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Día: junio 18, 2022

5 Tips para ser feliz en una relación a distancia

Salvador es de España, y su esposa, llamada Grecia, de México. Tienen cuatro años de casados, y se conocieron por redes sociales. Nosotros los conocimos hace poco más de un año. Hoy, Salvador es terapeuta de parejas, y aquí nos compartió 5 tips gracias a los cuales él y Grecia lograron vencer los más de 9,000 kilómetros de distancia.

 

#1 Cuidado con la «comunicación excesiva».

El hueco de la distancia no se llena con 1,000 whatsapps. Es un engaño creer que deben estarse hablando todo el día y a todas horas: lo mejor es agendar espacios para hablar, y mensajearse de vez en cuando durante el día. Grábate en la cabeza que: la comunicación de calidad supera a la comunicación en cantidad.

 

#2 Evita inventarte historias: no supongas nada.

Siempre pregúntale las cosas a tu pareja de manera clara y directa. Estar a distancia agrega cierta incertidumbre a la relación, y es normal que se sientan así. Por eso esto debe ser contrarrestado con una confianza plena. La clave es esta: confianza para preguntar + honestidad para responder.

 

#3 Sean amigos antes que ser amantes No se brinquen pasos sólo por que su relación sea a distancia. ¡Cuidado con eso! Más bien, busquen formar una amistad que sirva como base. Y después, que suceda lo que deba suceder.

Luego, aún empezada la relación, pongan primero su atención en ser amigos. Esto les facilitará 100 % el punto #1 y #2.

 

#4 No le des distancia a tu relación a distancia No dejen pasar más de 3 o 4 meses sin verse en persona. Es fácil que las cosas “se enfríen” estando a la distancia; por eso hay que cuidar la parte presencial. Deben recordarse seguido cómo se sienten sus abrazos, sus besos y caricias. Y eso es imposible sólo por internet.

#5 Pónganle a la distancia una fecha de caducidad

Si las cosas comienzan a funcionar, pregúntense: “¿cuándo dejará de ser una relación a distancia?”. Es insostenible quedarse a distancia durante un largo tiempo. Así que no tengan miedo de hablar de cosas más serias. Ponerle fecha, aunque sea tentativa, quita incertidumbre y hace crecer la confianza.

 

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Estos son los 5 tips que más nos gustaron de nuestra plática con Salvador y Grecia.

Pero la verdad es que compartieron muchos más. Así que, si te interesa conocerlos todos, puedes ir a escucharlos en nuestro podcast “Una Pareja Irreal”, gratis en Spotify y Youtube. Esperamos de corazón que estos tips te sirvan. ¡Un abrazo!

 

Para conocernos más, puedes buscarnos en Instagram: @compisdeus

¿Cómo soltar aquello que no nos da paz?

Muchas veces hemos experimentado estar atados a relaciones, trabajo y situaciones que no nos dan paz. Normalmente, nos damos cuenta de que algo está pasando en nuestro interior, pero nos cuesta reconocer qué es lo que realmente está generando esta falta de paz. También es verdad que mirar hacia adentro nos puede dar miedo por lo que podamos descubrir.

 

¿Por qué pasa esto? En ocasiones, nos quedamos con aquello que es «cómodo» para nosotros —con lo que ya conocemos—, sobre todo en las relaciones de pareja. Repetimos patrones muy alejados del amor real: es lo que hemos aprendido y, mientras no cuestionemos aquello con lo que hemos crecido, seguiremos cayendo en lo mismo.

 

Pero, ¿qué hacer si algo no me da paz? ¿Cómo soltarlo? ¿Cómo saber si mi sentir es real, o es solo miedo o huida? Hoy les compartimos algunas herramientas que les pueden ayudar en este proceso.

 

#1 Aprende a escucharte

 

Si escuchar es un arte, escucharte a ti mismo es aún más difícil. Pero sólo aprendiendo a escucharnos lograremos reconocer lo que es bueno para nosotros, aquello que realmente nos da paz.

 

#2 Sé sincero contigo mismo

 

Si te llegan dudas sobre una situación o relación que no te da paz, piensa a qué se debe. No justifiques nada: intenta ser muy objetivo y claro. ¿Por qué sientes esto? ¿Qué te quita la paz?

 

#3 Escucha al otro

 

Todos tenemos a nuestro alrededor personas que nos aman. Quien ama busca siempre el bien del ser amado. Algunas veces no querrán decirnos su preocupación, por miedo a perdernos o lastimarnos; algunas otras nos lo dirán, y no será fácil para nosotros.

 

Sea una opción o la otra, escucha a quien te ama: ¿qué ve esa persona? ¿Por qué piensa que no te conviene determinada situación? Escucha con atención y abre tu corazón a lo que escuches.

 

4. Deja que te ayuden

 

Si te has dado cuenta de que algo te hace daño, suéltalo. Pero soltar no es fácil, ¿no? Así que déjate ayudar por un especialista que te encamine en cada paso.

 

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Busquemos el amor real: dejemos aquello que nos hace daño. Esperamos que estas herramientas te sirvan para ello.

 

Con cariño, los Nandos.

@nandeando

El amor es ciego; el desamor, también

Lo comentaba el otro día con un amigo. Me hablaba de una relación que acaba de romper: “Me equivoqué cuando me casé”, me decía. “Fue todo muy rápido. Ya sabes: el amor es ciego”. Y me dejó pensativo. Es cierto que muchas veces se toma una decisión basada en el sentimiento y, cuando pasa ese sentimiento, se ve todo distinto. El amor es ciego. Pero una ruptura así, ¿es una decisión racional?

 

Información y riesgo

 

En la vida tomamos muchas decisiones. Decisiones de todo tipo. Y todas están basadas en una combinación de información y riesgo: cuanta más información, menos riesgo. Cuanta menos información, más riesgo. Las decisiones personales no son diferentes. El problema en todas las decisiones es que muchas veces nos dejamos llevar por la intuición, por los prejuicios, por el sentimiento, por el “feeling”. Y, a veces, la intuición nos traiciona. Aunque veces nos da pistas. Entonces, podemos preguntarnos ¿hay que descartarla?

 

Cuando se elige pareja es importante considerar algunos puntos clave, como tener claros los valores propios y los del otro; que haya sintonía de valores. Eso es información, son datos. Más datos, menos riesgo. Es importante el conocimiento propio y el del otro, desde el punto de vista personal: maneras de reaccionar, forma de ser… Eso también son datos, es información, es conocimiento del otro. A más información, menos riesgo.

 

El sentimiento

 

Sin embargo, muchos se lanzan a una relación seria con la sola base del sentimiento. Parece que con el sentimiento es suficiente, que el amor rompe todas las barreras. Y eso tiene parte de verdad, claro. Pero también esconde un peligro, un riesgo. Porque el amor es ciego, y el sentimiento nos impide ver de forma objetiva los defectos del otro, los impedimentos, la realidad… los datos, la información. Y se toman decisiones basadas en los sentimientos y no en los datos.

 

¿Y entonces qué hago con los sentimientos? Tenerlos en cuenta, sin duda. Son fundamentales. La intuición y el sentimiento son una de las tres bases sobre las que se asienta una relación: sentimiento, inteligencia y voluntad. El sentimiento es el que habitualmente toma la delantera. Es el impulso inicial, es lo que viene con el “flechazo”. Es esa fuerza casi inexplicable que, de repente, sin venir a cuento, hace que se sienta una atracción difícil de rechazar. Parece que no puede existir nada mejor, nada más ideal.

 

El sentimiento despierta torrentes de hormonas de dopamina y de oxitocina que llenan nuestro cuerpo y nos producen placer. Placer por sentir amor y por sentirnos amados. Deseo de que ese sentimiento se perpetúe en el tiempo: de que dure para siempre.

 

Esos sentimientos son maravillosos, pero no pueden conformar la única base de la decisión. Y vienen entonces las expresiones del tipo de “no puedo vivir sin él (o ella)”, “estamos hechos el uno para el otro”, “es el complemento perfecto para mí” o “sé que es la única persona que puede hacerme realmente feliz”.

 

La razón

 

Existe también la razón. La razón es la visión objetiva de la casa. Es quien nos contesta a preguntas tan sencillas como “¿esta persona por la que siento algo especial, me conviene? ¿me hace sacar lo mejor de mí?”, “¿me hace ser mejor persona?”, “¿comparte los valores que son fundamentales para mí?”.

 

Es entonces cuando puedes poner a “luchar” a los sentimientos contra la razón. Y puede surgir un diálogo sin duda sesgado, en el que te autoconvences de que no tiene los mismos valores, pero conseguirás que cambie. O que quizás no saca lo mejor de ti, pero que te hace sentirte diferente… Y, como muchas veces no eres totalmente objetivo, lo que conviene es pedir consejo a aquellos que te conocen bien y te quieren bien, y plantearles esas mismas preguntas: Oye, ¿tú crees que me hace ser mejor persona?, ¿crees que hace que saque lo mejor de mí?, ¿crees que compartimos los mismos valores?

 

La voluntad

 

Finalmente, está la voluntad. La voluntad es la que, evaluando los sentimientos y guiada por la razón, decide seguir adelante o no. Es la que, una vez decidido si una relación me conviene o no me conviene, ejecuta la decisión, intentando no dejarse llevar por los sentimientos. La voluntad es el fruto de ese diálogo interno que termina en una decisión definitiva.

 

Enamorarse y desenamorarse

 

Todo esto puede pasar cuando eliges pareja, cuando te enamoras. Sin embargo, en muchas ocasiones la decisión es mucho más intuitiva, no razonada. Se pasa directamente del flechazo al sentimiento, y la voluntad solo se deja llevar. No deja que la razón intervenga. El amor es ciego. Y yo pienso que, más que ciego, probablemente es irracional, poco inteligente, imprudente. Y, si me apuras, necio, tonto.

 

Tonto, porque los amores que se dejan llevar por el sentimiento sin pasar por la inteligencia con frecuencia producen mucho sufrimiento, tanto en los dos, como, cuando los hay, en los hijos o incluso amigos y personas cercanas. Esto es lo que pasa cuando te enamoras: tiendes a tomar una decisión que no siempre es la más adecuada, si no pasa por el filtro de la razón y si no se deja conducir por la voluntad, siguiendo esas indicaciones de la razón.

 

Y eso es algo que también pasa cuando te desenamoras, cuando hay una crisis. Cuando una relación entra en un proceso de desamor —llámale “crisis”, llámale “bajón”, llámale “un mal momento”), entonces te pasará lo mismo: el sentimiento toma también la delantera. Si antes el sentimiento eran mariposas en el estómago, ahora se siente angustia, se sienten dolor y malestar.

 

Es hasta físico. Si antes el sentimiento parecía no poder ser más ideal ni más pleno, ahora parece justo lo contrario: “jamás volveré a sentir como al principio”, “esta situación es insoportable”, “así no puedo seguir viviendo”, “nunca seremos felices”, “somos claramente incompatibles”.

 

Un poco de cordura

 

Y es entonces cuando, una vez más, hay que dejar que sea la razón, la inteligencia, la que ponga un poco de cordura sobre las decisiones. Pero es difícil. ¿Recuerdas que el amor era ciego, tonto e imprudente? Pues el desamor también lo es. Diría que lo es todavía más.

 

Más ciego, más tonto y más imprudente. Y toma decisiones de las que es fácil arrepentirse luego. La razón te dirá si realmente una ruptura te conviene a ti y a los que te rodean, si realmente ahora sois tan incompatibles, cuando antes os considerabais complementarios, si realmente esas barreras que ahora parecen grandes muros son realmente tan insalvables… Y entonces, también debes pedir consejo a quien te quiere bien, volviendo a las mismas preguntas de antes: ¿crees que puede sacar lo mejor de mí?, ¿crees que me hace mejor persona?

 

Y, después, involucrar finalmente también a la voluntad. La voluntad es la decisión de trabajar a lo largo de la vida para seguir mejorando junto al otro, para ser mejor persona. Voluntad para darte sin esperar nada a cambio. Voluntad para amar al otro como es, y no como te gustaría que fuera. Voluntad para dejarte amar como el otro sabe amar y no como te gustaría ser amado. Y voluntad para luchar juntos, para hablar las cosas, para conoceros mutuamente cada vez mejor, para decirle al otro, con cariño y sin reproches, cómo te gusta ser amado y cómo sueles amar. Y para preguntarle también al otro cómo le gusta sentirse querido, y cómo yo me siento cuando nos queremos.

 

* * *

 

Sentimiento, sí. Inteligencia también. Voluntad, sin duda. Cuando te enamores y cuando estés pasando por malos momentos, no te dejes llevar sólo por los sentimientos; y cuando te desenamores, tampoco. Los sentimientos son cambiantes, dependen de muchos factores y circunstancias. Las razones son más estables. Permanecen en el tiempo. Son la ley objetiva de la casa, son la visión humana que saca el mejor partido a los sentimientos, para ayudar a la voluntad a querer lo que le conviene.

 

El amor es ciego. El desamor también lo es. Por eso, deja que la razón y la voluntad intervengan también. Cuando te enamoras y cuando pasas momentos difíciles, deja que la razón y la voluntad ayuden a los sentimientos a elegir bien.

 

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