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La educación sexual de los hijos

Es una preocupación de todos los padres: ¿cuándo hay que empezar a explicar este tema?, ¿de qué modo, con qué palabras? La realidad es que desde que nacemos empezamos a formarnos, de forma directa o indirecta.

 

Desde pequeños

 

Desde pequeños tenemos que enseñarles a guardar su intimidad, respetar su espacio, etc. Para eso los padres debemos ser ejemplo. En nuestra opinión, no se puede ir de cualquier manera por la casa. Cuidar nuestra intimidad y, por ejemplo, no ir desnudos por casa, es un buen modo de empezar a enseñar.

 

Cuidar lo que decimos

 

Cuidado con los chistes en que se ironiza sobre el sexo o la relación varón-mujer. Los niños son esponjas, y nosotros, su referencia en este y otros temas. Cuando los varones se juntan y hablan con soltura sobre los “atributos” de ciertas mujeres, los hijos pueden asumir que esa es la relación varón-mujer. Y lo mismo cuando se juntan las mujeres y hacen esos tipos de comentarios sobre los hombres.

 

Hablar con normalidad y claridad

 

¿Nuestro concepto del sexo es limpio, algo morboso, o directamente sucio? No nos daría vergüenza explicar las relaciones sexuales matrimoniales si las viéramos verdaderamente limpias. Nos cuesta porque es lo habitual, pero no debería serlo. Si en nuestro matrimonio hablamos con normalidad y claridad de sexo, lo haremos con normalidad y claridad con nuestros hijos.

 

Todo por su nombre

 

Llamar a cada parte de los órganos sexuales por su nombre. Por ejemplo, no llamemos “colita” o “cosita” al pene. Al brazo se le llama “brazo”, y a la pierna, “pierna”. ¿Por qué, entonces, parece que llamar “pene” a esta parte es de mala educación?

 

En este tema hay mucho que hacer. En cierto modo, viene de culturas con poca formación, que desconocían sus nombres y le daban otro. Pero hoy tenemos suficiente educación y sabemos sus nombres: pene, vagina, testículos, clítoris, vulva… Es muy importante nombrarlos así, todo en su debido contexto, y sin chabacanería.

 

Un ejemplo que refleja esta importancia sería el lamentable caso de un abuso: ante una situación como esta, resulta fundamental que, para expresarse, los niños sepan explicar con claridad qué zona les han tocado, y lo que han sentido. Ellos solos sabrán explicarse, sin la traducción de la madre o del padre.

 

No caer en simplificaciones

 

Hay que inspirar en las cabezas de los niños grandes sueños, y no caer en simplificaciones que no consiguen colmar sus preguntas. Nosotros pensamos que conviene tener cuidado con el uso de metáforas a la hora de explicar cómo vienen los niños al mundo.

 

Si les explicamos a los niños no sé qué de una abejita y unas flores, o lo de la famosa cigüeña o tantas otras cosas, ellos —en su inocencia— se lo creen. Y pasar de “la abejita” a la realidad es muy complicado.

 

¡No digamos si se enteran fuera de casa, y se dan cuenta de que se les ha mentido, o de que no se les ha considerado capaces de entenderlo! De esta forma, un acto de amor maravilloso se convierte en algo oscuro, ya que “mis padres me lo ocultaron”. Se impide hablar con claridad de estos temas, y el resultado es que nuestros hijos no nos preguntarán, porque piensan que no sabremos contestarles, o directamente, que les vamos a mentir.

 

* * *

 

Hay muchísimo que decir acerca de este tema; estas solo son unas pequeñas notas. En el ámbito cristiano, vemos que en algunos casos esto no se habla con claridad. Tampoco se diferencia entre la afectividad, la sexualidad y la práctica del sexo. Están relacionadas, pero, en nuestra opinión, una buena educación sexual es aquella que consigue que los niños las diferencien perfectamente. Nos encontramos con jóvenes que meten muestras de afectividad en el ámbito del sexo, y que, por lo tanto, se equivocan con su orientación sexual. Creen que ciertos sentimientos que están en el ámbito de la afectividad entre los varones o entre las mujeres son deseos sexuales, cuando no lo son normalmente.

 

Vemos con alegría ciertos intentos de cambiar todo esto. Pero todavía encontramos también demasiada autocensura para no molestar, o “censura de los sensatos”. Nuestro libro Sexo para inconformistas busca facilitar hablar de sexo sin complejos. Vuestros comentarios privados dándonos las gracias nos animan a seguir por este camino.

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