top of page

No somos perfectos



En anteriores artículos, he venido hablando de lo que es una relación sexual plena, de cómo debería ser el sexo en el matrimonio, de la felicidad que da una entrega total… Todo ello es muy estimulante y nos atrae enormemente. ¿Por qué? Porque es bello, más aún: ¡es perfecto! Sin embargo, quizá por eso es fácil caer en la tentación de considerarlo imposible o inalcanzable, ya sea porque no se ha llegado a experimentarlo así, ya sea porque, aun habiéndolo hecho, resulte arduo vivirlo.

¿Por qué pasa esto? ¿Por qué parece que la belleza del amor humano se nos escapa, como si no fuese para nosotros? Sencillamente, porque no somos perfectos —y es bueno recordar que, en esta vida, nunca lo seremos—. Ello no puede impedir que sigamos deseando la verdadera belleza y luchando por ella.


Como águilas encerradas


No podemos negar que todos tenemos defectos, y que fácilmente caemos en la tentación, del tipo que sea. Pero en concreto me refiero ahora a esas trampas que se presentan en la vida conyugal: buscar únicamente el propio placer, llegar al orgasmo sin pensar en el otro, no cuidarle como se merece, no dedicarle tiempo generosamente, mirar sus defectos y compararle incluso con otras personas que nos los tienen —al menos, esos defectos: tendrán los suyos—. Y un largo etcétera de esas pequeñas cosas que van minando el amor, y hacen que perdamos de vista la felicidad que nos merecemos y