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3 errores que cometemos en la búsqueda de pareja

¿Estás teniendo problemas a la hora de encontrar pareja? ¡Ojo!, no vaya a ser que estés cometiendo alguno de estos errores. Pero no te preocupes: si los estás cometiendo, ¡todo tiene solución! Lo principal es reflexionar acerca de lo que estás haciendo mal, para así poder corregir el rumbo. ¿Quieres saber cuáles son los tres errores que he identificado como los más comunes a la hora de buscar pareja? ¡Vamos allá!

 

#1 No saber lo que queremos

 

Con frecuencia solo sabemos que queremos “algo”, pero no sabemos en concreto lo que queremos. A veces llegamos a obsesionarnos con tener pareja, pero en verdad terminamos buscando pareja para llenar un vacío, para no sentirnos solos, para escapar de la presión social o para evitar los comentarios de nuestros familiares.

 

Esto nos lleva a escoger mal, y luego, a tener que pagar las consecuencias de nuestra mala elección. De allí la importancia de entender que el noviazgo debe tener un por qué y un para qué. Un propósito. Y este propósito es el de discernir si esa persona es la adecuada para casarnos, para crear un proyecto de vida en común y para formar familia.

 

Por eso es tan importante establecer una lista de lo que no negociarías. Esto no se trata de conseguir que el otro se amolde a nuestra lista, sino de que seamos fieles a ciertos principios y tomemos decisiones coherentes. De igual manera, es importante establecer aquellos aspectos en los que podemos ser más flexibles, y entender que no se trata de solo conseguir una relación, sino de poder sostenerla.

 

#2 Tener asuntos no resueltos que cierran el corazón

 

También puede haber asuntos no resueltos, como heridas emocionales de la infancia o heridas de relaciones pasadas, adicciones, fornicación, secretos graves —por ejemplo, secretos familiares, sexuales, económicos— que intervengan en nuestra búsqueda de pareja.

 

Podemos tener heridas respecto de nuestros padres: heridas por abandono, ausencia, maltrato, abuso, entre otras cosas. Como consecuencia, el niño con estas heridas pierde el respeto por sí mismo y por los demás, se siente indigno de amor, y hace una valoración negativa de sí mismo. Por eso, siente que debe haber hecho algo mal para que no lo quieran, considera que no vale, se siente solo y culpable. De hecho, en algunos casos, hasta siente que debe proteger al adulto débil. Además, es presa fácil del abuso sexual, porque está solo y acepta fácilmente cualquier muestra de afecto. Estos patrones se repetirán en la adultez si no son sanados.

 

Por ejemplo, una herida por abandono nos predispone a sentirnos atraídos por personas evitativas —es decir, personas “abandonadoras” y con miedo al compromiso—, a depender emocionalmente de otros, o a ser nosotros mismos los evitativos; mientras que una herida por agresión nos predispone a sentirnos atraídos por personas maltratadoras, y a ser sumisos, o por el contrario, a ser nosotros mismos los agresores.

 

A veces terminamos buscando un papá en lugar de una pareja, o terminamos desarrollando dependencia emocional de nuestros padres, de su opinión y de sus decisiones. Así, una persona herida tenderá a unirse a otra persona herida, mientras que una persona sana —o en proceso de sanación— no aguanta tener como pareja a una persona que no ha sanado.

 

#3 Dejarle la responsabilidad a Dios

 

Está muy bien confiar en Dios y en sus tiempos, pero podemos caer fácilmente en dejarle toda la responsabilidad a Dios o al “destino”, y creer que no debemos hacer ningún esfuerzo. Esto, a su vez, puede hacer que nos pongamos excusas para no mejorar ni trabajar en nosotros mismos.

 

Por ejemplo, podemos caer en excusarnos con ser introvertidos para no salir, no hablar y no exponernos, o en magnificar nuestros propios defectos y sentir que no tenemos nada que ofrecer, o en creer que ya trabajamos lo suficiente en nosotros mismos, y que ya no debemos trabajarnos más. Esto, finalmente, nos lleva a creer que Dios tiene la culpa si escogemos mal, o si no conseguimos pareja.

 

* * *

 

Es necesario entender que lograr conseguir pareja y ser una persona sana son objetivos que sí requieren de nuestro esfuerzo, y no debemos creer que ya lo hicimos todo o que ya estamos acabados. No abandonemos las prácticas espirituales, la oración, la lectura espiritual, y tantas otras. Seguir poniendo nuestro esfuerzo implica salir, socializar, congregarse en comunidades, cuidar de nosotros mismos, sanar nuestras heridas y defectos dominantes, y estar conectados con Dios.

 

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