Hay gente que afirma que no existe la incompatibilidad sexual. Pero tenemos que recordar que la Iglesia, porque Dios así lo quiere, no considera un matrimonio como propiamente dicho, hasta que se realiza el acto sexual completo. Eso pone de manifiesto que la cuestión no es tan fácil como algunos proponen. Veamos.
Compatibilidad, poco a poco
En nuestra opinión, esta idea de probar antes de casarse para ver la compatibilidad también es un error, porque la compatibilidad se va mejorando con el tiempo. Cada uno tiene su propia sexualidad, única e irrepetible. Por ello, una vez casados, hay que ir conociéndose.
Tenemos que saber que la persona que tenemos delante es hija de Dios y que se merece un trato exquisito. Pero no es un ángel, ¡es humana! Por lo tanto, el sexo es una parte muy importante de su personalidad. Hay que descubrir, y poco a poco conocer, lo que le gusta y lo que no, ir aprendiendo su ritmo de excitación, estar dispuestos a aceptar sus cambios con el tiempo, y saber disfrutar los dos de esos encuentros.
Primero la persona
Como vemos, conocerse sexualmente lleva tiempo. Si en el noviazgo nos hemos presentado tal cual somos y estamos muy enamorados, el tema sexual —si no tenemos alguna complicación de tipo psicológica o psiquiátrica— no será un problema. Así estamos hecho por Dios. La sexualidad, el sexo, está diseñado por Dios para el matrimonio, Él lo pensó desde el principio. San Juan Pablo II, en su “teología del cuerpo” —¡nosotros estamos repasando todas sus catequesis!—, dice que Dios primero creó al ser humano, y después lo diferenció sexualmente. Primero la persona, y después el sexo.
Pero este papa santo también deja claro que Dios vio necesario el sexo por un motivo en particular. El hombre no encontraba nadie con quien compartir de igual a igual: Dios estaba muy alto, y los animales y resto de la creación estaban por debajo. Entonces, sintió lo que San Juan Pablo II llama la “soledad originaria”, y fue ante este sentimiento que Dios consideró el sexo como necesidad del ser humano. Debemos dar gracias a Dios por la existencia de los sexos diferentes.
La educación sexual es la base
Para evitar la incompatibilidad sexual, lo primero es una buena educación sexual. Nosotros notamos que, en colegios católicos, la educación sexual todavía es muy básica, y “light”, en comparación con la agresividad con que se habla de sexo en la sociedad y en otros tipos de colegios. Esto hace que muchos jóvenes salgan de los colegios sin la formación adecuada, y pensando que lo que ven en otros es una demostración de libertad y que ellos, por ser católicos, tienen limitada esa libertad. Esto puede originar, en algunos casos —en muchos otros, no—, la disyuntiva entre probar esa “libertad” o sentirse “reprimido”.
Por el contrario, si cuidamos la educación sexual, se evitan problemas como el vaginismo, la eyaculación precoz, la pornografía, la mala comunicación matrimonial en el tema sexual y las carencias afectivas relacionadas. Un tema que también nos preocupa es que muchas veces se habla de lo sucio del sexo —pornografía, prostitución, etcétera—, y no se habla de la maravilla del sexo. O bien, se habla de forma tan idealizada y metafórica que el oyente no obtiene un conocimiento certero, pues piensa en cualquier cosa menos en el sexo real.
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Si se tiene presente que la compatibilidad se logra con el tiempo y centrándose en la persona, y si la educación sexual es buena, la incompatibilidad desaparece casi por completo —solo se debería a problemas psicológicos o psiquiátricos—. Así, la mejora del sexo en el matrimonio está asegurada. Por ello creemos que hay que formar profesores dispuestos a ir contra corriente, y padres dispuestos a hablar con claridad de sexo con los hijos y entre ellos.
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