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Los 3 consejos evangélicos aplicados al matrimonio

Es muy común pensar que los consejos evangélicos existen únicamente para quienes han elegido la vida religiosa, pues mediante su estado de vida pueden dedicarse a vivirlos radicalmente. Pero, si todos estamos llamados a la perfección cristiana, ¿por qué los matrimonios, que viven su vocación como camino de santidad, estarían excluidos de vivir también estos consejos?, ¿no estarían también llamados a vivirlos de una manera no menos exigente que la de los religiosos?

 

Y, ¿en qué consisten estos consejos? A diferencia de los mandamientos, que nos separan de lo que no es compatible con la caridad, los consejos evangélicos apartan de nosotros lo que incluso sin ser perjudicial, puede ser un impedimento para el desarrollo de esta.

 

#1 Pobreza

 

En el caso de los religiosos, estos se comprometen a no poseer nada como propio, y compartir todos los bienes con su comunidad. Sin embargo, los matrimonios sí están llamados a constituir un patrimonio, pero pueden considerarse como simples administradores temporales y por los deberes que tienen con los hijos, entregarles todo lo que sea necesario y conveniente para su desarrollo espiritual y material. Y una vez los hijos dejen el hogar, el matrimonio podría considerar vivir de una manera aun más desprendida materialmente. Aunque también hay otro punto importante para vivir este consejo y este es la apertura a la vida. Acoger de una manera generosa a los hijos, sin excederse en los cálculos financieros. Este nuevo panorama incluye verdaderas renuncias, nuevas prioridades, un verdadero testimonio de pobreza. Preferir comidas en casa, que salidas frecuentes a restaurantes, o una casa más grande que vacaciones todos los veranos.

 

#2 Castidad

 

Todos estamos llamados a vivir la virtud de la castidad según nuestro estado de vida. En el caso de los esposos, no debe entenderse solo como periodos de abstinencia, sino como la exigencia de entregarse íntegramente el uno al otro. Respetar el cuerpo del cónyuge, y estar disponible para la unión de ambos en la que se verifica el amor. Lograr el señorío de uno mismo, y no dejarse dominar por la concupiscencia. Ir contra lo que el mundo hoy nos presenta como sexualidad en el matrimonio, y darse todo por completo en su verdadera masculinidad y feminidad, estando siempre abiertos a la vida.

 

#3 Obediencia

 

A diferencia de los religiosos, los esposos no están obligados a obedecer a un superior, pero sí se deben obediencia el uno al otro. Esto ya no se puede decir con tranquilidad en estos días, pero hay que mencionar que así como el hombre es la cabeza, la mujer es el corazón. Ambos están llamados a vivir lo que son: masculinidad y feminidad.

Los cónyuges tienen en cuenta las características del otro y se someten a ellas: el hombre está más marcado por la racionalidad y la mujer tiene la autoridad del corazón. La exigencia está justamente en ver estas diferencias como oportunidades para conocerse, escucharse y obedecerse mutuamente, y así crecer en la perfección cristiana.

 

* * *

 

Estamos llamados a la santidad, y esta no es otra cosa que la perfección cristiana, que brota de la caridad. No podemos vivirla con mediocridad. Con nuestra vocación nos jugamos la vida eterna. Y quien quiera vivir el matrimonio como vía de santidad debe estar dispuesto a vivirlo con estas exigencias que para el mundo de hoy no tiene sentido.

¿Qué sentido tiene la espera de relaciones sexuales (en el noviazgo y en el matrimonio)?

Estamos acostumbrados, no solo en las películas y series, sino también en la realidad, a ver que “si me apetece/si el cuerpo me lo pide”, ¿por qué no se van a tener relaciones con alguien que te atrae, incluso sin conocer a esa persona? Parece que, si no lo haces, te estás perdiendo muchas cosas. O que eres un poco estrecho o miedoso. Pensemos un poco acerca de esto.

 
 

Pasar un buen rato con un desconocido

 

Recuerdo de joven que, en un bar de copas, una amiga me insistía en que podía acostarme con un chico francés que trataba de ligar conmigo. La razón de mi amiga —¡quizá no tan amiga!— era esta: “Pasarás un buen rato y, además, como es extranjero no volverás a verle”. En ese momento, di gracias por la educación recibida, por mi sensibilidad y por el miedo ante algo absolutamente desconocido con un ser absolutamente desconocido. De hecho, pensé: “¿Cómo es posible que la gente se acueste sin conocerse?”.

 

La espera en el noviazgo

 

Llevemos esta situación al noviazgo: ¿si nos queremos, podemos acostarnos? Ciertamente, se trata de algo tan habitual que aquellos novios que no tienen relaciones, no viajan juntos o no conviven son vistos en muchos ambientes como especies en extinción.

 

¿Por qué, entonces, unos novios deciden esperar a tener relaciones sexuales en el matrimonio? Mi primera recomendación es que no deben mantenerse en esa postura a la fuerza, de modo impositivo.

 

Por el contrario, tiene que ser una elección que surja de lo profundo del alma y del corazón. Una decisión de querer entregarse llegado el momento, en cuerpo y alma. Mientras, en esa espera, la inteligencia y la voluntad —junto con la intuición de querer vislumbrar un amor limpio, que pueda sostener una vida futura en común— mantienen firme esa decisión.

 

El noviazgo es tiempo de discernimiento, de conocerse, de aprender a mirarse a los ojos. Cuando el deseo sexual arrasa esa firmeza, dejamos de mirarnos a los ojos y perdemos la capacidad de valorar libremente si esa persona es la que podremos elegir para toda la vida.

 

El matrimonio: plenitud de la entrega

 

Cuando nos casamos, empieza la fiesta: manifestamos por fin, y de modo pleno, la promesa del “sí quiero”, con el cuerpo y con el alma. Al casarnos entregamos la persona que somos. Nuestro cuerpo pasa a ser del otro y viceversa, porque “somos cuerpo”. La entrega corporal se muestra de mil maneras. Y una de ellas, tan especial y propia del matrimonio, es la relación sexual: el cuerpo está mostrando que “te doy mi vida entera”. El “seréis una sola carne” tiene todo el sentido cuando existen un compromiso y una promesa de darlo todo, ¡antes no! Antes, seguramente, es solo un desencadenamiento de pasiones y afectos.

 

Cuando existe entrega plena conyugal, existe también apertura a la vida necesariamente: solo las relaciones sexuales en las que existe unión corporal, unión afectiva y unión espiritual responden a la verdad de la persona querida por Dios.

 

La verdadera fecundidad

 

De hecho, son esas relaciones las que transmitirán una fecundidad tan grande que tanto el marido como la mujer podrán incluso decir “esto es el cielo para nosotros”. La paz y la serenidad recaerá sobre sus vidas, se expandirán a otros y serán muy fecundos, teniendo más, menos o ningún hijo —valga recordarlo: los hijos son regalos que se nos dan—.

 

En el matrimonio, en muchas ocasiones, los cónyuges deciden que es mejor que no venga un hijo, por paternidad responsable: ellos desean seguir viviendo sus relaciones sexuales en plenitud, mantener el “seréis una sola carne” que ya han experimentado como una grandeza que les sobrepasa.

 

Entonces es cuando deciden recurrir a las relaciones en momentos infértiles para seguir cuidando la verdad del acto sexual. Para ello es necesario lograr un conocimiento de la fertilidad que les ayude a vivir los periodos de continencia con confianza mientras así lo decidan (recordemos también que el discernimiento de tener o no hijos se va actualizando y renovando según cada circunstancia conyugal que se viva). La espera de relaciones sexuales en determinados momentos también es entrega. Y, si bien la gracia sacramental llega a los esposos a través del una sola carne, también llega a través de la convivencia, de cuidarse y respetarse cada día.

Podemos resumir todo esto en aprender a vivir la castidad, la virtud de los que se aman y que viven su sexualidad con vistas a un bien superior. En el noviazgo la sexualidad se vive en forma de reserva, de espera, aun no es tiempo de la entrega corporal que supone el matrimonio. Los cónyuges también viven la castidad conyugal. Esta se expresa tanto en los momentos de espera como en los momentos de una relación sexual plena.

 

* * *

 

Pedir ayuda para vivir con el cuerpo lo que deseamos con el corazón es tremendamente importante —a través de los sacramentos y de la oración—. Somos frágiles y requerimos de dosis enormes de gracia para responder a la llamada del Amor según la situación vital en que nos encontremos.

 

Si te ha gustado el artículo o deseas encontrar más información al respecto, puedes buscarme en Instagram: @evacorujo_letyourselves

¿Qué hago si salgo con alguien que no es virgen?

Existen muchas razones que pueden llevar a una persona a tomar la decisión de permanecer virgen hasta el matrimonio: un anhelo que nace del corazón sin que uno tenga mucha información respecto de la castidad, una familia y una educación donde se inculco el valor tan importante y maravilloso del acto sexual, o una visión del sexo como “algo malo”, que entiende que lo puro está en guardarse hasta el matrimonio. Lo que tienen en común estas realidades es que —sin importar por qué las personas quieren preservar la virginidad hasta al matrimonio— anhelan que, cuando conozcan a alguien, también tenga la misma meta.

 

Es precisamente en este punto donde puede ocurrir un choque al enterarte que la persona que estás conociendo, que te gusta o con quien has comenzado a salir ya ha tenido relaciones sexuales. Aunque puede llegar a ser desconcertante y sentirte desilusionado, queremos que sepas que hay otra manera de verlo. Por eso te dejamos algunos puntos que podrían ayudarte si te encuentras en una situación como esta.

 

Tengan una conversación transparente y honesta

 

Aunque el impacto inicial puede ser duro, no te dejes llevar por los sentimientos y emociones que estás experimentando en ese momento. Tomate tú tiempo. Te ayudará a poner tus pensamientos y emociones en su sitio, para que ninguno de los dos salga lastimado. Una vez que lo hayas asimilado un poco, intenten tener una conversación.

 

Esta conversación es muy importante para que puedas hacerle saber lo que significa y es para ti el acto sexual y porque vives desde ya la castidad. Explícale porque apuestas por la espera. Habla sobre cómo te sentiste al enterarte y que impacto ocasionó.

 

Luego de que esa persona te escuche, es momento de tu escucharle. No tienes que saber por qué lo hizo, ni con quién, ni los detalles. En ese momento no estabas en su vida, y no merece darte ninguna explicación. Además, eso podría hacerte mucho daño a ti. Más bien, pregúntale por qué quiso contarte. Cuáles son sus expectativas con el noviazgo que quieren comenzar o que ya tienen. Qué piensa de la espera, y cómo ve ahora el acto sexual.

 

No se trata de juzgar

 

Recuerda que muchas personas ven el acto sexual como una intimidad que debe tenerse en el noviazgo —o incluso como algo casual—, porque crecieron con una idea errónea de su significado. A la mayoría solo se le presento una cara de la moneda, y nunca se les habló de la espera, la castidad, la virginidad o demás virtudes.

 

Cuando solo se nos ha dado una información y jamás se nos planteó otra alternativa, es lógico que considere —o haya considerado— el sexo como un acto pensado para cualquier etapa de la vida, incluso desde tempranas edades. Por lo que es probable que, si esa persona ha tenido relaciones sexuales en el pasado, lo hizo porque creció con la idea de que es una actitud que se puede tener con cualquier persona.

 

Es la oportunidad para tener una mirada de amor hacia el otro. La castidad, como es una virtud, se explica desde el amor, y no desde el juicio o miedo. Háblale con la verdad, hazle saber que la belleza y grandeza del acto sexual están reservadas para los esposos, porque implican un compromiso y una entrega total de sí mismos hacia el otro —como lo hacen las palabras que se dicen el día de la boda—. Muéstrale por qué una sexualidad mal entendida puede tener consecuencias negativas, pero haz todo esto con caridad. De nada sirve achacarle sus errores y “condenarlo al infierno” por haber tenido relaciones prematrimoniales, cuando ni siquiera sabía en ese momento que lo que hacía no lo llevaba por el camino correcto.

 

Dios da segundas oportunidades

 

Hay quienes, a pesar de tener experiencias sexuales previas, en algún momento de su vida decidieron darle otro rumbo y comenzar un nuevo camino de castidad. Es cierto que el pecado tiene sus consecuencias, eso no podemos negarlo, pero tampoco debemos ponerle límites a la misericordia de Dios. Que una persona cargue con algunos errores y fallos distintos a los tuyos no significa que merezca menos que tú.

 

Una persona que comienza un camino de conversión genuina e integra a su vida la virtud de la castidad puede descubrir una “segunda virginidad”, y en esta segunda virginidad encontrar el sentido verdadero del amor, de su persona y del acto sexual. Por eso, aunque haya tenido relaciones sexuales en el pasado, la espera y la entrega en el primer encuentro matrimonial serán como “una primera vez” en cierto modo, porque se vivirá dándole un sentido pleno y verdadero.

 

La segunda virginidad no se trata de recuperar lo que físicamente se ha perdido —porque es lógico que no puede recuperarse—, sino más bien de saber que nunca es tarde, y que no todo está perdido. La segundad virginidad es una nueva oportunidad para preparar tu corazón a esa entrega total que ahora quieres hacer con esa persona, totalmente consciente de lo que significa. Es una nueva oportunidad para decir “Sí” al amor verdadero.

 

¿Está dispuesto a esperar solo para complacerte, o por una verdadera convicción?

 

Esta es una pregunta crucial que debes hacerte. No negamos que sea un buen acto que una persona decida acompañarte en la espera solo porque tú se lo has pedido y es importante para ti. Aunque puede ser un primer paso para descubrir la virtud de la castidad, no debe quedarse allí. Las relaciones son más que buenas acciones: deben estar movidas por una verdadera convicción de hacer y querer el bien para ambos, por la búsqueda de un amor auténtico y verdadero.

 

Recuerda que los valores que vivan en el noviazgo serán los que cosecharán durante un matrimonio. Si esa persona vive la espera solo por complacerte, ¿crees que compartirá contigo los mismos valores en relación al sentido del acto conyugal, en la búsqueda de hijos o en la educación que quieran darles?

 

Si para una persona nunca fue importante esperar, y solo lo hizo porque es lo que tocaba, lo más seguro es que transmitirá los mismos valores a sus hijos.

 

Acompañarlo o estar no es igual a tener el deber de ayudarlo a sanar

 

Al igual que tú, la persona ideal para ti también tiene heridas y errores en su historia de vida. Debe tomar la decisión de comenzar de nuevo, porque la castidad no se obliga ni se exige, sino que es una decisión libre y personal. Tampoco tienes la obligación de ayudarlo a sanar en caso de que reconozca que sus anteriores relaciones o los motivos que lo llevaron a eso hayan dejados secuelas en él.

 

El acompañamiento es una actitud bondadosa que puede hacer mucho bien, pero a veces se corre el riesgo de querer convertirse en una especie de vigilante o niñera espiritual para el otro; hay que saber guardar ciertos límites y permitirle al otro sanar sin que se sienta presionado.

 

Toma una decisión

 

Si te has mantenido en la espera, es lógico que te esperes que la otra persona también sea virgen y que, en caso de llegar a un matrimonio, ambos puedan vivir ese momento como una primera vez. Es totalmente valido que en tu discernimiento exista la posibilidad de no querer una relación de noviazgo con alguien que ya tuvo relaciones sexuales; y eso no es falta de compasión o misericordia.

 

La conversión de una persona sin duda es causa de una alegría enorme, pero eso no significa que tengas algún tipo de obligación. El único deber que tienes con esa persona es el de acogerla y amarla como tu prójimo. Así que no te sientas mal si es que libremente prefieres formar una relación con alguien que se haya estado guardando para el matrimonio al igual que tú.

 

* * *

 

Si decides continuar con la relación, lo importante es que ambos miren en la misma dirección y que la persona esté dispuesta a comenzar de nuevo. No será un camino fácil, vendrán tropiezos. Trabajar las virtudes para ser quienes estamos llamados a ser requiere de mucho esfuerzo, constancia y la gracia de Dios. Pero también es importante que ambos se levanten, se conozcan, se formen y sigan descubriendo lo hermoso de vivir este camino de espera. Nada de reprocharse, porque aprendiendo es como se llega a la meta.

 

Si tienes alguna duda o quieres profundizar en estos temas, puedes seguirnos en nuestro Instagram @sexualidadycastidad y escuchar nuestro testimonio.

4 tips para vivir la castidad en tiempos de hipersexualización

No sé si también te pasa, pero llegó un punto en el que, platicando con una amiga, nos preguntamos cómo es que nos estábamos proponiendo vivir en castidad nuestra soltería y nuestros noviazgos, cuando era tan difícil. ¡A veces hasta parece una locura! Todo el mundo, todos los días, nos decía lo contrario, en todos los medios en los que nos encontrábamos: si no es Instagram, es la fiesta, la universidad, el novio o nuestras amigas… Nosotras sólo éramos jóvenes normales que queríamos disfrutar al máximo nuestra universidad, con un anhelo de ser amadas y de amar. Un día nos prometimos que, por más difícil que fuera, lo íbamos a intentar… E hicimos principalmente estas 4 cosas:

 

#1 Formar nuestra voluntad

 

La castidad no es reprimir nuestros impulsos sexuales: es tener la fortaleza de ordenarlos al amor. Y para eso…, ¡necesitamos voluntad! Podemos formarla en pequeños actos: dejar las redes sociales un día, levantarnos en cuanto suena la alarma, no comer postres hoy, ayunar… Todo esto ayudará a formar fortalecerla, para poder orientarla al amor.

 

#2 Oración y sacramentos

 

Aunada a tu voluntad, hay una fuerza sobrenatural que nos ayuda a perseverar en la castidad. Ora por ti, por tu pareja, por tu noviazgo y por los frutos de su espera.

 

#3 Platicarlo con tu pareja (en caso de tener pareja)

 

Estamos hechos para la comunión. Ese anhelo está presente en nuestro corazón constantemente, y más cuándo amamos a la otra persona. Por eso es importante estar de acuerdo en caminar juntos hacia un noviazgo de castidad. Porque, si ya es difícil ordenar nuestros deseos en todo momento, lo es más aún cuando el otro es el primero que desordena. Por ello, hablen, y sean pacientes: la espera por el otro purifica nuestras intenciones.

 

#4 Mantenerse ocupado

 

Mantenerse ocupado y con objetivos ayuda a mantener el enfoque en tus metas. Haz cosas que te acerquen a la relación que quieres tener, o que hagan lo mismo por tu pareja. También contribuye al crecimiento que quieres como persona, sea para ti, si estás en soltería, o para ambos, si estás en pareja.

 

* * *

Es difícil: nos caemos y nos levantamos. Ahora tanto yo como mi amiga estamos casadas, y podemos decirles que vale la pena. Quiero recordarles que, aunque vivimos en un mundo hipersexualizado, no contamos sólo con nuestras propias fuerzas, sino también con las de Dios.

 

Por eso, no podemos perder la esperanza: recuerda que tienes inteligencia y voluntad, y que la castidad es una escuela de amor en fidelidad, espera, sacrificio, esperanza, y voluntad. Todo esto, para tu futuro matrimonio, y también durante el mismo. ¡Sí se puede!

 

@feminidad.cool

8 mitos sobre la castidad

Muchos rechazan tajantemente la castidad porque desconocen qué implica. Otros la rechazan porque implica voluntad y un cambio en el corazón. Por ello, al creer que esto es imposible, la atacan y minusvaloran. Hoy quiero hablar de 8 cosas que no son la castidad.

 

#1 Represión

 

La castidad no es represión de mis deseos, ni si quiera de mi impulso sexual. Sí: la castidad no es hacer oídos sordos a mi deseos o impulsos, sino que implica saberlos expresar de una manera acorde al amor. Reconocerlos, aceptarlos y encauzarlos ⎯o sea, darles cauce.

 

#2 Solamente abstinencia

 

Dependiendo del estilo de vida, implica abstinencia…, ¡pero no es solo eso! Implica mucho más. Efectivamente, implica abstenerse del acto sexual cuando las condiciones no están dadas: cuando aún no hay un compromiso libre, total, fiel y abierto a la vida ⎯como el matrimonio⎯, cuando la dignidad de la persona está en riesgo de ser despreciada… Pero no es solo abstinencia, no son sinónimos. En el punto # 4 hablaremos más de esto.

 

#3 Una imposición

 

Nadie te obliga a ser casto, es algo que, por concebirlo como una virtud valiosa por medio de su inteligencia, la persona entera elige libremente, tras lo cual decide vivir según el estilo de vida que propone. Cuando veamos lo que sí es la castidad entenderás que vale la pena vivirla.

 

#4 Solo para los solteros

 

Curioso, ¿eh? Así como lo lees, la castidad no es solo para los solteros o parejas de novios, también los matrimonios están llamados a la castidad. Por eso en el segundo punto decíamos que depende del estilo de vida. Un matrimonio está llamado a ser casto incluso en el abrazo esponsal.

 

#5 Algo del pasado

 

La castidad no es algo del pasado, algo que mis tatara-tatara-tatara abuelos querían vivir y que ya no aplica para nuestra generación. Muchas personas actualmente luchamos día a día por vivir la castidad. Caemos, nos levantamos, volvemos a caer y nos volvemos a levantar. Pero la lucha sigue presente.

 

#6 Algo que se da de la noche a la mañana

 

Salvo casos extraordinarios dados por Dios, la castidad es un camino, un constante andar ⎯incluso de toda la vida⎯ en donde se vale caer, pero no quedarse en el suelo.

 

#7 La castidad no es solo ser virgen físicamente

 

Es decir: hay personas que luchan día a día por vivir la castidad, y que han perdido ya su virginidad física por algún error del pasado. Pero siempre existe la segunda virginidad: un proceso de reparación de mi persona y de compromiso con el amor verdadero. También hay personas que aún son físicamente vírgenes, pero que no buscan vivir la castidad.

 

#8 Evitar las relaciones sexuales… y permitir todo lo demás

 

Muchas parejas de novios creen que basta evitar las relaciones sexuales, pero la castidad no se trata de eso, no es solo eso. Según san Juan Pablo II, a castidad es: “(la) energía espiritual que sabe defender el amor de los peligros del egoísmo y de la agresividad, y sabe promoverlo hacia su realización plena” (Familiaris Consortio, 33).

 

Es decir: la castidad protege al amor de dejar de ser amor. Protege a la persona de ser usada y rebajada a nivel de objeto sexual, motiva al amor a crecer, a ser más puro, custodia de la agresividad y del egoísmo. La castidad ayuda a que la capacidad de entregarnos totalmente en el amor sea posible.

 

Por esa razón, incluso los casados están llamados a vivir la castidad, porque su vivencia permitirá un amor más profundo, auténtico y puro. Por esa razón, no es sólo abstenerse o evitar el acto sexual y permitir lo demás, porque la castidad implica amar tanto, pero tanto a la otra persona que deseas expresar ese amor como ella se merece. Como su dignidad lo requiere: haciéndole saber que es valiosa, que no es un objeto, sino una persona digna de ser amada.

 

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Hoy, que tanto se busca que la mujer no sea “cosificada”, debe salir a relucir la virtud de la castidad, una verdadera joya cuando se trata de las relaciones interpersonales ⎯y de las relaciones conmigo mismo⎯, una verdadera herramienta que permitirá a los valientes amar cada día más y mejor.

 

La castidad no es una lista de “nos”, sino una lista de “síes”. Qué si puedo hacer para amarte mejor, de qué forma te puedo expresar mi cariño para crecer en el amor que nos tenemos. Todo ello, destacando ante todo la búsqueda de tu mayor bien, tu dignidad, tus fines, y el hecho de que eres una persona.

 
 

Para conocer más acerca de mi contenido o por alguna consulta, puedes buscarme en Instagram: @soybernardod y @amoryresponsabilidad

 

Con amor, Bernardo.

Adviento y castidad: ¿Qué tienen en común?

Quisiéramos comenzar por recordar qué es el Adviento, y por qué y para qué lo vivimos. Es ese tiempo maravilloso de espera en el que se enfatiza la esperanza en Dios, que se manifiesta en el nacimiento de su hijo Jesús.

 

Y sí, claro, tiempo de espera —no cualquier espera—, en el que podemos limpiar nuestra casa interior, nuestro corazón, para recibir a Cristo en su Natividad. Y eso nos recuerda mucho a nuestras madres cuando están por recibir una visita, y quieren que todo esté perfecto para la llegada de los invitados. Realizan limpieza general, van buscando preparar el mejor banquete, organizar todo con anticipación, que nosotros estemos presentables, que todo esté en armonía… Y, justamente así es como deberíamos nosotros también actuar: deberíamos limpiar todo eso que tenemos aún infectado por el mundo, y que no nos permite recibir a nuestro Rey de reyes como debería ser recibido.

 

Pero, ¿qué tiene que ver el Adviento con la castidad? Sucede que, entre todas esas pequeñas cosas que se nos vienen a la mente cada Adviento, y las charlas que podríamos brindar o recibir sobre castidad, había siempre algo que resonaba en nuestros corazones. Por eso, hoy queremos compartirlo con ustedes: estas son las 4 cosas que creemos que tienen en común el Adviento y la castidad.

 
 

#1 Necesitan del amor para saber esperar

 

La castidad es un “sí” al amor verdadero, que conlleva mucho sacrificio y paciencia. Esta espera que se vive en el enamoramiento y noviazgo para poder uno entregarse en todas sus dimensiones dentro del matrimonio necesita de mucho sacrificio, que es el mismo amor.

 

No creemos que pueda existir otro motivo más profundo que el amor. Solo por amor uno es capaz de renunciar a los placeres y tentaciones, solo por amor puedo ordenarme y ordenar mis propios deseos y lograr que toda mi persona —inteligencia, afectos, voluntad y cuerpo— estén dominados por mí mismo. Dominarse a sí mismo es una labor que ha de durar toda la vida. Nadie podrá decir nunca que ya se domina totalmente, así como nadie podrá decir que ya está totalmente preparado para la venida de Jesús. No: siempre debe existir el esfuerzo por lograrlo.

 

Y solo por amor uno es capaz de esperar el nacimiento del Niño Jesús, su venida. Porque por amor estamos esperando al mismísimo Amor hecho persona. Y contemplar a la Virgen María en la dulce espera nos podrá ayudar a tener esa misma mirada de fe y amor que tuvo ella al esperar pacientemente la llegada de su hijo.

 

Recuérdalo: “Te espero porque te amo”.

 
 

#2 Necesitan un corazón dispuesto a quedarse con lo esencial

 

Lo increíble de esto es que efectivamente el Adviento es un tiempo que nos invita a quedarnos con lo esencial. Cuántas veces hay tantas cosas que nos distraen de lo principal: Jesús. Entonces, caemos en la angustia de vivir como el mundo nos pide. Pero la invitación que te hacemos en este tiempo es a ver lo último como una oportunidad para volcar toda nuestra atención al pesebre.

 

De la misma manera sucede con la castidad, pues el mundo nos distrae e invita a normalizar —de alguna forma… el vivir desordenadamente. Pretende que nos dejemos dominar por nuestras pasiones. Por el contrario, vivir esta virtud nos permitirá quedarnos con lo esencial: vivir por amor y para el amor de manera libre, tras romper toda dependencia.

 

San Agustín nos dice, en sus Confesiones: “La castidad nos recompone; nos devuelve a la unidad que habíamos perdido dispersándonos”. (Conf. 10,29; 40). La castidad y el Adviento, siempre nos llevarán a quedarnos con lo principal y más importante: Dios.

 
 

#3 Nos permiten sacar lo mejor de cada uno de nosotros

 

Preparar el corazón para la llegada de Cristo significa entregarse a la providencia y gracia de Dios. No cualquiera sabe preparar el corazón, pero el esfuerzo de ser cada día mejor y más santo es lo que nos lleva a creer que el Adviento es capaz de sacar lo mejor de cada uno.

 

Y lo mismo sucede con la castidad puesto que la acción de ordenarme, dominarme y amarme es sacar lo mejor de mí para hacer feliz no solo a Dios y a la persona que está a mi lado, si no a mí mismo, en todas mis dimensiones. Porque, realmente, la castidad te permitirá vivir tu mejor versión: una versión más pura, más en gracia, y cada vez más cercana la santidad a la que has sido llamado desde la creación.

 
 

#4 Nos invitan a ayudar al otro a dirigir su mirada a Cristo

 

Ni el Adviento ni la castidad pueden quedarse en uno mismo, si no que tienen que ser capaces de trascender corazones. Son medios de santificación, y hay que compartirlos.

 

¡Qué grandeza tiene la castidad! ¡Qué seguridad nos puede dar para ser santos! ¡Qué satisfacción tan grande nos puede brindar saber que estamos imitando a Jesucristo, e invitando a otros a vivir como Él!

 

¡Qué grandeza tiene el Adviento! ¡Qué seguridad nos puede dar para alcanzar la vida eterna y recibir al Rey de Reyes! ¡Qué satisfacción tan grande nos brinda el saber que estamos esperando a Jesucristo e invitado a otros a esperarlo también con el corazón preparado!

 

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Recuerda que el Adviento es un tiempo donde quizás pienses que muchas puertas se han cerrado, como le sucedió a la Sagrada Familia, y solo se abrió la puerta de un pesebre para el nacimiento del Niño Jesús. Quizás pienses que ya no es como antes, y que todo se ha perdido; y te quieras conformar con vivir como el mundo te pide. De la misma manera, quizás suceda con tu vida en castidad: quizás pienses que muchas puertas se cerraron, que es difícil volver a levantarte, y que quizás hasta quieras conformarte en vivir como el mundo te invita a hacerlo: en desorden y presa de tus pasiones.

 

Pero no esa no es la solución. Recuerda que hoy, cuando quizás se han cerrado algunas puertas en tu vida, aún puedes mirar, contemplar y recordar el momento de incertidumbre que vivieron aquellos jóvenes, María y José, mientras buscaban un lugar dónde Jesús, nuestro Salvador, nacería.

 

A pesar de todo, ellos no perdieron la fe: ¡tampoco la pierdas tú! ¡Ánimo! ¡Sé santo!

 

Para conocernos más, puedes buscarnos en Instagram: @compisdeus

3 claves para vivir la castidad

En estos tiempos cada quien de acuerdo a sus experiencias y realidades busca tener su propia definición de la palabra amor. Entre tanto ruido, a nosotros nos ayudó mucho comprenderlo de manera simple, sencilla y directa en una sola frase: amarte es buscar tu mayor bien.

 

Si todas nuestras decisiones y acciones partieran del deseo de buscar el bien para la otra persona, seguramente todo sería diferente. Incluso cobraría más sentido y con un significado más fuerte si todos pensáramos de esa manera, pues nos hiciéramos bien unos a otros. La realidad es que se ha vuelto atípico buscar amar de verdad. Nos hemos acostumbrado a vivir en una cultura utilitaria, donde el placer está por encima del bien, ya que para muchas personas, la castidad es algo anormal, pues para ellos el placer siempre es el fin y no un medio.

 

Entonces, si la castidad es un sí al amor verdadero ¿cómo puedo vivirlo? Nosotros hemos aprendido y experimentados esta verdad en 3 puntos.

 

#1 El amor no se prueba

 

Cada vez se hace más fuerte la idea de que existe una compatibilidad sexual –lo cual es un mito- y que se debe convivir antes de casarse para conocer realmente a la persona. Creer que esto es verdadero solo porque todos lo hacen o actualmente es popular, es una falacia –se conoce como falacia ad populum-. Estudios demuestran que la tasa de divorcio es mayor en aquellas parejas que convivieron y tuvieron relaciones sexuales antes del matrimonio (1).

 

Si realmente lo que estas sintiendo es amor, ¿por qué tendrías que probarlo? Es un poco raro poner a prueba aquello de lo que se está seguro. Si no se está seguro, entonces falta conversar más para conocerse en vez de ir directamente a probar a la persona. Si no estás seguro y pruebas, es momento de cuestionarte qué buscas con eso.

 

Los objetos –autos, ropa, electrodomésticos– son los que se prueban, no las personas. Las personas poseemos un valor y una dignidad especial a diferencia de las demás criaturas. El amor verdadero no condiciona a la otra persona. Decir, “probemos a ver. Si no me gusta la convivencia entonces no nos casamos”, es querer estar bajo un interés y no por el deseo de amar para siempre a la otra persona.

 

Nadie asegura que la convivencia después de una boda será fácil, pero para eso está la antesala del noviazgo, en donde ambos deben hablar mucho sobre todo aquello que les inquiete o tenga como fin conocer al otro. La disposición de ambos de construir ese amor es clave.

 

#2 El amor se construye

 

En la vida real, ambos –varón y mujer– deben esforzarse para aprender como amarse, entenderse y comunicarse. Ya de por sí, venimos con diferencias muy obvias que caracterizan a ambos sexos. Por lo tanto, es normal que no se vayan a entender ni a la primera, ni segunda o tercera.

 

No existen las almas gemelas, ni el “amor perfecto” a primera vista, sino personas dispuestas y decididas a aprender amarse, aun en los errores y caídas.

 

#3 El amor es una decisión

 

Estar con alguien es una decisión. Casarse es una decisión. Amar es una decisión. Lo que no elegimos es enamorarnos. El enamoramiento es una antesala a ese amor verdadero que anhelamos dar y recibir. Cuando las mariposas desaparecen, cuando ya no sientes tanta euforia al verle, cuando empiezas a ver más sus defectos, es cuando realmente le abres paso a la decisión de amar. Porque ya no te estas centrando solo en cómo esa persona te hace sentir sino en el bien que ahora quieres darle.

Salir de uno mismo para mirar al otro y velar por sus necesidades, educando nuestras pasiones, es la parte más difícil de decidir amar –para qué te vamos a decir que no, si sí– pero es una de las más gratificantes y hermosas. Estamos hechos para darnos y no para encerrarnos en nuestros egoísmos.

 

* * *

 

Estos tres puntos sobre cómo vivir el amor verdadero es solo una pequeña base para ayudarte a comprender la riqueza de vivir esta virtud y como realmente nos educa para amar de verdad. Centrarnos en los “no’s” de la castidad, es perder de vista los grandes “Sí” que nos da. Pero para eso, necesitas siempre buscar las respuestas a tus dudas. No te conformes.

Si tienes alguna duda o inquietud sobre el tema, puedes seguirnos y escribirnos en sexualidadycastidad. ¡Nos leemos pronto!

 

Por alguna consulta del tema, puedes buscarnos en Instagram: @sexualidadycastidad

 

(1) Counterintuitive Trends in the Link Between Premarital Sex and Marital Stability. Nicholas H. Wolfinger.

¿Está bien dormir con mi novio aunque no tengamos relaciones?

Empiezo este artículo planteándoles el siguiente caso: uno de los dos, o ambos, somos creyentes y queremos vivir la castidad. Por lo tanto, entre otras cosas, hemos decidido dejar las relaciones sexuales para el matrimonio. Pero, ¿podríamos dormir juntos sin tener sexo? Es una pregunta que muchos se hacen, y me gustaría dejarles algunos elementos para reflexionar en torno a este tema.

 

Para empezar, cuando uno tiene un cariño especial por alguien, tiende naturalmente a buscar momentos para estar con esa persona, pues pasar tiempo a su lado suele sentirse muy bien. Por eso, el hecho de dormir al lado de la persona amada —aunque sin tener sexo— puede ser una experiencia muy agradable.

 

Sin embargo, si queremos vivir juntos la castidad, ¿es realmente lo mejor para nosotros? Al respecto, me gustaría dejarles tres elementos para pensar:

 

#1 ¿Realmente nos ayuda en nuestro propósito de vivir juntos la castidad?

 

Dormir juntos, aunque sin tener sexo, ¿realmente nos ayuda en nuestro propósito de vivir la castidad? Puede que lo hayamos hecho ya un par de veces y no haya pasado nada. Pero, ¿no nos estamos exponiendo a una situación en la que es muy fácil que sí pase algo?

 

Una cosa es abrazarnos o tener alguna muestra de afecto en el parque a plena luz del día, en un lugar en el que sabemos que hay más gente, por más que no nos estén mirando. En cambio, otra cosa es pasar la noche en la misma cama, sintiendo al lado el cuerpo de una persona por quien no solo tenemos sentimientos de cariño, sino que puede que nos atraiga mucho físicamente. Esto último, ¿realmente nos ayuda a vivir la castidad?

 

#2 Yo no estoy en control de lo que siente la otra persona

 

Hasta cierto punto, uno puede ser consciente de los pensamientos o deseos que experimenta al sentir cerca el cuerpo de la otra persona, y decidir en qué medida se deja llevar —o no — por ellos. Sin embargo, no se puede controlar lo que siente la otra persona, o los deseos que pueda despertar en ella la cercanía de mi propio cuerpo al dormir juntos.

 

En efecto, lo más común es que los deseos de ambos no estén alineados. Por este motivo, lo que para uno puede resultar inofensivo, en el otro puede despertar un deseo que termine alimentando la expectativa de un avance en el terreno de lo sexual.

 

#3 El cuerpo se acostumbra y pide más

 

El cuerpo tiende a acostumbrarse a ciertos estímulos y, cuando esto ocurre, para seguir sintiendo las cosas que uno siente, pide avanzar más. Es decir: puede que la primera vez que dormimos juntos se haya sentido muy especial, pero pronto uno se acostumbra a esa sensación. Entonces, para seguir sintiendo esas cosas que antes sentía, es natural que el cuerpo vaya pidiendo un mayor acercamiento. Y, en ese acercamiento, puede que ambos poco a poco terminen realizando aquellos actos que inicialmente querían evitar.

 

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Asumir la decisión de vivir la castidad en pareja sin duda implicará muchas renuncias. Sin embargo, ambos deben ser conscientes de que aquello que ganan es mucho mayor, lo cual evitará que las renuncias se vivan con frustración. ¿Y qué ganamos? Eso lo descubrirá cada pareja.

 

Por cualquier duda, puedes contactarme por Instagram: @ama.fue y @daniel.torrec

¿Cómo hablar de la Castidad sin caer en discusiones?

Hablar de castidad es un tema sensible, porque algunas personas pueden sentirse juzgadas al escucharte. Sin quererlo, te muestras como “dueño de la moral”, como quien define lo que está bien y lo que está mal en las relaciones. ¿Cómo comunicar el valor de la castidad sin caer en debates? Para eso, es importante identificar el tipo de persona a quien le estás hablando, y cuál es su nivel de interés:

 

#1 Los curiosos

 

Estás almorzando entre amigos y de pronto sale el tema del sexo. Es el turno de que compartas tus experiencias sexuales, pero nadie sabe que buscas vivir castamente. ¿Qué hacer en ese momento?

 

Te toca responder con naturalidad, mostrando que en ti no hay nada de extraterrestre —¡eso espero!—. Probablemente vas a despertar la curiosidad en tus amigos, y empiecen a hacerte muchas preguntas. Ten presente que no hay obligación de revelar tu pasado sexual como si fuera un interrogatorio. Puedes incluso negar información que no aporte valor. No vas a convencer a nadie, pero habrás marcado un precedente al exponer tu punto de vista. Por eso, di lo justo y necesario ante los curiosos, sin darle tantas vueltas.

 

#2 Los interesados

 

Puede que sí hayas llamado la atención de uno de tus amigos, y que uno se acerque a ti para saber más. Acá hay más interés, pero, ¡atención! No te toca hacer monólogos, sino escuchar. Presta atención a sus preguntas, porque probablemente deriven de una experiencia personal. A los interesados por la castidad es importante hacerles saber que no están solos, y que hay más personas que aspiran a un amor que no se descarta.

 

#3 Los haters

 

Estas personas no están de acuerdo con lo que planteas. Escucharás frases como “difiero con tu idea” o “no pienso como tú”. Desde ese momento, ha polarizado la conversación/el tema, y tú eres el lado opuesto. Hay que tener cuidado con entrar en debates: no estamos para generar bandos. Aunque tengas respuestas magistrales, no encontrarás un punto medio. Hay que escuchar y responder, sí, pero hasta donde se crea conveniente. Quizás hay algo que estas personas no están revelando acerca de sí mismas, y sus argumentos de rechazo deriven de una historia que desconocemos. Ante los haters, no hay que emitir juicios: solo comuniquemos que la castidad es una decisión personal.

 

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¿Cuál es el sentido de hablar de castidad? No es convencer a nadie: es enseñar sobre el amor. Antes de soltar palabras, necesitamos saber a quién le estamos hablando. ¿Es un simple curioso? ¿Está realmente interesado? ¿Es un hater que quiere ganar un debate? No olvidemos que tenemos el privilegio de conocer una gran virtud, que ordena vidas y forja relaciones. Es un tesoro que algunos valorarán, y otros no. Procuremos enseñarlo en el tono adecuado.

 

¿Te interesa el tema? Te invito a conocer mi curso “El Rebranding de la Castidad”. También pueden seguirme en Instagram como @yoheigab.