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Día: enero 3, 2022

Consejos de supervivencia para reuniones familiares

Navidad, Año Nuevo, Día de Reyes… Todas son festividades de convivencia, regalos, y emociones. Sabemos que cada año presenta sus retos, ¡sobre todo con los años epidémicos que hemos estado viviendo! Estos nos llevan a tener tanto momentos alegres y armoniosos como momentos de roces y fricciones. Por eso hemos escrito este artículo, a través del cual te compartimos algunas ideas para vivir al máximo estas fechas con tu pareja.

 
 

#1 Hablemos del tiempo en familia

 

Entrando a diciembre, comienzan a llegar los cierres de proyectos de trabajo y del semestre, lo que da inicio oficialmente al periodo de vacaciones para la mayoría. Durante este tiempo, frecuentemente vienen de visita miembros de la familia de diferentes ciudades a convivir. Esto puede despertar en nosotros ilusión, y brindar la oportunidad de vivir momentos “de colección”. Aunque también… seamos honestos: puede haber momentos de tensión y conflictos. Es normal. En cada familia puede suceder.

 

Entonces, ¿qué podemos hacer para evitar esto? Sigue los siguientes pasos y recomendaciones:

 
  • Paso 1: No pierdas la calma. Muchas veces nuestra mente es la primera en recordar momentos de dificultad y predisponernos a que puede haber roces o ponernos a la defensiva. No permitas que estas ideas y emociones del pasado cambien tu estado emocional actual. Pueden servir para prevenir y preparar, más que predisponer.

 
  • Paso 2: Piensa en cómo puedes cambiar las dinámicas o formas de convivencia para encontrar un terreno más amigable. Puede ser a través de los juegos —nosotros disfrutamos muchísimo los juegos de mesa: si necesitan tips, manden DM—, la música, los temas a platicar, las salidas… Hay una infinidad de opciones que puedes cambiar en los planes del día a día, que te permitirán fomentar la sana convivencia y los momentos alegres.

 
  • Paso 3: Algo importantísimo de estas fechas es saber que, así como Cristo nace en nuestros hogares y corazones, también pueden nacer el perdón y la sanación en cada uno. Estas pueden ser las mejores fechas para sanar y calmar aquel pasado complicado, ya sea a través del servicio y de la cercanía como de la conversación. Podemos encontrar consuelo y bálsamos para nuestras heridas del pasado en los nuevos momentos de convivencia familiar. Y como consejo, no hay nada como un rico chocolatito caliente o un té para hablar de cosas importantes.

 
  • Paso 4: Siempre, familia. Este es el consejo máximo que te podemos dar para esta situación. No sabemos cuánto tiempo tendremos con nuestros seres queridos, pues nadie sabe lo que sucederá en el futuro, pero serán familia siempre. Te recomendamos apreciar y valorar a cada uno. A veces pasa el tiempo y nos damos cuenta de lo importante que son aquellos que ya nos han dejado o que no hemos podido ver en tanto tiempo. Tomando este concepto como base de toda convivencia, sabremos actuar para siempre seguir creciendo y respetándonos.

 
 

#2 El regalo perfecto

 

Al pensar en Navidad, frecuentemente viene a nuestra mente un árbol lleno de regalos y detalles. Tener el regalo perfecto para nuestra pareja o seres queridos suele ser una meta que genera entusiasmo y también estrés. Pero les tenemos noticias; el regalo perfecto no tiene un precio o marca específico, sino que tiene un sentido profundo.

 

¿Recuerdas ese regalo que te dieron tus papás o algún familiar cuando eras pequeño? ¿Qué tan feliz te hizo sentir? Todas las emociones que venían acompañadas del regalo escribieron una historia muy bonita en tus recuerdos. Eso es lo que buscamos hacer cuando regalamos algo, sobre todo en Navidad. No tiene que tener un cierto costo, sino escribir un recuerdo.

 

Con esta mentalidad, te será más sencillo encontrar un verdadero regalo para aquella persona tan importante para ti. No olvides que tú eres en ti mismo un regalo: al entregarte, el otro se siente afirmado, y tú reafirmas tu valor.

 

3. La distancia

 

Como mencionamos al inicio, los viajes se vuelven parte del festejo en muchas ocasiones, y ello a veces implica estar a distancia de nuestra pareja o de algunos de nuestros seres queridos en fechas importantes. Existen diversas maneras para poder hacernos presentes sin estar de manera presencial:

 
  • SITUACIÓN: Novios a distancia

  • Mantener abierta la conversación es esencial. Cuando hay distancia, es difícil saber lo que está pasando el otro sin comunicarlo. Tan fácil como mandar la foto de un lugar que estás visitando, una nota de voz de la canción que te recuerda a esa persona, o un mensajito de buenos días/noches puede tener un gran impacto en el sentirse cerca.

 
  • Existen más maneras de hacerse presente en el día a día. Un detalle en alguna fecha importante puede cambiar la tristeza de estar a distancia por una sonrisa que nadie podrá borrar. Piensa en su chocolate favorito o en sus flores predilectas y encuentra la manera de hacerles llegar este pequeño detalle.

  • El reencuentro es uno de los momentos más bonitos. Han celebrado fechas muy emocionantes, y el volverse a ver deja historias y momentos para compartir. Por lo tanto, planeen bien el día en el que volverán a verse, y que sea parte de los festejos, pues es el cierre de la distancia, y los dos vienen con recuerdos de estas fechas en familia que seguramente querrán compartir con el otro. Dense un espacio planeado para poder estar presentes y tener un tiempo de calidad.

 
  • SITUACIÓN: Familias que pasan fechas por separado

  • Después del encierro que hemos vivido durante los últimos años, hemos aprendido a comunicarnos de manera más efectiva con nuestros seres queridos, gracias a la tecnología. Es posible que esto nos permita hacernos presentes en la celebración familiar sin tener que estar ahí físicamente. Una videollamada a tu abuelita ya no es tan complicado como hubiera sido hace algunos años, y trae un extraordinario momento de convivencia para ella y para ti. Organizar un zoom o un webex con la familia hoy es una extraordinaria forma de conectar a distancia: no dudes en utilizar la tecnología a tu favor para poder acercarte a tus seres queridos.

 
  • Cuando te casas y empiezas tu propia familia, consideramos importante establecer acuerdos en torno al tiempo de convivencia que se tendrá con cada una de las familias y a las expectativas que cada uno tiene con respecto a las celebraciones; ¡pueden vivir sus propias tradiciones! Permitirnos ser flexibles para cualquier imprevisto es muy importante para que este tiempo sea de armonía. Así podrán pasar tiempo con cada familia, pero también entre ustedes. Es vital separar esos espacios para cada núcleo familiar.

 

* * *

 

Cuando estamos en pareja, cada momento compartido comporta una oportunidad para seguirnos conociendo y aprender a amarnos más y mejor. Si ambos tienen la mirada puesta en el otro, ambos se sentirán tomados en cuenta; por el contrario, si cada uno se mira únicamente a sí mismo, surgirán reclamos, inconformidad y dolor. Que esta temporada festiva vivamos en “clave de don”, entregándonos con amor, y así recibamos los frutos del amor.

 

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Qué bello es vivir: tres enseñanzas de vida, en menos de tres minutos de film

Hacia el final de mi último artículo, en la reflexión que sumé a mi cuento “El regalo”, mencioné muy de pasada, de entre el corpus tradicional de películas navideñas, esa obra maestra que es Qué bello es vivir (1946, dirigida por Frank Capra y protagonizada por James Stewart y Donna Reed). A riesgo de resultar demasiado autorreferencial, reconozco que hablé de ella simplemente porque moría de ganas de volver a verla. Aprovechando que esta época es ideal, ya la vi. ¡Y cómo la disfruté! Apenas la terminé, me dije: “¡Tengo que escribir algo sobre esta peli para Ama Fuerte!”.

Claro: entre lo citado que está este clásico de Hollywood en mil series y películas, y la necesidad de no spoilear nada, se me hacía que podría resultar difícil referirme a ella sin hablar de aquello que da sentido a toda la trama, es decir, acerca del final. Porque no cabe duda de que, si por el lado de lo estético y de lo narrativo Qué bello es vivir resulta impecable, su mensaje también es, a las claras, de una grandeza encomiable.

 

Así las cosas, podría haber terminado el presente artículo sencillamente recomendándoles que vayan a ver esta maravilla, que es ideal para Año Nuevo y que les va a colmar el alma casi tanto como un buen reel del padre Cox. Pero no: lo genial de clásicos como este es que, como en una degustación de vinos, cada pequeño sorbo nos llena de sabor. Y hay una escena en particular —una escena que dura menos de tres minutos— que, aunque no hace explícitamente al corazón de la película, está llena de esos ricos detalles que, si miramos con ojos de contemplación, nos dejan pensando. Para aquellos que la hayan visto, me refiero —aunque podría haber elegido muchas otras— a la escena del concurso de charleston en el gimnasio del colegio.

 

La escena en sí

 

Apenas pasados los veinte minutos de película, se nos muestra cómo el protagonista, George Bailey (James Stewart) —quien ha demostrado tener una bondad acompañada de prudencia, un gran don de gentes, y un ánimo generoso y respetuoso— asiste a la fiesta de graduación de su hermano menor, en el gimnasio de su colegio. Allí, se encuentra con Mary, y es amor a primera vista, apenas empiezan a bailar. Así es como los encuentra el concurso de charleston: encandilados, e intentando quedar bien con el otro y lucir cada uno su mejor perfil.

 

Mientras ellos se divierten entre galanteos y pasos absurdos, al loco ritmo de la música de los años locos, Freddie, quien había estado bailando antes con Mary, mira con odio hacia George. Entonces, un amigo le revela un plan maestro: debajo de donde baila la reciente pareja, se abre el piso del gimnasio, para revelar una pileta olímpica. Lleno de celos, Freddie acciona la palanca que abre el piso, y se desata un pandemonio. Algunos huyen apabullados, muchos siguen bailando sin notarlo. A este último grupo pertenecen Mary y George. “¡Nos aplauden! ¡Debemos ser buenos!”, exclama George, confundiendo por aplausos los gritos de pánico de quienes los rodean. Bailando hacia adelante y hacia atrás, George y Mary terminan por llegar al borde del piso, y caen a la pileta que estaba debajo.

 

¿Qué hacen, entonces? Siguen bailando, vitoreados por el resto, y lo hacen con tal estilo que todos —¡incluso Freddie y su amigo!— se suman a la fiesta, lanzándose al agua. El último en hacerlo antes de que cierre la escena es ni más ni menos que el director del colegio, quien, tras fingir imponer el orden con un ademán, se arroja de clavado a la piscina.

 

¿Cuáles son, entonces, las tres enseñanzas que nos deja esta escena? Vamos allá.

 

#1 En caso de emergencia, siga bailando

 

Cuando los protagonistas caen a la piscina, el don de gentes del joven George y la seguridad con que Mary lo sigue parecen sorprenderlos incluso a ellos mismos. Así, no permiten que esto consiga aguarles la fiesta, sino todo lo contrario: George despliega su carisma en un baile encantadoramente exagerado, y Mary —con su elaboradísimo peinado y su arreglado vestido estropeados por el agua— luce una sonrisa que revela que está pasando uno de los mejores momentos de su vida.

 

Recordemos que los gritos de alrededor les avisaban que tuvieran cuidado, pero ellos no escucharon. ¿Por qué? Porque, en el fondo, sabían que nada podía arruinar esa felicidad. ¿Cuántas veces, cuando estábamos, quizás, a punto de casarnos, nos han dicho cosas como “Miren que en unos años esto no va a ser así…”? ¿Cuántas veces, cuando vimos a alguien tras nuestra luna de miel, han querido advertirnos: “Miren que esta etapa no dura para siempre…”? Y aún más: “Ya van a ver cuando tengan chicos, cuando tengan más gastos, cuando tengan…”.

 

Debo aclarar que esto no se dice siempre con mala intención: a veces, solo hay detrás de esas advertencias una preocupación genuina por los novios o recién casados, o una vocación natural por el realismo más prosaico. Pero es cierto que, en ese momento, no suele resultar muy constructivo.

 

Ahora bien, encandilados por el baile del amor, quizás no notamos el hueco en el piso que se nos abre detrás. Quizás no prevemos la aparición de aquellas cosas que, según quienes nos advertían, podrían arruinarnos la noche de graduación, es decir, acabar con nuestro amor. Tomados de la mano a un ritmo a veces algo loco, nos vemos de pronto inmersos en una piscina anunciada por otros, pero inesperada para nosotros: el paso del tiempo, los chicos, los gastos…

 

¿Qué hemos de hacer? Ante todo, seguir tomados de la mano. Seguir bailando. Que lo inesperado de verse envuelto en esas situaciones —situaciones que son, en verdad, pequeños hitos en el camino de nuestra vocación matrimonial, y que acarrean sentimientos y tomas de decisiones que el más precavido no puede ni sospechar— no nos haga perder la calma. ¿Somos exactamente los mismos que cuando nos casamos? No tanto: ahora estamos empapados hasta el alma, algo despeinados, y ciertamente sorprendidos. Pero eso no quita que seamos nosotros. Y nuestro modo de seguir bailando definirá cómo nos conduciremos en los avatares de la vida. Que sea juntos, y con una sonrisa.

 

#2 El bien es difusivo

 

Me resulta fascinante ver cómo, cuando los protagonistas siguen bailando, muchos, luego de aplaudir, se les empiezan a sumar. ¿No estamos cansados de ver esas representaciones del matrimonio como algo agobiante que, lejos de plenificarnos en su sentido de la entrega, aplasta las individualidades y nos absorbe la energía? Eso sería —¡imagínense!— la triste imagen de un George y una Mary empapados, rodeados de jóvenes que se burlan de ellos por haber caído a la piscina. Lógico: nadie se arrojaría a la pileta ante esa imagen, nadie seguiría ese ejemplo de matrimonio.

 

Por el contrario, cuando las pruebas del matrimonio son superadas con amor, cuando los esposos siguen juntos hacia adelante, danzando alegres, si bien algo grotescos, en su camino al Cielo…, ¿cuánto puede tardar para que otros se les unan? Hasta Freddie —en quien confluyen circunstancialmente dos estereotipos: el celoso, al mejor estilo Othello, y el burlador burlado— se alza de hombros y se suma.

 

El bien es difusivo, nos dice Santo Tomás: es sencillo comprobar empíricamente cómo, cuando un matrimonio es fuerte y se muestra fuerte frente a los embates de la vida cotidiana, su luz contagia, y reluce de distintos modos. En los hijos, en las amistades sinceras que llenan el hogar, en los proyectos compartidos…

 

#3 Hay que disfrutar las cosas buenas de la vida

 

Un último cuadro, que podría perfectamente ser una pintura de Norman Rockwell, nos propone dos actitudes frente a la vida. Cuando el viejo director se arroja de clavado a la piscina, en verdad no lo vemos meterse: se trata de un “fuera de cuadro” exquisito, que lo muestra arrojarse hacia la cámara, para revelar, sobre todo, la reacción de quienes estaban detrás.

 

Las que más me llaman la atención son las de un matrimonio mayor, que aparece a la izquierda del cuadro. Mientras que la señora se ve horrorizada, casi en pánico, por el accionar del director, el marido estalla en una gloriosa carcajada.

 

Y es que es así: por más que una visión posible de la vida sea la de tomarse a la tremenda los sucesos —agridulces, o grotescos, o dudosos, o incluso mínimamente desalineados respecto del statu quo—, Dios ha puesto muchas cosas, y muy buenas, en el mundo, para que las disfrutemos. Disfrutémoslas, pues, y juntos como matrimonio. Esto nos fortalecerá para las verdaderas tragedias, pues también sabemos que existen: entonces, el recuerdo de las carcajadas nos dará ánimos.

 

* * *

 

Como se darán cuenta, hay mucha, mucha tela para cortar en esta película. Nuestro comentario es acotado, y da para más. A modo de conclusión, no puedo dejar de recomendarles a todos que vean Qué bello es vivir, pues es un peliculón para ver más de una vez…, o incluso más de una vez al año. Encontrarán allí razones para vivir, diálogos rápidos y profundos, héroes cotidianos, momentos para atesorar la amistad y el amor, y una potente reflexión acerca de la oración.

 

Recordemos, por ahora, la importancia de seguir bailando juntos, la naturaleza difusiva del bien, y la alegría de disfrutar de las pequeñas cosas de la vida. Todo lo que se hace por amor, en definitiva, no tiene límite. Así parece saberlo Mary, en uno de sus primeros diálogos con George:

 

George: ¿Qué es lo que deseas, Mary? ¿Qué deseas? ¿Quieres la luna? Tan solo dilo, y la enlazaré y la jalaré hacia abajo para ti. Oye…, ¡esa es una buena idea! Te daré la luna, Mary.

 

Mary: Acepto eso. ¿Y luego qué…?

 

“¿Luego qué?”, preguntémonos con Mary, en cada etapa de nuestro matrimonio. Porque amar nos lleva a siempre querer más para el otro, sin importar cuanto tiempo haya pasado… Después de todo, el destino es el Cielo.

 
 

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