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Formas de violencia económica en el matrimonio

La violencia económica en la pareja se refiere a cuando uno de los miembros de la pareja ejerce control y poder sobre el otro a través de la manipulación de los recursos financieros. En este artículo te presento algunas formas de violencia económica.

 
 

Control financiero o humillación

 

Uno de los cónyuges ejerce un control total o mayoritario sobre las finanzas de la pareja, limitando el acceso a los recursos económicos, restringiendo el acceso a cuentas bancarias, negando el dinero necesario para gastos básicos, obligando a rendir cuentas de cada gasto, humillando al otro por ganar menos (o por no ganar), haciendo mendigar por algo de dinero, entre otros.

 

También puede ser que tome el control o se apropie de los bienes, propiedades o activos de la pareja sin su consentimiento, o que tome créditos o realice compras a nombre de su pareja, lo cual puede dejarla con una carga financiera a largo plazo.

 

Limitación del empleo

 

Este punto NO se refiere a cuando la pareja mutuamente acuerda que uno de los dos deje de trabajar y se dedique al hogar y a los hijos. Más bien, se refiere a cuando uno de los cónyuges impide, limita o boicotea a su pareja a través de manipulación o coerción para evitar que busque o mantenga un empleo remunerado. Comúnmente esta forma de violencia la ejercen personas con tendencia narcisista o dependiente.

 

La finalidad de esa acción es que el otro mantenga su dependencia económica respecto de quien sí tiene empleo. A fin de cuentas, el objetivo final es asegurarse de que su pareja no los pueda dejar.

 

Ocultamiento de información

 

Uno de los cónyuges oculta información sobre las finanzas, como ingresos, cuentas bancarias, deudas o inversiones.

 

Tips para una buena administración en un matrimonio

 

Es importante conocer algunos aspectos que debería tener en cuenta un matrimonio en la administración del dinero. Por eso aquí te comparto algunas pautas:

 

1. Comunicación: Es indispensable el diálogo (preferentemente, antes de casarse) sobre la visión que cada uno tiene del dinero, sus valores, hábitos, la forma de ganarlo, gastarlo y administrarlo. Observen cómo se comporta el otro respecto al dinero en el noviazgo, para que no se lleven sorpresas cuando sea muy tarde. Y, si ya están casados, tengan ahora estas conversaciones, replantéense el manejo del dinero y comiencen de cero si es necesario.

 

2. Siempre ganarlo por medios honestos: El dinero debe ser adquirido por medios que no sean inmorales ni ilícitos (robo, corrupción, prostitución, etc.) y es recomendable evitar el dinero fácil (como pirámides, estafas, etc.). Recuerden que no todo lo legal es moral. De igual forma, no debería ser gastado en cosas deshonestas (brujería y ocultismo, juegos de azar, mujeres, etc.). Saber ganar y gastar honestamente el dinero previene la ruina económica y muchos otros problemas de pareja.

 

3. Buena administración: Las finanzas NO deben ser un 50-50. A una sola carne corresponde una sola economía, por lo que el 100 % del dinero es de ambos, sin importar quien lo ganó. Jamás se debe hacer mendigar al otro, ni someterle, humillarle o manipularle. También es importante llevar cuentas claras y tener conocimiento de los gastos e ingresos. No deben tener ingresos, gastos o cuentas bancarias escondidas de la pareja.

 

4. Pago de deudas: Es importante pagar prontamente las deudas adquiridas, especialmente las que tienen intereses más altos (a excepción de créditos hipotecarios), así como disminuir el uso de tarjetas de crédito y evitar deudas nuevas a menos de que sean muy necesarias.

 

5. Ahorro: Pueden establecer un porcentaje de los ingresos que se destinarán a ahorro con el fin de que una crisis económica o emergencia no los tome por sorpresa ni genere crisis matrimoniales. Igualmente, ahorrar puede facilitar que uno de los cónyuges se quede al cuidado del hogar y de los hijos, si así lo han acordado. En esta misma línea, es recomendable evitar gastos innecesarios (darse algunos gustos, pero sin excesos) y nunca gastar más de lo que se gana. Entrenarse en la austeridad les ahorrará mucho sufrimiento.

 

6. Compartir: Dar el diezmo y ser generosos con los necesitados no sólo es fuente de paz y satisfacción. También bendice la economía del hogar haciendo que no les falte nada, y ayuda a que el corazón no se vaya detrás de ídolos como el dinero, es decir, que no le demos más valor del que tiene ni que vivamos para él. No es lo mismo tener problemas financieros que tener problemas POR dinero en la relación, pues estos últimos suelen venir justamente por la idolatría al dinero y llevan fácilmente a la separación.

 

Si esto no se ha hecho así, pueden comenzar ahora. Ten en cuenta que cada pareja es única y puede que no todo lo expuesto funcione para ustedes. Lo importante es que, cualquiera sea el acuerdo al que hayan llegado, jamás maltraten a su pareja ni usen el dinero como arma de manipulación y control.

 

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La admiración a tu pareja

Cuando te enamoras, admiras. Casi siempre existen puntos concretos del otro que son la base del enamoramiento y la atracción. Te atraen su forma de hablar, su seguridad, su inteligencia, su sonrisa, su mirada, su simpatía, su alegría, su preocupación por los demás… Son cualidades muy específicas, que te atraen porque las admiras. Admiras esas cualidades y, por extensión, te atrae la persona. Piénsalo: ¿qué me atrajo del otro? ¿Cuáles fueron las cualidades que me enamoraron?

 

Cuando el amor se hace profundo, pueden surgir los defectos

 

Cuando el amor se hace más profundo, confirmas esas cualidades y disfrutas del efecto que producen en ti. Es cuando el amor se hace más sólido y estable. Pero es también cuando pueden surgir, como contrapartida, los defectos.

 

Bueno, no es que los defectos surjan. Es que siempre habían estado ahí, pero entonces es cuando empezamos a verlos. Es cuando salen a la luz. Y es que, como no somos perfectos, cada cualidad positiva tiene consecuencias contrarias: de esta manera, el que es creativo y flexible, normalmente es poco organizado y poco puntual. Y el que es extrovertido y expresivo, normalmente es hablador, le cuesta escuchar y dejar hablar a los demás y, con frecuencia, puede llegar a decir cosas de más… Cada cualidad positiva tiene sus consecuencias no tan positivas, pero lógicas.

 

Para que la relación siga creciendo, hay que seguir admirando

 

De esta forma, cuando el amor se hace más profundo y en conocimiento mutuo aumenta, las cualidades que se admiraban pueden quedar ocultas detrás de los defectos, que también existen. Sin embargo, para que la pareja funcione, para que la relación siga creciendo, es fundamental volver al origen de la atracción: la admiración de las cualidades que nos atrajeron.

 

… y seguir demostrándole al otro esa admiración

 

Pero no es suficiente con que admires al otro. Lo importante es que se lo digas. Que se lo digas muchas veces: hay que demostrarse esa admiración muchas veces al día. Es una de las formas más efectivas de demostrarse cariño, de potenciar el amor. Y hay mil formas de demostrarlo: decirlo abiertamente, con palabras de admiración, o simplemente con actos de apoyo que demuestran esa admiración. Y es que todos necesitamos sentirnos admirados. Podrá ser admiración física, admiración intelectual, admiración social…

 

El que se siente admirado se siente querido

 

Y es que las palabras de admiración son un lenguaje de amor muy extendido: el que se siente admirado por el otro se siente querido. Y, de la misma forma, cuando uno no se siente admirado, y mucho más cuando se siente despreciado o cuando se nos remarcan los defectos de uno por parte del otro, entonces no se siente querido, y con frecuencia busca ese reconocimiento ––y, por tanto, la demostración de atracción y amor–– en otras personas.

 

Complementarios, no incompatibles

 

Piensa: lo habitual es que lo que te atrajo fueran cualidades que tú no tienes ––o que tienes, pero que te gustaría tener en mayor medida––. Por esa razón, la atracción produce el enamoramiento y, a la vez, es la base de la complementariedad. Lo que te atrajo era algo que no tenías, y que te complementa.

 

La magia está en que precisamente esa diferencia nos mejora como pareja, nos hace más fuertes como pareja. Las cualidades que no tiene uno en una pareja las complementa el otro, porque justamente esas cualidades, que yo no tenía, las busqué y me atrajeron. Sin embargo, cuando los defectos del otro cobran un mayor protagonismo, parece que esas diferencias que nos atrajeron se vuelven en nuestra contra, y lo que parecía que nos hacía complementarios de repente parece que nos hace incompatibles.

 

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Para conseguir que una pareja funcione, cuando el amor se hace más maduro, es fundamental volver a las cualidades positivas que nos atrajeron desde el principio, y demostraros admiración mutua. Muchas veces al día. Con una mirada positiva, que ve más allá de los defectos y potencia las virtudes. Porque cada palabra de admiración, cada detalle, cada gesto se convierte en una demostración de amor hacia el otro, en un hilo más de unión, de estabilidad y de felicidad. Porque el otro se siente admirado. Porque se siente querido. Porque se siente feliz. ¿No crees que vale la pena derrochar mil palabras de admiración cada día para crecer en el amor?

 

Puedes contactarte con el autor en su cuenta de Instagram: @laparejaquefunciona.

Se me va a pasar el tren

Muchos crecemos con la idea de que hay una edad para casarse, un tiempo establecido. Y también creemos que, si no te casas, no puedes ser feliz.

 

Sin embargo, los tiempos y los procesos de cada persona son distintos. Aquí te damos algunos puntos importantes a considerar, para que una creencia errónea no te lleve, como en ocasiones pasa, a tomar una decisión equivocada.

 

El matrimonio no es una meta que alcanzar: es una vocación

 

El matrimonio es un llamado a la persona que eliges: es un llamado al amor, una entrega a quien se convertirá en tu compañero de vida para siempre. No es un estatus de vida o una meta que alcanzar.

 

Para saber si es la persona correcta, entonces, debes conocerla en profundidad. ¡No te apures por querer amoldarte a los tiempos que otros dicen que deberías cumplir! Por el contrario, enfócate en decidir bien, en conocer a tu pareja: ¿sabes qué anhelos, metas y deseos tiene?

 

No te cases por presión social

 

Muchos hombres y mujeres se casan sin siquiera estar seguros de lo que están haciendo. Sobre todo, lo hacen debido a la presión que ejerce la familia, o atendiendo a lo que el mundo dice que debes hacer para realizarte como persona.

 

¿De cuántos divorcios o separaciones tenemos noticias en nuestros tiempos? El problema de hoy en día se relaciona, justamente, con el hecho de que este tipo de decisiones son tomadas a la ligera. En muchas ocasiones, se ha perdido la noción del peso que tiene algo tan grande como el matrimonio; y, a la vez, se le adjudica excesiva importancia a factores externos o coyunturales, como la presión social y la opinión ajena.

 

No te cases por creer que “se te irá el tren’

 

Este consejo está más orientado a las mujeres. Es real que existe un reloj biológico, y que nuestro cuerpo tiene un tiempo perfecto para la procreación. Sin embargo, también es real que el matrimonio no es tarea fácil; de hecho (y más aun si pensamos precisamente en los hijos), con la persona equivocada, resulta casi imposible.

 

Encuentra a esa persona para ti, a su tiempo. No te presiones con alguien con quien no ves un futuro libre y feliz.

 

Los hijos son un regalo, fruto del amor: no un capricho o deseo

 

Casarte porque quieres tener hijos es de los peores errores que puedes cometer

Los hijos no son un capricho o un gusto personal: son una vocación completa, y es por eso que se recomiendan dentro del matrimonio. Porque el compromiso debe ser tal que se necesita de un equipo (la pareja) para poder llevar a cabo dicha misión.

 

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Esperamos que estos tips te sirvan para tomar siempre las mejores decisiones, con la sabiduría de saber que cada cual tiene sus tiempos.

 

Con cariño,

Los Nandos

Los 3 consejos evangélicos aplicados al matrimonio

Es muy común pensar que los consejos evangélicos existen únicamente para quienes han elegido la vida religiosa, pues mediante su estado de vida pueden dedicarse a vivirlos radicalmente. Pero, si todos estamos llamados a la perfección cristiana, ¿por qué los matrimonios, que viven su vocación como camino de santidad, estarían excluidos de vivir también estos consejos?, ¿no estarían también llamados a vivirlos de una manera no menos exigente que la de los religiosos?

 

Y, ¿en qué consisten estos consejos? A diferencia de los mandamientos, que nos separan de lo que no es compatible con la caridad, los consejos evangélicos apartan de nosotros lo que incluso sin ser perjudicial, puede ser un impedimento para el desarrollo de esta.

 

#1 Pobreza

 

En el caso de los religiosos, estos se comprometen a no poseer nada como propio, y compartir todos los bienes con su comunidad. Sin embargo, los matrimonios sí están llamados a constituir un patrimonio, pero pueden considerarse como simples administradores temporales y por los deberes que tienen con los hijos, entregarles todo lo que sea necesario y conveniente para su desarrollo espiritual y material. Y una vez los hijos dejen el hogar, el matrimonio podría considerar vivir de una manera aun más desprendida materialmente. Aunque también hay otro punto importante para vivir este consejo y este es la apertura a la vida. Acoger de una manera generosa a los hijos, sin excederse en los cálculos financieros. Este nuevo panorama incluye verdaderas renuncias, nuevas prioridades, un verdadero testimonio de pobreza. Preferir comidas en casa, que salidas frecuentes a restaurantes, o una casa más grande que vacaciones todos los veranos.

 

#2 Castidad

 

Todos estamos llamados a vivir la virtud de la castidad según nuestro estado de vida. En el caso de los esposos, no debe entenderse solo como periodos de abstinencia, sino como la exigencia de entregarse íntegramente el uno al otro. Respetar el cuerpo del cónyuge, y estar disponible para la unión de ambos en la que se verifica el amor. Lograr el señorío de uno mismo, y no dejarse dominar por la concupiscencia. Ir contra lo que el mundo hoy nos presenta como sexualidad en el matrimonio, y darse todo por completo en su verdadera masculinidad y feminidad, estando siempre abiertos a la vida.

 

#3 Obediencia

 

A diferencia de los religiosos, los esposos no están obligados a obedecer a un superior, pero sí se deben obediencia el uno al otro. Esto ya no se puede decir con tranquilidad en estos días, pero hay que mencionar que así como el hombre es la cabeza, la mujer es el corazón. Ambos están llamados a vivir lo que son: masculinidad y feminidad.

Los cónyuges tienen en cuenta las características del otro y se someten a ellas: el hombre está más marcado por la racionalidad y la mujer tiene la autoridad del corazón. La exigencia está justamente en ver estas diferencias como oportunidades para conocerse, escucharse y obedecerse mutuamente, y así crecer en la perfección cristiana.

 

* * *

 

Estamos llamados a la santidad, y esta no es otra cosa que la perfección cristiana, que brota de la caridad. No podemos vivirla con mediocridad. Con nuestra vocación nos jugamos la vida eterna. Y quien quiera vivir el matrimonio como vía de santidad debe estar dispuesto a vivirlo con estas exigencias que para el mundo de hoy no tiene sentido.

Matrimonio nulo o «cuando descubrí que defendía un fantasma»

Al recibir la noticia del Tribunal Eclesiástico de que mi matrimonio se había declarado nulo, luego de una espera de meses, y después de años de pensar que mi destino era o considerarme pecador por siempre o dejar a mi actual esposa, no fue fácil asimilarlo.

 

Me sentía un cascarón vacío. Como si la mitad de mi vida no hubiera servido de nada. Y, al mismo tiempo, tenía una sensación de esperanza: el futuro se veía como un cuaderno en blanco.

 

Ni siquiera la sonrisa ilusionada de mi pareja me ayudó en aquellos momentos a entender mis emociones. Al mismo tiempo, muchos me señalaban con el dedo: “¡Pero si tuvieron dos hijos y estuvieron juntos diez años!”, “¿Cuánto pagaría?”, “¿De quién será amigo?”. Estas frases llegaron como murmullos a mis oídos en esos primeros días. Y regresaba al inicio de ese proceso.

 

¿Puede mi matrimonio ser nulo?

 

Me había acostumbrado a ese sentimiento de culpa. Con él, mi inconsciente creía protegerme de las reprimendas de la gente. Hasta que un día, en una confesión un poco más extensa sobre mi pecado recurrente (convivir con mi nueva esposa, con la que me casé por lo civil un año antes), el sacerdote me preguntó si había considerado llevar mi causa a un Tribunal de Nulidad.

 

Me explicó que, desde su punto de vista, estaba cargando un peso innecesario por un matrimonio inválido. De repente, esa culpa ya no tenía justificación. Los muros que había construido para evitar cualquier tipo de daño emocional se habían caído, y ahora veía una luz al final del túnel.

¿Qué debo hacer, por dónde empezar?

 

Lo primero fue tomarme un tiempo para reflexionar sobre cuál era el objetivo de seguir este proceso. ¿Esto arreglaría mi vida, reduciría la culpa, haría que el dolor desapareciera…? ¿O acaso quería demostrarle algo a alguien?

 

Me di cuenta de que había cargado con esta mochila demasiado tiempo. Una mochila que me hacía pensar que no había hecho lo suficiente por mi familia, y que rompí un sacramento.

 

No lo estaba haciendo por el “qué dirán”: lo hacía por mi salvación. Quería saber si estuve en una trinchera imaginaria, defendiendo una ciudad fantasma, o si en verdad estaba tomando decisiones equivocadas.

 

A partir de ahí, con la guía de aquel sacerdote, acudí al Tribunal y pude comenzar a entender sobre las posibles causas de nulidad. Entonces me di cuenta de que tenía un caso. Ahí me propusieron un abogado, y no me faltó ayuda para el proceso. Había esperanza.

¿Tengo que revivir esos días tan dolorosos?

 

Sí. Tuve que recordar cómo conocí a la madre de mis hijos. Nuestras familias eran amigas, y yo estaba destinado a ser su marido desde que nací. De las simples insinuaciones pasaron a dejarnos solos, como para propiciar que la relación arrancara.

 

En algunas de esas oportunidades, con la calentura de la adolescencia y las hormonas aceleradas, tuvimos encuentros sexuales. Nos conocíamos desde chicos y no puedo negar que me gustaba, pero no la amaba ni pensaba siquiera, a mis 18 años, en formar una familia.

 

Y llegó la noticia que hizo que me derritiera como mantequilla en el fuego: la hija de los amigos de mis padres (nunca la consideré mi novia) estaba embarazada. En ese momento todo se me vino como un tsunami: el llanto de ella, los gritos de mis padres, las amenazas de los suyos… Entre ellos fijaron fecha, y ni ella ni yo intervenimos en ninguna decisión.

 

Nuestros padres tenían una actitud entre ilusionada y resignada en los preparativos. Recuerdo que, minutos antes de la ceremonia, me encerré en el baño y lloré como un bebé, gritando y pataleando. Me sentía impotente. Luego me enteré de que a mi “novia” le había pasado algo similar.

 

A partir de ahí, siento que ese tsunami se llevó toda mi vida durante años: fue un agujero negro de borracheras, amigotes, amantes, maltratos hacia mi esposa y mis hijos. Solo me veía como una máquina de hacer dinero para cubrir las necesidades y exigencias de mi familia… Una familia que no había deseado.

 

Hasta que mis papás y mi hermano me sacudieron. Fui a un retiro y salí con la convicción de que no iba a tirar mi vida ni la de mi familia por el desagüe. Así que traté de recuperar el vínculo, o de construir uno de cero. Pero el daño ya estaba hecho: al otro lado sólo había frialdad y desinterés. Incluso mis hijos me daban la espalda. Llegó otra separación (una de tantas), que esta vez fue la definitiva, el divorcio, años de peleas verbales y legales.

 

Siglos de depresión y de sentir que les había fallado a todos y a Dios. Hasta que llegó esta mujer maravillosa, que me ayudó a sanar las heridas, y mi vida dio un giro. Incluso me apoyó para relacionarme con mis hijos de otra manera. Pero la culpa por vivir en pecado seguía ahí, hasta que el sacerdote me cambió la visión.

¿Podré sentir la misericordia de Dios en esta sentencia?

 

No es posible saber con certeza cómo fallará finalmente el Tribunal en una situación determinada. Y estaba consciente de esto. Sin embargo, recordaba que la misericordia de Dios es eterna, y que Él me guiaría a través de este proceso para ser capaz de seguir el camino que su Voluntad me marque.

 

A pesar de que creía que ni mi ex ni yo habíamos consentido casarnos de forma libre, y que no sabíamos lo que implicaba un matrimonio más que el deber de darle un hogar para crecer a nuestra hija, por nuestra inmadurez en ese momento, podía pasar que esa fuera solo mi impresión.

 

Tenía claro que el Defensor del Vínculo haría lo posible en el proceso para demostrar que mi matrimonio era válido, porque era parte del desarrollo de la causa. No importaba el resultado: era reconfortante saber que este proceso me haría ver el plan de Dios en mi vida, con mis hijos y con mi actual esposa. Que, si los demás me podían juzgar, él me veía con el amor de un padre que me esperaba con los brazos abiertos.

¿Podré reconstruir mi vida?

 

Una vez que el Tribunal falló y declaró la nulidad, hice lo posible por ignorar todas las opiniones que me rodeaban y centrarme en reconstruirme. Pero, a pesar de lo mucho que me esforzaba al inicio por conseguirlo, seguía teniendo la sensación de estar atrapado en aquel bucle infinito de vacío. El sentimiento de culpa no terminaba de irse.

 

Por fin pudimos unirnos con mi esposa ante Dios y vivir en gracia. Ahora entiendo que de esa circunstancia dolorosa nacieron mis dos tesoros, y que hicimos lo posible, dentro de nuestras pocas capacidades de entonces, para que crecieran saludables. Y ahora la vida es otra para todos porque entendimos esa verdad.

* * *

 

Esta historia es ficticia, pero está construida con elementos de muchos casos que me ha tocado acompañar. La he escrito como cierre a la serie de artículos que hablan sobre la nulidad matrimonial, de manera que se grafiquen las emociones que siente una persona que por distintas circunstancias ha tenido que vivir y sufrir estas situaciones.

 

La finalidad es decirle a quien pueda reconocer causales de invalidez en una unión que le está impidiendo tener relaciones saludables y bendecidas por Dios que existe una esperanza. Y llamarnos a todos como Iglesia a darle una mayor importancia a la formación, para no llegar a vivir estas tortuosas relaciones y posteriores procesos de nulidad.

 

Es nuestro deber pastoral guiar a las parejas para que puedan reconocer opciones a su situación, sin necesidad de recurrir a un matrimonio que pueda no llegar nunca a validarse.

¿Por qué algunas condiciones psicológicas pueden ser causal de nulidad matrimonial?

Spoiler: Este es un tema altamente polémico, especialmente entre quienes han recibido algún diagnóstico psiquiátrico. Implica mucha humildad para poder comprenderlo sin estar a la defensiva.

 

Como psicóloga, veo todos los días cómo los matrimonios entran en crisis por la adicción al alcohol, a las drogas, a la pornografía, o por trastornos como bipolaridad, depresión profunda, trastornos de personalidad, entre muchos otros. Algunos de estos matrimonios podrían llegar a ser nulos y saberlo.

 
 

La importancia del consentimiento

 

Para que un matrimonio católico sea válido, ambas partes deben tener la capacidad de comprender la naturaleza del matrimonio y de asumir las obligaciones conyugales. Si un trastorno mental afecta esta capacidad, se puede argumentar que esa persona no ha dado un consentimiento válido. El consentimiento es uno de los elementos esenciales del matrimonio católico. Debe ser dado libremente y sin ninguna forma de coacción o impedimento. Por esta razón, en el derecho canónico los trastornos mentales pueden considerarse como una posible causa de nulidad matrimonial cuando se ve afectada la capacidad para consentir.

 

Pero, ¿qué es la nulidad matrimonial?

 

La nulidad matrimonial se refiere a la declaración por parte de la Iglesia de que un matrimonio es inválido o nulo desde su inicio. En otras palabras, implica que el matrimonio nunca existió.

 

¿Qué razones pueden existir para la nulidad?

 

Entre las razones por las que se puede declarar que un matrimonio es nulo se encuentran:

 
  • Incapacidad para dar un consentimiento válido: esto incluye casos en los que una persona no tiene la capacidad mental para entender la naturaleza y las obligaciones esenciales del matrimonio, como los trastornos mentales graves o la falta de madurez suficiente.

 
  • Falta de libertad en el consentimiento: es decir, si el consentimiento matrimonial se obtiene mediante coacción o amenazas.

 
  • Error sobre una cualidad esencial de la persona: si uno de los cónyuges se casó basándose en un error sustancial sobre una cualidad de la otra persona, como su identidad, su capacidad para tener hijos o una enfermedad grave.

 
  • Simulación: si los contrayentes simulan el matrimonio, es decir, si fingen estar casados sin tener la intención real de establecer un vínculo matrimonial.

 
  • Violación de los impedimentos matrimoniales: los impedimentos matrimoniales son circunstancias que prohíben o invalidan el matrimonio, como un matrimonio previo no disuelto, el parentesco cercano entre los contrayentes, o las órdenes sagradas o votos religiosos preexistentes.

 

¿Cómo es el proceso de nulidad matrimonial, y qué papel juegan los trastornos mentales?

 

El proceso de nulidad matrimonial en la Iglesia Católica implica la realización de una petición ante el tribunal eclesiástico. Ante la presencia de un trastorno mental, el tribunal analiza si dicho trastorno existía en el momento de la celebración del matrimonio, si era lo suficientemente grave como para afectar la capacidad de consentir y si realmente impidió que la persona diera un consentimiento libre y válido.

 

Sin embargo, no todos los trastornos mentales automáticamente invalidan un matrimonio. Cada caso se evalúa de manera individual, y el tribunal eclesiástico debe determinar si se cumplen los requisitos necesarios para declarar la nulidad. No todos los casos tienen la misma gravedad, por lo que es clave evaluar si tanto el diagnóstico recibido como su gravedad impiden cumplir los deberes conyugales.

 

¿Entonces no tengo derecho a casarme si tengo un diagnóstico?

 

A mi parecer, el problema en este tipo de preguntas está en ver el matrimonio como un derecho. Todos los días atiendo en consulta personas con grandes heridas emocionales por cuenta de padres que, por su condición psicológica, no pudieron brindar a sus hijos el cuidado que requerían, por lo que estos hijos tuvieron que tomar el papel de adulto en el hogar.

 

No se trata de tener o no derecho, sino de ser capaces de asumir la responsabilidad que implica la vida conyugal y la crianza de los hijos. Por eso, te invito a no desesperanzarte y a buscar la ayuda que sea necesaria para poder sanar de raíz las heridas emocionales que pudieron haber generado alguna condición psicológica.

 

* * *

 

¿Mi consejo? Adquiere herramientas de afrontamiento. Busca ayuda profesional (un buen psicólogo, y, en caso de ser necesario, también un buen psiquiatra) y ayuda espiritual (busca un sabio director espiritual, acude a los sacramentos, busca dejar el pecado…).

 

Si has ido por ayuda, pero has tenido malas experiencias, no cejes: insiste, consulta a otros profesionales. Intenta encontrara alguien con valores y principios claros. Así, hasta que des con alguien con quien puedas sentir verdadera conexión y apoyo. ¡Lo más importante es que no te rindas!

 

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Beneficios de los métodos naturales para una vida sexual plena

Hoy en día los métodos anticonceptivos están tan divulgados que se puede pensar que constituyen la única alternativa para tener una vida sexual plena sin pensar en embarazos. Si bien cada uno es libre de llevar su sexualidad como desee, es importante tener un panorama completo para decidir sobre ella.

 

Por un lado, hay que considerar que la sexualidad, de la mano de la anticoncepción, requiere de un procedimiento invasivo para nuestro cuerpo u organismo. Ya sea si se necesita ingerir alguna pastilla, ponerse un preservativo o depender de alguna intervención quirúrgica como la introducción de un dispositivo intrauterino, todos estos métodos, además de tener un costo, producen efectos directos en la salud reproductiva. Efectos que necesitarían conocerse antes de considerarse. Por eso, es importante saber que existe otra alternativa “libre de embarazos”, que además aporta al futuro y desarrollo de las relaciones afectivas: los métodos naturales.

 
 

¿Qué son los métodos naturales?

 

Los métodos naturales son técnicas de planificación sexual o familiar para buscar o evitar los embarazos, a través de la observación de síntomas y signos que se producen naturalmente en las mujeres. No tienen ningún costo, no requieren de procedimientos invasivos y se considera que tienen un 99 % de efectividad. Además, no importa si las mujeres tienen un ciclo irregular, ya que el método ayuda a entender la particularidad del ciclo de cada una.

 

Si bien se recomienda siempre la guía inicial de un experto, son muy fáciles de adoptar en el día a día. En grandes rasgos, se pueden conocer los días de fertilidad e infertilidad de las mujeres a través de la medición de la temperatura —por medio de un termómetro basal—, o a través de la observación del flujo cervical —un líquido mucoso que se nota en la abertura de la vagina—. Éste último es el que se conoce como “método Billings”. Si sumamos la ayuda de tecnología y aplicaciones móviles existentes, la implementación de los métodos se torna aún más sencilla.

 

Beneficios de los métodos naturales

 

Una de las grandes ventajas de los métodos naturales es que permiten conocer el estado emocional y bienestar físico de las mujeres. Es increíble cómo el estrés y los cambios de vida repentinos pueden alterar directamente sus ciclos fértiles e infértiles. Es decir: una mudanza, un cambio de trabajo, la presión de organizar un matrimonio y otros hitos de vida que salen de la normalidad pueden prolongar o disminuir los días fértiles en las mujeres. Aunque el estrés no se pronuncie en palabras, el monitoreo de la fertilidad lo sugerirá, y así se podría enfrentarlo, ya sea forzando el descanso o resolviendo efectivamente los problemas que pueda haber.

 

Resulta importante entender que cada mujer maneja días regulares de fertilidad que debe descubrir, y que se diferencian de los de otras mujeres. En caso de que pasen los meses y aún sea complicado encontrar un patrón, esto constituiría un indicador de que es necesario acudir a un ginecólogo especialista, pues podría tratarse de un tema más complejo de salud.

 

Storytime

 

Tres meses antes de casarnos, mi esposa y yo empezamos a monitorear los días fértiles a través del método Billings y del termómetro basal. Sin embargo, al pasar los meses, nos dábamos cuenta de que los días de fertilidad se iban prolongando cada vez más. Normalmente eran 10 días al mes. Luego aumentaron a 15, y finalmente, a casi 20. Ante esta anomalía, decidimos ir a un ginecólogo especialista y, con algunos exámenes médicos, descubrimos que mi esposa arrastraba desde hacía siete años una condición que no le permitía ovular.

 

Esto quiere decir que si hubiésemos estado buscando un embarazo, este no se habría podido dar. Si bien su cuerpo arrojaba signos de fertilidad, la irregularidad constante nos ayudó a descubrir que en realidad había infertilidad.

 

Junto al ginecólogo reflexionábamos que, sin quererlo y gracias a los métodos naturales, habíamos ganado mucho tiempo. Cuando aún no buscamos ser padres, el tiempo del tratamiento para enfrentar la condición encontrada nos serviría para prepararnos mental, económica y afectivamente para ser padres, siempre Dios mediante. Si no fuera por los métodos naturales, nunca hubiéramos encontrado un problema de años atrás, y llegado el momento nos hubiera frustrado la incapacidad de quedar embarazados.

 

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Es comprensible que los métodos naturales sean opacados por la gran publicidad de la anticoncepción. Hay industrias detrás que invierten en ella para poder vender más. Sin embargo, no olvidemos los efectos directos en la salud reproductiva a mediano plazo, además del hecho de que se pierde la oportunidad de conocernos en profundidad.

 

Por ello, si tienes una vida sexual activa y en algún momento piensas formar una familia, anímate a conocer los métodos naturales. Podrían ser un gran aporte para tu futuro y tu relación amorosa. No importa si faltan años para pensar en hijos. Los métodos ayudarán con más razón. En caso de que estés postergando las relaciones sexuales para la etapa en la que correspondan, o si aún no tienes pareja, igual es importante conocer más sobre esta alternativa para llevar una vida sexual plena. Cuando lo necesites, ya seas hombre o mujer, podrás aplicarlos e instruir a tu pareja sobre el tema.

¿El acto conyugal como vía de santidad?

Es muy común el pensamiento de que la sexualidad es algo totalmente ajeno a Dios, como si fuera un terreno únicamente humano y natural, alejado del orden sobrenatural y trascendente. A menudo se ven como realidades totalmente opuestas, creyendo que un deseo tan carnal nada tiene que ver con la vida espiritual. Esta mirada está muy extendida, incluso entre personas creyentes. Reconocen a la sexualidad matrimonial como buena en sí misma, pero acotada a simples momentos de bienestar y unión que no trascienden más allá de la misma pareja.

 

Sin embargo, sucede todo lo contrario. La sexualidad es inseparable de nuestra dimensión espiritual, y el modo en que la vivamos puede hacernos cada vez más plenos como personas y acercarnos a la santidad. Esto sucede en todos los estados de vida, pues estamos llamados a vivir la dimensión sexual de un modo acorde y propio a cada uno. Pero nos centraremos en el matrimonio y en la particularidad de la vivencia sexual que tiene esta vocación.

 
 

La sexualidad es intrínseca a la espiritualidad

 

La sexualidad es un elemento intrínseco a la persona. No es algo “agregado” que puede estar o no. Ni siquiera es una dimensión. Sino que es constitutiva del ser humano, y atraviesa todas sus dimensiones: cuerpo, mente, espíritu y aspecto social. Por lo tanto, como somos una unidad, el modo en que vivamos la sexualidad va a repercutir siempre en nuestra espiritualidad. Y viceversa, la profundidad que tengamos en nuestra vida espiritual y de Fe va a incidir en fuerza en la forma de afrontar la sexualidad. En este punto hablamos de sexualidad en sentido amplio, ya sea haciendo referencia a nuestro existir en el mundo como varón o mujer, o a la experiencia del deseo sexual que todo ser humano atraviesa en algún momento.

 

Acercándonos a la dimensión espiritual, sabemos que según nuestra vocación particular y nuestro estado de vida estamos llamados por Cristo a vivir la sexualidad de un modo concreto y diferente en cada uno. Esto es así porque Dios nos revela que el fin de la diferencia sexual es la invitación a salir de uno mismo, para entregarse a la otra persona en una comunión de amor a imagen y semejanza de Dios Trinidad.

 

Por lo tanto, la vivencia activa de la vida sexual sólo encuentra este marco de amor fiel y donación total en el matrimonio. Las demás vocaciones también están llamadas a la entrega al otro, pero sin tener una vida sexual activa. Ya concentrándonos en esto, es interesante algo que dice a menudo un sacerdote amigo que acompaña a tantos matrimonios en su camino. Él sostiene que en la intimidad de la relación sexual la persona se comporta tal cual es. Es decir: deja al descubierto sus grandezas o miserias, su generosidad o su egoísmo, su amor o su uso hacia el otro

 

Esto se debe a que la sexualidad es tan constitutiva de la persona que, hagamos lo que hagamos con ella, nos va a develar quiénes somos. En ella no hay caretas, y aunque finjamos ser algo diferente, en realidad lo que estaremos haciendo es vivir una mentira. Nuestro comportamiento en referencia a la sexualidad es como un cristal transparente que deja ver lo que hay en nuestro corazón. A través de ella se manifiestan nuestras luces y sombras. Explica el sacerdote José Noriega: “en la unión sexual la carne se hace transparencia de su persona, de su voluntad y de su intencionalidad”. [1] A través del cuerpo manifestamos aquello que deseamos expresar con nuestra alma. Aquí evidenciamos la inseparable unión que hay entre sexualidad y espiritualidad.

 

La relación sexual promete trascendencia

 

José Noriega comienza su libro El destino del eros con la siguiente afirmación: “La sexualidad promete mucho, pero cosecha poco.” Podemos preguntarnos el porqué de una frase tan determinante. Es cierto que en la atracción sexual se nos promete un inmenso placer, una felicidad plena que inunda a toda la persona. Nos deslumbra la posible compañía de alguien que nos parece enormemente atractivo, que nos fascina, nos atrae y nos hace salir de nosotros mismos. En el origen de la experiencia amorosa toda nuestra vida, en su totalidad, se ve acaparada por el deseo de poseer a otro, que nos devela un horizonte nuevo.

 

Sin embargo, es cierto que todo aquello prometido y tan anhelado finalmente no lo encontramos en la vivencia sexual. El placer experimentado no colma el inagotable deseo que había despertado. Tampoco lo colma la persona a la cual nos unimos. ¿Qué se esconde, entonces, detrás de este deseo, de esta atracción entre varón y mujer que ni ella misma, una vez llegada a su punto culminante, es capaz de apagar?

 

En la sexualidad se nos revela el misterio de la persona, el misterio del Otro. Porque la diferencia sexual nos habla de lo poco que nos bastamos a nosotros mismos. De nuestra pobreza, de nuestra soledad.

 

Pero, a la vez, nos habla de la plenitud y la compañía que se nos promete. Nos manifiestan de modo inexorable nuestro ser cuerpo y también nuestra alma, que reclama la trascendencia. El encuentro entre varón y mujer revela una promesa de plenitud en la comunión de ambos. El corazón humano busca sediento una felicidad que no puede alcanzar con la sola sexualidad, si ésta no está vivida en la búsqueda de aquella Presencia que es origen y fin de todo amor humano: Dios.

 

Entonces, cuando reconocemos al Creador como origen y partícipe de nuestro amor, la sexualidad adquiere un sentido que es más grande que ella misma, que la trasciende y que es capaz de colmar el corazón de los esposos. De este modo, al placer experimentado en el acto conyugal le sigue un gozo en el corazón de ambos. Un gozo que permanece en el tiempo, y que los colma. Esto es así porque los esposos entran en comunión entre sí, pero también entran en comunión con el Creador, fuente inagotable en la cual las almas buscan la plenitud gozosa.

 

El acto conyugal como liturgia y oración

 

Vemos entonces que el acto conyugal no es una acción que compete solamente a los esposos y que queda únicamente en ellos, sino que, vivido en su verdad, es un acto de entrega a Dios. Podemos afirmar con toda seguridad que el amor de los esposos no es un asunto de dos, sino de tres: esposa, esposo y Dios. Por lo tanto, como el amor debe vivirse en una integración de todas las dimensiones, la unión sexual también es, si los esposos lo permiten, momento de unión con el Creador.

 

La maravillosa Teología del Cuerpo de San Juan Pablo II nos ha dejado un regalo enorme cuando profundizamos en este tema. Él explica que en la unión sexual de los esposos se vive una verdadera “liturgia de los cuerpos”. En ella, los cónyuges se expresan físicamente lo que también están realizando con el alma. En el acto conyugal se escucha el lenguaje del cuerpo tal como fue creado para ser sacramento de la persona, es decir, para manifestar de modo visible —en la carne— una realidad invisible —el alma—. Y este lenguaje está sujeto a normas objetivas puestas por el Creador, a una verdad que posee exigencias propias.

 

Por esto, cuando los esposos se abren a conocer esta verdad y a respetarla, viven su intimidad sexual como un momento sagrado de liturgia y oración. Esto no quiere decir que sea algo aburrido o monótono, sino todo lo contrario: implica que el gozo de la comunión se vive en el marco del amor eterno divino, que se renueva continuamente con alegría y creatividad. Los esposos se donan en la totalidad de cuerpo y alma, del mismo modo en que Cristo Esposo lo hizo por su Esposa la Iglesia en la cruz.

 

Aquí vemos con claridad que se trata efectivamente de una “liturgia de amor”, con sus momentos bien delimitados y su trascendencia propia. El acto conyugal es instancia de oración que los cónyuges elevan a Dios con todo su ser, agradeciendo el don recibido del amor. Es un momento sagrado, en el cual el lecho esponsal se convierte en lugar de entrega y donación. Y allí se vive un pequeño anticipo de lo que nos espera en el Cielo.

 

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El acto conyugal es camino de santidad porque en él los esposos se transmiten la Gracia. En el rito del sacramento del matrimonio, es la primera unión sexual de los cónyuges la que consuma el sacramento, y el medio por el cual ambos se transmiten mutuamente la Gracia. Los esposos se dirigen hacia Dios en su amor y se comunican entre sí los dones que Él les regala. “El cónyuge cristiano podrá transmitir a su amado en la sexualidad no sólo una compañía recíproca, una presencia mutua, sino también el don del Espíritu”. [2] Dios se convierte también en protagonista de la conformación del amor entre los esposos, ya que Él no es ajeno a nada de lo humano, incluida la sexualidad, que Él mismo ha creado.

 

Sabemos que el matrimonio constituye una vocación, en la cual cada cónyuge ayuda al otro a seguir el camino de la santidad. Esto se da a través de los numerosos actos de amor que tienen el uno hacia el otro. A esto no escapa el acto conyugal, el cual, vivido en el respeto a sus significados y a su verdad intrínseca, se convierte en ocasión de crecimiento en la santidad, ya que los esposos crecen en la virtud de la caridad, al buscar el bien del otro y al cumplir la voluntad de Dios creciendo en la amistad con él.

[1] J. Noriega, El destino del Eros, Palabra, Madrid: 2007, p. 290.

[2] J. Noriega, El destino…, cit., p. 296.

5 frases comunes en un matrimonio inexistente

Mi publicación anterior hablaba de cómo reconocer un posible matrimonio nulo. Ahora quiero profundizar un poco sobre el entramado psicológico que rodea este tipo de vínculos inválidos. El costo emocional de permanecer en un matrimonio así suele ser inmenso. Aunque la separación parezca la opción más fácil, puede pasar que las personas están atrapadas en un círculo de culpa, angustia, resentimiento y desesperación, sin solución a la vista. La idea de abandonar puede ser abrumadora; pero, reconociendo que este tipo de relaciones no tienen arreglo, podrás empezar a tomar decisiones adecuadas para tu futuro y el del resto.

 

Es importante recordar que, si un matrimonio no funciona, eso no significa automáticamente que sea nulo y no merezca la pena salvarlo. Conviene asesorarse por personas capacitadas para distinguir estas realidades: un psicólogo católico, claro, pero sobre todo un sacerdote que conozca del tema y pueda orientar a la pareja para tomar las decisiones correctas. Dicho esto, revisemos las aristas psicoafectivas involucradas en cinco frases que se dicen en casos en los que sí hay nulidad.

 
 

“Mi esposo (o esposa) es dueño de mi vida”

 

Aunque este puede ser un tema cultural en nuestros países latinos, tiene mucho influjo en esta frase una visión errada sobre el matrimonio. El verdadero matrimonio significa la entrega mutua de dos individuos: dos cuerpos, mentes y espíritus que se encuentran y escogen construir una vida juntos. Así lo creó Dios, aunque —como lo dijo el mismo Jesús en el sermón de la montaña— los seres humanos lo hayan desfigurado de muchas formas. El cuerpo es templo del Espíritu Santo, no una parcela cercada propiedad de otro.

 

El haber dado un sí ante un juez o un sacerdote no le da derecho a nadie sobre otra persona. Como Cristo por su Iglesia, el esposo da su vida por su esposa, no porque ella se la quite, sino porque él ha escogido entregarla. Y viceversa. Si esto nunca se dio ni hay visos de que se pueda dar, no hay ningún papel que te obligue a soportar ser objeto de nadie.

“Voy a arruinar a mis hijos”

 

Es evidente que en una relación disfuncional los que más sufren son los hijos. En una situación insalvable, no hay escenario ideal. Ambos deben ser conscientes de su responsabilidad hacia ustedes mismos y hacia los más vulnerables de esta historia: los niños. Y es frecuente que estos se desarrollen mejor con la posibilidad de una relación más tranquila y estable con cada padre por separado, que viviendo en una batalla campal día a día, en medio de dos fuegos enemigos.

 

Además, puede existir la idea en los chicos de que, si el matrimonio se declara nulo, no fueron queridos e incluso que su historia fue un cuento. Conviene hablarles para que distingan el amor que les tienen sus padres del que no pudieron hacer florecer como esposos. Al final, una separación en buenos términos puede resultar menos nociva para los chicos que una convivencia tóxica.

“La sociedad me va a crucificar”

 

No es raro sentir temor de que, de tomar la decisión de separarse, el círculo en el que uno se desenvuelve le haga a un lado, o le castigue de alguna manera. Sin embargo, no podemos dejar de buscar lo mejor para nuestras vidas por causa del “qué dirán”: debemos tomar decisiones basadas en lo que es correcto para nosotros y, por supuesto, para los más pequeños. No puedes dejar que el miedo al entorno dicte una decisión tan importante como esta, aunque sea trate de tu familia, tus amigos o el grupo de tu Iglesia. Quizá ellos no tengan una visión global del tema, y no entiendan.

 

Tu paz y bienestar resultanesenciales para que seas capaz de continuar tu vida con sentido y transites tu felicidad y la de los tuyos. Debes buscar dentro de ti, y así identificar lo necesario para seguir adelante con nuevos comienzos, agradeciendo los consejos que se dan con afecto, aunque no sean los más adecuados. La decisión final es de la pareja, y de nadie más.

“No sé si pueda vivir sin ella (o él)”

 

En muchos casos, las parejas terminan dándose cuenta y aceptando que han estado viviendo un vínculo inválido luego de muchos años de estar juntos. Es entonces cuando se debe dar un paso al frente y aceptar que no será posible continuar en esa relación. Es evidente que esto traerá sufrimiento, no sólo porque toda ruptura conlleva dolor, sino por haber compartido tiempo, experiencias y esfuerzos.

 

Has invertido tanto en la relación, aunque no haya dado frutos, que no sabes cómo seguir adelante sin ella. Pero, por mucho que te cueste aceptar este cambio en tu vida, es necesario comprender que la distancia te ayudará a sanar y que así, con el tiempo, podrás continuar desde un punto más saludable.

“Dios me va a castigar”

 

La culpa que nos ha introducido una mala pedagogía acerca de los sacramentos, los mandamientos y –sobre todo– el amor del Padre por sus hijos es razón para que muchas veces se piense que soportar una relación rota desde el inicio es cumplir con la voluntad del Señor.

 

El matrimonio es un reflejo del compromiso de amor de Dios por su Iglesia. ¿Y si nunca existió ese compromiso en la pareja? Si el otro jamás demostró buscar tu bien y tú no fuiste capaz de entender que esto significa que no te amó, entonces tampoco supiste respetar tu integridad humana y no te amaste. En estos casos, la voluntad del Señor es que empieces a amarte a ti mismo, para poder amar a los demás, comenzando por quien se casó contigo sin asumir lo que significaba, y aunque estén separados.

 

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Entender y aceptar que tal vez has luchado demasiado tiempo por defender una mentira es difícil y duele. Muchas veces, necesitarás el apoyo de una voz autorizada que te ayude a llegar a esas conclusiones. Ante eso, no existe una receta que se ajuste a todos los casos, ya que cada situación es única para la familia implicada. Te animo a sopesar con cuidado las opciones y a considerar todos los factores que influyen en esta difícil decisión.

 

Al final, la pareja debe encontrar la solución que les convenga a ambos y que, a la vez, tenga en cuenta los intereses de sus hijos. Si, llegado el caso, ahora entiendes que tu matrimonio es nulo y que se hacen más daño viviendo juntos que separándose, debes dar el primer paso fuera de esta situación. Y un psicólogo y un sacerdote seguro te podrán guiar en este difícil camino hacia una vida mejor para todos.

Estamos bien hechos

Un marido me confesaba que se sentía algo frustrado porque el sexo era difícil, ya que a su mujer pocas veces le apetecía tanto como a él. También una mujer me expresaba su desconcierto al no saber cómo responder mejor físicamente.

 

Este ejemplo, que habitualmente se suele dar —y podría pasar al revés: que ella tuviera más deseo sexual que él—, puede llevar a pensar que estamos mal conformados, o que vamos desacompasados.

 

¿Realmente estamos mal hechos?

 

No; no es que estemos mal hechos, sino que, ¡es tan importante saber descubrir la respuesta sexual tanto femenina como masculina! Precisamente las diferencias en la respuesta sexual nos complementan, son la clave para la donación mutua. En ella, no todo queda supeditado al impulso, sino que se destaca la entrega, esa entrega plena que nos da la felicidad.

 

Es necesario acompasarse

 

Es bueno prepararse para el encuentro sexual, saber esperar y ayudarse mutuamente, porque la relación conyugal es un acto libre e inteligente. Karol Wojtyla lo explica en Amor y responsabilidad: “Los sexólogos constatan que la curva de excitación de la mujer es diferente de la del hombre: sube y baja con mayor lentitud. En el aspecto anatómico, la excitación en la mujer se produce de una manera análoga a la del hombre (el centro se halla en la médula S2-S3); con todo, su organismo está dotado de muchas zonas erógenas, lo cual la compensa en parte de que se excite más lentamente. El hombre ha de tener en cuenta esta diferencia de reacciones, pero no por razones hedonistas, sino altruistas. Existe en este terreno un ritmo dictado por la naturaleza que los cónyuges han de encontrar para llegar conjuntamente al punto culminante de excitación sexual”.

 

También añade que es necesario acompasarse, porque “la mujer difícilmente perdona al hombre la falta de satisfacción en las relaciones conyugales, que le son penosas de aceptar y que, con los años, pueden originar un complejo muy grave… la indiferencia de la mujer es a menudo consecuencia de las faltas cometidas por el hombre que deja a la mujer insatisfecha”.

 

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En las diferencias encontramos una riqueza inmensa, se nos manifiesta el sentido de la sexualidad conyugal. No estamos mal hechos, sino que hombre y mujer tenemos que descubrirnos mutuamente para poder experimentar la entrega verdadera a través del acto sexual.