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Sexualidad libre de culpas


Para todos, resulta claro que el mundo de la sexualidad genera mucha atracción, entre otras cosas, debido al placer que es capaz de proporcionar. Ciertamente, el placer es algo muy bueno; sin embargo, el hecho de que sea bueno no garantiza que siempre se lo use bien. Esto podría llevar a más de uno a considerar que, cuando el placer se usa bien, es bueno; en cambio, cuando se accede a él de una manera desordenada, es malo. Pero pensar así sería un error.


Lo decimos con helados


Me gustaría poner un ejemplo que puede ayudar a ver con más claridad lo que trato de explicar. Un helado es algo bueno, como también lo es el placer que se experimenta al comerlo. Ahora bien: puedo acceder a un helado de muchas maneras. Puedo acercarme a la tienda y comprarlo, lo cual no genera ningún problema. Pero puedo también entrar a la tienda, aprovechar un momento de distracción de la persona que atiende para tomar el helado sin que nadie lo note, y comérmelo.


Evidentemente, esta segunda manera de acceder al helado es reprochable. Pero el hecho de haber accedido a él de esa manera no hace que el helado en sí sea malo, como tampoco hace malo el placer que experimento al comerlo. De hecho, si me como con los ojos vendados un helado robado y uno comprado —ambos del mismo sabor—, no podría distinguir cuál es cuál: el placer que experimento al comer cualquiera de los dos es el mismo.