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“No eres tú, soy yo” claves para una comunicación asertiva

Desde que llegamos al mundo, estamos comunicándonos, sea con un llanto, con enojo, gritos o silencios. Es el arte de poner en el medio externo lo que experimentamos dentro nuestro.

Pasamos por años de estudio. Aprendimos del lenguaje. Nos llamaron la atención sobre las veces que no nos expresamos bien. Sin embargo, el tema de la comunicación sigue siendo un reto a nivel de pareja, de familia, de trabajo, etc.

¿Como avanzar y dar realmente un paso adelante que nos ayude a comunicar lo que deseamos? De eso te quiero hablar

La comunicación: Parte esencial del ser humano

Antes de hablar de las palabras y qué forma utilizar, es importante partir de lo más general y básico: la comunicación es innata al ser humano, no sabemos vivir sin comunicarnos.

El amor y la comunicación son dos bases fundamentales que sostienen nuestros vínculos con otros. El ser humano, al compartir la semejanza con Dios, naturalmente entra en una dinámica dialogante de la cual es imposible prescindir.

Desde comunicar con llanto nuestras necesidades cuando somos bebes, hasta lenguaje de señas y señales de tránsito, todo nos habla de la necesidad de hacernos entender y ponernos de acuerdo.

Comprender mi experiencia

La comunicación no comienza cuando hablo con otro, sino cuando hablo conmigo mismo. ¿Qué necesito? ¿Qué quiero? ¿Cómo me siento? Por paradójico que suene, muchas veces no logramos dialogar bien con otros porque no sabemos dialogar con nosotros mismos.

Muchas veces nuestras necesidades personales más profundas salen al exterior en forma de enojo, de llanto, de ira, pero cuando nos preguntan: “¿qué necesitas?”, “¿cómo estás?” nos parece difícil responder. En este punto, es necesario confesar que se va buena parte de las consultas psicológicas.

Nos hemos distanciado tanto de nuestras emociones que nos cuesta comprender qué nos está haciendo sentir esta experiencia en nuestro interior, para así posteriormente comunicar a los demás. El problema de la mayoría de discusiones en pareja se debe a unas malas bases de comunicación y, en el fondo, es porque no les han enseñado a conectar con lo que sienten en su experiencia.

Validar mi emoción

En nuestra infancia nos hirieron profundamente cuando nos hicieron creer que lo que sentíamos no era válido: el famoso “no es para tanto” (cuando te enojabas),el  “no seas débil” (cuando llorabas), el “sé valiente” (cuando tenías miedo), como si hubiésemos necesitado huir de la emoción.

No necesitas que te enseñen a huir de la emoción, sino a integrar a tu experiencia y poderla así escuchar. Pareciera que socialmente ponemos juicios morales sobre la emoción. Hoy solo parece válida la alegría. Cuando se trata del miedo, de la tristeza, del enojo, entonces no son emociones tan válidas para otros.

Cada vez que alguien desautorizó el modo como nos sentíamos, solo por vernos feliz, hizo que nos distanciáramos de esa emoción y hoy como adultos las emociones nos desbordan. Por eso, luego, tenemos adultos tremendamente distanciados de sus emociones.

Tal vez era importante que nos dijeran que nuestra tristeza estaba bien, que nuestro enojo y nuestros miedos eran válidos y que nos pueden ayudar a comprender más a profundidad aquello que nos pasa. Un ejemplo de invalidación de la emoción es: “¿vas a llorar por eso? ¡Qué bobada!” o “¿otra vez te enojaste? Tú, tan enojón que eres”.

Sería diferente si se dijese “entiendo que esto te ha causado tristeza, cuéntame: ¿qué esperabas de esto?” o “entiendo que esto te causa enojo, quisieras contarme qué es lo que estás tratando de resolver con tu enojo?”.  Son ejemplos de cómo podemos preguntar antes de afirmar, dar lugar en lugar de invalidar las emociones de los demás.

Escuchar empáticamente

Muchas veces, cuando se presentan emociones, lo primero que quieren las personas es resolver lo antes posible la situación para sentir que se vuelve a la normalidad. Pues se siente que la emoción que surge es como un intruso en medio de la tranquilidad del momento.

Lo primero es entender que las emociones son transitorias y adaptativas. Que yo pueda sentir una emoción habla de cómo mi organismo percibe y se adapta a las circunstancias tan cambiantes de la vida. Por eso, cuando comprendemos que las emociones propias y del otro son formas de adaptarse a los cambios de la vida, es importante poder ver un paso más allá de lo evidente de la emoción y comprender cuál estará siendo la lectura que esta persona está haciendo de esta situación.

Escuchar empáticamente es pasar de ver las cosas desde “mi” a verlas desde “el otro”. Lo que para nosotros es una situación sencilla y de fácil manejo, para otro puede representar una gran lucha. Es difícil comunicarse asertivamente cuando el valor que tú le das a las emociones del otro es desde tus propias creencias y valoraciones sobre las cosas.

Para unos la enfermedad puede ser una oportunidad para confiar más en Dios y purificarse de pasiones terrenales, para otros puede ser un castigo y el fin de todo ¿cuál de las dos validamos más? A la final ambas merecen un lugar.

***

En conclusión, la clave fundamental de la comunicación asertiva supone una pausa para validar mi experiencia y conectar con mi emoción, para así, más adelante, aprender a conectar con las emociones de los demás. Poder avanzar en esto supone el reto de aprenderme a escuchar, cuando probablemente en mi historia no me enseñaron a escucharme y me validaron ciertas formas de comunicación que eran hirientes hacia mí y hacia otros. Por eso, la comunicación nos conduce a mirar nuestra historia y comprender el camino recorrido.

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