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Moral sexual, ¿una imposición?

En materia de sexualidad, muchas veces decimos: “no hagas tal o cual cosa porque es pecado.” Y entonces, para alguien que quiere vivir la sexualidad de una manera que sea compatible con su fe, la moral sexual puede sentirse como una imposición. En realidad, si la moral sexual se vive como una imposición, se está viviendo tremendamente mal.

 

En este pequeño artículo me gustaría desarrollar cuatro ideas que nos van a permitir tener una comprensión adecuada de la moral sexual.

 

#1 No es una cuestión de fe solamente

 

Santo Tomás de Aquino desarrolla un principio clave para entender este punto. Él decía que la gracia supone la naturaleza: la eleva y la perfecciona, pero no la anula. Es decir, todo lo que se afirma a un nivel sobrenatural debe tener también un fundamento natural, y la moral sexual no es la excepción.

 

Aterrizando esta idea, si desde una perspectiva sobrenatural decimos que algo es pecado, es porque daña la naturaleza del ser humano; es decir, si acaso algo está mal es porque me hace mal en cuanto ser humano. De manera similar, si algo me hace bien en cuanto ser humano, no puede ser pecado.

 

#2 El bien y el mal dependen de la naturaleza del ser humano

 

Desde una perspectiva cristiana, lo bueno y lo malo no vienen definidos por una norma externa. Si así fuera, la moral podría llegar a vivirse como una imposición. E incluso se le podría obligar a alguien a hacer algo que le hiciera daño o impedir hacer algo que le hiciera bien.

 

En cambio, cuando hablamos de lo bueno y lo malo nos situamos en el terreno de la plenitud a la que estamos llamados en cuanto seres humanos. ¿Qué es lo bueno? Aquello que me perfecciona, que me acerca a dicha plenitud, que me hace florecer en cuanto ser humano. ¿Y qué es lo malo? Aquello que me aleja de esa perfección.

 

Nótese que hablamos de aquí de la perfección a la que estamos llamados en cuanto seres humanos, y no de gustos o preferencias particulares. De hecho, aquello que uno puede querer en un determinado momento no siempre es lo que le hace ser una mejor persona o hace aflorar su mejor versión. Por eso, la determinación de lo bueno y lo malo requiere un discernimiento desde la razón, y no desde los gustos o sentimientos del momento.

 

#3 Lo bueno en sexualidad: amar

 

En el terreno de la sexualidad, ¿qué me hace florecer en cuanto ser humano? Es decir, ¿qué me perfecciona, qué me acerca a mi plenitud? Vivir el amor. Amor entendido no como un deseo fuerte o un sentimiento intenso, sino como una decisión: la decisión de buscar el bien y lo mejor para la otra persona. Esta es la norma que rige la moral sexual: si quieres ser feliz, debes amar.

 

Nótese que no se trata de algo que viene impuesto “desde afuera”, sino que de algo que responde a los deseos más hondos que todos tenemos en cuanto seres humanos. Se trata de algo que está inscrito en nuestra propia naturaleza. Es decir, podemos vivir nuestra sexuaidad como queramos, pero únicamente en el camino del amor vamos a encontrar esa alegría, esa paz, y esa plenitud que tanto anhelamos.

 

#4 Lo malo en sexualidad: usar

 

Si un comportamiento es una auténtica expresión de amor, entonces es bueno. Frente a esto, ¿qué hace que un comportamiento sea malo? Que se trate de un acto contrario al amor; es decir, un acto que exprese una actitud de uso hacia otra persona.

 

Esto es así porque, en el ámbito de las relaciones interpersonales, lo más opuesto a amar es usar. En efecto, cuando amo busco el bien de la otra persona; cuando uso, en cambio, busco a mi bien a costa de la otra persona. Cuando amo, la otra persona para mí es un fin: la quiero por ella misma y no para conseguir algo más; en cambio, cuando uso, la otra persona para mí es un medio: la quiero para conseguir algo más. Cuando amo, trato a la otra persona como un sujeto: es para mí un alguien para amar; en cambio, cuando uso, trato a la otra persona como un objeto: es para mí un algo para usar.

 

A partir de lo expuesto, se ve que amar y usar son actitudes absolutamente incompatibles, pues no puedo considerar a la otra persona un sujeto y un objeto al mismo tiempo y respecto de lo mismo. Y si trato a la otra persona como un objeto, estoy obrando mal y me hago daño, pues voy en contra de mi propia inclinación a amar.

 

* * *

 

Nadie ha dicho que amar sea sencillo. De hecho, en más de una ocasión se sentirá como andar cuesta arriba. Sin embargo, por más que a veces resulte arduo, es el único camino que nos llevará a una vivencia plena de nuestra sexualidad.

 

Por cualquier duda, puedes contactarme por Instagram: @ama.fue y @daniel.torrec

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