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El amor es un regalo

Difícil dar en el clavo

 

Más comúnmente de lo que desearíamos, terminamos regalando o recibiendo algo que definitivamente NO NOS GUSTA. Un sweater de un color que no nos agrada, una blusa de una talla que no nos queda, un pastel o un dulce al que incluso somos alérgicos.

 

Con los regalos siempre llega este momento entre emocionante e incómodo: Extendemos las manos con ese detalle y fruncimos el rostro con la esperanza de “haberle atinado” a lo que esa persona quería y todavía le preguntamos dubitantes: “¿Te gustó?”. ¡Ah! Y ni se diga de cuando nos toca recibir: Abrimos expectantes la envoltura y llegamos incluso al extremo de fingir que nos agradó el contenido aun cuando no entendemos la razón del por qué alguien nos regalaría semejante cosa.

 
 

También en el amor

 

Con el amor nos pasa algo muy parecido: más a menudo de lo que pensamos sucede que una persona ama a otra con todo su corazón, pero la otra persona NO SE SIENTE AMADA. Hijos que no sienten el amor de sus padres, parejas concluyendo que su contraparte ya no los ama, amigos y amigas, que no sienten el cariño del otro. Y lo peor del caso es que esos padres, parejas y amigos se desviven genuinamente de amor por ese que dice no sentirse amado. ¿Cuál es el problema, entonces, con el regalo del amor?

 

El tema es que de chicos a muchos nos enseñaron que, si de dar un buen regalo se trataba, era necesario elegirlo pensando precisamente en algo que nos gustaría que nos regalaran a nosotros. He aquí el problema: en nombre de esta filosofía hemos hecho los peores regalos, precisamente, porque los hacemos pensando en nosotros mismos y no en la otra persona. Con el amor NO puede sucedernos así.

 
 

Distintos lenguajes

 

La peor forma de amar a alguien es amar a alguien a mi manera, porque el amor no se trata de mí, el amor se trata de la otra persona. No en vano Gary Chapman nos insiste una y otra vez en que descubramos cuál es nuestro lenguaje del amor y cuál el de la persona que amamos, proponiéndonos 5 expresiones concretas del amor: palabras de afecto, actos de servicio, tiempo de calidad, regalos y contacto físico. Y es que hay tanto analfabetismo afectivo que luego encontramos a tantos “diciéndole” a sus seres queridos que los aman, pero “diciéndolo” en un lenguaje ajeno al que entienden: es como si le dijéramos “Je t’aime” a todas horas a alguien que en su vida ha entendido el francés.

 

No hay duda de que el amor es un regalo, sí, pero que como repetía San Juan Bosco constantemente: “No basta con amar, es necesario que se sepan amados”. Hoy preguntémonos justo eso: ¿Cómo me estoy asegurando que los otros se sienten amados por mí? ¿Qué tipo de regalo estoy dándole a los demás? ¿Estoy amando con todo mi cuerpo, mi alma, mi espíritu? ¿Qué tan creativo soy en mis expresiones de amor?

 

* * *

 

Con el amor no podemos jugar a “adivinar o atinarle” a lo que el otro quiere; debemos asegurarnos de ir a preguntarles qué necesitan y qué les ayuda a saberse amados por nosotros. Con el amor no podemos partir de la premisa de “como a mí me gusta” sino del “como el otro quiere ser amado”. Con el amor no le podemos dejar las cosas a la “buena suerte” ya que no existen los llamados “afortunados en el amor”, porque amar es decidir entregarte, y esa, es la mayor fortuna.

 

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