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Confesiones de una instructora de fertilidad

Muchas veces las instructoras del Modelo Creighton sentimos que nuestro trabajo implica muchos aspectos que van más allá de lo que es estrictamente la educación en los ciclos de la mujer. Nos encontramos una y otra vez teniendo charlas —o presenciando charlas— que desnudan la intimidad de las personas. ¿Qué es lo que tiene el reconocimiento de ciclos que nos lleva inevitablemente fuera de lo estrictamente biológico?

 

La sexualidad es integral

 

Hablar de ciclos de la mujer, de fertilidad o infertilidad, de saludable o necesitado de atención médica sin duda nos lleva a muchos otros lugares. Sobre todo, nos pone ante miedos que estaban latentes, esperando algún espacio para poder manifestarse: ¿qué pasa si mi ciclo no es sano?, ¿que me está diciendo de mi capacidad de ser madre?, ¿tendría que estar preocupándome…?

 

Muchas veces estas preguntas asaltan sin un proyecto de matrimonio que esté cerca, y entonces se profundizan otras dudas: ¿cómo voy a encarar mis salidas, si tengo esta situación?, ¿cuándo lo tengo que decir? El registro del ciclo plasmado en una planilla pareciera abrir conversaciones que estaban esperando pronunciarse en algún momento, y con alguien.

 

Resulta evidente en nuestro trabajo que la sexualidad implica a toda la persona, en su integridad. Por ello, el registro del ciclo nunca queda en un plano meramente físico: rápidamente y casi sin diferenciarse, aparecen lo emocional y emotivo; y, sin mucha mediación, también nuestras ideas y nuestra proyección sobre el presente y el futuro.

 

El cuerpo está desvalorizado

 

La desnudez no es desconocida para ningún contemporáneo. Queramos o no, vivimos expuestos continuamente a cuerpos. Publicidades en la calle, gráficas en el transporte público, y ya no solo agencias publicitarias: las redes sociales se han puesto en sintonía, y la desinhibición y la desnudez son ampliamente celebradas o festejadas —pensemos en la cantidad de likes e interacciones que reciben las fotos y videos más reveladores—. Sin embargo, toda la exposición de los cuerpos resulta proporcional, de alguna manera, a la desvalorización con la que es concebida.

 

El cuerpo pareciera ser un valor si cumplo determinados estándares sociales: si antes el valor máximo era ser esbelto y agradable, ahora pareciera que el valor reside en la desinhibición: el cuerpo bueno es el que se muestra. No hay una reflexión acerca del cuerpo como parte intrínseca de la persona. Pareciera que no es malo que alguien “use” a otra persona, puesto que esa persona “usó” su cuerpo primero; así, todo aparece disponible para ser considerado y valorado como un objeto, incluso para la misma persona.

 

Una herramienta para reconciliarse

 

En este contexto, sentarse a registrar los ciclos, esperar el tiempo para aprender a observar, registrar e interpretar se presenta verdaderamente como una revolución. Aprender cómo funciona el cuerpo, valorar los ciclos como salud, y tener la disposición a hacerlo marca el respeto por lo que el cuerpo es y el tratamiento que merece.

 

El cuerpo es el que nos permite ser nosotros mismos, estar vivos, interactuar, jugar, competir, abrazar y amar. En el cuerpo manifestamos toda la grandeza y la complejidad de nuestra existencia como seres humanos, físicos y espirituales.

 

Si bien muchos de los usuarios, mujeres o matrimonios aprenden el Modelo Creighton para buscar o evitar el embarazo, nuestro trabajo es claro: lo nuestro se trata de una enseñanza. No nos consideramos un anticonceptivo natural, simplemente porque rechazamos el “uso” del cuerpo para una mera finalidad.

 

Enseñamos a reconocer el cuerpo, para poder amarlo, en su tiempo de fertilidad e infertilidad; para que puedan amarse en tiempos en los que buscan o evitan el embarazo. Así, quienes nos buscan para tratamiento por infertilidad, somos claros en no prometer un hijo. El tratamiento consistirá en sanar a ambos, dado que la fertilidad es salud, y ese será el norte buscando: ser sanos.

 

Bajo ese objetivo —restaurar la salud debida para el cuerpo— no se va a considerar a la mujer ni al varón como meros facilitadores de un hijo, sino como primeros receptores del tratamiento: su salud. El hijo se respeta como fruto del amor de los padres, de su entrega total. En el camino, los esposos tendrán la posibilidad de reconocer en el registro y aprender a amarse, tanto en la salud como en la enfermedad.

 

Para más consejos, podés seguirme en mi cuenta de Instagram: @fertilitycareargentina.

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