amor que anhela nuestro corazón.

 

Conocer y reconocer

 

Un consejo valioso respecto a los impulsos o instintos sexuales es evitar ignorarlos o rechazarlos. Esto no significa consentirlos o complacerlos, sino que debemos comprender su origen, entender su propósito, encauzar su fuerza y direccionarlos al amor: al bien del otro y a mi propio bien eterno.

 

Cuando experimentamos atracción sexual por alguien, es valioso poder reconocer en ella un signo de Dios, un recordatorio amoroso de que fuimos creados para amar, de que el amor humano se manifiesta también corporalmente, y de que nuestro ser entero está llamado a donarse, entregarse y ser un verdadero don.

 

Por eso, el reconocimiento de que es Dios quien está detrás de cada deseo profundo que experimentamos nos debe llevar a la gratitud. Gratitud por nuestra vocación al amor, por nuestro cuerpo y por estos constantes recordatorios de amor.

 

Pero es importante también reconocer que nuestros deseos no siempre están bien dirigidos. La lujuria, la cultura del descarte, la mercantilización de los cuerpos, la oferta y demanda constante de sexo, el impacto de la pornografía en las relaciones humanas y muchos otros factores personales y sociales hacen que la atracción sexual sea entendida como una justificación suficiente para entrar en una relación, para objetivizar a una persona, o para valorar a alguien como indicado para nosotros.

 

Cuando reconocemos nuestros deseos e impulsos podemos también conocernos a nosotros mismos, evaluar nuestras verdaderas intenciones frente a alguien e incluso prevenir ciertas reacciones y comportamientos en nosotros que no hacen bien a los demás o a nosotros mismos. Experimentar atracción sexual puede ser un medio de autoconocimiento y autoevaluación, y de hecho puede llegar a ser de enorme valor para nuestra vida afectiva y espiritual.

 

Es valiosa, pero no suficiente

 

La atracción sexual es importante y en muchos casos hace parte de esa etapa inicial de descubrimiento del otro: nos impulsa a entablar relaciones, a manifestar el gusto por conocer mas a alguien, y nos encamina hacia la construcción de una posible relación estable y fructífera. Sin embargo, la atracción sexual no es suficiente para entrar en una relación o para escoger a alguien. Muchas veces pensamos que la simple atracción basta para desear estar con alguien, para tener una compatibilidad única y una relación valiosa… pero no es así.

 

Una verdadera madurez emocional nos permite reconocer la importancia de la atracción, pero también nos capacita para ser prudentes y cautelosos a la hora de conocer a alguien más, de relacionarnos con otros y de construir relaciones verdaderamente estables fundamentadas en el amor.

 

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Es verdad que “todo don conlleva una gran responsabilidad”, y así como la atracción y el impulso sexual son dones divinos encaminados a la construcción del amor, requieren también una enorme responsabilidad para redireccionarlos hacia la verdad, el bien y el servicio, y no convertirlos en obstáculos para el amor, como excusas para usar a otros en la búsqueda equivocada del placer.

 

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