Violencia sexual en el matrimonio

La violencia es cada vez más frecuente, más intensa. Y lo peor es que estamos bajo una ola que pretende naturalizar algunas conductas violentas. En algún punto, todos hemos vivido un hecho de violencia —ya sea como víctimas de ella, ya sea por haberla ejercido—. Y en algunos casos la enfrentamos y la resolvemos según los paradigmas que formaron nuestros conceptos —casi por inercia, diría—, o la soportamos por la misma razón.
La palabra “violencia” ya de por sí suena un poco fuerte, y en general nos parece un concepto alejado de nuestra realidad. En consecuencia, el concepto “violencia sexual” resuena aún más duro y extremo. Y si le agregamos la palabra "matrimonio", parecería algo ya casi incoherente, porque se supone que el matrimonio constituye la unión de dos personas que se aman, se respetan, se desean y se entregan a través de la intimidad sexual.
Hablar de violencia sexual en el contexto del matrimonio podría parecerse a escuchar a un conejo blanco, que viste chaleco y muestra su reloj, murmurar que llega tarde a su destino: sólo se vería en una historia ficcional como la de Alicia en el país de las maravillas. Ahora, no estamos tan lejos como en esa ficción. Tristemente, la violencia sexual en el matrimonio no pertenece a un campo imaginario, y menos a uno inusual: es más real y frecuente de lo que creemos o conocemos.