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Trabajar el amor

“Para siempre” o “hasta la muerte” son expresiones que suelen usarse en el marco del amor. Es más fácil decirlas que cumplirlas, y por eso más de uno puede haberlas dicho a más de una persona en distintos momentos de su vida. Más allá de esto, el decir —y cumplir— esta frase puede resultar problemático si es que se pierde de vista que el amor, más que algo que se da y crece espontáneamente, es algo que se construye de a dos. Y se trata de algo que, por su propia naturaleza, está siempre en construcción: es una tarea de todos los días.

 

Amor como tarea

 

Amar es buscar el bien de la otra persona. Cuando una persona ama a otra, se compromete a buscar en todo su bien. Esto se aplica a todas las relaciones en las que se puede hablar de amor: amigos, familia, etc. Pero cuando se trata del amor de pareja, la búsqueda del bien de la otra persona adquiere un sentido más profundo: el de la entrega de la propia persona. En efecto, en el amor de pareja, uno busca a tal punto el bien de la otra persona que le entrega lo mejor que tiene: se entrega uno mismo. Evidentemente, se trata de una entrega que se va dando de modo progresivo, y debe además ser recíproca. Pero lo esencial es esto: en el amor de pareja, la búsqueda del bien de la otra persona adquiere la forma de una entrega, de una donación. Y en la medida que se trata de una donación recíproca, implica a su vez recibir con generosidad el don que la otra persona hace de sí misma.

 

A partir de lo dicho, se puede entender el amor como un compromiso, como una decisión. Al amar, uno decide optar por una persona, comprometiéndose a buscar en todo su bien. Se trata de un compromiso que está llamado a expresarse en gestos concretos, que manifiesten la entrega de la propia persona, así como la aceptación del don que la otra persona hace de sí. Y se trata de un compromiso que está llamado a renovarse todos los días.

 

Es importante tener en cuenta que nos hallamos frente a un compromiso en el cual no existe una decisión que sea definitiva, luego de la cual uno pueda cesar en el trabajo de construir diariamente el amor. En este sentido, ni siquiera el matrimonio religioso —en el que se promete mutuamente un amor “hasta la muerte”— es una garantía en la que uno puede descansar como si ya todo estuviera hecho. No quiero decir que esa promesa no tenga valor. Lo que quiero decir es que cuando uno se compromete a amar a la otra persona para toda la vida, a lo que se compromete es a renovar ese amor —la entrega de la propia vida— todos los días. No es suficiente haber dicho “te amo” el día del matrimonio. No es suficiente celebrar —y renovar— el amor el día del aniversario. Como se ha dicho ya, el amor es una tarea de todos los días. Todos los días hay que renovar el amor, y asegurarse de que la otra persona reciba el mensaje.

 

Que el otro reciba el mensaje

 

Suelen ser muchos los gestos “implícitos” con los cuales uno le expresa —y le renueva— su amor a la otra persona. Son implícitos porque muchas veces uno asume que es suficiente expresar el amor según sus propios parámetros, y da por sentado que la otra persona recibió el mensaje. En realidad, es importante aprender a expresar el amor de un modo que sea significativo para la otra persona. Para quien alguna vez ha visto los Simpson, es como cuando Homero le regaló a Marge por su cumpleaños una bola de bowling, cuando sólo a Homero le gustaba jugar a los bolos. Creo que el ejemplo habla solo. Para algunos, bastará un gesto; otros, en cambio, necesitarán un “te amo”; pero lo importante es usar un código que uno esté seguro que el otro pueda descifrar. La expresión debe ser significativa para quien la recibe.

 

Cuando el amor se da por supuesto y se deja de renovar, puede que se ponga en peligro. Y si bien el amor está llamado a renovarse todos los días, hay fechas que se prestan de un modo particular para celebrar el amor. Es el caso de un cumpleaños, un aniversario, San Valentín, etc. En estos casos, es importante que el amor se celebre —y se renueve— de una manera que realmente tena sentido para ambos. Una cena más cara no necesariamente la hace más significativa. El bar de moda no necesariamente es el lugar donde ambos la pasan mejor. La foto que consigue más “likes” no necesariamente es la que expresa mejor el amor.

 

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