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¿Cómo establecer límites en una relación?

Las relaciones son fundamentales en la vida de las personas, ya sean de amistad, familiares o románticas. Para que una relación sea saludable y satisfactoria para ambas partes, es esencial establecer límites claros. 

Los límites son las líneas que definen cuál es el espacio emocional y físico de cada individuo en una relación. Establecer límites adecuados puede evitar conflictos innecesarios, fomentar la comunicación y fortalecer la conexión entre las personas involucradas. Aquí te presentamos cuatro consejos esenciales para establecer límites en una relación.

#1 Comunicación abierta y honesta

La comunicación es la base para establecer límites efectivos en cualquier relación. Ambas partes deben sentirse cómodas expresando sus necesidades, deseos y límites de manera abierta y honesta. Esto implica escuchar activamente a tu pareja, amigo o familiar, y ser receptivo a sus preocupaciones y límites también. 

Cuando ambas partes se sienten escuchadas y respetadas, es más probable que se establezcan límites de manera equitativa.

#2 Reflexiona sobre tus propios límites

Antes de poder establecer límites con alguien, es importante que tengas claridad acerca de tus propios límites personales. Tómate el tiempo para reflexionar sobre lo que te hace sentir cómodo o incómodo en la relación. 

¿Necesitas más tiempo para ti mismo? ¿Tienes ciertas expectativas sobre la comunicación, intimidad o la privacidad? Identificar tus propias necesidades y limitaciones te ayudará a comunicarte de manera efectiva y a establecer límites con confianza de ambas partes.

#3 Sé específico y concreto

Cuando establezcas límites, sé específico y concreto en tus comunicaciones. En lugar de decir algo genérico como «necesito más espacio», explica qué significa eso para ti. Puedes decir algo como: «Me gustaría que esperemos hasta el matrimonio.» «No hay necesidad de que revises mi celular o diario.» “No me parece bien que permitamos que nuestros padres tomen decisiones sobre nuestro hogar”, etcétera.

Cuanto más específico seas, más claro será para la otra persona qué se espera de la relación.

#4 Respeta los límites de tu pareja

Tan importante como establecer tus propios límites es respetar los límites de los demás. Esto significa ser consciente de las necesidades y expectativas de tu pareja, amigo o familiar, y esforzarte por no cruzar esas líneas de acuerdo a la etapa que van viviendo. Siempre que sea necesario, busca un compromiso que funcione para ambos, y evita situaciones en las que uno de los individuos se sienta incómodo o invadido.

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Establecer límites en una relación es esencial y fundamental para mantener una convivencia saludable y respetuosa. Además, nos ayuda a conocer a la persona con la que estamos saliendo o manteniendo una relación. La comunicación asertiva y honesta, la reflexión sobre las necesidades personales, la especificidad en la definición de límites y el respeto por los límites de los demás son componentes clave para lograrlo. 

Recuerda que establecer límites no se trata de limitar la relación, sino de fortalecerla, pues fomenta el respeto mutuo y la comprensión.

¡Esperamos sea de ayuda para ti!

Con mucho aprecio y cariño
Lorena y Diego
@quelamornosacompane.blog

4 consejos para saber si realmente me ama

Ana es una joven de 25 años, profesional, llena de vida, ama profundamente a Dios, pero tiene un problema: le ha ido terrible en el amor. Cada vez que se enamoró y entabló un noviazgo con un chico, al final, la han terminado dejando porque se aburrieron de ella, o porque se fueron al seminario, o porque simplemente un día “dejó de ser lo mismo”.

Actualmente, Ana ha iniciado una relación bonita con un chico mayor por 3 años. Las cosas avanzan bien, se siente feliz, escuchada y respetada pero se levantó con una duda muy grande: ¿Verdaderamente será amor lo que siente por mí? ¿Y si se va con otra y me deja? ¿Cómo puedo saber si esto es amor?

Si tu caso es similar al de Ana, quiero que sepas que las dudas que tienes sobre ese amor bonito que vives hoy son totalmente normales. Es natural tener ciertos miedos, pues has tenido una historia particular. Esas dudas hay que atenderlas, hay observarlas, escucharlas y darles respuesta; de lo contrario, no te dejarán vivir ese amor bonito.

Quiero regalarte 4 consejos para explorar en tu relación y descubrir si lo que se vive allí es amor, amor del bueno.

#1 Tu pareja respeta tu autonomía y no intenta controlarte o dominarte

El amor, nace de la voluntad, de la voluntad libre de dos personas que desean construir un “nosotros”. Si tu pareja está obsesionada contigo y desea controlar a dónde vas, con quién, qué vistes y poco a poco te aíslas para que no se moleste… no es buena señal.

Un amor sano respeta la individualidad del otro y es capaz de compartir el poder en la toma de decisiones sin que alguno se sienta presionado o controlado.

#2 Tu pareja desea tener un proyecto de vida contigo

Tu pareja desea proyectar un futuro contigo, hay potencial a la ancianidad. Esto da miedo lo sé, pero toda relación sana tiene potencial para proyectar un futuro juntos. Con una persona que no te ofrezca una posibilidad de futuro, que vaya en la vida “fluyendo”, sin metas claras, sin aspiración a tener una familia, con miedo a un compromiso mayor… Ahí no es.

Se dice que muchos hombres tienen miedo al compromiso. Parte de ello es real. Sin embargo, cuando un hombre encuentra el amor, es capaz de “sacrificar” su libertad por la persona amada. Hay que entender este “sacrificio” como el hecho de subordinar la libertad al amor en una jerarquía de valores.

#3 Tu pareja respeta tus opiniones y cuida tus sentimientos

El respeto es fundamental en una relación sana, y permite que el amor se fortalezca y florezca. Cuando el respeto a las opiniones del otro no existe, puede llegar a haber burlas o incluso violencia psicológica.

Las faltas de respeto, la ridiculización de las opiniones, la burla a los pensamientos o sueños, las humillaciones públicas o privadas, todo ello forma parte de un contexto tóxico y nocivo, donde el amor no es sano.

Un amor sano y bonito cuida los sentimientos del otro, busca agradar e impactar positivamente al otro. Las relaciones exitosas y extraordinarias tienen en cuenta los sentimientos de la pareja. Esto lleva a controlar las propias palabras y gestos para que el otro se sienta cuidado.

#4 Tu pareja está dispuesto a hacer cambios para que la relación gane

Aquí no sólo es tu pareja, sino tú también. Existe un criterio que los terapeutas de pareja utilizamos para medir el compromiso en una relación. Ese criterio es la capacidad para cambiar o ceder para que la relación gane.

Cuando se inicia una relación de pareja, al inicio todo es maravilloso, no hay fricciones. Sin embargo, conforme van avanzando las semanas y los meses, cada persona mostrará sus imperfecciones. Cuando hay un deseo de caminar juntos, estos puntos incomodos o diferencias se dialogan y se trata de llegar a acuerdos donde cada uno tendrá que ceder o cambiar a favor de la relación. En efecto, si la relación gana, ganan los dos.

Si uno no está dispuesto a ceder o a cambiar para que la relación gane, probablemente la persona carece de disposición a compartir el poder, y querrá instaurar una dictadura en la relación. Esa señal no es buena, pues la relación se puede volver totalmente asfixiante.

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Querido lector, que estos 4 consejos sean una guía. Escucha tu corazón, vive plenamente y no tengas miedo de ser tú misma —o tú mismo— en todo el sentido integral de tu ser.

Italo Macha
Psicólogo Católico y Terapeuta de Parejas
@entrenandoelamor

5 red flags si estás empezando a salir con alguien

Si estás empezando a salir con alguien y quieres saber si es la persona indicada para ti, es importante que no te dejes llevar únicamente por tus sentimientos. Hay algunas señales que te pueden indicar que quizás no sea la persona adecuada o, por lo menos, que hay cosas que habrá que hablar y mirar más de cerca antes de seguir con la relación o de tomar la decisión de casarse. Son señales de alarma, «red flags», que te pueden hacer reflexionar y decidir con la cabeza y no solo con el corazón.

Infidelidades

Una infidelidad no es un tropiezo ni un desliz. Es una señal clara de que pasa algo. El noviazgo es una etapa maravillosa. Es un momento especial en el que tenéis la oportunidad de conoceros mejor, profundizar en la amistad y en la relación y crecer en el amor. Es una etapa llena de sentimientos positivos. Aunque también puede haber dificultades, si en esa etapa tan positiva surgen infidelidades, luego, en una relación conyugal, a largo plazo, cuando las dificultades, inseguridades y problemas serán seguramente mucho mayores, lo más normal será que vuelvan a surgir. Una infidelidad durante el noviazgo es una «red flag», una señal de alarma a la que hay que prestar mucha atención.

Drogas y adicciones

Quien tiene una adicción no es totalmente dueño de sí mismo, tiene una relación de dependencia con la adicción que le impide ser él o ella misma. Las adicciones a las drogas, el alcohol, el juego, la pornografía, el sexo, etcétera, son enfermedades que muchas veces requieren tratamiento y no son fáciles de remediar. No dependen de la fuerza de voluntad ni de tu capacidad para ayudar a mejorar. Y muchas adicciones tienen serias consecuencias, físicas y psíquicas que seguro tendrán influencia en vuestra relación futura. Una vez más, no caigas en el pensamiento de que va a cambiar, aunque podría pasar que cambie, pero casi nunca dependerá de ti, y a lo mejor ni siquiera del otro. Si ves o descubres que el otro tiene adicciones importantes, «red flag».

Desequilibrios afectivos

Una actitud claramente manipuladora o controladora, un pensamiento patológico pesimista, celos extremos, faltas de respeto continuadas, dependencia emocional insana, narcisismo… Todas estas actitudes no son muestras de amor, sino de dependencia. No pienses que las cosas irán a mejor. Si en tu relación tienes evidencias de este tipo de desequilibrios afectivos, será el momento de mirar hacia adentro y ver qué es lo que te lleva a seguir con ese noviazgo. ¿Es la persona con la que puedo ser feliz toda mi vida? ¿Viviré con la inquietud de amarle como es, sin querer cambiarle? ¿Voy a poder tener una relación de igual a igual, sin condicionamientos ni dependencias? Si no es así, es una «red flag».

Relación de desigualdad

La vida en pareja tiene que ser una relación entre iguales: en derechos, en deberes, en libertade. Tus gustos, opiniones, sentimientos y cosas personales; tu intimidad y libertad tienen que ser respetados. Cuando no hay igualdad se falta el respeto, se limitan las libertades, hay uno que manda y otro que obedece. Si ves que estas faltas continuadas que te hacen sentirte inferior, es que no existe una relación de igualdad. Si te hace sufrir, no hay relación de igualdad. Si haces cosas a escondidas o tienes miedo a hacer o decir lo que sientes no hay igualdad. Si no te sientes tú mismo no hay respeto ni libertad. Si no hay igualdad, «red flag».

La mentira y el engaño

Una relación tiene que estar basada en la confianza y en la honestidad, no solo en el amor. En una relación de confianza la mentira no puede tener cabida. Cuando uno de los dos miente, sobre todo si lo hace de forma repetitiva o cuando se oculta algo importante, se pierde la confianza mutua y se crea un clima irrespirable en la relación. Muchas veces la reacción puede ser caer en una actitud controladora o distorsionada por los celos, que no hacen más que empeorar la relación. Así que si la mentira y el engaño se dan en vuestra relación será claramente una «red flag», un aviso de que algo no funciona, que habrá que hablar y resolver antes de continuar. 

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Las infidelidades, las adicciones, los desequilibrios afectivos, la relación de desigualdad y la mentira son «red flags» en una relación, son llamadas de atención a modo de alarmas que tienen que hacerte pensar e impulsaros a hablar las cosas para ver qué puede estar pasando y tomar medidas, antes de seguir avanzando en una relación que podría no tener bien puestas las bases para ser una relación estable, duradera y feliz.

¿Por qué se acaba el amor?

“No es el amor lo que conserva el matrimonio, sino muchas veces el matrimonio lo que conserva el amor.” Recuerdo esta frase de una sesión de estudios durante nuestra preparación para casarnos, y aunque en un inicio sonó rara, hoy cobra cada vez más sentido en la vivencia del día a día del matrimonio.

Vemos en las noticias de la farándula a parejas —porque algunos ni llegaron a convertirse en matrimonio— que después de pocos o muchos años anuncian su separación por un factor externo y aparentemente incontrolable por ellos: “Se acabó el amor”, recogen los titulares.

Creemos que la causa de esas rupturas se da por dos conceptos erróneos de amor, diametralmente opuestos, pero igual de equivocados:

Error 1: El amor es un sentimiento

La atracción como primer paso para el amor suele ser involuntaria y movida por los sentimientos, pero sabemos bien que esa no es una base sólida para una relación duradera. Los que cometen el error de establecer una relación sobre un amor así entendido están a merced del vaivén de las emociones. Así como un día se sintieron muy seguros de algo, pasado un tiempo, experimentando las dificultades naturales de cualquier convivencia humana, no se sentirán como al comienzo y decidirán huir porque “se acabó el amor”. 

Error 2: El amor depende totalmente de nosotros 

Este segundo error es más difícil de identificar. Hay quienes pueden reconocer que el amor no debe basarse solo en los sentimientos —como en el error anterior—, pero se quedan en una visión egocéntrica del amor. El amor perdurará en la medida en la que yo lo produzca. Pero nosotros no somos la fuente del amor ni podemos serlo por mucha voluntad que tengamos. Quizás no se aplique aquí la expresión: “Se acabó el amor”, sino más bien: “Se acabaron mis fuerzas o mis ganas”. Y si se acaban mis fuerzas, se termina la relación —o el matrimonio—.

Antes de casarnos, el sacerdote que celebró nuestra boda nos dijo: “Regresen siempre a la Fuente del amor” y no podríamos seguir aquí si no tuviéramos presente ese consejo. Cuando el amor deja de ser un sentimiento o un mero esfuerzo humano y se entiende como una virtud teologal que viene de Dios, es imposible que se acabe, pues su origen es infinito.

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El matrimonio eleva el amor humano de los esposos al nivel del amor de Cristo para con la Iglesia. Por eso, en los días en que no hay ni sentimientos ni fuerzas, la gracia suple y conserva ese amor que se prometió frente al altar de Dios el primer día.

¿Por qué soy tan controlador(a) en mi relación?

A pesar de que no hay una definición única de codependencia, se puede decir que una persona codependiente es aquella que está obsesionada con controlar la conducta de otra persona. En general, son personas que han perdido el control de sus vidas como resultado de haber convivido con personas con conductas compulsivas —alcoholismo, drogodependencia, trastornos de alimentación, ludopatía, adicciones de tipo sexual, etcétera— o con enfermedades graves. Suelen presentar reacciones poco sanas al estrés. 

Además, es muy común que estas personas no puedan salir de las relaciones que generan daño, o que, al salir, busquen personas con los mismos problemas mencionados arriba o con otros problemas de igual gravedad. También es común que estas personas tengan baja autoestima, una tendencia a querer ayudar a los demás, aún descuidándose a sí mismos, y que provengan de familias en las que se presentaban estas mismas dificultades —por ejemplo, un padre alcohólico—. 

El problema también es de uno

En el fondo, la dificultad radica en que no se sabe actuar de otra manera o no se busca ayuda porque se cree que el problema es exclusivamente de la persona con adicción o con alguna dependencia, y que es esa persona quien necesita buscar ayuda. Son personas que parecen ser fuertes y tener todo bajo control, pero se sienten solos, débiles y controlados por el problema. 

Aquí cabe aclarar que la codependencia es diferente de la verdadera ayuda, la que sí es necesaria y vale la pena realizar. La codependencia es diferente de las verdaderas responsabilidades, como cuidar de los hijos pequeños. Recordemos que hay dos formas de dar: un dar “de manera benévola y útil» y un dar “de forma destructiva”.

¿Cómo dejar de ser codependiente?

Para dejar de ser codependiente, es importante tener en cuenta los siguientes cuatro pasos.

#1 Desapegarse 

Reconocer que se tiene un apego a las personas y a sus problemas, es decir, que se tiende a preocuparse, involucrarse en exceso y querer controlar (obsesionarse), llegando a perder contacto consigo mismo y a perder el control. El desapego no significa que se deba ser frío u hostil, que se deban abandonar los deberes de un hogar ni que se deje de amar. 

Desapegarse es aprender a tomar distancia (emocional y a veces física) con amor, evitando cargar con responsabilidades de otras personas para atender a las responsabilidades propias, permitiéndole a los demás enfrentar las consecuencias y de ser quienes son. Para ello, es necesario aprender a diferenciar lo que podemos cambiar y lo que no, centrando los esfuerzos en lo que sí se puede modificar, y aprendiendo a vivir con lo que no, amando sin «volverse loco». 

No es egoísmo, resignación, desesperanza ni martirio. Es un proceso que requiere de tiempo y paciencia. La pregunta es, ¿qué necesitas tú? ¿Qué sientes tú?  

#2 No ser reaccionario

Las personas codependientes reaccionan con ira, culpa, vergüenza, odio, preocupación, sentimientos heridos, gestos controladores, depresión, desesperación, tensión y, en general, con miedo y ansiedad. Reaccionan sin pensar, siendo controlados por la situación. Sin embargo, la realidad es que no es necesario tomarse los problemas de una manera personal ni reaccionar en exceso. En muchas ocasiones, las conductas de otros son reflejo de sus propias heridas y no tienen que ver contigo, aunque parezca. 

Para lograr no ser reaccionario, es necesario entender que lo que haces, lo haces por tu propio bien, y no tanto por el otro. Cuando NO se logra entender esto es cuando aparecen pensamientos de tipo “es injusto no reaccionar, esa persona no se lo merece”, lo que es un error bastante común. Entonces:

Aprende a reconocer cuando estás reaccionando. 

Si lo estás haciendo, busca inmediatamente una actividad que te tranquilice, apártate por un momento de la situación.  Analiza lo sucedido y su nivel de gravedad. Una vez analizada la situación, piensa en qué necesitarías para solucionarla y para atender tus propias necesidades.

#3 Liberarse

Cuando intentamos controlar todo, es cuando perdemos el control y nos vemos completamente controlados por la situación. Controlar las conductas de otros es algo que no podemos hacer, tengamos o no la razón. Los demás pueden hacerse cargo de sí mismos. 

#4 No victimizarse

Las personas codependientes tienden a querer cuidar de todos (aún cuando nadie se lo pidió), asumir responsabilidades ajenas y luego enojarse por haberlo hecho y porque su esfuerzo no fue valorado.

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Una vez resuelto lo anterior, tendrás el tiempo de ocuparte de ti mismo, de tus responsabilidades reales, de sanar tus propias heridas y tu propio pasado, para después sí poder establecer relaciones sanas y dar adecuadamente. Podrás ayudar a otros sanamente, sin  perseguirles, sin obsesionarte ni ser codependiente.  

Encuéntrame en Instagram como @psicoalexandraguzman

¿Qué hago si mi pareja ve pornografía?

Enterarte de que tu pareja ve pornografía puede ser difícil de asimilar. Frente a este hecho, pueden surgir varias preguntas: ¿Realmente me quiere? ¿Cómo afecta la pornografía la forma en la que me ve? ¿Podremos continuar con nuestra relación?

Si uno mismo ha luchado y ha podido salir del vicio de la pornografía o está luchando contra él, va a ser mucho más fácil comprender la situación del otro. En cambio, si uno nunca ha tenido este problema, muy probablemente tienda a hacer juicios muy duros respecto de su pareja y le sea mucho más difícil comprender su situación.

Puede que uno haga un balance y, viendo todo lo que han vivido juntos, quiera seguir apostando por la relación. Pero, ¿esto es posible? Creo que sí es posible siempre y cuando se tengan en cuenta estos cuatro elementos. Si todos ellos son favorables, la relación es viable.

#1 ¿Qué piensa la otra persona: está bien o está mal?

Ya sea que te hayas enterado de que tu pareja ve pornografía porque te lo contó voluntariamente o porque accidentalmente la descubriste, es fundamental que sepas qué piensa al respecto. Si dice que no le parece que esté mal, que se trata de algo normal, o trata de justificar dicho comportamiento o minimizarlo de alguna manera, ese no es un buen signo.

Una respuesta favorable sería algo como: “sé que está mal, pero me cuesta dejar de hacerlo”. Una respuesta como esta expresa dos cosas: que la persona se encuentra en una lucha y que muy probablemente nos encontremos frente a un vicio o una adicción. Sobre esto profundizaremos en los siguientes puntos. Sin embargo, una respuesta como esta es la que nos permite continuar con la relación.

Una negativa a abordar el tema o respuestas evasivas frente a preguntas directas son también un mal signo.

#2 ¿Lo tiene bajo control?

Si esa vez que tu pareja vio pornografía fue un acto aislado, no hay mayor dificultad. Un acto aislado es algo que nunca había ocurrido, o que no ocurría hace años. Sin embargo, si no se trató de un acto aislado, muy probablemente tengamos que caracterizar el problema como un vicio o una adicción.

Un vicio o una adicción es una herida en la voluntad. La voluntad se encuentra tan debilitada que, frente a las tentaciones, uno experimenta que es incapaz de resistir. La sensación es la de “no puedo salir solo”. Uno sabe que está mal y, a pesar de eso, sigue repitiendo dicho comportamiento. 

Para que nos encontremos frente a una adicción no necesariamente tiene que darse un comportamiento compulsivo que a uno lo lleve a tener sus sesiones de pornografía diariamente o varias veces al día. Basta que uno “no pueda evitar” hacerlo con cierta periodicidad —una vez por semana, cada 2 semanas, 1 vez al mes— para que nos encontremos frente a una adicción.

Para entender mejor el problema, es importante considerar que la edad promedio de acceso a la pornografía es 13 años. Otros comportamientos potencialmente adictivos —casino, alcohol, tabaco— tienen una barrera de acceso legal que, en el caso de la pornografía, no existe en la práctica. Por eso, un niño o un adolescente con un celular está expuesto a un gran riesgo de desarrollar una adicción. Y para cuando se dé cuenta del daño que le genera dicho comportamiento y quiera dejarlo, muy probablemente tenga que remontar una adicción que se ha venido arraigando durante años.

Si ocurre con cierta frecuencia y la persona viene luchando con esto hace algún tiempo pero dice que “lo tiene bajo control”, eso es un mal signo. En un adicción uno nunca “está bajo control”. Un muy buen signo es el reconocimiento de que uno tiene un problema y necesita ayuda para sarlir. Esta es la respuesta con la que se puede continuar la relación.

#3 ¿Está dispuesto o dispuesta a aceptar tu ayuda?

Antes de hacer esta pregunta, es importante que tú te preguntes si estás dispuesta o dispuesto a ayudar a tu pareja. No necesariamente dicha ayuda tiene que venir de un psicólogo. Por el vínculo emocional con tu pareja, tú puedes ser de una gran ayuda. Es más, esto puede ayudar a fortalecer mucho la relación, pues tu pareja te está mostrando una gran vulnerabilidad —una herida muy dolorosa y, sobre todo, vergonzosa— y tú estás haciendo un gran acto de amor en esa aceptación. Si tú estás dispuesto o dispuesta a ayudar a tu pareja y ella está dispuesta a aceptar tu ayuda, la relación puede continuar. Pero, ¿cómo ayudar a tu pareja?

Generalmente, hay ciertos elementos que son constantes en las caídas. Podríamos denominarlos los “ingredientes de la pizza del desastre”. Estos elementos pueden ser los siguientes. El lugar: ¿En casa, en la oficina, en mi habitación, en el baño. El tiempo: Fines de semana o algún día particular de la semana, en la noche, cuando me quedo despierto de madrugada. Estados de ánimo: Cuando estoy triste, cuando estoy estresado, cuando estoy deprimido. Otras circunstancias: Cuando no tengo nada que hacer o tengo mucho tiempo libre, cuando tengo muchas obligaciones que me tensionan, etcétera.

Cuando estos elementos se conjugan, tu pareja se encontrará en una situación muy difícil de resistir, y aquí es donde tu ayuda será fundamental. Cuando se vayan juntando los “ingredientes de la pizza del desastre”, una visita —no a solas, obviamente—, una llamada telefónica, una salida a tomar un café, o cualquier otra cosa que se te ocurra puede ayudar. Dado que la voluntad de tu pareja se encuentra muy debilitada, tu presencia tus —palabras, tus gestos— deben buscar aportarle esa fuerza adicional.

#4 Frente a las caídas, no juzgues a tu pareja

“¿Cómo tú, siendo catequista o líder de tu comunidad vas a hacer esto?” “¿Cómo tú, siendo creyente, vas a seguir cayendo en estas cosas?” Comentarios como estos, definitivamente no ayudan. Estas y muchas otras cosas peores ya pasan por la cabeza de la persona que experimenta la adicción. Frente a sus caídas, de nada sirve juzgar a la otra persona ni avergonzarla. Esto solo hará que la adicción vuelva a la clandestinidad y sea más difícil luchar contra ella.

Más que avergonzar a tu pareja, él o ella necesita que la animes. Es importante que le recuerdes que, mientras mantenga una actitud de lucha, no está cayendo en el mismo lugar: está moviéndose, está un paso más cerca de la libertad. No te enojes con ella, sino más bien acompáñala a buscar tan pronto sea posible la confesión y sigue rezando por ella —y con ella—. Recuerda que una adicción bastante arraigada puede tomar mucho tiempo en curarse, y uno debe tener mucha paciencia.

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Así como hay enfermedades o males físicos, un vicio o una adicción puede ser caracterizada como una “herida del alma” —una herida en la afectividad—. Si tu pareja tuviera un accidente y se rompiera la pierna, acompañarla en su recuperación demandaría ciertos cuidados de tu parte. Bueno, aunque salvando las distancias, algo similar puede decirse respecto de un vicio o una adicción.

Es importante recordar que, si bien un vicio o una adicción pueden tomar su tiempo en curarse, estos no necesariamente incapacitan a una persona para estar en una relación. El hecho de decidir seguir en la relación y encarar este problema juntos puede fortalecer mucho el vínculo entre ambos.

Somos pareja… ¿también amigos?

La amistad y la atracción mutua marcan una relación de pareja. Eso se traduce en intimidad, confianza, complicidad, cariño, cercanía… Son algunos conceptos de los que hemos hablado anteriormente, pero en los que conviene profundizar para que sean realmente una raíz profunda que haga tu relación más estable y duradera. ¿En qué se traduce la amistad en la pareja? ¿Qué características tiene? ¿Puede deteriorarse? ¿Cómo recuperarla?

¿Qué es la amistad?

La amistad es un vínculo profundo de admiración, aprecio y apoyo mutuo que surge entre las personas. Este vínculo proporciona una complicidad y un clima de confianza que ayuda a trabajar de manera conjunta de cara a un fin y a apoyaros el uno en el otro. 

Además, ayuda a tener un mejor entendimiento en los momentos difíciles porque tiene en la confianza, en la fidelidad y en la estabilidad su punto de partida. Amistad es hacer cosas grandes el uno por el otro sin pedir nada a cambio. La amistad es desinteresada y eminentemente centrada en el otro.

Amistad en la pareja

La vida en pareja está también basada en una relación de profunda amistad, enriquecida por la atracción sexual y la estabilidad a largo plazo a pesar de las dificultades. La amistad en la pareja lleva a compartir intereses y aficiones, a reírse juntos, a vivir una vida de descanso en el otro, de “estar a gusto” sin necesidad de ser otro que tú mismo. 

En la pareja, la amistad nos lleva a vivir una relación distendida y no forzada.

Amistad es complicidad

En la pareja tiene que haber complicidad, esa sensación de que nos entendemos, aunque a veces no nos digamos nada. Nos perdonamos sin tener que pedir perdón, porque partimos de la buena intención del otro. Nos agradecemos las cosas porque sabemos que el otro actúa con buena intención, pensando el uno en el otro por encima de los egos.

Amistad es complicidad porque el conocimiento mutuo es tan profundo que hay un entendimiento mutuo a pesar de los problemas o las circunstancias adversas.

Amistad es equipo

La amistad es tener objetivos comunes y trabajar conjuntamente para obtenerlos. Es equipo porque somos muy diferentes y precisamente por eso nos atraen las cualidades del otro. Y esas cualidades que no tienes y te atraen son las que te complementan para formar el mejor equipo juntos. 

Es cierto que precisamente esas diferencias provocarán choques inevitables, pero os hará también mejores como equipo hacia vosotros mismos y de cara a terceros, sobre todo ante los hijos: su educación, su bienestar y su felicidad. Vuestras cualidades se complementan y les enriquecen dentro de la familia. La complementariedad y la lucha por un objetivo común son características de un buen equipo. 

Amistad es aceptación

Conocerse es quererse con los defectos. Es aceptarse. Un equipo es consciente de las diferencias, y estas se aceptan luchando por un objetivo común. Es consciente de que habrá luchas y roces, momentos buenos y malos pero que supondrán un reto dentro de esta aventura maravillosa de la vida en pareja. 

El día a día de una vida de pareja, los hijos, los vaivenes, las responsabilidades, etcétera, serán obstáculos que habrá que vencer. Pero esos obstáculos se vencen mejor juntos, basándonos en la confianza, en el conocimiento cada uno de sus cualidades y limitaciones, y en un clima de complicidad que solo puede conseguirse con la aceptación del otro.

¿Cómo fomentar la amistad?

Para fomentar la amistad es fundamental la comunicación, la confianza y el apoyo mutuo. Primero, la comunicación: hablar, hablar mucho las cosas de forma calmada y comprensiva. En segundo lugar, la confianza: porque solo partiendo de que el otro busca lo mejor para la pareja y no para sí mismo y solo partiendo de que somos transparentes el uno con el otro se puede luchar por un objetivo común. Y, en tercer lugar, el apoyo mutuo, como un equipo, que lucha por los sueños de los dos.

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La amistad es fundamental en la vida de pareja. Habrá que buscar formas de fomentarla, de crecer en confianza y en complicidad, en conocimiento mutuo y en revisar los objetivos mutuos para seguir luchando por ellos como un equipo. Eso sí, con la ilusión y el convencimiento de que es más fácil conseguir los objetivos juntos que cada uno por su cuenta.

¿Cuál es el origen de los celos?

Todos tememos perder lo que más amamos. ¿Recuerdas cuál era tu juguete preferido cuando eras pequeño? Seguramente recuerdas alguno con el cual se te veía en cada foto familiar, y seguramente te conmueve el corazón volver sobre ese recuerdo. Es posible que ese juguete te trajera seguridad: era lo que teníamos con nosotros cuando estábamos fuera de casa, cuando llevar algo que sabíamos que era nuestro, de nuestra casa, nos daba seguridad.

Una dinámica parecida ocurre cuando tenemos una relación  de pareja. Buscamos seguridad en el otro, y esto nos trae unas dinámicas de pareja que están totalmente relacionadas con nuestra infancia. De esto te queremos hablar hoy.

¿Qué son los celos?

Cuando pensamos en los celos, ya sea porque los hemos sentido personalmente, ya sea porque alguien ha sido celoso con nosotros, pensamos inmediatamente en una experiencia que se siente muy incómoda por dentro. Sentimos una combinación entre rabia, inseguridad y miedo. Rabia, por no ser la prioridad de nuestra pareja; inseguridad, porque creemos que otra persona nos está quitando nuestro lugar, y miedo, porque creemos que esto nos puede herir. Creemos que podemos perder a nuestra pareja.

En el fondo, los celos siempre serán una experiencia de dolor, que reúne todo lo mencionado anteriormente, por sospechar que nuestra pareja “prefiere” a otra persona sobre nosotros. Se trata de una dinámica psicológica, y que no siempre tendrá su base en un hecho real y verificable, aunque en ocasiones puede tenerlo.

Todo comportamiento tiene un origen

Para ser honestos, no podemos decir que una persona “es celosa” porque sí. Este comportamiento tiene su origen en los primeros años de vida del individuo.

1. Apego seguro

En primer lugar, toda persona desarrolla en su infancia lo que se denomina en psicología como una “base segura”. La base segura es una persona que está disponible para socorrernos en nuestras necesidades (emocionales o físicas) cuando somos pequeños. 

Sin embargo, esta base segura puede tener diferentes representaciones. Cuando la base segura es constante en la satisfacción de nuestras necesidades, podemos hablar de tener un apego seguro. Este apego ocurre porque sentimos que somos atendidos y que tenemos nuestras necesidades emocionales y físicas resueltas.

Esto da seguridad a la persona: interiormente, se siente amado y sostenido y, por tanto, puede tender a ser una persona confiada en sus relaciones afectivas, que las desarrolle con calma y sin requerir de tanta atención de la pareja.

2. Apego ambivalente

En segundo lugar, existe el apego inseguro ambivalente. Este,  a diferencia del anterior, puede traer una dinámica confusa, pues el bebé experimenta que sus figuras de cuidado en ocasiones están atentas a sus necesidades, y en otras ocasiones, no.

Por ello, en su afectividad, encontramos que este tipo de personas puede entablar relaciones conflictivas: sabe qué necesita del otro, lo ama, pero a menudo puede herirle con dinámicas de rechazo y distancia.

A este tipo de personas puede costarle trabajo recibir el amor del otro, y llega incluso a dudar  de la autenticidad de ese amor. Ahí se evidencia tantas veces el mensaje de fondo, que es “te amo, pero te hiero”, porque así fue como la persona experimentó la dinámica de amor. Por ello, las relaciones afectivas pueden tender a ser conflictivas y confusas.

3. Apego inseguro

En tercer lugar, existe el apego inseguro. Este apego, a diferencia del ambivalente, tiene una experiencia en la que predomina la ausencia de las figuras de apego. Por tanto, en las personas que lo parecen la mayor parte del tiempo predomina la insatisfacción de sus necesidades personales.

Esta experiencia trae un mensaje de fondo predominante: “quien me ama me abandona”. Esto ocurre porque, en sus dinámicas de vida, esta persona ha tenido ausencia de sus figuras de apego, lo que conduce a tener necesidades personales que a menudo son insatisfechas y a pensar que las personas pueden “irse” de su vida. Por ello puede haber una mayor tendencia a creer que puede ser abandonado.

Esta dinámica alimenta la necesidad de control, y puede devenir en una persona que tienda a desconfiar del amor del otro. A menudo podrá requerir constantemente validar la “autenticidad” del amor del otro, y podrá ser demandante de su tiempo y de actos que reafirmen y aseguren que sí le ama. 

Este apego trae sufrimiento en la relación, y a menudo se trata de personas que tienden a presentar conflictos en las relaciones. La fidelidad al otro resulta una exigencia, pues no es el modelo afectivo que ha aprendido. Una persona con este tipo de apego continuamente podrá presentar conflictos en la relación y terminar una y otra vez las relaciones por motivos similares.

¿Qué hacer para superar estas heridas?

El tratamiento de estas heridas no es único, e incluso tiene tantos caminos como personas. Es importante siempre comprender la propia historia vivida, comprender el camino recorrido que ha generado las heridas. Consultar un psicólogo conducirá a ampliar la mirada sobre el origen de las heridas, y sobre los comportamientos y decisiones que hemos adquirido a raíz de esas heridas.

Sin embargo, si la terapia no está acompañada de la vivencia sacramental, especialmente de la confesión, la comunión eucarística y la oración, la terapia se quedará corta en un punto. Ya que, si bien podemos realizar cambios en nuestro comportamiento, ajustar dinámicas personales y tomar nuevas decisiones en nuestra vida como fruto de la terapia,  no podemos olvidar que espiritualmente necesitamos ser restaurados también.

Esa restauración solamente es posible por la intervención de Dios en la vida de la persona, a través de los sacramentos. Estos son signos concretos y visibles establecidos por Jesucristo para la sanación de las almas. En consecuencia, psicología y vida espiritual deben caminar juntas para que la persona sea totalmente restaurada desde sus raíces.

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Para concluir, podemos decir que los celos son una dinámica que se ha adquirido como fruto de unas heridas que tienen su base en nuestra infancia, y se da a partir del modelo de relacionamiento que establecemos con nuestras base segura, que es alguien que esta dispuesto a proveerme seguridad emocional y afectiva. Y esto se va a evidenciar en el modo en el cual establezco relaciones interpersonales en mi vida.

Para sanar esta experiencia es importante  un apoyo psicológico, que me puede ayudar a comprender a fondo las acciones que mantienen mis heridas, y a su vez, requiero de la vida espiritual, para poder cerrar la herida, con la intervención y gracia de Dios.

Cuidado con las mujeres como Lady Macbeth

“–¿Acaso has comido del árbol que yo te prohibí? –La mujer que pusiste a mi lado me dio el fruto y yo comí de él.” (Génesis 3, 11-12)

Hace un tiempo subí un artículo en torno a un poema de Sor Juan Inés de la Cruz, en el cual nos detuvimos a hablar sobre la mala influencia que pueden resultar algunos hombres para la mujer. 

Considerando que la balanza capaz haya quedado medio desbalanceada, me pareció adecuado hablar, en esta ocasión, desde el otro lado: ¿acaso la culpa es solo del hombre?

Hablar de esto trae a colación a uno de los villanos femeninos más famosos y terribles de la historia de la literatura: me refiero a Lady Macbeth.

La mejor tragedia de Shakespeare

Autor de famosísimas obras dramáticas. Consolidado como uno de los maestros del teatro y una de las plumas más influyentes de la historia. Supongo que William Shakespeare acá no requiere presentación. Todos hemos oído de historias como Romeo y Julieta o Hamlettragedias que abordan con fatalidad temas como el amor, el poder y la corrupción del ser humano. De hecho, estas dos mencionadas son sus obras más famosas (Hamlet es uno de mis libros favoritos). Pero opino (los conocedores díganme si estamos de acuerdo) que sin duda el mejor de sus dramas, el más profundo, es La Tragedia de Macbeth.

Silencio todos. Se abre el telón. Bajo la mirada de un nublado día, el camino de Macbeth, el barón de Glamis, es intervenido por 3 siniestras brujas con una profecía: “¡Salud, Macbeth, tú que rey has de ser!”. Incrédulo al principio, Macbeth presenciará cómo esos augurios se hacen realidad, y enceguecido, emprenderá una conspiración para asesinar al rey Duncan y tomar el poder. La obra se convierte en un oscuro debate sobre la ambición y la justicia. La naturaleza humana tiende de un hilo y poco a poco, nuestro protagonista irá labrando su propia ruina.

Pero a pesar de sus intenciones, el barón de Glamis es un hombre de poca sangre, y aún conserva una pizca de nobleza. Está en un duelo interno entre el querer y el hacer, consciente de que el mal siempre es pagado al final de la historia. Necesita un empujón, un corazón frío que avive su ambición. Nada hubiese podido lograr sin las palabras insistentes de su esposa.

La mujer que renunció a su maternidad

“¡Venid, espíritus, hasta mis pechos de mujer y transformad mi leche en hiel!”

Entra en escena la esposa de nuestro protagonista. Y con uno de los monólogos más terribles del teatro shakesperiano. Lady Macbeth es un personaje impactante en todo aspecto. Sus primeras palabras son un reproche a la debilidad de su esposo, mediocre para tomar el poder por la fuerza. Por el contrario, en ella la ambición es mucho más intensa, y está dispuesta a lo que sea para ser coronada reina.

En sus palabras, se hace patente una realidad que Shakespeare, intrínsecamente, rescata, que es la naturaleza femenina. Según Juan Pablo II, se trata de una naturaleza dispuesta al cuidado de la vida. Comprendemos que es propio de la grandeza de la mujer ser sostén, sensibilidad y cuidado. Es más perspicaz en el detalle y más atenta a las necesidades de los demás, algo que adquiere un sentido en su maternidad.

Pero Lady Macbeth destruye esa naturaleza, convirtiéndose en la antítesis de la feminidad: “¡Arrancadme mi sexo y llenadme del todo, de pies a la cabeza, con la más espantosa crueldad!”.  Para asesinar al rey, es necesario despojarse de todo sentimiento, incluso de su maternidad. Y lo hace, en su primera aparición, invocando a los espíritus del mal para que la “limpien” de todo vestigio de compasión o de dulzura que pueda perturbar su propósito. Es interesante la semejanza que guarda esto con nuestra actualidad, con mujeres que “renuncian” a su maternidad y, al fin y al cabo, terminan renunciando a toda su esencia. Pero no nos quedaremos con eso.

El poder de la persuasión

“Ven pronto, ven, para que pueda vaciarte mi ánimo en tus oídos, y azotar con el brío de mi lengua todo lo que te aparta del círculo de oro.”

Macbeth intenta convencerse de no cometer el crimen, consciente de que la espada de la justicia purgará las malas acciones. Pero Lady Macbeth, con frialdad, astucia y facilidad de palabras motiva al barón de Glamis, haciéndole creer que es el único modo de consumar la profecía de las brujas. Y es increíble cómo lo persuade, aguijoneando su orgullo y mofándose de su hombría y su falta de valor. He aquí cuando somos testigos de otro rasgo que el autor inglés remarca con agudeza, que es el poder que puede tener una mujer cuando renuncia a su ternura y a su delicadeza.

El padre Horacio Bojorge expresa el peligro que la mujer puede ser para el hombre cuando ésta conoce sus debilidades: “Porque además, a medida que la mujer conoce más al varón, más conoce sus limitaciones (…) El demonio no necesita inventar nada para ponerla contra el marido. Basta que la envenene”.

Se ve eso mismo en las palabras de esta villana, quien conoce demasiado bien al Lord sabiendo que se encuentra en un dilema moral: “temo por tu naturaleza demasiado repleta por la leche de la bondad humana como para tomar el camino más breve (…) no quieres jugar sucio, aunque sí triunfar con el engaño”. Cuando el sexo femenino es corrompido (no desde sus placeres corporales como el hombre, sino desde su interioridad), pasa de ser cuidado y auxilio, a una fría destructora. Cualidades como su tacto y su perspicacia se invierten, siendo utilizadas para un fin egoísta. 

Cuidado con la mujer

“Los actos contra la naturaleza engendran disturbios contra la naturaleza; y las mentes infectas confiarán a sus sordas almohadas sus secretos.”

Hay una serie genial, Barry, en la cual un capítulo transcurre en torno a esta tragedia. Allí tiene lugar el siguiente debate: ¿es que acaso Macbeth no pudo haber elegido no hacer el mal? Y sí, es verdad. Macbeth en su libre albedrío siempre tuvo la posibilidad de optar por el bien. Pero los seres humanos nunca seremos absolutamente libres, y cuando de los sexos hablamos, no hay nada que nos condicione más como el sexo opuesto. Varón y mujer se complementan, lo que hace que él influya en ella, y ella influya en él. Y por esa razón, ambos pueden ser para el otro, o el cielo, o el infierno.

Entendiendo eso, no hay nada más astuto para convencer, más hábil para incitar y nada más peligroso para el varón que una mujer corrompida interiormente. Ellas logran conocernos mucho mejor que nosotros mismos, y cuando renuncian a su feminidad, tienen la agudeza de saber dónde persuadir y cómo llevar a un imprudente Macbeth a la ruina.

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No es una novedad que estamos atravesando una crisis sexual, lo cual no es sino una crisis metafísica. La degradación del varón y la mujer ha causado severos daños en nuestra naturaleza, y uno de ellos es la corrupción de la feminidad.

Lady Macbeth es un claro reflejo de esas mujeres incitadoras, venenosas y que terminan siendo para nosotros motivo de tropiezo. Y también es una advertencia para conocer que tenemos una debilidad, y que nuestra alma debe quedar en manos de aquella que no se aproveche de nuestras miserias… sino que nos motive a la virtud.

Si te gustó este post, soy Juani Rodriguez pero @decime.negro

¿Qué hacer si mi familia no acepta mi relación?

La relación de pareja es uno de los espacios más delicados de nuestra vida afectiva. Si tus familiares están en contra de que tengas una relación, eso significará un gran golpe para ti. Recordemos la historia de Romeo y Julieta, cuyo amor estaba prohibido por pertenecer a familias enemistadas. 

Ahora bien, no todas las oposiciones son iguales. En efecto, no es lo mismo hablar de una relación a los 15 años, a los 20 —aunque dependiente de los padres—, de alguien ya comprometido o de un matrimonio que lleva algunos años. Tampoco es igual si quienes se oponen son tus padres, tu hermana o el tío Olafo. 

Además, pueden existir muchas razones —unas más válidas que otras— por las cuales un chico o chica no le guste a nuestra familia. De todas formas, hay algunos consejos que te pueden ayudar, cualquiera sea la circunstancia en la que te encuentres. ¡Veamos!

1. Aceptación

Lo primero es entender que somos seres libres, y así como tú tienes la libertad de elegir quién está a tu lado, tu familia puede escoger no estar de acuerdo. Es necesario aceptar este hecho y no culparte a ti mismo, a tu novio o novia, ni a ellos. 

Haciendo un berrinche no vas a arreglar la situación, como tampoco lo vas a lograr dándoles gusto y abandonando a tu pareja. Aceptar significa darte cuenta de lo que no puedes cambiar y trabajar en lo que sí.

2. Respeto

Es importante que cada una de las partes respete la opinión y las creencias de la otra. Ambos deben estar abiertos al diálogo, comprendiendo y reconociendo que no pueden imponer sus ideas. 

No se trata de demostrar quién tiene la razón, sino de encontrar un camino de solución donde todos se sientan mejor que ahora. Siempre se puede fortalecer la relación entre las distintas partes, aunque no se esté del todo a gusto.

3. Gratitud

Si tomas la oposición de tus parientes como un ataque personal, no ganarás nada. Al contrario, si agradeces su opinión como una muestra de su preocupación y amor, te sentirás mucho mejor. Aun cuando los argumentos sean en apariencia los más retorcidos —tal cual los de los Montesco y Capuleto—, detrás de ellos hay un deseo de cuidarte de un posible peligro, sobre todo en algo tan delicado como escoger con quién vas a construir una relación.

Agradecer la posibilidad de tener otro punto de vista sobre una decisión tan trascendental te permitirá mantener sano el vínculo con tus familiares.

4. Escucha

Escuchar a aquellas personas que se oponen a tu pareja te ayudará a integrar su opinión en tu vida. Escuchar no significa necesariamente que vayas a estar de acuerdo con ellos, pero permite un diálogo y una comprensión que van a ayudarte a decidir lo que en realidad sea lo mejor para ti. 

Conviene también escuchar a alguien que sea capaz de ver tu situación con perspectiva y darle mayor contexto: un amigo, claro, pero es mejor un psicólogo o un sacerdote. Además, muchas veces puede haber una cuota de verdad en los argumentos de tu familia. Tener en cuenta su opinión te ayudará a tomar una decisión más madura en algo tan importante como tu relación.

5. Decide

Considerando todo lo anterior, debes decidir. Muchas veces, cuando alguien muy cercano no acepta a tu pareja, es necesario hacer un acto de humildad y comprender que, mientras más puntos de vista tengas, con más elementos de juicio contarás. 

El ejercicio de tu libertad es una responsabilidad. Estás llamado a elegir lo que es correcto, lo bueno, bello y verdadero, y no solo lo que te gusta o te hace sentir cómodo. Elegir lo mejor puede ser difícil, pero recuerda que tu vida no es un juego, y debes asegurarte de que tus elecciones te lleven por el camino del bien. 

Y no permitas chantajes: no se trata de elegir entre tu familia y tu pareja. Se trata simplemente de elegir si vale la pena continuar tu relación o no.

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Siempre resulta doloroso sentir que las personas que más amas están enfrentadas, y te ves en medio de esa batalla. Pero si, a través del respeto, la comprensión y la escucha activa, logras mantener relaciones saludables con todos, ese enfrentamiento podrá ordenarse a un mayor bien. 

La decisión siempre estará en ti exclusivamente, aunque si valoras las opiniones de quienes se preocupan por tu bienestar, podrás elegir mejor. Así, podrás reafirmarte en tu relación de pareja o, por el contrario, podrás darte cuenta de cosas que no estabas viendo y que corresponde cambiar. 

En cualquier caso, el objetivo será que tú estés conforme con tu decisión y la sostengas asumiendo sus consecuencias, y además, puedas contar con el apoyo de tus familiares —por más que no estén del todo de acuerdo—. Por eso, siempre es importante proceder con amor. Con amor, siempre con amor.

Para más consejos, puedes seguirme en Instagram: @pedrofreile.sicologo.