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¿Amistad con tu ex?

La amistad entre dos personas que han mantenido una relación amorosa es posible, pero resulta muy difícil mientras las heridas no han cicatrizado. Al finalizar la relación, probablemente quedar como amigos sea la intención, pero el contacto con un ex suele ser origen de sufrimiento. Por eso, por lo menos durante un tiempo, es preferible mantener una distancia. Y de hecho, hay muchas razones que desaconsejan una cercana amistad con tu ex.

 

Hay que aceptar la realidad y adaptarse a la nueva situación

El final de una relación sentimental es generalmente doloroso. Requiere de un proceso de duelo en el que se asimile la separación y se curen las heridas. Tras la ruptura, la vida de ambos puede cambiar muchísimo: planes, grupos de amigos comunes, sitios que frecuentabais, rutinas diarias… Y todos esos cambios necesitan ser asumidos con un periodo de aceptación y adaptación.

Si se mantiene la distancia tras la ruptura, queda claro que se ha producido esa separación, y aprendemos a aceptar las consecuencias. Por el contrario, mantener el contacto puede confundir sentimientos.

Tras la ruptura, uno queda más herido que el otro

Cuando la relación termina, aunque uno suele quedar más herido que otro, las dos partes pueden estar interesadas en continuar la relación. Esto puede ser por diferentes motivos:

  • Quien abandona prefiere mantener una buena relación con la persona a la que ha querido y por la que siente cariño.

  • La parte abandonada puede intentar mantener el vínculo con la esperanza de que, en algún momento, pueda resurgir el enamoramiento.

Fuente de conflictos

Si se mantiene una amistad demasiado cercana, la esperanza de recuperar la relación por alguna de las partes puede provocar conflictos, al comprobar que no va a suceder. Lo único que consigue esta cercanía es profundizar en el dolor.

Es necesario recuperar tu identidad

Cuando te separas de una persona, es necesario centrarte en tu situación, en tus necesidades, tus amistades, tu familia… y recuperar los planes que hacías, o planear los que vas a hacer a partir de ahora para cubrir todos los espacios vacíos. El contacto con esa persona hace que esta reconstrucción resulte imposible.

Manifestaciones de afecto que ahondan la herida

Cada tipo de amor tiene una manera de manifestarse, y de “amigos” no se tienen las mismas manifestaciones que “de novios”. Cuando se pasa a la amistad, se tiende a manifestar el cariño como se hacía antes (besos, abrazos, caricias). Esto incrementa las dudas: al que sigue enamorado le invita a pensar que el otro pueda sentir lo mismo, y el que no está enamorado empieza a pensar que quizá está así porque se ha equivocado al dejarlo. La atracción preexistente nos enreda en una aventura emocional y física que tiene nefastas consecuencias. Al intentar evitar al otro sufrir y manifestarle cariño de forma inadecuada, estás ahondando en la herida.

No es sano conservar la amistad con un ex cuando este contacto esclaviza

Puede esclavizarte cuando eres el que queda más dañado, por mantener la esperanza constante de recuperarlo. Pero este contacto también puede esclavizar a quien ha dejado la relación ¿Cómo? Cuando el que deja propone mantener la amistad, lo que pretende, generalmente, es no hacer daño a la persona con la que ha compartido esa relación. Pero podría ocurrir que, en cuanto muestre interés por otra persona, el/la ex boicotee sus nuevas inquietudes, con explosiones de celos, mensajes, llamadas, miradas… Esto suele acabar mal.

* * *

Por lo dicho, es necesario romper del todo: no tener detalles en fechas señaladas, ni contarle nuevas relaciones, ni invitarle a cenar… Todas estas actuaciones supondrán un recordatorio constante que atará a la persona a su pasado, dificultándole recomponer su vida. Tanto si se desea mantener una relación de amistad como si se decide retomar la sentimental, hay que esperar un plazo de tiempo prudencial separados para poder superar la ruptura, desintoxicándose de los vicios adquiridos. El tiempo todo lo cura, y después … ¡Dios dirá!

Pero, mientras tanto, recuerda: evita la frase “quedamos como amigos”.

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¿Cómo cultivar la amistad?

Soy colombiana, y para el colombiano es casi imposible pensar septiembre sin evocar el famoso juego de “amigo secreto” o las “endulzadas”, es un mes en el que se celebra el amor romántico, pero en el que también se forja el valor de las amistades. A mí me gusta decir que septiembre es el mes durante el cual se celebra el amor en la amistad.

 

El caso es que todos estos días he venido repensando lo que significa ser y tener amigos; muchas veces se nos olvida ese regalazo que Dios nos da, porque anhelamos experimentar otro tipo de relación, y omitimos disfrutar de la relación más genuina que existe: la de los amigos. Muchas veces me escriben preguntándome cómo es posible tener más amigos, y siempre se me viene a la mente la misma respuesta: para tener buenos amigos, hay que ser un buen amigo. Aquí te van mis consejos.

 

Sé muy auténtico

 

Ser genuino es la base más sólida para cualquier relación. Cuando te presentas tal y como eres ante las personas que te rodean, ellos notarán no solo tus luces, sino también tus sombras. Esto puede asustarte, pero las relaciones más sanas son justamente aquellas en las que tú puedes presentar tu mejor y tu peor versión.

 

Un buen amigo te ayudará a procurar siempre lo óptimo, y no se atemorizará si le presentas aquellas facetas tuyas en las que eres débil. ¿Qué deberás hacer a cambio? Amar a tus amigos de la misma manera, respetando profundamente sus decisiones, y ayudándoles con caridad a ser cada día más asertivos.

 

Sé proactivo

 

Cuando me escriben diciendo “mis amigos no me invitan a salir”, lo que se me ocurre de inmediato es “arma tú los planes”. En la vida ser proactivo: esto no sólo trae ventajas competitivas en el ambiente laboral, sino que, en general, ser proactivo en las amistades te ayudará a sostener vínculos en el tiempo.

 

Disfrutar un plan con un amigo es de lo mejorcito que tiene la vida, pero también es importante entender que tiempo de calidad a veces puede ser una videollamada o un lindo mensaje de texto, o un regalo sorpresa que envíes. El caso es que aquello que anhelamos es aquello por lo que debemos trabajar, y las amistades se deben cultivar. Con el tiempo, verás frutos abundantes.

 

Sé prudente

 

Creo que este último consejo es quizás el que a mí personalmente más me cuesta, porque por mi personalidad extrovertida suelo hacerle fiesta a cada detalle y situación particular de mi vida. Pero la experiencia me ha enseñado que no todas las personas son así, y que algunos prefieren ser más reservados con sus cosas. En la amistad, aprender a escuchar, hacer silencio, callar y elegir lo que le da gusto al otro es fundamental para hacerle sentir bien y amado.

 

Al ser prudente, no sólo demuestras que una persona te importa, sino que también evidencias amor, al custodiar el corazón de tus amigos. Que cada cosa que te confíen, sea negativa o positiva, sea un verdadero tesoro para ti.

 

* * *

 

Finalmente quiero cerrar con algo que me para mí ha sido ganador a la hora de darle valor a mis amistades: las rutinas. Puede sonar muy raro, pero tener espacios pactados con tus amigos, tener formas concretas de reservar espacios para ellos puede hacer que tu amistad crezca. Por ejemplo, tener una tarde a la semana reservada para ir a visitar cafés en la ciudad, cuidar que cada jueves puedas orar en el Santísimo con amigos, o cocinar una vez al mes una receta juntos…

 

Siempre le sacamos tiempo a lo que nos importa: que no se te acabe este año sin sacarle tiempo de calidad a esos regalos del cielo llamados “amigos”.

 

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Conflictos de las relaciones con derechos

Hoy en día, el compromiso resulta complicado en todas las facetas de la vida, y particularmente en el terreno amoroso. La «amistad con derechos» se ha convertido en la principal forma de relación afectivaentre hombres y mujeres.

 

La principal característica de una “relación de rollo”es mantener un contacto íntimo con alguien, sinnecesidad de comprometerse. En ella, dos personas quedan cuando quieren y tienen relaciones de tipo sexual, sin obligaciones posteriores. Es una relación en la que el principal vínculo es el sexual, y ese contacto tiene un abanico de posibilidades: desde unos cuantos besos hasta relaciones sexuales completas, y temporalmente puede durar una noche o prolongarse en el tiempo.

 

Factores que favorecen las relaciones de rollo

 

En una sociedad hedonista en la que el bienestar y el placer se asocia con felicidad, el contacto sexualse convierte en norma de conducta. Por este motivo,es muy frecuente que dos personas se conozcan, se atraigan y se líen. La pérdida generalizada del pudorfacilita este tipo de relaciones, al abrir la intimidad corporal a alguien con quien no se mantiene una intimidad espiritual.

 

La tecnología ha contribuido a generalizar este tipo de relaciones exprés. Con dar unos “likes” piensas que tienes un/a amig@, y con un poco más eres susceptible de mantener una relación “sentimental”. Además, se difunden ejemplos de conducta destructivos, que sirven de modelo a la sociedad, distorsionando la sensibilidad de los jóvenes.

 

El consumo excesivo de alcohol fomenta las relaciones sexuales esporádicas, pues desinhibe, disminuye el autocontrol o anula la voluntad, haciendo cosas que nunca se harían sin su influencia.

 

La exaltación de la sexualidad hace hombres y mujeres sientan que valen por su físico y por el deseo que son capaces de despertar en otra persona. Al no valorarse suficientemente, entregansexualidad para sentirse queridos, confundiendo placer con amor. A pesar del vacío que experimentan al sentir que no han recibido afecto tras la entrega corporal, siguen utilizando el mismo mecanismo para mendigar el amor que tanto desean.

 

Inconvenientes del sexo sin ataduras

Las relaciones de rollo se presentan como una necesidad placentera, sin consecuencias especiales en la persona, pero la realidad es que los inconvenientes de tener relaciones sin compromisosuperan las ventajas.

 

Es poco probable que las relaciones de los amigos con derecho a roce acaben en noviazgo. Si puede “liarse” contigo sin necesidad de compromiso, ¿por qué se iba a complicar la vida? La relación concluirá cuando alguno de los implicados encuentre otra persona que le produzca mayor gratificación.

 

En esta situación, tarde o temprano puede ocurrirque una de las personas quiera tener una relación estable, y la otra no. Sin embargo, la relación puede continuar como estaba, y cada una de las partes tendrá un motivo diferente. Quien se enamora puede aceptar continuar con estos contactos, y sin formalizar la relación, por temor a perder a la otra persona. Siente que es mejor tener eso que no tener nada. Pero alargar la relación de rollo ahonda la herida del que se ha enamorado: es necesario cortar. Por su parte, el que no tiene interés en formalizar la relación puede desear que continúen los contactos sexuales por el beneficio sexual que obtiene.

 

Cuando se avanza en el campo sexual, es fácil focalizar la relación en lo puramente carnal, no en la totalidad de la persona, y así el otro puede convertirse en objeto de placer sexual. Ese bienestar puede impedir experimentar la necesidad de desarrollar la intimidad emocional.

 

Las relaciones entre amigos con derecho a roce no son tan sencillas y libres como se predica. Existe una serie de reglas de comportamiento que hay que dejar bien definidas desde el principio, pues de otro modo surgirán malentendidos: habrá que decidir si podéis tener relaciones con otras personas, si tenéis la obligación de contaros vuestras “aventuras amorosas”, si os tenéis que llamar o si podéis comunicar a los demás vuestra relación, o se mantiene en secreto.

 

Es fácil y frecuente caer en una relación de rollo con una persona con la que se ha tenido anteriormente una relación sentimental, pues ya se han vivido esas manifestaciones de afecto. Puedes sentir que todavía le quieres, porque le echas de menos o porque tienes la ilusión de que todo cambie algún día. Pero frecuentemente los resultados no son positivos, pues vuelven a aparecer los patrones de conducta que llevaron a romper.

 

Superar la amistad con derechos 

Si pretendes algo serio, no vayas de rollo. Para que las relaciones amorosas evolucionen correctamente,hay que profundizar en el conocimiento del otro.Para esto es fundamental el periodo de conquista. En este proceso se comprobará si los sentimientos iniciales son suficientes para fundamentar una relación que vaya más allá de la amistad. Para esto se requiere compartir muchos momentos juntos y grandes dosis de conversación que aumentan el conocimiento mutuo.

 

Si estás en una relación de rollo, hay que hablar y demostrar qué es lo que esperas de la relación. Si no lo haces, la otra persona pensará que estás conforme. En el caso de que conteste que le gustas pero que no quiere tener una relación contigo, tienes que asumir el rechazo y retirarte. No llamar ni escribir, no mirar sus redes sociales, ni buscarle; no presionar. Hay que dejar que te eche de menos. Así comprobarás si vuelve a buscarte o si por el contrario, le va bien el olvido.

 

***

 

Es frecuente que, cuando decidimos firmemente alejarnos, la otra persona insista en mantener el contacto para no perder el acceso a esa relación esporádica y sin compromiso. Quedas, te lías y vuelve a desaparecer… Es quien mejor conoce tus debilidades, y sabe cómo manipularte. Confía ciegamente en que al final vas a ceder.

 

Por ello, hay que aprender a decir “no” con rotundidad. De otro modo, se interpretará que solo queda insistir un poco más. Volver a reincidir se convierte en una esclavitud. El vacío que deja es todavía mayor.

 

Entonces, cuando te digan: “me gustas y quiero estar contigo, pero antes es mejor que estemos de rollo para conocernos y ‘si eso’, entonces salimos”…¿¿¿SI ESO??? ¡Aléjate! Necesitamos gente comprometida; y, en asuntos del corazón, con más razón.

 

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¿Es amor o amistad?

Uno de los problemas más habituales en las relaciones es la confusión entre el amor y la amistad. El amor es un sentimiento que puede crecer de forma gradual a partir de la amistad. En muchos casos, no es recíproco y, mientras uno se ha enamorado, el otro siente un amor de amistad. Por ello, sus expectativas van a ser también diferentes.

Puede no resultar fácil diferenciar cuándo lo que se siente es amistad, y cuándo se trata de un sentimiento de amor romántico. En muchos casos, se trata del amor que es propio de la amistad, y nada más. Y puede ocurrir también que exista atracción física, pero que no haya intención de formalizar una relación amorosa. En cualquier caso, la frontera entre la amistad y el amor es muy fina y fácil de traspasar.

Señales que te delatan

Hay señales que te permiten darte cuenta de que podrías estar enamorándote de un amigo. Tal vez echas al otro de menos cuando no está, o sientes que estás pensando constantemente en él, y te sabe a poco el tiempo que compartes. También te delatan la necesidad de mayor intimidad e insatisfacción afectiva ante el deseo de querer más de lo que tienes, la aparición del deseo físico, el sentimiento de celos al verlo con alguien más, o el dolor cuando te cuenta sus historias amorosas.

La regla de la “doble P”

Cuando te enamoras de un amigo, tus sentimientos han cambiado. Es necesario estar muy seguro antes de manifestar lo que se siente, porque existe el peligro de que la falta de correspondencia suponga el final del amor y de la amistad. Antes de tomar ningún tipo de iniciativa te propongo la regla de la “doble P”: prudencia y paciencia.

Necesitas prudencia a la hora de manifestar tus sentimientos, pues esas emociones pueden cambiar… y te arrepentirás de haberlas hecho explícitas. El enamoramiento es un sentimiento involuntario y, como todo sentimiento, oscilante; puede aparecer y desaparecer a lo largo del tiempo. Mientras tanto, es necesario y prudente mantener la amistad. A la hora de tomar la iniciativa de manifestar nuestros sentimientos, el riesgo de perder la amistad es el principal freno.

Paciencia. Hay que saber esperar, y no precipitarte a la hora de comunicar tus sentimientos. Esperar tiene que ver con los tiempos, y, en el amor, los tiempos no los marcas tú: están también el otro y sus circunstancias. El tiempo que el otro necesita para madurar sus sentimientos, y la situación, el contexto en el que se encuentra. El amor necesita madurar; cuando haya madurado, se sabrá el resultado.

Y ahora, ¿qué pasará?

No puedo prever ni exigir cuál será la reacción de la otra persona. Puede no sentir lo mismo, y que a partir de ahora le resulte muy difícil tratar contigo. Puede que, al enterarse, te transmita su no correspondencia, pero que sea capaz de seguir tratando contigo con normalidad —¡y esto ahonda la herida!—. Puede que no sintiera nada, y que ahora, al enterarse, se sienta forzada a probar. Pero también podría ser, que, en el mejor de los casos, exista correspondencia y se inicie una bonita relación. ¡Todo es posible!

* * *

La amistad previa es una ventaja en la relación, ya que se parte de un buen conocimiento mutuo, pilar sólido para una relación amorosa. Cultivar la amistad puede hacer surgir la atracción física y el enamoramiento, y plantearse así una relación como pareja. Para no confundir la amistad con el amor, no olvides la regla de La doble P: Prudencia y Paciencia. ¡Funciona!

 

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¿Tienes amigos verdaderos?

“Quien ha encontrado un amigo, ha encontrado un tesoro”, dice el libro del Eclesiástico (Eclo 6, 14). Y los tesoros no son fáciles de encontrar: son demasiado valiosos… Es cierto, nadie quiere estar solo: desde pequeños, todos deseamos un amigo, todos tenemos este deseo de ser amados y aceptados por alguien. Sin embargo, la palabra “amistad” se ha desvirtuado tanto que ya pocos sabemos qué es tener verdaderamente un amigo. Pocos hemos tenido una experiencia de amistad duradera y verdadera. Pensamos que la amistad es solo ser compatibles, pasarla bien, que la otra persona me genere algún tipo de utilidad, entre otras.

 

Y pocas veces nos planteamos el hecho de que, para hablar verdaderamente de amistad, debemos saber que la amistad en su más alto grado significa “elegir al otro por quien es en sí mismo, no por lo que me da: elegirlo de manera incondicional”. Se trata de algo muy propio y muy grande del ser humano. Solo el ser humano es capaz de darse en gratuidad por la amistad. Esta es una capacidad que no debemos perder.

 

Entonces, ¿por qué se ha vuelto tan difícil encontrar amigos verdaderos? En este artículo reflexionaremos acerca de cuatro cosas que hacen imposible que una amistad verdadera florezca.

 
 

El utilitarismo

 

Este se da cuando somos amigos de alguien en tanto que esta persona me es útil para algo. Por ejemplo, cuando decimos “oy su amigo porque es inteligente y me puede ayudar a estudiar y pasar los exámenes”.

 

Pero nadie quiere ser amado así, sino por quién es profundamente… ¿Quién quiere ser amado sólo porque le es útil a alguien? Exacto: nadie. Hay un irrespeto muy grande a la persona cuando hacemos esto.

 

Las cosas son usadas por su utilidad; las personas, no… Las personas son mucho más que su utilidad o sus cualidades útiles, y es necesario descubrir esto para que una amistad florezca. De lo contrario, cuando se acabe aquello que me es útil, también se acabará la amistad, y entonces podremos saber que nunca existió realmente.

 

De hecho, estamos tan acostumbrados a tener amigos por algún interés que, si alguien hace algo bueno por nosotros, pensamos que seguro nos los cobrará en algún momento… Hemos perdido el sentido de incondicionalidad que tiene el amor de amistad.

 

Hemos “virtualizado” la amistad

 

Pensamos que conocemos a alguien porque vemos sus redes sociales todo el día, o porque platicamos por WhatsApp hasta quedarnos dormidos. Pero el mundo virtual es virtual: no hay nada como pasar tiempo con alguien en la realidad para conocerlo profundamente. El mundo virtual no puede sustituir a las relaciones reales, simplemente porque la amistad demanda presencia real para poder florecer.

De lo contario, fácilmente amaremos una “idea” que nos hemos construido en la cabeza de la persona, o que la persona construye en el mundo virtual; y no a la persona tal cual es en la realidad. Es decir: a través de experiencias reales, en situaciones reales y hasta en discusiones reales. Ahora hay “amigos” que se la pasan hablando todo el día virtualmente, pero que cuando se ven no saben ni de qué hablar. Como si no se conocieran… Y ocurre que en verdad no se conocen.

 

Primacía del placer

 

Somos amigos porque la pasamos bien, porque nos tomamos unos tragos y nos vamos de fiesta. Somos amigos de alguien por el placer que esta persona nos causa.

 

Otra vez: en este caso, la amistad también basa en mí y en lo que siento, mas no en la otra persona por quién es. Pero el momento en que esta persona ya no me produzca este placer, la “amistad” acabará, porque aquello en lo que estaba fundamentada se terminó.

 

Si en algún momento la otra persona me genera alguna incomodidad, si ya no me es tan placentero estar con ella, la amistad se acaba. Esto no es lo propio de la amistad, que busca siempre permanecer a pesar de las dificultades.

 

Primacía del yo

 

Se trata del egoísmo: todo es para mí, y todo gira a mi alrededor… En mis relaciones con los demás, a quien busco es a mí mismo. ¿Cómo puedo construir amistades, si no salgo de mí, si no busco saber quién es profundamente esta persona a quien llamo mi amigo?

 

El amigo es una realidad distinta a mí, mientras que el egoísmo me encierra en una burbuja imaginaria en la que veo todo con los ojos puestos en mí mismo. En esos casos, me privo de encontrar toda la riqueza que hay fuera de nosotros, en especial, en los demás.

 

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Después de estas reflexiones, plantéate cómo están tus amistades. Cuando tú tienes en claro esto, pronto los demás también lo entenderán, y muchas veces también podrá nacer en el otro el deseo de ser recíproco a esta amistad incondicional que brindamos. Toma en cuenta que hacer verdaderos amigos toma tiempo y mucha presencia. Pero vale la pena cultivar amistades que sean gratuitas, duraderas, fieles, sinceras y sobre todo, verdaderas.

 

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El amor es un regalo

Difícil dar en el clavo

 

Más comúnmente de lo que desearíamos, terminamos regalando o recibiendo algo que definitivamente NO NOS GUSTA. Un sweater de un color que no nos agrada, una blusa de una talla que no nos queda, un pastel o un dulce al que incluso somos alérgicos.

 

Con los regalos siempre llega este momento entre emocionante e incómodo: Extendemos las manos con ese detalle y fruncimos el rostro con la esperanza de “haberle atinado” a lo que esa persona quería y todavía le preguntamos dubitantes: “¿Te gustó?”. ¡Ah! Y ni se diga de cuando nos toca recibir: Abrimos expectantes la envoltura y llegamos incluso al extremo de fingir que nos agradó el contenido aun cuando no entendemos la razón del por qué alguien nos regalaría semejante cosa.

 
 

También en el amor

 

Con el amor nos pasa algo muy parecido: más a menudo de lo que pensamos sucede que una persona ama a otra con todo su corazón, pero la otra persona NO SE SIENTE AMADA. Hijos que no sienten el amor de sus padres, parejas concluyendo que su contraparte ya no los ama, amigos y amigas, que no sienten el cariño del otro. Y lo peor del caso es que esos padres, parejas y amigos se desviven genuinamente de amor por ese que dice no sentirse amado. ¿Cuál es el problema, entonces, con el regalo del amor?

 

El tema es que de chicos a muchos nos enseñaron que, si de dar un buen regalo se trataba, era necesario elegirlo pensando precisamente en algo que nos gustaría que nos regalaran a nosotros. He aquí el problema: en nombre de esta filosofía hemos hecho los peores regalos, precisamente, porque los hacemos pensando en nosotros mismos y no en la otra persona. Con el amor NO puede sucedernos así.

 
 

Distintos lenguajes

 

La peor forma de amar a alguien es amar a alguien a mi manera, porque el amor no se trata de mí, el amor se trata de la otra persona. No en vano Gary Chapman nos insiste una y otra vez en que descubramos cuál es nuestro lenguaje del amor y cuál el de la persona que amamos, proponiéndonos 5 expresiones concretas del amor: palabras de afecto, actos de servicio, tiempo de calidad, regalos y contacto físico. Y es que hay tanto analfabetismo afectivo que luego encontramos a tantos “diciéndole” a sus seres queridos que los aman, pero “diciéndolo” en un lenguaje ajeno al que entienden: es como si le dijéramos “Je t’aime” a todas horas a alguien que en su vida ha entendido el francés.

 

No hay duda de que el amor es un regalo, sí, pero que como repetía San Juan Bosco constantemente: “No basta con amar, es necesario que se sepan amados”. Hoy preguntémonos justo eso: ¿Cómo me estoy asegurando que los otros se sienten amados por mí? ¿Qué tipo de regalo estoy dándole a los demás? ¿Estoy amando con todo mi cuerpo, mi alma, mi espíritu? ¿Qué tan creativo soy en mis expresiones de amor?

 

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Con el amor no podemos jugar a “adivinar o atinarle” a lo que el otro quiere; debemos asegurarnos de ir a preguntarles qué necesitan y qué les ayuda a saberse amados por nosotros. Con el amor no podemos partir de la premisa de “como a mí me gusta” sino del “como el otro quiere ser amado”. Con el amor no le podemos dejar las cosas a la “buena suerte” ya que no existen los llamados “afortunados en el amor”, porque amar es decidir entregarte, y esa, es la mayor fortuna.

 

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Tips para identificar un noviazgo saludable

(¡Alerta! En estos tips encontrarás muchas banderitas verdes). Se ha puesto muy de moda el hecho de alertarnos de las banderas rojas, de comentarios del tipo “amiga, sal de ahí”, “amigo, ahí no es”. Pero de lo que muy poco nos alertan es cómo aprender a identificar un noviazgo bueno, un noviazgo saludable, uno que nos suma y que no nos arrastra, de esos que te traen paz al corazón y a la vida.

Porque no todo noviazgo son banderas rojas: hay necesariamente otro que es saludable, que me hace feliz. Hay de aquellos noviazgos que no hacen daño, pero con los cuales no nos identificamos ni somos realmente libres de ser quienes somos con nuestra realidad.

 

Por ello, cada día es bueno preguntarnos: ¿Qué es lo que debemos esperar cuando queremos involucrarnos en una relación con otra persona? ¿Qué queremos vivir con ellos? ¿Cómo queremos ser cuando estamos con nuestra pareja? ¿Libres y felices? ¿O solo pretender llenar vacíos?

 

¿Te lo preguntaste alguna vez? Es importante comprender lo que es un noviazgo saludable, y hoy te daremos algunos tips que nos sirvieron a nosotros para descubrirlo, identificarlo y saber diferenciarlo.

 

# Respetar los derechos y autonomía del otro

 

Sobre todo, reconocer que el noviazgo aún no es un matrimonio, y que, por tanto, los derechos de ambos van muy por separado. Aún no son “una sola carne”, aún tienen derechos particulares como hijos y como hermanos en sus propias familias. Se deben a sus parejas, sí; pero no en la misma intensidad que en el matrimonio. Nuestra pareja nos debe respeto, pero no nos pertenece.

 

# Compatibilizar diferencias

 

Hay que saber agachar la cabeza, en el sentido de saber ceder cuando es necesario, para evitar agrandar el problema. La interpretación, según perspectivas, puede ser distinta para ambos, y marca muchas veces un hito de problema. Saber decir “perdón”, “no quise hacerte sentir así”, y “no fue mi intención” es mucho mejor que intentar tener siempre la razón. Pregunta y conversa si algo más no quedó claro. Comunica, no supongas.

 

# Reciprocidad

 

No esperar a que todos los días ambos se encuentren al cien por ciento. Hay días en los que nuestra pareja o nosotros mismos solo podremos dar un ochenta por ciento, y está bien, porque no todos los días se viven de la misma manera. La reciprocidad se trata de eso: más que saber dar la mano, es donar el corazón para entender y atender.

 

# Empatía

 

Es necesario conocer de nuestra pareja no solo sus virtudes y victorias, sino sus debilidades, fracasos e inseguridades. Y, conociendo su historia, ser capaz de ponerme en su lugar, con humildad y mucha paciencia.

 

# Promover el desarrollo personal, espiritual y profesional de ambos

 

El amor no es estático, siempre crece. Y, por amor, es necesario buscar lo mismo en nuestra pareja: que crezca en todo su sentido, jamás estancándola, si no animándola a ir a por más. De forma personal, ayúdalo a estar en paz consigo mismo; en lo espiritual, ámalo al punto de querer su santidad; en lo profesional, aliéntalo a alcanzar sus metas.

 

# Propósito de enmienda y mejora

 

No basta con discutir, arrepentirse y perdonarse; es necesario buscar la mejora de la relación. ¿Qué hemos aprendido de la discusión?, ¿cómo podemos solucionarlo para que no vuelva a suceder?, ¿qué hacer si vuelve a suceder?, ¿cómo nos hemos sentido con lo que pasó? Cada una de esas preguntas nos servirá para mejorar en pos de nuestra relación y su futuro.

 

# Distinguir la preocupación sana de la obsesiva

 

Sí: todos queremos saber cómo está nuestra pareja, y quisiéramos saber lo que hace 24/7; pero hay que buscar un punto en el que esto no nos consuma. Que nos preocupe su bienestar, no con quién está.

 

# Un amor que te elija todos los días

 

Todas las parejas son distintas y tienen sus diferencias. Pero es realmente saludable cuando, a pesar de esas diferencias, prevalece la decisión de amar hasta el extremo todos los días.

 

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Realmente, es muy importante que, desde la época del noviazgo, sepamos construir un vínculo sano, basado en el respeto y en la entrega recíproca, lejos del egoísmo y de los malos tratos. Estos han sido algunos tips que nosotros hemos descubierto y seguimos descubriendo en nuestra etapa de enamoramiento. Porque de eso se trata el amor: de construir, vivir y servir. Y, sobre todo, de aprender a alejarnos de lo que nos roba la paz. ¡Un noviazgo saludable se construye con personas saludables, empieza por ti!

 

Para conocernos más, puedes buscarnos en Instagram: @compisdeus

¿En qué se parecen la santidad y el amor?

Cuando era chica, muchas veces acompañaba a mi papá a la parroquia, pues él dirigía allí un grupo de oración y lectura de la Biblia. Había estado mucho tiempo alejado de la fe, y su reciente conversión le daba un impulso admirable para involucrarse con amor, convicción y entereza en todas las actividades. No recuerdo exactamente cuántos años tenía yo, quizás unos seis. A pesar de que a veces las típicas señoras de parroquia —público habitual de los encuentros— me resultaban cansadoras, debo decir que gustaba ir. Me intrigaban los textos bíblicos que papá leía, y me gustaba intuir que, en parte, cuando explicaba algo, lo estaba explicando para mí. También guardo con cariñosa imprecisión el recuerdo —¿lo habré, quizás, inventado?— de ver cómo mi papá prendía una vela, en un momento que de pronto se volvía mágico.

 

Pero si hay algo que nunca voy a olvidar son las canciones que allí se cantaban. La voz de papá las entonaba cono si cada nota y cada respiración fueran olas de un mismo mar, de un mar de brillos y de sal que refrescaba con pasión el ritmo algo aletargado del encuentro. Con la cara transformada en un gesto de profundidad, papá iba guiando las voces de aquellas señoras —a veces temblorosas o desentonadas— con la verdadera actitud del pastor que guía a sus ovejas: con humildad y seguridad. Con la certeza de que esos cantos eran el mejor lenguaje, sino el único, que nos permitía hablar con Dios. Uno siempre me llamó la atención: esa canción que, basada en la “Oración simple” atribuida a San Francisco de Asís, rezaba “Hazme un instrumento de tu paz”.

 

* * *

 

Algo en la oración no me convencía

 

Si bien no es este el texto exacto que se canta en la canción —la cual es muy probable que ustedes conozcan—, quiero transcribir aquí la oración. Debo aclarar que, como constatarán con una simple búsqueda en Internet, no se trata de una oración escrita por San Francisco, sino que su origen se estima a principios del siglo XX, y la atribución al santo se debió a un error, y al indudable hecho de que el texto se vincula claramente con su espiritualidad. Veamos, entonces, este hermoso texto, que los invito a rezar:

 

Señor, haz de mí un instrumento de tu paz:

donde haya odio, ponga yo amor,

donde haya ofensa, ponga yo perdón,

donde haya discordia, ponga yo unión,

donde haya error, ponga yo verdad,

donde haya duda, ponga yo la fe,

donde haya desesperación, ponga yo esperanza,

donde haya tinieblas, ponga yo luz,

donde haya tristeza, ponga yo alegría.

 

Oh Maestro, que no busque yo tanto

ser consolado como consolar,

ser comprendido como comprender,

ser amado como amar.

 

Porque dando se recibe,

olvidando se encuentra,

perdonando se es perdonado,

y muriendo se resucita a la vida.

 

Bien. Hasta aquí, todo muy bonito. Pero a mi yo de seis años había en esta oración algo que no cerraba. ¿Por qué pedimos a Dios “nunca buscar ser consolado como consolar, / ser comprendido como comprender, / ser amado como amar”? Sentía un infantil rechazo por esa idea, pues en mi sensibilidad, me gustaba recurrir a quien me consolara, comprendiera y amara. Mis papás me habían enseñado, con razón, que ante el mandamiento de “amar al prójimo como a uno mismo”, era importante amarse a uno mismo, como base para poder amar a los demás. ¿Qué pasaba, entonces, con lo que se pide en esta oración?

 

El hacer de Dios

 

Ya de grande, me fui dando cuenta de algunas cosas que pueden contribuir a responder a la pregunta de mi pequeña yo. Noto que, quizás por todo lo que implica la paz a nivel social, es posible que le prestemos demasiada atención, a simple vista, a aquello de lo que habla el texto en términos del “hacer”, en términos de la respuesta de uno, que se pone al servicio de los demás.

 

Sin embargo, hace poco reparé en algo fundamental: el primer “hacer”, ese que se le pide a Dios —que da inicio a la oración y, por lo tanto, es el origen de todo— es el “hacer” de Dios. “Haz de mí un instrumento de tu paz”, le pedimos a Dios, y con ello, en definitiva, le estamos pidiendo que nos vuelva a crear. Con ese hace de Dios sobre nuestras almas, todo podemos ser, todo podemos cambiar. Vista de este modo, la oración se enriquece aún más, pues la dimensión espiritual cobra una impronta mayor, y se transforma en la fuente serena de la que manará el hacer del hombre para con los demás.

 

La Cruz, modelo de amor

 

En definitiva, sin la reflexión anterior, nos quedamos cortos a la hora de rezar con estas bellas palabras. En este sentido, el remate de la oración lo dice todo: “Muriendo se resucita a la vida”. Pedirle a Dios que nos permita buscar el consuelo antes para nuestros hermanos que para nosotros no es más que aceptar la parte que nos toca en la tarea salvífica de Cristo. Es morir al hombre viejo para resucitar como hombres nuevos: Dios nos está amando, está transformando nuestra alma, como el fuego de una forja. Debemos dejarnos encender y moldear, si queremos salir, al final, embellecidos en una creación nueva.

 

Esta predisposición del ánimo, que los teólogos llaman “kénosis”, “vaciamiento”, constituye el punto de contacto entre la santidad y el amor. Pues no hay ningún modo de amar si no abrazamos primero el amor de Dios, que nos llama constantemente desde adentro de nuestros corazones. No hay, entiendo yo, ningún modo de traer la paz, la fe, la esperanza, el amor y el perdón, si no dejamos que primero sea Dios quien obre en nosotros. La santidad y el amor se parecen —se hermanan— en el hecho de que para alcanzarlos a ambos en plenitud debemos vaciarnos de nuestras miserias. Es un trabajo interior, una misión que empieza por esa casita que es nuestro propio corazón; quizás por eso el gesto de introspección y profunda seriedad con el que mi papá entonaba este canto.

 

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Para concluir, en este día de la Fiesta de Todos los Santos, quiero invitarlos a todos a reflexionar acerca de la necesidad de dejarse llenar por Dios, y, por lo tanto, de “morir” un poco en ese vaciamiento de nosotros mismos que nos propone la “Oración simple”. Imagínense que cada uno está cavando un pozo para recibir esas gracias de Dios: ¿no querríamos que fuera lo más profundo posible?

 

Saquémonos de encima, entonces, todas esas cosas que nos hacen daño: malentendidos, vicios, aspereza en las relaciones, mal humor, formas poco sanas de pasar el tiempo… En fin: cada uno sabe qué defectos nos impiden acercarnos a Dios. Lo más sabio que podemos hacer, para poder amar mejor a nuestros hermanos, es arremeter, pala en mano, contra esa tierra que nos limita, y cavar lo más profundo posible, vaciando nuestro corazón para recibir de Dios lo que Su voluntad nos depare.

 

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El secreto de las relaciones humanas profundas

“Él se enamoró de sus flores, y no de sus raíces; en otoño, no supo qué hacer”, leemos en El Principito, ese clásico de Saint-Exupéry.

 

Esta frase llegó de una manera muy curiosa a mis manos y, desde que la leí, quedé bastante pensativa: honestamente, pienso que amar es muy difícil. No digo que no valga la pena, solo afirmo que no es sencillo. Conocer a alguien, experimentar un gusto o atracción, sentir una conexión, enamorarse y hacer mil planes divertidos juntos puede traer verdadera felicidad a nuestras vidas, pero no conforman el panorama completo de lo que significa amar.

 

Si ya estás en una relación afectiva, si estás esperando a encontrar a tu ayuda idónea, si estás rodeado de amigos o si quieres tener más amigos, este artículo es para ti. No pretendo darte consejos para amar bonito —para eso me falta mucho, y no soy experta—, pero sí puedo darte algunas recomendaciones, basadas en hechos de la vida real, que seguro te ayudarán a tener relaciones más profundas.

 

Eso que ves, no es

 

Todo lo que conocemos en una primera impresión de alguien, por lo general, no es lo que parece ser; y estoy hablando de lo positivo, pero también de lo negativo. Crearnos prejuicios de las personas es una muy mala inversión. Lo que sí es buen negocio es tomar la decisión de conocer al otro entendiendo que tiene virtudes y defectos.

 

Cuando se desmorona la imagen que tenemos de una persona, esto puede doler, pero en el fondo es lo mejor que nos puede pasar: nos permite ver a la persona real, y no a la persona que idealizamos. Me gusta pensar que todos somos como una cebolla, que todos tenemos varias capas. Entonces, solo quienes realmente nos conocen y aman llegan a descubrir las capas más profundas. Justo a eso creo que se refiere la frase de Saint-Exupéry: conocer las raíces nos ayudará a permanecer justo en los momentos de menos luz, porque todos los tenemos.

 

Conocer te ayuda a decidir

 

Hace unos días me tomé un café con una compañera de mi trabajo, y ella me estaba contando que una de las amigas que más quiere es muy “bossy”, muy “mandona”. Aunque le cuesta emprender proyectos con ella por esa razón, mi compañera ha decidido iniciar uno de sus grandes sueños de la mano de su amiga. ¿Por qué lo hizo, si la considera una mandona? Porque prefiere llevar adelante su proyecto con alguien que ya conoce, con quien ha aprendido a entenderse. Además, ya sabe también cuáles son sus puntos fuertes: la creatividad, la diligencia…

 

Eso me pareció hermoso. De una u otra forma, cuando estamos conociendo a alguien para emprender proyectos de vida es necesario tener una visión real de las personas, algo que solo el tiempo, la paciencia y la decisión de amar pueden lograr. Por eso, no hay que tener miedo de conocer las temporadas secas de esos amigos cercanos o de tu pareja.

 

Cuidado con las expectativas

 

Por último, para lograr las dos cosas anteriores, te aconsejo tener cuidado con las expectativas y estándares altos que a veces manejamos. Es muy importante contar con puntos negociables y no negociables, así como lo es aprender a conocer al otro sin tener siempre de por medio mi perspectiva de la vida.

 

Para esto me gusta pensar que se necesita mucha humildad. A veces, ceder, dejar al otro ser o hacer las cosas diferentes a la forma en que las haríamos, requiere altas dosis de comprensión, misericordia y humildad.

 

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Aprender a ver a los demás sin poner un filtro es más difícil de lo que parece, pero es lo único que nos ayudará a tener relaciones reales, y no ficticias. Lo único que nos ayudará a amar con todo lo que implica la palabra, y lo único que nos puede asemejar un poco más a Cristo. Aprendamos a amar las raíces, para que en otoño recordemos las flores, y en invierno podamos ser abrigo.

 

Si quieres conocerme un poco más, me encuentras en Instagram: @mydailydate

¿Cómo hablar de la Castidad sin caer en discusiones?

Hablar de castidad es un tema sensible, porque algunas personas pueden sentirse juzgadas al escucharte. Sin quererlo, te muestras como “dueño de la moral”, como quien define lo que está bien y lo que está mal en las relaciones. ¿Cómo comunicar el valor de la castidad sin caer en debates? Para eso, es importante identificar el tipo de persona a quien le estás hablando, y cuál es su nivel de interés:

 

#1 Los curiosos

 

Estás almorzando entre amigos y de pronto sale el tema del sexo. Es el turno de que compartas tus experiencias sexuales, pero nadie sabe que buscas vivir castamente. ¿Qué hacer en ese momento?

 

Te toca responder con naturalidad, mostrando que en ti no hay nada de extraterrestre —¡eso espero!—. Probablemente vas a despertar la curiosidad en tus amigos, y empiecen a hacerte muchas preguntas. Ten presente que no hay obligación de revelar tu pasado sexual como si fuera un interrogatorio. Puedes incluso negar información que no aporte valor. No vas a convencer a nadie, pero habrás marcado un precedente al exponer tu punto de vista. Por eso, di lo justo y necesario ante los curiosos, sin darle tantas vueltas.

 

#2 Los interesados

 

Puede que sí hayas llamado la atención de uno de tus amigos, y que uno se acerque a ti para saber más. Acá hay más interés, pero, ¡atención! No te toca hacer monólogos, sino escuchar. Presta atención a sus preguntas, porque probablemente deriven de una experiencia personal. A los interesados por la castidad es importante hacerles saber que no están solos, y que hay más personas que aspiran a un amor que no se descarta.

 

#3 Los haters

 

Estas personas no están de acuerdo con lo que planteas. Escucharás frases como “difiero con tu idea” o “no pienso como tú”. Desde ese momento, ha polarizado la conversación/el tema, y tú eres el lado opuesto. Hay que tener cuidado con entrar en debates: no estamos para generar bandos. Aunque tengas respuestas magistrales, no encontrarás un punto medio. Hay que escuchar y responder, sí, pero hasta donde se crea conveniente. Quizás hay algo que estas personas no están revelando acerca de sí mismas, y sus argumentos de rechazo deriven de una historia que desconocemos. Ante los haters, no hay que emitir juicios: solo comuniquemos que la castidad es una decisión personal.

 

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¿Cuál es el sentido de hablar de castidad? No es convencer a nadie: es enseñar sobre el amor. Antes de soltar palabras, necesitamos saber a quién le estamos hablando. ¿Es un simple curioso? ¿Está realmente interesado? ¿Es un hater que quiere ganar un debate? No olvidemos que tenemos el privilegio de conocer una gran virtud, que ordena vidas y forja relaciones. Es un tesoro que algunos valorarán, y otros no. Procuremos enseñarlo en el tono adecuado.

 

¿Te interesa el tema? Te invito a conocer mi curso “El Rebranding de la Castidad”. También pueden seguirme en Instagram como @yoheigab.