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Fortalecer la voluntad

En materia de sexualidad, muchas veces uno sabe qué no tiene que hacer, y, a pesar de saberlo, termina haciéndolo. No ocurre sólo con aquellas cosas sobre las que puede haber dudas, sino también con aquellas de las que uno está seguro. Si sé que está mal, ¿por qué lo sigo haciendo?

 

Tratándose de la sexualidad, no basta con saber qué es lo que uno tiene que hacer, sino que hay que querer hacerlo. Leer libros o ir a charlas ayuda a conocer las razones por las cuales uno hace —o deja de hacer— alguna cosa, pero esto es sólo la mitad del camino. Los libros o las charlas ayudan a educar la inteligencia, pero es necesario educar también la voluntad. Porque si la voluntad no es lo suficientemente fuerte, uno puede terminar cediendo a ciertos impulsos —que pueden irrumpir con mucha fuerza—, aun cuando esté seguro de que seguirlos no es lo mejor en ese momento. Por eso, aquí algunos consejos para fortalecer la voluntad:

 

1. Hacer mías las razones

 

En materia de sexualiad, no basta repetir acciones mecánicamente o aceptar prohibiciones de manera irreflexiva. No basta simplemente hacer las cosas, sino que uno tiene que saber por qué las hace. Leer libros, escuchar charlas, o hablar con gente más experimentada puede ayudar a encontrar esas razones. Pero no basta conocerlas, sino que uno debe hacer suyas esas razones.

 

Por ejemplo, no se trata de saber “por qué no se debe ver pornografía”, o “por qué no se debe tener relaciones”. Se trata de plantearse en qué medida esas razones son válidas para uno; y si no lo son, buscar las que sí lo sean. Se trata de plantearse por qué yo quiero hacer o dejar de hacer estas cosas, y no preocuparse tanto de si mis razones sirven o no para convencer a otros. Es importante tener en claro: “¿Por qué quiero esto para mí?”

 

2. Empezar de a poco

 

Si alguien que nunca ha ido al gimnasio intenta de golpe trabajar los bíceps con mancuernas de 10 kilos en cada brazo, en el mejor de los casos, logrará hacer un par de repeticiones mal hechas y no podrá hacer más. En el peor de los casos, no podrá levantarlas ni una vez, o terminará desgarrándose, y no volveá a acercarse al gimnasio. Si uno quiere llegar a los 10 kilos, debe empezar con un peso y número de repeticiones que pueda manejar. Y luego, sólo progresivamente, podrá ir incrementando las repeticiones y el peso. Pero nunca de golpe.

 

Tener esto en cuenta es importante porque la voluntad es una suerte de músculo del alma, y para fortalecerla, se deben seguir reglas similares. Si uno pretende hacer grandes cambios en su comportamiento de un día a otro, lo más probable es que pueda sostener dicho comportamiento un par de días, y luego vuelva a lo mismo y termine desesperanzándose. Por eso es importante plantearse los cambios de a poco, con exigencias que uno pueda cumplir, y que puedan ser incrementadas cuando uno se vaya acostumbrando a ellas.

 

3. Hacer cosas no placenteras

 

Competir en una maratón no es fácil. Cuando uno quiere dar su máximo, no corre sólo “para pasarla bien”, sino que trata de ponerse al límite. Ello implica que gran parte de la maratón uno la corre en una situación incómoda, pues trata de consumir todas sus fuerzas, y el cuerpo lo siente. Por eso, si uno quiere correr en serio una maratón, no sólo debe estar acostumbrado a correr, sino a correr “incómodo”. No se trata de llegar al punto en el que lo incómodo se vuelva cómodo, sino de acostumbrarse a “padecer” la incomodidad, al menos lo que dure la competencia.

 

Algo similar ocurre en el mundo de la sexualidad. Las cosas que uno siente en materia de sexualidad son una fuente de gran atracción porque son muy agradables e intensas. El cuerpo se siente naturalmente muy atraído hacia ellas, por eso, cuando uno les da la espalda, en cierta medida hace algo “que no quiere hacer”. De ahí que, cuando uno las rechaza, se encuentra en una situación de tensión —y de tensión incómoda—. Alguien que está siempre acostumbrado a hacer lo que le gusta —y sólo lo que le gusta— no soporta esta tensión y cede fácilmente a sus gustos. Por eso es importante hacer habitualmente cosas que son buenas pero que a uno no le gusta hacer —Ej. lavar los platos—, y así acostumbrarse a la tensión. De esta manera, cuando esta tensión aparezca en materia de sexualidad, uno va a estar en mejores condiciones para elegir hacer lo que es mejor, por más que no sea lo más placentero.

 

4. Mantener la esperanza

 

De un pantano, no se sale limpio a la primera. De hecho, para salir, seguramente uno se tropiece y se caiga varias veces. Frente a esas caídas, es importante no perder le esperanza, y darse cuenta de que, a pesar de que uno se ha embarrado de nuevo, ya no está en el lugar donde estaba antes. Lo peor que uno puede hacer frente a las caídas es pensar que todo el esfuerzo para moverse del lugar inicial fue en vano, y acostumbrarse nuevamente a estar en el barro.

 

Todos los comportamientos generan hábitos: los buenos se llamarán virtudes; y los malos, vicios. En materia de sexualidad, cuando uno ha generado vicios, es importante tener en cuenta que éstos lo tensionan a uno a realizar los actos que les son propios. Por eso, salir de ellos no es fácil, y el proceso de salida no siempre está libre de caídas. Lo importante es saber que esas caídas no lo devuelven a uno al lugar inicial. Eso sí ocurriría si uno cae en el error de pensar que esa caída lo hace a uno perderlo todo, y vuelve a instalarse en el comportamiento del que quiere salir. Frente a las caídas, lo importante es mantener la esperanza, levantarse y seguir en movimiento.

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