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¿Qué hago si no me gusta el novio de mi hija adolescente?

Esta pregunta también se le puede aplicar a la novia del hijo y se la plantean tanto madres como padres, con sus matices. En este artículo, continuación de mi publicación anterior, nos enfocaremos en papás y mamás de adolescentes, pero seguiremos hablando de la aceptación de la pareja por parte de la familia, que es un tema muy amplio. Cabe anotar que, si bien al escribir usaremos solo uno de los sexos, lo hacemos por economía de lenguaje nada más. Comencemos, entonces, con algunas consideraciones en estos casos en concreto. ¡Vamos!

Define lo que no te gusta en la relación.

Es importante tener claro qué es puntualmente lo que te molesta. Debes poder distinguir los motivos racionales de los emocionales. No porque sean menos válidos para ti, sino que los últimos podrían relacionarse más con tu historia que con la de tu hija. Ocurre que la frase “mi hija merece algo mejor” puede tener que ver con las propias aspiraciones y no con el bien de la chica, y hay que tomarlo en cuenta. 

Algunos ejemplos de argumentos racionales pueden ser: una diferencia de edad muy grande, problemas de adicción, entorno familiar o social problemático, etc. 

En cambio, los argumentos emocionales podrían ser: es feo, pertenece a un grupo socioeconómico distinto al propio, su carrera no te parece respetable, etc.

Mira a tu alrededor.

Pregúntate si eres la única persona en tener reparos acerca de la relación de tu hija. Sobre todo, dialoga con tu esposo. Como padres, ambos tienen perspectivas similares y complementarias, pues a la vez que lo ven de cerca, en su relación paternofilial, cada uno lo mira con sus ojos; es decir, su propia historia, heridas, conocimientos, etc. Habla también con las personas que son cercanas a tu hija y en las que confía, como sus amigos u otros familiares (hermanos, primos). Escucha con atención sus consideraciones y muéstrate abierto a distintos puntos de vista. Tal vez te resulte difícil aceptar que un tercero pueda conocer la realidad de tu hija mejor que tú, y que por ello tenga una opinión distinta por completo.

Procura entender qué es lo que le gusta de su novio a tu hija.

Tal vez lo que para ti es importante, para ella no, y tus afinidades no tienen por qué coincidir con las de ella. Recuerda cosas que te hayan mostrado lo que a ella le atrae de él, aunque no opines igual. Ponte en su lugar, ¿tus padres estuvieron de acuerdo con tu relación cuando estabas creciendo?, ¿cómo te sentías con eso? Es útil dibujarte una idea de lo que podría estar viviendo tu hija, ponerte en sus zapatos, y así suavizar el juicio que puedas tener sobre la situación. De ese modo, si bien quizás no cambiará tu punto de vista, al menos no juzgarás de forma tan dura el suyo.

Entabla un diálogo con ella para que puedan expresarse

La parte fundamental de este proceso se basa en la comunicación. Haz saber a tu hija que estás a su disposición para escucharla y hablar, por embarazoso que sea. Quizás en un inicio le cueste estar disponible y puede resultarle incómodo abrirse con sinceridad, pero si le demuestras que buscas su bien y necesitas que ambas se entiendan, poco a poco lo logrará.

Respeta la decisión de tu hija… con límites

dUna hija adolescente puede tener muy claro qué es lo que busca en una relación y decidir con una libertad responsable. Pero es probable que esta sea una experiencia dolorosa al final porque le tocará aprender a distinguir entre lo que quiere o le gusta y lo que es bueno para su vida. Conviene, entonces, estar ahí para contenerla, ayudarla a enfrentar el dolor y aceptar la realidad, con esperanza de poder encontrar una persona con quien construir una relación saludable en el futuro. Eso sí, con límites: si ves, respaldada en las opiniones de otros, que en verdad este chico puede representar un serio peligro para ella, lo mejor es buscar disminuir esos riesgos poniendo reglas (horarios, espacios, supervisión, etc.). Siempre con diálogo, sin prohibir, pues ella se verá con él, te enteres o no; y así generas compromisos.

* * *

El hecho de que la pareja de tu hijo o hija te produzca algún temor o preocupación no es garantía de que esa relación termine mal y le cause un daño irreparable. Sin embargo, sea que acierte o equivoque, debe tener su propio espacio de libertad, sin dejar de acompañarle en el proceso de toma de decisiones responsables. Escucha a otras personas que conozcan la situación y, de ser posible, asesórate con alguien que tenga los conocimientos y el contexto necesario (psicólogo, director espiritual). Y nunca dejes de mantener el diálogo con tus hijos, brindándoles la confianza para que se puedan apoyar en tu consejo. Con fe, paciencia y mucho, mucho amor.

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