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¿Cómo hablar de la Castidad sin caer en discusiones?

Hablar de castidad es un tema sensible, porque algunas personas pueden sentirse juzgadas al escucharte. Sin quererlo, te muestras como “dueño de la moral”, como quien define lo que está bien y lo que está mal en las relaciones. ¿Cómo comunicar el valor de la castidad sin caer en debates? Para eso, es importante identificar el tipo de persona a quien le estás hablando, y cuál es su nivel de interés:

 

#1 Los curiosos

 

Estás almorzando entre amigos y de pronto sale el tema del sexo. Es el turno de que compartas tus experiencias sexuales, pero nadie sabe que buscas vivir castamente. ¿Qué hacer en ese momento?

 

Te toca responder con naturalidad, mostrando que en ti no hay nada de extraterrestre —¡eso espero!—. Probablemente vas a despertar la curiosidad en tus amigos, y empiecen a hacerte muchas preguntas. Ten presente que no hay obligación de revelar tu pasado sexual como si fuera un interrogatorio. Puedes incluso negar información que no aporte valor. No vas a convencer a nadie, pero habrás marcado un precedente al exponer tu punto de vista. Por eso, di lo justo y necesario ante los curiosos, sin darle tantas vueltas.

 

#2 Los interesados

 

Puede que sí hayas llamado la atención de uno de tus amigos, y que uno se acerque a ti para saber más. Acá hay más interés, pero, ¡atención! No te toca hacer monólogos, sino escuchar. Presta atención a sus preguntas, porque probablemente deriven de una experiencia personal. A los interesados por la castidad es importante hacerles saber que no están solos, y que hay más personas que aspiran a un amor que no se descarta.

 

#3 Los haters

 

Estas personas no están de acuerdo con lo que planteas. Escucharás frases como “difiero con tu idea” o “no pienso como tú”. Desde ese momento, ha polarizado la conversación/el tema, y tú eres el lado opuesto. Hay que tener cuidado con entrar en debates: no estamos para generar bandos. Aunque tengas respuestas magistrales, no encontrarás un punto medio. Hay que escuchar y responder, sí, pero hasta donde se crea conveniente. Quizás hay algo que estas personas no están revelando acerca de sí mismas, y sus argumentos de rechazo deriven de una historia que desconocemos. Ante los haters, no hay que emitir juicios: solo comuniquemos que la castidad es una decisión personal.

 

* * *

 

¿Cuál es el sentido de hablar de castidad? No es convencer a nadie: es enseñar sobre el amor. Antes de soltar palabras, necesitamos saber a quién le estamos hablando. ¿Es un simple curioso? ¿Está realmente interesado? ¿Es un hater que quiere ganar un debate? No olvidemos que tenemos el privilegio de conocer una gran virtud, que ordena vidas y forja relaciones. Es un tesoro que algunos valorarán, y otros no. Procuremos enseñarlo en el tono adecuado.

 

¿Te interesa el tema? Te invito a conocer mi curso “El Rebranding de la Castidad”. También pueden seguirme en Instagram como @yoheigab.

7 claves para entender la virtud de la modestia

La modestia y la castidad tienen dos cosas en común. La primera es que ambas son virtudes que van de la mano, no pueden separarse. La segunda es que son virtudes tergiversadas.

 

Cuando alguien escucha sobre castidad, lo primero que se le viene a la mente es no tener relaciones sexuales; y como hemos hablado en artículos pasados, la castidad va más allá de eso, y encerrarla a simplemente un solo acto es dejarla a medias.

 

Igualmente pasa con la modestia. Para quienes ya han escuchado esta palabra, suelen relacionarla solamente con la forma de vestir: ¿debo usar falda o pantalón? Limitarla o explicarla solo —léase bien sólo— desde la vestimenta como si fuera una serie de reglas a cumplir es dejarla a medias.

 

Realmente la modestia se presenta en 5 formas distintas, estas son:

  • El movimiento del alma hacia la excelencia moderado por la humildad.

  • El deseo natural de conocer y aprender regulado por la estudiosidad.

  • La modestia en lo relacionado al juego y diversiones (apuestas, juegos de azar, etc.).

  • La modestia en lo movimientos y acciones corporales.

  • Por último, la modestia en lo relacionado al vestir.

En este artículo nos centraremos en los 2 ultimas formas, que son las que principalmente generan dudas a la hora de vivir la castidad.

 

#1 La modestia es una virtud humana

 

Entendemos por virtudes humanas la repetición de actos buenos (hábitos) que nos perfeccionan como personas y nos mueven a hacer el bien. La modestia parte precisamente de ahí, de actos buenos que hacemos movidos por la recta razón.

 

Cuando hablamos de modestia, no hablamos de cumplir una serie de normas solo “porque sí”, hablamos de actuar conforme a lo que manda la razón buscando siempre el bienestar propio y del otro. Cumplir ciertas normas pueden ayudarnos a vivir la modestia solamente si realmente entendemos la razón de estas.

 

#2 Una virtud es el justo medio, no un extremo

 

Como toda virtud, la modestia es el justo medio entre dos extremos o vicios opuestos, uno por exceso y otro por defecto.

 

Por ejemplo, en lo referente a la vestimenta, no es modesto vestir por vanagloria o usar ropa que tenga como fin generar en otros deseos sexuales, como tampoco es modesto vestir de cierto modo desaliñado por jactancia y mostrarse a los demás con signos de virtud o perfección. De igual modo, en relación a la modestia corporal, es inmodesto actuar y expresarse de forma ordinaria (usar palabras groseras, ser muy brusco al actuar, hacer burlas a los demás, etc.); como también lo es ser excesivamente rígidos.

 

Estos son solo algunas formas en las que nos alejamos del justo medio, pero realmente hay muchas más: vestir de forma contraria a las costumbres culturales del lugar, no vestir de acuerdo a la ocasión, vestir y actuar con sensualidad.

 

#3 Tu exterior refleja tu interior

 

La modestia se ocupa tanto de las acciones exteriores —la vestimenta, el hablar y las acciones corporales— como de las interiores de la persona humana, pues los movimientos exteriores del cuerpo son signos de lo que brota del corazón. Quien actúa modestamente lo hace porque de su alma brota el deseo de hacer el bien, sin embargo, hay que saber reconocer lo que realmente te hace bien a ti y a los demás.

 

Las intenciones pueden llegar a ser:

a. Honestas: cuando con el vestir se busca un fin honesto (ej.: agradar al cónyuge, resaltar la feminidad o masculinidad, etc.)

b. Frívolas: cuando se actúa por vanidad o jactancia. Se considera únicamente el interés propio y se ignora las consecuencias que puede tener en los demás.

c. Pecaminosas: cuando lo que se intenta es seducir al prójimo, excitar en él las pasiones.

 

#4 El propósito de la modestia al vestir

 

Para Santo Tomas de Aquino, la modestia ordena nuestras acciones de acuerdo a un doble propósito: según la conveniencia de la persona, y según la conveniencia de las personas externas y los lugares.

 

Por eso la modestia inspira la elección de la vestimenta conforme a lo que le es conveniente a la persona, tomando en cuenta el contexto: ¿es una cena? ¿un evento importante? ¿una salida al cine? ¿una visita a la casa de los padres de mi pareja?; el lugar: ¿voy a una oficina? ¿a un templo? ¿a la playa o piscina?; y las personas externas: ¿Quiénes estarán en ese lugar? ¿Estaremos solo yo y mi pareja? ¿Conviene que use shorts si me verán tantas personas?

 

Digamos que en nuestra sociedad hay ciertos “códigos” o cultura en relación a la vestimenta. No irías a la playa en traje de gala, como tampoco irías a misa con pantalones cortos o traje de baño. Te dejamos los 4 propósitos del vestir que te ayudaran a elegir correctamente que usar:

a. Física: para defendernos del frío.

b. Moral: para cubrir nuestra desnudez.

c. Social: para conservar la dignidad y decencia del propio estado llevando los vestidos apropiados.

d. Estética: para acrecentar la belleza corporal.

 

La modestia de ningún modo puede tratarse de “afearse”, sino más bien de exaltar la belleza con dignidad y decoro. Quien se exprese de la modestia como fealdad o descuido de la imagen personal, está hablando de algo totalmente contrario a la virtud.

 

#5 El cuerpo tiene un lenguaje

 

El cuerpo tiene un lenguaje, y según nuestros movimientos o formas de vestir comunicamos un mensaje. La virtud de la modestia significa comunicar el mensaje adecuado a través del lenguaje de nuestro cuerpo de acuerdo a cada situación particular, respetando en todo momento la dignidad de la persona. Lo que usamos refleja algo a los demás sobre quiénes somos y qué estamos haciendo.

 

#6 No es solo para mujeres

 

Así como se suele pensar que la castidad solo lo viven noviazgos o religiosos, igual se piensa que la modestia solo es algo para las chicas. Aunque no hay dudas de que cuando una mujer vive la virtud de la modestia resalta su verdadera feminidad, la realidad es que es una virtud que tanto la mujer como el hombre están invitados a vivir. La razón es que ambos tienen cuerpo y como personas humanas merecen igual dignidad.

 

No se viste el cuerpo porque haya rechazo, sino porque encuentro en él un valor que quiero proteger, cuidar y saber expresar.

 

#7 Educar la mirada

 

Dicho lo anterior, se suele pensar que la modestia es solo para las chicas ya que el hombre por su naturaleza suele dejarse llevar mucho por lo que ve.

 

Dios ha creado al varón con un área sexual en el cerebro 2.5 veces mayor al de las mujeres, y esa área se excita, sobre todo, por la vista. Lo ha querido así para que haya un complemento mutuo en la atracción. A los varones les gusta mirar y a las mujeres les gusta ser miradas. Esto no quiere decir que los hombres deban mirar con deseo a cuanta mujer pasa por el frente, precisamente de eso se trata de educar la mirada.

 

Esta naturaleza de los varones al mirar, en muchas ocasiones, es más por reflejo que por decisión. Por eso, es el hombre a través de su voluntad, quien decide si seguir mirando o no, ya que no está sometido a instintos como un animal. Se trata de educar la mirada poniéndose “los lentes” de la castidad: el amor y la dignidad hacia el otro y hacia uno mismo.

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Por alguna consulta del tema, puedes buscarnos en Instagram: @sexualidadycastidad

 

Fuentes:

P. Antonio Royo Marín O.P. Teología Moral para Seglares.

Santo Tomas de Aquino. Suma Teológica.

Alberto Baselga y Trini Puente. Sexo para inconformistas.

Si no podemos vivir juntos la castidad, ¿hay que terminar?

Si en una relación nos queremos y anhelamos vivir juntos la castidad, pero esto nos resulta muy difícil, ¿tenemos que terminar? Es decir: creemos que realmente hay amor porque buscamos lo mejor para la otra persona, pero, en lo que se refiere al contacto físico, terminamos perdiendo el control y nos pasamos de la raya. Si realmente queremos lo mejor para el otro, ¿deberíamos terminar?

 

Es una pregunta que más de una pareja se plantea, y la respuesta es que no necesariamente.

 

Pongamos el problema en contexto

 

Para abordar adecuadamente el problema, es importante que nos preguntemos: salvo el tema de la castidad, ¿estamos bien en los demás aspectos de la relación? ¿Hay confianza, somos honestos el uno con el otro, no hay celos enfermizos, cada uno tiene sus espacios, compartimos los mismos valores?

 

En realidad, si todo lo demás —o la mayoría de cosas— va bien, no tienen por qué terminar. Sólo hay que trabajar lo relativo a cómo se expresan físicamente el afecto, que es lo que no está funcionando. Al respecto, me gustaría dejarles tres consejos:

 

#1 Hablen sobre el tema

 

En primer lugar, ¿han hablado sobre el tema? O sea, ¿se han puesto de acuerdo de manera explícita en que quieren vivir la castidad, o simplemente asumen que la otra persona también quiere vivirla?

 

Es importante tener un diálogo honesto sobre este tema. Este los va a ayudar no sólo a saber qué piensa realmente el otro, sino también a generar los mecanismos que les permitan vivir la castidad juntos.

 

#2 Fórmense juntos

 

En segundo lugar, fórmense juntos en el tema de la castidad. Esto es muy importante, porque hoy en día, en muchos ámbitos —incluso religiosos—, se la entiende mal. Y se puede caer en el error de pensar que vivir la castidad consiste en reprimir el deseo de expresar afecto y en huir del placer, porque —dicen— “es malo”.

 

Todo lo contrario: vivir la castidad implica expresar afecto —incluso físicamente— de una manera virtuosa, es decir, ordenada hacia el amor: hacia la búsqueda del bien y lo mejor para la otra persona. En esto los invito a mirar el curso “7 mitos sobre la castidad”, que está colgado en nuestro canal de YouTube.

 

#3 Eviten las situaciones complicadas

 

En tercer lugar, algo que puede ayudar a entender por qué les cuesta tanto vivir la castidad es ver la expresión física del afecto como manejar bicicleta cuesta abajo. Al inicio, los frenos funcionan, pero a medida que se empieza a agarrar velocidad, se va haciendo cada vez más difícil frenar. Finalmente, uno pierde el control y no para hasta llegar al final de la bajada.

 

Frente a esto, lo que les toca como pareja es identificar juntos cuál es la secuencia que los lleva a perder el control, y evitar llegar a ese punto. Hay que anticiparse al camino, y frenar mucho antes de llegar a la bajada.

 

Por ejemplo, si pierden el control cada vez que se quedan solos en casa de alguno viendo una serie o una película, no vean películas solos en casa. “Mis papás no están: ven a mi casa a ver la última temporada de Peaky Blinders”. Ambos saben que no es una invitación a ver la serie.

 

O si les pasa cada vez que él va a buscarla a ella en auto del trabajo o la universidad, y se estacionan para “conversar” en una calle oscura a unas cuadras de su casa, entonces, eviten estacionarse en ese lugar. Si realmente quieren conversar, estaciónense en un lugar iluminado y por el que circule la gente.

 

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Cuando uno está en pareja, la castidad es una decisión que se vive de a dos. Y la persona amada, lejos de ser un obstáculo, está llamada a ser en mi camino quien me acompañe, quien me ayude a vivirla.

 

Por cualquier consulta, pueden contactarme mediante Instagram: @daniel.torrec

¿Por qué la confesión no es suficiente?

En ocasiones, frente a ciertos pecados recurrentes, podemos sentir que la confesión es ineficaz. Es decir, nos confesamos, pero al cabo de un tiempo —semanas, días, o incluso horas— volvemos a lo mismo, o al menos volvemos a la intensa lucha para no caer. ¿Por qué ocurre esto?

 

Abordar este problema satisfactoriamente requiere que distingamos dos planos: el natural y el sobrenatural. La confesión opera principalmente en el plano sobrenatural borrando el pecado mortal, y tiene un influjo también sobre la dimensión natural fortaleciendo nuestra inteligencia y voluntad. Sin embargo, si bien lo sobrenatural supone lo natural y lo eleva, no lo anula.

 

A nivel natural, nuestras acciones nos van configurando interiormente originando hábitos, ya sean estos buenos —virtudes— o malos —vicios—. Lo que ocurre con los pecados recurrentes es que estos, a nivel natural, van modificando nuestra naturaleza haciendo que nazcan en nosotros vicios. Y si bien la confesión ayuda a fortalecer la dimensión natural, no elimina el vicio que podemos haber generado. Esto lo explicamos en el siguiente video.

 

¡Te invitamos a verlo y a suscribirte a nuestro canal de YouTube!

 

También, si deseas, puedes escucharlo en Spotify, haciendo click aquí.

 

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Para alguna consulta, puedes escribirme por Instagram: @ama.fue y @daniel.torrec

¿Castidad o continencia?

Vivir la castidad no siempre es sencillo, por diversas razones. Una de ellas es que no siempre se tiene en claro qué implica la castidad, y en ocasiones se llega incluso a confundirla con la continencia. En este pequeño artículo, hablaremos de la diferencia entre castidad y continencia, para tener una comprensión más clara de ambas.

 

Continencia: el centro en el resultado

 

A diferencia de la castidad, la continencia se centra en el resultado: la no realización de ciertos actos. No importa la actitud que uno asuma frente a ellos: lo importante es no hacerlos. Uno practica la continencia por el solo hecho de evitar la realización de ciertos actos “prohibidos”.

 

Estos actos “prohibidos” pueden ser ver pornografía, masturbarse, tener caricias excitantes con otras personas, tener relaciones sexuales, etcétera. Pero la actitud que uno asume para evitarlos es la represión. No importa si uno sabe o no por qué estas conductas le hacen mal: hay que evitarlas, y punto. Tampoco importa si la renuncia se hace de un modo tal que le genera a uno frustración. Como dijimos, para la continencia lo único que importa es el resultado final.

 

Es muy importante tener en cuenta que la continencia es un hábito. Es decir, de tanto asumir esta actitud de represión y rechazo, esta se va instalando en uno de manera estable, y puede convertirse en la manera “natural” de vivir la propia sexualidad.

 

Castidad: el centro en el proceso

 

A diferencia de la continencia, la castidad no mira sólo al resultado, sino —y sobre todo— al proceso. Al igual que la continencia, la castidad es un hábito, es decir, una cualidad estable que se va adquiriendo mediante la realización de ciertos actos. Para ser más precisos, es una virtud, es decir, un hábito bueno: un hábito que perfecciona al ser humano, para que obre mejor en el terreno del amor. La persona casta es aquella que se encuentra interiormente mejor dispuesta para amar.

 

Para darse, la castidad requiere una ordenación interior: requiere ordenar los deseos —y, ampliamente, todo el mundo afectivo— hacia el amor. Amor entendido como la búsqueda del bien para la otra persona. Por eso la castidad no se agota únicamente en el hecho de tener o no relaciones sexuales, o ver o no pornografía. Importa cómo uno se dispone interiormente a evitar dichos comportamientos.

 

La represión propia de la continencia puede generar tristeza y frustración. La castidad, en cambio, está llamada a generar un clima de libertad. En efecto, mientras que la continencia se puede vivir como una renuncia a la sexualidad, la castidad implica trabajarla activamente ordenando los sentimientos y los deseos —y todo tipo de afectos en general— hacia el amor. Por ejemplo, alguien que busca vivir la sexualidad, evita ciertos comportamientos, diciendo para sí: “Prefiero amarte y no usarte”; “prefiero verte como un sujeto de amor, y no como un objeto de placer”; “prefiero tratarte como un ‘alguien’ para amar, y no como un ‘algo’ para usar y desechar”.

 

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Si te interesa profundizar sobre el tema de la castidad, te invitamos a ver una serie de videos que hemos publicado en YouTube bajo el título «7 mitos sobre la castidad».

 

Si tienes alguna duda, puedes buscarme en Instagram: @ama.fue y @daniel.torrec

¿Es necesario creer en Dios para vivir la castidad?

Desde mi historia personal, mi mayor motivación para vivir la castidad no ha sido que el Papa me felicite o que me peguen una estrella en la frente por cumplir los mandamientos. Vivo castamente porque noté un contraste en mi vida, un “antes” y un “después” al descubrimiento de esta virtud, cuando me la enseñaron, a mis 17 años.

 

Hoy, a los 31, puedo hacer una reflexión: no es necesario ser católico ni tampoco tener un pasado perfectamente puro y virginal. Pero sí es de gran ayuda tener una vida espiritual que te acompañe en el proceso.

 

#1 Toma las caídas de modo deportivo

 

Es difícil mantenerse firme en el propósito de la castidad: puedes sentirte incapaz de lograrlo o creer que es imposible. Sobre todo, cuando has tenido un pasado cargado de pornografía o de relaciones sexuales. O simplemente si estás muy enamorado. La frustración de no lograr objetivos es fuerte, pero la solución, no es abandonar. La mejor actitud es saber que, si fallas mil veces, te levantas mil veces con intención de mejorar.

 

Por otro lado, compartir tus dificultades permite desmitificar el falso título de la castidad. Se piensa erróneamente que quien la vive es “uno en un millón”, un caso extraordinario, un ser perfecto o un bicho raro —el otro extremo—. Pero, cuando das a conocer tus propias luchas y las debilidades que te han hecho caer una y otra vez, te hacen más cercano y empático con los demás. Contagiarás que vale la pena luchar por un objetivo, aunque sea difícil. Como en el deporte, es más motivador conocer las caídas de un atleta que ver solo sus éxitos.

#2 Dispones de los sacramentos

La castidad no discrimina creencias ni religiones. Todos entenderán los beneficios de esta virtud si se proponen vivirla: protestantes, ateos, budistas, seguidores de Beyoncé… Sin embargo, soy testigo de que los católicos tenemos una gran ventaja: el contar con los sacramentos, el canal por el cual recibes la Gracia de Dios. Una especie de suplemento espiritual para lograr objetivos.

 

Si quieres vivir la castidad y se te hace difícil, acude a la confesión y a la comunión. Qué fácil es decir que te levantes mil veces si caes mil veces, pero a veces el fracaso es desalentador. A través de los sacramentos, eso no te desanimará; al contrario, recibirás la fuerza para levantarte, una y otra vez, cada vez con más convicción.

 

#3 La Gracia permanece

 

Si bien los sacramentos te mantienen en carrera a pesar de las caídas, también te dan resultados permanentes. Compruébalo tú mismo y confiésate con un sacerdote el mismo defecto durante un año. Después de ese tiempo, habrán pasado dos cosas: o disminuyó la falta, o desapareció por completo. La ciencia concluirá que no hay explicación, pero que hay un efecto duradero contra todo pronóstico.

 

Es posible ver la luz después del túnel y sentir una paz indescriptible al saber que puedes dominar tus impulsos sexuales, que puedes vivir castamente a pesar de que al inicio parecía imposible. Se puede dejar la pornografía, la masturbación, o empezar a vivir una relación casta que aspira al matrimonio. Se logra misteriosamente porque, después de tanto quererlo, la Gracia de Dios permanece y actúa en ti.

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¿Es necesario ser religioso para vivir la castidad? La respuesta es que no. Pero, a través de la Gracia de Dios —recibida en los sacramentos, después de las caídas “deportivas”—, la experiencia se hace mejor, se vive con esperanza y se acelera el proceso de alcanzar objetivos. Con el contraste que notarás en tu vida, te darás cuenta de que hay algo más que el esfuerzo humano.

 

¿Te interesa más el tema? Te invito a conocer mi curso “El Rebranding de la Castidad”. También pueden seguirme en Instagram como @yoheigab.

Testimonio: Cómo elegimos vivir la Castidad y transmitirla a los demás

En todos nuestros artículos anteriores hemos compartido contigo consejos, experiencias y teoría en temas de noviazgo, amor, sexualidad y castidad, pero hasta ahora nunca habíamos compartido por qué nos dedicamos tanto a hablar de estos temas, y cómo fue surgiendo nuestro interés. En efecto, nuestro proyecto “Sexualidad & Castidad” no es una coincidencia, sino una respuesta a esos anhelos que tenemos de ser amados y de amar… pero de verdad.

 

Esta vez solo queremos hablarte desde nuestro testimonio, para que puedas encontrar en él algún tipo de inspiración, motivación, reflexión o cuestionamiento sobre este estilo de vida.

Una mirada distinta

 

La respuesta corta a la pregunta de por qué nos apasiona tanto hablar sobre estos temas es porque, como noviazgo joven —¡y próximo matrimonio!— queremos aportar a la sociedad una mirada distinta, positiva, real y —para nosotros— verdadera, acerca de cómo vivir el amor y la sexualidad. La respuesta larga es que no siempre fue como ahora. Hemos vivido un proceso totalmente normal de autoconocimiento, lleno de retos, ya que por hace algunos años fuimos partes de dos extremos.

Por un lado, uno de los dos pensaba que la castidad era antinatural y anticuada, y que la sexualidad debía vivirse teniendo relaciones sexuales con quien quisieras —extraño, conocido, pareja o amigo con derechos—, y que, por lo tanto, si eso te hacía sentir bien, estaba más que bien, pues el sexo estaba para disfrutar del placer. Sobre todo, creía que es importante probar para saber con quién conectas. De cierta manera, así idolatraba al sexo. Refutando este argumento brevemente, es totalmente cierto que el sexo es maravilloso, pero no en el contexto extremista que se conoce como “libertinaje”, sino más bien bajo el contexto del compromiso y la búsqueda del bien del otro, o sea, el matrimonio.

 

En el extremo opuesto, el otro se decantaba por querer tener una abstinencia sexual —sí: abstinencia, no castidad— en el noviazgo, por la idea romántica de llegar virgen al matrimonio, sin ni siquiera saber el por qué. A la vez, tenía una actitud avergonzada cuando escuchaba hablar sobre sexo o sexualidad. Porque, seamos sinceros, algunas de las decisiones que se toman hoy en día en relación a la castidad son por miedo al pecado, y no por la búsqueda de un bien. Este otro extremo se conoce como una actitud represiva o puritana. Nada que ver con el amor verdadero, ni hacia uno mismo ni hacia el otro.

Empezar de cero

 

Todo cambia cuando descubrimos por experiencia propia que ninguno de los dos extremos era bueno, sano y verdadero. Había algo que no terminaba de hacer clic: se sentía la incoherencia en ambos puntos. Así que empezamos a mirar más allá, para darle una oportunidad a esta propuesta tan distinta, retadora y esperanzadora, en esta sociedad de la que somos parte, en la que —cada día estamos más convencidos— es necesaria rescatar la sexualidad, pero de la manera correcta.

Este punto comienza de la mano de una persona muy especial para nosotros: Karol Wojtyla, mejor conocido como San Juan Pablo II. En distintas etapas de su vida se dedicó a responder dudas e inquietudes de jóvenes y matrimonios acerca de la sexualidad y el amor, para darles de ella una mirada positiva, sana y verdadera. Varios libros que hemos tenido la oportunidad de leer han marcado nuestra vida, y nos han llevado a la reflexión: Amor y responsabilidad, El don del amor y, por supuesto, las catequesis de Teología del cuerpo.

 

Sin él, este proyecto no existiría, y tampoco hubiéramos entendido tan bien cuánto valemos y merecemos ser amados de verdad, ya que con la ayuda de Dios y de todo lo que Él no has dado, se encargó de dar respuestas concretas a los anhelos e inquietudes más profundos de nuestro ser.

 

Estuvimos abiertos a escuchar, investigamos, preguntamos, refutamos y, sobre todo, tuvimos la valentía de comenzar a vivirlo, pues solo así podríamos confirmar la teoría. Y hasta ahora, ha sido la mejor decisión que hemos tomado. Por eso, no podemos quedárnosla para nosotros, sino que queremos compartirla.

 

Algunas de las razones

 

A estas alturas, muchos todavía creen que la decisión que hemos tomado —a nivel personal y en pareja— de vivir la castidad, está basada únicamente en el argumento de la religión.

 

Sí, es cierto que la parte espiritual para nosotros juega un papel súper importante, porque consideramos a Dios el centro de absolutamente todo. Por eso somos cristianos católicos: porque creemos en el Él, que hizo todo muy bueno desde el principio, y eso comprende a nuestra sexualidad.

Pero Dios es coherente en todos los sentidos, y vivir la sexualidad desde una visión personalista no solo es bueno y conveniente para el creyente practicante, sino también para el que no practica su fe, para el ateo, para el agnóstico, y para cualquier otra persona. La ciencia, la lógica y la razón no están peleadas con la Fe, sino que entre ellas juntas te ayudan a completar el rompecabezas. Esta es la respuesta: ahí está la clave para entender el don de tu sexualidad.

 

Aparte de saber todo esto, existen dos razones más. Si una parte del mundo, con sus ideologías, ideas y relativismo, te dice cómo debes vivir tu sexualidad, nosotros también queremos compartir nuestra propuesta y visión. No existe una sola cara de la moneda. No existe solo un camino.

 

Y el último motivo, consiste en que buscamos restaurar la idea manchada que se tiene sobre la Iglesia en temas de sexualidad, pareja, matrimonio y sexo.

 

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Vivir esta experiencia de compartir una mirada verdaderamente positiva de la sexualidad ha sido todo un reto para nosotros como transmisores del tema, porque cuando se tiene certeza de algo bueno y verdadero, se siente como una llama ardiente en el corazón, que queremos compartir con los demás. Pero también ha sido muy enriquecedor encontrar personas que están en la misma sintonía que nosotros.

 

Si has dudado alguna vez en dar el paso para vivir de esta manera o en comenzar a hablar de la castidad a tus conocidos y seres queridos por miedo a ser juzgado, queremos decirte que sigas adelante. Profundiza, lee, cuestiónate, conócete y ten mucha paciencia contigo mismo.

 

Nosotros te estaremos esperando en nuestro Instagram, @sexualidadycastidad, para aprender juntos o responder a tus dudas. Un gran abrazo.

3 tips para mantener el propósito de la Castidad

Ante el poco conocimiento que existe acerca de la Castidad, proclamar que la vives es un título que trae algunas responsabilidades. De pronto te conviertes en un referente un poco idealizado, como si estuvieras blindado de encender tus hormonas o de tener impulsos sexuales…, aunque en realidad, suceda todo lo contrario.

Tal era el caso de Agustín y Gabriela: a pesar de que ellos apostaron por una relación casta, pocos sabían el “behind the scenes” de esta decisión y las dificultades que enfrentaban. Entonces, algunos detractores de la castidad los alentaban a dejar de ser tan “conservadores” y a vivir una vida sexual sin reprimirse. Sin embargo, ambos estaban decididos a postergar las relaciones sexuales para el matrimonio, y poco a poco, fueron comprendiendo las claves que les permitirían mantenerse firmes en su propósito:

#1 Cuidar las caricias

 

Después de cada salida, las despedidas eran un gran reto para ambos: un pequeño beso se iba complementando con las caricias, se iba prolongando el tiempo… Y, sin necesidad de palabras, se hacía evidente el deseo de tener relaciones sexuales. Ambos sabían que estaban yendo por el camino equivocado. No porque el tocarse sea malo o pecaminoso, sino porque sus manifestaciones de amor terminaban en intenciones que ellos no buscaban.

Pero entendieron que el afecto y las caricias pueden tener dos objetivos. El primero es demostrar soporte a la otra persona, que la quieres, comunicarle que no está sola y tu cariño, a través de un abrazo sincero, o simplemente sujetándole la mano. Y el segundo se da en las relaciones sexuales, cuando el tacto y la sensorialidad buscan la excitación de nuestros cuerpos a través de la estimulación de las zonas erógenas. Ellos no buscaban lo último, por lo que entendieron la importancia de moderar la intensidad de las caricias, abrazos y besos, enfocándolos hacia lo primero.

#2 Cuidar los espacios afectivos

 

Quedaba clara la pauta de evitar las caricias desmedidas; sin embargo, la teoría no se aplicaba en la práctica. Era común que, viendo películas a solas en casa de alguno, las hormonas despertaran, y los pequeños besos terminaran gradualmente en ocasiones próximas a las relaciones sexuales. El reto de vivir la castidad se veía cada vez más imposible y frustrante.

 

Lo que sucedía era que sus impulsos sexuales aprovechaban aquellos espacios de intimidad y ausencia de terceros, para manifestarse sin filtros. Agustín y Gabriela entendieron que, en lugar de quejarse por una falta de fuerza de voluntad, resultaba más sabio evitar determinados espacios afectivos, donde no había nadie más que ellos, y que incentivaban manifestaciones de excitación sexual.

 

#3 Cuidarse de los manuales

 

En un contexto social en el que el sexo se ha banalizado, es importante hacer el esfuerzo de instruir a cada vez más personas del tema. Por eso, Gabriela aconsejaba a parejas más jóvenes cuando le pedían ayuda. Tras muchas conversaciones, se dio cuenta de que era absurdo plantear un manual de reglas con una lista interminable de “cosas que NO debes hacer para vivir castamente”. No todos tenían las mismas luchas y dificultades que ella vivía junto a Agustín. Lo importante radica en incentivar un pensamiento crítico en los demás.

 

A veces, nuestras ganas de calmar nuestras frustraciones nos llevan a buscar respuestas rápidas de quienes tienen más experiencia. El mejor proceso para lograr objetivos es entender una teoría, y luego tomar decisiones personales, validar su eficacia e ir adaptando las acciones. Lo más importante en la sexualidad es entender cómo funcionan y reaccionan nuestros cuerpos, que están diseñados para tener relaciones sexuales. Para que estas se desarrollen exitosamente, necesitan de caricias y espacios de intimidad particulares, y es responsabilidad de cada pareja tomar medidas coherentes con un objetivo íntimo: decidir qué caricias moderar y qué lugares o ambientes evitar o frecuentar, para no despertar pasiones sexuales.

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Se suele pensar que el mayor reto de la castidad es proponérsela a alguien que nunca ha escuchado de ella. Sin embargo, para quienes ya han decidido vivir esta virtud, mantener el propósito tiene sus propias dificultades. Para Gabriela y Agustín, fue un proceso incluso frustrante, pero poco a poco, perseverando a pesar de las caídas, la teoría fue acercándose a la práctica. Ambos llegaron a sentirse dueños de sus impulsos sexuales, aptos para dominarlos y no ser víctimas de ellos. Es importante mantenerse firmes en la certeza de que existe luz después del túnel. Una sensación que merece ser hablada en un siguiente artículo.

Para conocer más historias inspiradoras, los invito revisar mi curso “El Rebranding de la Castidad”. También pueden seguirme en Instagram como @yoheigab.

¿Es la mujer la que debe poner el límite?

Conforme pasa el tiempo, me preocupo más. Veo cada vez mayores avances en conocimientos tecnológicos, pero menos avances en valores humanos; cada vez más personas toman conciencia del desarrollo personal, de la importancia de amarse a uno mismo, y, sin embargo, cada vez hay más personas tristes. Cada vez hay más conciencia sobre la importancia de aprender a amar, y cada vez hay más personas que se encierran en sí mismas.

También he notado que la masculinidad no está exenta de esta ironía: se polariza cada día más, y ello nos hace encontrarnos más seguido con dos tipos de hombres. Por un lado, los violentos y agresivos, que cosifican a las mujeres; por otro, los hombres sumisos e inseguros, que las ponen en un pedestal. Ambos, extremos que demuestran masculinidades opuestas, pero que forman parte de una misma masculinidad herida.

 

Una frase repetida

 

Algo que me llama la atención es que, por lo general, estos dos casos de masculinidad herida —los violentos y agresivos, y los sumisos e inseguros—coinciden en la siguiente frase: “El hombre llega hasta donde la mujer quiere”.

 

Esta es una frase que todos, en algún punto, hemos llegado a escuchar, y que —seamos honestos— más de alguno que lea este artículo sentirá que es verdad. Sin embargo, creo que se trata de una frase que no sólo está equivocada, sino que además, nos aleja —a los varones— de conectar con nuestra verdadera masculinidad.

Los hombres traemos, un poco por naturaleza, y otro tanto por educación, el sentido de proteger y cuidar a las personas que amamos, y en el amor de pareja no es la excepción. Decirle a tu pareja “yo voy a avanzar hasta donde tú me pongas el límite” es un acto cobarde e irresponsable, y también, poco masculino.

 

El hombre de verdad

 

El hombre de verdad es aquel que ha aprendido a cuidarse a sí mismo, tomando las riendas de su vida, siendo responsable de su camino, de sus decisiones y de su destino. Y esto lo demuestra en todos los aspectos de su vida, incluyendo el noviazgo.

 

El hombre de verdad ha comprendido que cuidar a su pareja no es solamente respetar el límite que ella te dicte, sino el límite que tú haz decido tener, por el bien de la relación y como manifestación de tu autodominio.

 

Claro: para esto, es necesario comprender que los límites en la intimidad sexual, y en cualquier otro aspecto de la relación y de nuestra propia vida, son necesarios. ¿Para qué? Para encausar el amor hacia la construcción de una relación sana y feliz.

 

Una decisión entre dos

 

Por todo esto, dejar semejante peso en los hombros de la mujer no sólo es egoísta, sino también cobarde, pues constituye una carga que debe compartirse, y la decisión de cómo llevarla se debe tomar entre los dos.

 

Piénsalo: dejar que la mujer diga “alto” es —de algún modo— insinuar que ella no siente o no desea ese nivel de intimidad tanto como el hombre. ¡Nada más alejado de la realidad! Las mujeres también sienten, también anhelan intimidad, también desean, y es un tesoro bellísimo que se debe comprender, normalizar y custodiar entre ambos en la pareja.

 

Tres aspectos a trabajar

 

Si eres varón, y quieres aprender a ser tú quien ponga el límite —y no esperarte a que tu novia lo haga—, te dejo 3 aspectos que puedes trabajar para lograrlo:

 

#1 Honestidad:

Sé honesto contigo mismo. Si tratas de engañarte, esto se volverá una bomba de tiempo en tus manos, y todo terminará mal. Ser honesto implica también expresarle a tu pareja cómo te sientes y compartir tus debilidades y flaquezas, para que puedan empatizar el uno con el otro y fortalecerse para encontrar soluciones ante estas situaciones.

 

#2 Respeto:

El cause de un río son los límites que el suelo establece para que el agua fluya hacia el mar. De igual manera, el respeto a los acuerdos que hagan en pareja será el «cause del río» que dirigirá el flujo de su amor hacia el «mar» de un amor pleno. Respetar no sólo es “hasta donde la mujer quiera”: es también hasta “donde yo dije que iba a llegar”. Es respetar mis anhelos y mis sueños, mi sexualidad, encausada hacia al amor.

 

#3 Responsabilidad:

Tomar las riendas de tu vida en todos los aspectos: eso es responsabilidad. Si aprendes a cuidar de ti mismo, tendrás la fortaleza interior para saber cuidar de tu pareja.

 

* * *

 

Pocas cosas son más atractivas para una mujer que un hombre que les transmite seguridad. Cuidar a tu novia y saber poner límites sanos para crecer juntos en el amor es una de las cosas que mayor seguridad le darán a tu novia sobre el amor que le dices tener. ¿Por qué? Porque ese amor estará basado en los hechos.

Por eso, no es “hasta donde la mujer quiera” sino “hasta donde ambos decidan”.

 

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¿Podemos vivir la Castidad si ya tuvimos relaciones?

Todos tenemos metas y sueños, tomamos decisiones cada día; a veces, nos equivocamos y muchas otras veces damos pasos en la dirección correcta. En el tema sexual, también nos pasa. Sabemos que existen muchas parejas de novios que ya tuvieron relaciones y al conocer el tesoro que es la castidad —como esa fuerza espiritual que libera al amor de toda actitud de uso y egoísmo— deciden apostar por un noviazgo casto, por un amor más libre y sin uso, por un amor más pleno.

 

Queremos recordar que “castidad” no es sinónimo de abstinencia ni de virginidad. La castidad va mucho más allá y se vive de distintas maneras según nuestro estado de vida ¡Sí! Lo oíste bien, en el matrimonio, vivir la castidad también da frutos de amor auténtico y no significa que los esposos no tengan relaciones, sino que vivan la sexualidad en orden al amor.

 

En el noviazgo, la castidad, entre otras cosas, implica la abstinencia sexual, y sabemos que este es un gran reto, especialmente cuando ya se han tenido relaciones. Pero hoy queremos decirles: ¡SÍ SE PUEDE! ¡Y VALE TODA LA PENA DEL MUNDO! Por eso, aquí te dejamos algunos consejos, que creemos que pueden ser útiles para ti:

 

#1 Más que solo abstinencia

 

La castidad es vivir la sexualidad en orden al amor. Entonces, la medida no es “hasta dónde llegar antes de lastimar a tu pareja”, sino cómo puedes hacerle saber y sentir tu amor, afirmar lo mucho que vale. Si ya tuvieron relaciones, aún pueden vivir la castidad, aunque es importante que tengan claras las razones por las cuáles quieren hacerlo: conocer los frutos propios de la castidad los motivará muchísimo.

 

En el noviazgo, la castidad sí implica renunciar a algo atractivo, es decir las relaciones sexuales, por algo aun más atractivo, que es vivir en la confianza, la alegría y la paz que surgen a partir del amor auténtico; construir una relación fuerte y sólida, donde puedes ser tú mismo sin miedo; un vínculo que sea tierra fértil para que puedan darse los frutos que anhela tu corazón y, en el momento determinado, vivir las relaciones sexuales al máximo, con toda la intimidad, amor y placer que se genera en el contexto del amor LIBRE, TOTAL, FIEL y FECUNDO, lo cual solo puede darse en el matrimonio.

 

Entonces, cuando se propongan vivir la castidad, recuerden que es ver más allá del sexo, significa ver realmente al otro. Para esto, se necesita una mirada distinta, una transformación del corazón, para poder reconocer al otro como la persona completa que es y no solo su valor sexual, que no es malo, pero forma parte de toda la riqueza de sus valores, no es ni el único ni el más importante.

 

#2 Límites claros

 

Ahora, es un hecho que en el noviazgo la castidad sí implica abstinencia y cuando se han cruzado ciertas líneas, volver a marcarlas es difícil; pero sí se puede. Para ello, es indispensable ser muy honestos y estratégicos. No podemos confiarnos en que, con la pura buena intención de vivir la castidad, ya se dará. ¡La castidad no se improvisa!

 

Es necesario un proceso interior y medios humanos muy claros. Por las circunstancias vividas, ya conocen qué es lo que activa al otro sexualmente, aprovechen esta información a su favor y NO EN SU CONTRA. ¿A qué nos referimos? Si ya saben que cierto tipo de abrazos, besos o conversaciones generan en el otro esas ganas de tener relaciones sexuales, entonces mejor procuren otro tipo de besos, abrazos y conversaciones. ¿Para qué jugar con fuego?

 

Esto no significa que nunca tengan muestras de cariño físicas o algo por el estilo, simplemente es un hecho que hay muestras que afirman y muestras que excitan. Las que excitan, no son malas, pero son parte del preámbulo de la relación sexual, por lo que están diseñadas para llevar a ese momento culmen; vivirlas en el noviazgo es subirte al tren de la relación sexual y ver en qué momento saltas para no llegar a la estación; créenos, cuando saltas de un tren, te lastimas y también al otro. Más se trata de lo que sí le quieres mostrar al otro, de lo que sí quieres vivir con él/ella; la mirada debe estar puesta en el amor más que en la prohibición.

 

#3 El entorno, un gran aliado

 

Ustedes saben qué entornos facilitan que las cosas se salgan de control. Propónganse realmente evitar esas situaciones, como por ejemplo, tardarse horas despidiéndose en el coche, o ver una película solos, acostados y abrazados, dormir juntos, etc. Además de estas situaciones, ayuda cuidar los planes que hacen, cómo se escriben en redes sociales, cómo se hablan, etc.

 

Aunque ambos quieran poner de su parte, el entorno puede hacer la diferencia, por lo que les sugerimos procurar ambientes que promuevan el conocerse y disfrutar de su noviazgo, sin que toda su energía se centre en no caer ante el impulso sexual. Cuando el entorno favorece la castidad, la atención puede estar en un sin fin de aspectos maravillosos del otro y de la dinámica que se da estando juntos.

 

#4 Sexualidad vs. sexo

 

Al sacar de la ecuación las relaciones sexuales, tienen la increíble oportunidad de descubrir las demás dimensiones de la sexualidad: espiritual, física (es mucho más que la relación sexual, incluye abrazos, caricias, etc.), intelectual, creativa y emocional.

 

Propónganse realizar actividades recreativas saludables que los dos disfruten, como practicar algún deporte o arte, jugar algún juego de mesa, salir a andar en bici, o cualquier cosa que a ustedes les guste. Se darán cuenta de lo mucho que crece la intimidad entre ustedes y que no necesitan tener relaciones sexuales para tener encuentros que acrecienten su amor y disfruten al máximo. Que cada vez que se presente el impulso sexual, este sea un recordatorio de que quieren más intimidad con el otro y eso sí puede lograrse desde las diferentes dimensiones de la sexualidad.

 

#5 Incluyan al Amor

 

Si la castidad es el orden del amor, qué mejor que invitar a la relación a Dios, que es el Amor mismo. Él es la fuente de ese amor que queremos alcanzar. Es precisamente porque el amor es Su esencia, que nos llama a vivir el amor humano en libertad y plenitud. Les recomendamos reforzar su relación con Él y pedirle ayuda para alcanzar la castidad con Su gracia: acercarse a los sacramentos, seamos realistas, el camino no se da en línea recta y puede haber momentos de caídas.

 

Les recomendamos, también, no dejar pasar el tiempo y acudir a la confesión, donde Él da las gracias que necesitamos. Eso hace que el esfuerzo humano se eleve alcanzando horizontes realmente increíbles. A Él hay que pedirle constantemente que haga esa transformación del corazón, de la cual proviene la mirada capaz de VER al otro.

 

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En este mundo donde tantas personas creen que es verdaderamente imposible vivir un noviazgo en Castidad, tengamos certeza de que SÍ SE PUEDE y de que ese grado de libertad es el que verdaderamente deseamos. ¡No nos conformemos con menos! Tú mereces una relación donde ambos estén dispuestos a darlo todo para alcanzar el amor auténtico.

 

Recuerden que están juntos en esto y que es importante ser equipo; más que reclamarse mutuamente en las dificultades, juntos encuentren soluciones creativas para los obstáculos. Validen su sentir y tengan los ojos puestos con esperanza en la certeza de que la castidad no es un punto de partida, sino que se alcanza y que en ese camino cuentan con la ayuda de un Dios Amor.

 

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