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La espiritualidad de una pareja

Mi esposa Lyn tiene un extraordinario poder de convencimiento. Recientemente estuvimos en Houston para el concierto de dos de mis artistas favoritos en días distintos; pero, lamentablemente, el vuelo que teníamos de regreso no nos iba a permitir ver al segundo. Esperamos toda la mañana para ver si nos era posible saludarlo cuando llegara al lugar del evento a hacer su prueba de sonido. No vimos a nadie, no vimos nada. Y ya estábamos en el carro para ir a comer y regresar por nuestras maletas al hotel, cuando lo vimos bajar de un camión. ¡Mi corazón palpitaba rápidamente! Lyn se salió del carro en lo que yo iba a estacionarlo, y consiguió platicar con él directamente, conseguir el número telefónico de su mánager y, como por arte de magia, convenció al músico de que nos permitiera estar en su prueba de sonido. Al final tuvimos un miniconcierto privado, platicamos con él y su banda y nos tomamos fotos. Fue maravilloso ver cómo el poder de convencimiento de mi esposa trabajaba en favor mío.

 

La espiritualidad en el matrimonio funciona de la misma forma, con mayor poder y resultados más trascendentes. Clamar a Dios desde el matrimonio es un acto en conjunto, aunque lo haga solo uno. Al elevar tu oración, llevas en el corazón las intenciones y oraciones de tu cónyuge, puesto que son ya una misma carne. Pero ¿qué tan bien conozco las intenciones y oraciones de mi pareja?

 

Comunicación en la oración y oración en la comunicación

 

El mundo moderno tiene como meta separar a las familias de distintas formas, y una de ellas es en la comunicación de los esposos. Existe una dimensión de esa comunicación que es un pilar en la vida matrimonial: la oración, o sea, el acto de comunicarse con Dios. Si hay interferencia entre mi pareja y yo, y no estamos en sintonía, difícilmente entenderemos lo que Dios nos quiere decir como pareja, o lo que debemos ofrecerle a Dios como matrimonio. Amar es conocer, y conocer es entender. Entender no solo las intenciones enumeradas que tenga tu esposa, sino la raíz de cada una de ellas, su trasfondo y contexto. Podemos pedir estabilidad financiera, pero de poco sirve orar por algo superficial si no entendemos la profundidad de la herida que deja en el hombre no poder proveer para su familia.

 

Sintonía constante

 

Cultivar la espiritualidad en el matrimonio es precisamente estar en sintonía constante entre nosotros como pareja, y nosotros como pareja, con Dios. Las decisiones que estamos obligados a tomar juntos pueden resultar difíciles si no estamos acostumbrados a escuchar a Dios como uno solo. Podemos presentar argumentos distintos y discutir sobre quién tiene la razón, cuando deberíamos orar juntos, leer la Palabra y confiar en que el Señor no se contradice nunca, y dicta con claridad sus designios para nosotros y nuestros hijos.

 

Siempre estamos frente al altar

 

La espiritualidad en el matrimonio comienza el día que unimos nuestras vidas frente al altar y se desarrolla, crece y florece conforme recordamos que cuando estamos con nuestra pareja, siempre estamos frente al altar. Nuestra relación debe reflejar espiritualmente una riqueza en la cual la gracia siempre abunda. Gracia para recibir a los hijos y educarlos en la fe, gracia para abrir las puertas de nuestros hogares, gracia para resolver los conflictos internos y externos. La espiritualidad en el matrimonio no se reduce a novenas, lecturas o tradiciones, va mucho más allá . Anhela permear cada aspecto de la vida matrimonial, tocando cada fibra de nuestra identidad como esposos.

 

* * *

 

En la medida que, como individuos sigamos ofreciéndole al Señor el humilde sacrificio de nuestras vidas en oblación por su voluntad, Él seguirá enriqueciendo nuestros corazones con ese amor que se entrega sin medida al otro, para que juntos, como pareja, podamos crear un lenguaje propio, con el cual nos comunicamos con el Señor. A fin de cuentas, de eso se trata la espiritualidad para el matrimonio católico: de un idioma de amor exclusivo, que solo Dios y la pareja puede comprender. Ese idioma se construye día a día, con el latir de los corazones de lo que Dios ha unido en su amor, para reflejar el amor que Él tiene por nosotros.

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