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Día: diciembre 1, 2023

¿Hasta dónde podemos llegar?

Por un lado, sabemos qué está permitido con nuestra pareja: tomarnos de las manos, besos o abrazos cortos. Por otro lado, está lo que no queremos hacer en orden a vivir la castidad: tener relaciones sexuales. Sin embargo, ¿en el medio, qué? 

Buscando un equilibrio

Somos una unidad de cuerpo y alma. Por eso, no es más puro un amor que se expresa prescindiendo del cuerpo. Todo lo contrario. Un amor más humano es un amor que ama también con el cuerpo. 

Sin embargo, cuando nos planteamos la pregunta de hasta dónde podemos llegar, entramos en un terreno poco claro, pues no hay una regla matemática que pueda aplicarse con precisión. En cambio, lo que hay son principios que requieren un ejercicio de la virtud de la prudencia para ser llevados al terreno de lo concreto. 

Estos criterios o principios que pueden iluminar nuestros actos son tres: acción, intención y circunstancias. Para que el acto sea bueno, deben concurrir los tres elementos. Si uno de ellos falta, dicha expresión de afecto con nuestra pareja nos aleja del amor.

1- La acción debe expresar afecto

Hay caricias que expresan afecto, y hay otras que producen excitación. Un primer criterio para saber hasta dónde podemos llegar es que las acciones que ambos realicen afirmen el cariño que hay entre ambos.

Es natural que ciertas expresiones de afecto —un beso, o un abrazo—, produzcan también una cierta excitación. Sin embargo, en este caso, esta excitación es una reacción natural, y, por lo tanto, no es mala.

Sin embargo, una situación distinta se da cuando los actos realizados constituyen lo que podríamos caracterizar como una preparación para una relación sexual, por más que esta no llegue a darse. En este caso, el foco de estos actos se ha desplazado del afecto a la excitación y al placer que se experimenta al realizarlos. Esta clase de actos hay que evitarlos. En efecto, si queremos evitar las relaciones sexuales, debemos evitar también aquellos actos que nos pueden conducir a ellas.

2- La intención debe ser de expresar afecto

Un acto aparentemente inofensivo puede hacerse también con una mala intención. Por eso, es importante que no sólo la acción en sí misma busque expresar afecto, sino que la intención busque también hacerlo. Si la intención es de producir excitación —en uno mismo o en la otra persona—, por más que el acto sea inofensivo, ese acto debe evitarse, al menos hasta que la intención se rectifique.

Como decíamos en el punto anterior, es natural que incluso actos que busquen expresar afecto y sean hechos con esa intención produzcan excitación en alguno o en ambos. Esto, lejos de ser algo malo, constituye una reacción natural.

Si la excitación empieza a desbordarse habrá que frenar antes de que la situación se salga de control. Sin embargo, algo propio de la virtud de la castidad no sólo es huir, sino también aprender a mantener esos besos o caricias en el nivel del afecto incluso con ciertas dosis de excitación manejables. 

3- Las circunstancias deben ayudarnos a expresar el afecto

No basta que el acto en sí mismo y la intención busquen expresar afecto. Para que el acto sea bueno, las circunstancias deben ser las adecuadas. Sólo cuando se conjugan estos tres elementos —acción buena, intención buena y circunstancias adecuadas— la expresión de afecto es buena.

Cuando hablamos de circunstancias, nos referimos a todo aquello que rodea el acto: tiempo, lugar, duración, vestimenta, modo, etcétera. Por ejemplo, no es lo mismo un beso prolongado en la universidad, a plena luz del día y rodeados de gente; que el mismo beso en casa, a solas, echados en el sillón, con la luz apagada y viendo una película. Si bien la expresión de afecto puede ser en sí misma buena, en el segundo caso es mucho más fácil perder el control.

Las circunstancias pueden ayudarnos o jugarnos en contra, y por eso son muy importantes. De hecho, la mayoría de las veces terminamos haciendo algo que inicialmente no queríamos porque las circunstancias en las que expresábamos el afecto facilitaban que perdiéramos el control. Por eso, circunstancias como la soledad, la poca luz, el encontrarse particularmente sensibles o propensos a la excitación, y otras que cada quien podrá determinar, deben ser tenidas en cuenta.

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Aprender a expresar el afecto de una manera que se alineen estos tres elementos es como disparar una flecha tratando de dar en el blanco. Es natural que a veces uno se equivoque. Sin embargo, lo natural es que uno tome conciencia de los errores cometidos en orden a mejorar la próxima vez que dispare. Y estos tres criterios —acción, intención y circunstancias— nos ayudarán a afinar mejor nuestra puntería para dar siempre en ese blanco que es el amor.