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Adviento y castidad: ¿Qué tienen en común?

Quisiéramos comenzar por recordar qué es el Adviento, y por qué y para qué lo vivimos. Es ese tiempo maravilloso de espera en el que se enfatiza la esperanza en Dios, que se manifiesta en el nacimiento de su hijo Jesús.

 

Y sí, claro, tiempo de espera —no cualquier espera—, en el que podemos limpiar nuestra casa interior, nuestro corazón, para recibir a Cristo en su Natividad. Y eso nos recuerda mucho a nuestras madres cuando están por recibir una visita, y quieren que todo esté perfecto para la llegada de los invitados. Realizan limpieza general, van buscando preparar el mejor banquete, organizar todo con anticipación, que nosotros estemos presentables, que todo esté en armonía… Y, justamente así es como deberíamos nosotros también actuar: deberíamos limpiar todo eso que tenemos aún infectado por el mundo, y que no nos permite recibir a nuestro Rey de reyes como debería ser recibido.

 

Pero, ¿qué tiene que ver el Adviento con la castidad? Sucede que, entre todas esas pequeñas cosas que se nos vienen a la mente cada Adviento, y las charlas que podríamos brindar o recibir sobre castidad, había siempre algo que resonaba en nuestros corazones. Por eso, hoy queremos compartirlo con ustedes: estas son las 4 cosas que creemos que tienen en común el Adviento y la castidad.

 
 

#1 Necesitan del amor para saber esperar

 

La castidad es un “sí” al amor verdadero, que conlleva mucho sacrificio y paciencia. Esta espera que se vive en el enamoramiento y noviazgo para poder uno entregarse en todas sus dimensiones dentro del matrimonio necesita de mucho sacrificio, que es el mismo amor.

 

No creemos que pueda existir otro motivo más profundo que el amor. Solo por amor uno es capaz de renunciar a los placeres y tentaciones, solo por amor puedo ordenarme y ordenar mis propios deseos y lograr que toda mi persona —inteligencia, afectos, voluntad y cuerpo— estén dominados por mí mismo. Dominarse a sí mismo es una labor que ha de durar toda la vida. Nadie podrá decir nunca que ya se domina totalmente, así como nadie podrá decir que ya está totalmente preparado para la venida de Jesús. No: siempre debe existir el esfuerzo por lograrlo.

 

Y solo por amor uno es capaz de esperar el nacimiento del Niño Jesús, su venida. Porque por amor estamos esperando al mismísimo Amor hecho persona. Y contemplar a la Virgen María en la dulce espera nos podrá ayudar a tener esa misma mirada de fe y amor que tuvo ella al esperar pacientemente la llegada de su hijo.

 

Recuérdalo: “Te espero porque te amo”.

 
 

#2 Necesitan un corazón dispuesto a quedarse con lo esencial

 

Lo increíble de esto es que efectivamente el Adviento es un tiempo que nos invita a quedarnos con lo esencial. Cuántas veces hay tantas cosas que nos distraen de lo principal: Jesús. Entonces, caemos en la angustia de vivir como el mundo nos pide. Pero la invitación que te hacemos en este tiempo es a ver lo último como una oportunidad para volcar toda nuestra atención al pesebre.

 

De la misma manera sucede con la castidad, pues el mundo nos distrae e invita a normalizar —de alguna forma… el vivir desordenadamente. Pretende que nos dejemos dominar por nuestras pasiones. Por el contrario, vivir esta virtud nos permitirá quedarnos con lo esencial: vivir por amor y para el amor de manera libre, tras romper toda dependencia.

 

San Agustín nos dice, en sus Confesiones: “La castidad nos recompone; nos devuelve a la unidad que habíamos perdido dispersándonos”. (Conf. 10,29; 40). La castidad y el Adviento, siempre nos llevarán a quedarnos con lo principal y más importante: Dios.

 
 

#3 Nos permiten sacar lo mejor de cada uno de nosotros

 

Preparar el corazón para la llegada de Cristo significa entregarse a la providencia y gracia de Dios. No cualquiera sabe preparar el corazón, pero el esfuerzo de ser cada día mejor y más santo es lo que nos lleva a creer que el Adviento es capaz de sacar lo mejor de cada uno.

 

Y lo mismo sucede con la castidad puesto que la acción de ordenarme, dominarme y amarme es sacar lo mejor de mí para hacer feliz no solo a Dios y a la persona que está a mi lado, si no a mí mismo, en todas mis dimensiones. Porque, realmente, la castidad te permitirá vivir tu mejor versión: una versión más pura, más en gracia, y cada vez más cercana la santidad a la que has sido llamado desde la creación.

 
 

#4 Nos invitan a ayudar al otro a dirigir su mirada a Cristo

 

Ni el Adviento ni la castidad pueden quedarse en uno mismo, si no que tienen que ser capaces de trascender corazones. Son medios de santificación, y hay que compartirlos.

 

¡Qué grandeza tiene la castidad! ¡Qué seguridad nos puede dar para ser santos! ¡Qué satisfacción tan grande nos puede brindar saber que estamos imitando a Jesucristo, e invitando a otros a vivir como Él!

 

¡Qué grandeza tiene el Adviento! ¡Qué seguridad nos puede dar para alcanzar la vida eterna y recibir al Rey de Reyes! ¡Qué satisfacción tan grande nos brinda el saber que estamos esperando a Jesucristo e invitado a otros a esperarlo también con el corazón preparado!

 

* * *

 

Recuerda que el Adviento es un tiempo donde quizás pienses que muchas puertas se han cerrado, como le sucedió a la Sagrada Familia, y solo se abrió la puerta de un pesebre para el nacimiento del Niño Jesús. Quizás pienses que ya no es como antes, y que todo se ha perdido; y te quieras conformar con vivir como el mundo te pide. De la misma manera, quizás suceda con tu vida en castidad: quizás pienses que muchas puertas se cerraron, que es difícil volver a levantarte, y que quizás hasta quieras conformarte en vivir como el mundo te invita a hacerlo: en desorden y presa de tus pasiones.

 

Pero no esa no es la solución. Recuerda que hoy, cuando quizás se han cerrado algunas puertas en tu vida, aún puedes mirar, contemplar y recordar el momento de incertidumbre que vivieron aquellos jóvenes, María y José, mientras buscaban un lugar dónde Jesús, nuestro Salvador, nacería.

 

A pesar de todo, ellos no perdieron la fe: ¡tampoco la pierdas tú! ¡Ánimo! ¡Sé santo!

 

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