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Cuando nos enamoramos, ¿qué escuchamos en nuestra cabeza?

(Advertencia: Este artículo tiene spoilers para la película de 1996 The mirror has two faces.)

 

En el año 1996 se estrena la película The Mirror has two faces, traducida en castellano como El espejo tiene dos caras o El amor tiene dos caras. En su época, esta película logró varias nominaciones y premios, pero, ¿qué es lo que nos interesa de esta película hoy, casi 30 años después?

 

Nos interesa particularmente la pregunta con la que comienza la acción de esta historia: “¿Cómo pueden dos personas unirse y tener una relación de mutuo respeto y afecto duradero, en un mundo dirigido por agencias publicitarias que te están vendiendo sexo todo el tiempo?”

 
 

Primera Hipótesis: “Quitar el sexo de la relación equivale a tener una unión de almas”

 

El profesor de Matemáticas Gregory Larkin (Jeff Bridges), protagonista masculino de la cinta, está cansado de no encontrar el amor en sus relaciones. Por eso, decide buscar una en la cual el sexo no sea parte de la ecuación. Y la encuentra en Rose Morgan, una colega que enseña Literatura en la misma universidad.

 

Al principio, todo marcha bien, y crece lo que podríamos considerar una gran amistad y comunión de almas. Pueden hablar de todo y acompañarse mutuamente, ya que comparten intereses mutuos y tienen el mismo sentido del humor. Hasta aquí podríamos decir que la hipótesis de Gregory está resultando. Sin embargo, el afecto de Gregory por Rose y su necesidad de estar con ella aumentan con el correr del tiempo, y le propone matrimonio.

 

Segunda hipótesis: “No me puedo casar con alguien a quien jamás he besado”

 

Rose le plantea este problema, y por primera vez se besan. Él plantea que, de ser necesario, la opción del sexo puede volverse una posibilidad. Rose acepta, pensando que Gregory entendería que esta segunda hipótesis conllevaba un desarrollo en la dirección de aquella posibilidad.

 

Conforme va pasando el tiempo y la relación crece tanto como la naturalidad entre ellos, el deseo también aumenta. ¡En ambos! Y es claro: no hay nada más natural que el deseo de dos de ser uno, como bien señala San Juan de la Cruz en su poema Noche Oscura, que resume la esencia del matrimonio. Esto termina tirando por tierra la primera hipótesis de Gregory, y los lleva a confrontarse con esta realidad.

 

* * *

 

“Cuando nos enamoramos escuchamos a Puccini en nuestras cabezas”, afirma Rose en la película.

 

En la iglesia es común pensar como Gregory, ¿no es así? De hecho, también secularmente se cree que la Iglesia en su doctrina predica esto: una especie de versión platónica del amor, en la cual se saca al sexo de la ecuación.

 

Sin embargo, esa no es la idea, puesto que la ecuación así no funciona. Dios no nos creó asexuados, ¡sino que nos creó varón y mujer! Y fue un paso más allá, cuando incluyó el gozo y el placer mutuo en la unión de ambos, al volverse uno solo.

 

Pero hay algo respecto de lo cual Gregory sí acertó en su primera hipótesis: ese ser uno empieza en la comunión de las almas, y luego se consuma en el amor conyugal. En ese amor que dará sus frutos cuando uno y uno se conviertan en tres.

 

La cuestión es que el orden se ha de respetar, pues aquí el orden de los factores puede alterar el producto. Y ese producto debe ser la unión. Es por ello que la idea planteada, la nueva hipótesis, no es sacar el sexo de la ecuación y sacrificarlo en el altar de la unión. Por el contrario, el planteo es armar una relación en la que primero se unan las personas en sus almas, y luego crecer esa unión, en una espera hacia la unión de los cuerpos. Una espera que vaya en un crescendo, y culmine en el clímax del matrimonio. Como Dios manda: de la misma manera que la música que escuchan nuestros protagonistas al finalizar la película.

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