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¿Los métodos de reconocimiento de la fertilidad son anticonceptivos naturales?

Al iniciar el camino de aprendizaje para reconocer la fertilidad, existen muchas razones que llevan a los esposos a querer emprender este viaje de autoconocimiento y conocimiento mutuo. A veces, se recurre a ello porque el matrimonio se propone posponer o buscar el embarazo. A veces, la decisión se toma tras ponderar que estos métodos son respetuosos de la dignidad de la mujer y del hombre, apelan a una responsabilidad compartida entre ambos, son versátiles y pueden usarse en cualquier etapa de la vida reproductiva de la mujer, resultan esenciales para monitorear y mantener la salud femenina y son medicamente seguros, que no tienen efectos adversos, por lo cual mantienen intacta la fertilidad de los dos.

 

Sin embargo, aunque todos estos son motivos suficientes, también se hace necesario que, cuando de reconocer la fertilidad se trata, exista claridad en cuanto a lo que implican estos métodos respecto de la apertura a la vida y de su respeto desde la concepción. Y todo ello debe enmarcarse en el consecuente estilo de vida que debe derivarse de esta voluntad procreativa.

 

“Ah, entonces, en los días fértiles, ¿podemos…?”

 

En mi experiencia acompañando a los futuros esposos y a esposos a reconocer su fertilidad para posponer el embarazo, me he topado con una interrogante frecuente, que es vital aclarar, porque detrás de esta se hace evidente que la visión que se tiene en nuestra sociedad de estos métodos no es la correcta. Se trata de algo más o menos así: “¿en el periodo fértil podemos tener relaciones sexuales con condón, o realizar coito interrumpido?”.

 

Parece una pregunta sencilla, y para algunos —incluso— una brillante alternativa a la abstinencia, que es lo que los métodos reconocimiento de la fertilidad recomiendan para posponer el embarazo en el periodo fértil. No obstante, lo que es innegable con este cuestionamiento es que se equipara el reconocimiento de la fertilidad a los métodos anticonceptivos. Nada más lejano a la realidad, porque el reconocimiento la fertilidad no puede vivirse jamás con ese espíritu.

 

Apertura a la vida y actitud de acogida del hijo

 

El reconocimiento de la fertilidad permite que los esposos puedan establecer con precisión sus periodos fértiles e infértiles, a través de signos en el cuerpo femenino que, con análisis diario, nos dan un reflejo del ciclo ovárico. Si buscan posponer el embarazo —por las circunstancias graves que hayan dialogado y discernido en oración—, tendrán el encuentro conyugal sólo en los periodos infértiles, en los cuales la posibilidad de fecundación es mínima naturalmente. Pero, aquí viene la clave: lo harán sin actuar contra la concepción, y siempre con una voluntad de que si, llegara a concebirse una vida, y si llegara el don del hijo, fruto de su amor, lo recibirán con acogida en sus corazones. Esta actitud de acogida debe estar presente incluso antes de engendrarle, y desde el inicio de su vida, a pesar de que no sea lo buscado en ese momento.

 

La anticoncepción no acoge al niño

 

Por otro lado, la anticoncepción, como su nombre lo revela, actúa en contra de la concepción, y comprende todo comportamiento o acción antes, durante o después de la relación sexual que imposibilite o impida la concepción. Como padres, no existe una acción menos acogedora para con un hijo que dejar muy en claro que no era bienvenido desde el principio de su vida, que “fue un accidente”, consecuencia del defecto o falla de un método. Con ello, la anticoncepción da a entender que al hijo no se lo recibe como lo que en realidad es, es decir, un don, el regalo de Dios para los padres, dado a través del milagro de poder ser cocreadores, de poder crear junto con Él.

 

Anticonceptivos: no son coherentes con el reconocimiento de la fertilidad

 

Por consiguiente, ahora podremos dar respuesta a la interrogante que planteamos al principio. Por un lado, cabe aclarar que utilizar un método anticonceptivo no hormonal durante el periodo fértil ya no es reconocer la fertilidad —puede dificultar las observaciones diarias del moco cervical, y la efectividad para posponer el embarazo es la del anticonceptivo no hormonal que se ha decidido utilizar, significativamente inferiores a las de los métodos de reconocimiento de la fertilidad—.

 

Por otro, y aquí vine el punto crucial, no se puede reconocer la fertilidad coherentemente con el uso de anticonceptivos concomitantes, porque se elimina de forma inmediata la apertura a la vida, es decir, la voluntad procreativa de los esposos. A su vez, la expresión del amor conyugal (voluntad unitiva) se ve transformada, ya que, ¿cómo puede el amor entre los esposos crecer y unirlos en donación recíproca, si no se permite que como fruto de su amor se inicie una nueva vida?

 

La mentalidad anticonceptiva

 

Más aún: aunque ni siquiera se piense en usar otros anticonceptivos en el periodo fértil, el reconocimiento de la fertilidad tampoco puede ser vivido con una mentalidad anticonceptiva. ¿Por qué? Porque estos métodos no son anticonceptivos naturales. Reconocer la fertilidad con el objetivo de posponer el embarazo permite que como esposos puedan entregarse y acogerse manifestándose su amor, sin impedir la concepción, sino evitándola. Ello se lleva a cabo renunciando a un encuentro conyugal en el periodo fértil, y optando por tenerlo en tiempos de infertilidad, en los que el óvulo no se encuentra presente para la fecundación, y donde el moco cervical G, o progestagénico, impide el ascenso de los espermatozoides.

 

Sin embargo, además de esta renuncia, los esposos deben vivir estos encuentros con introspección constante de lo que su corazón está trasmitiendo y buscando en cada relación sexual; manifestando una verdadera apertura a la vida de sus hijos y no el miedo, el cierre, la negación o la restricción, todas ellas actitudes propias del espíritu de la anticoncepción.

 

* * *

 

Según lo que hemos visto, si los esposos viven con coherencia el uso de los métodos de reconocimiento de la fertilidad, en cada acto sexual —independientemente de si se da en días fértiles, o no— conviven las dos voluntades: la unitiva y la procreativa. De este modo, el matrimonio estará siendo fiel a su naturaleza humana y a la expresión de una sexualidad plena multidimensional, basada en nuestro fin último y verdadero: amar.

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