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Nos casamos…, ¿y ahora qué?

¿Alguna vez te has dado cuenta de que, en las películas y en las telenovelas, todas las historias de amor terminan en el matrimonio, con el típico “Y vivieron felices para siempre”? Pues imagínate que, en la vida real, el matrimonio no es el fin ¡sino el verdadero comienzo de la historia!

 

Hace tres meses di el “SÍ” en el altar, y mi vida cambió por completo. Si bien en el noviazgo pasábamos muchísimo tiempo juntos (y cuando digo “muchísimo”, ¡es literal!), nada se compara con la vivencia bajo el mismo techo, después de la bendición de Dios. Entonces, ¿qué cambia después del gran día?

 

No existe el “adiós”, sino el mirar a Dios

 

Bueno, pues, principalmente… que el compromiso ahora es con Dios. En el noviazgo podías decir “adiós” en cualquier momento, pero en el matrimonio solo puedes mirar a Dios y decirle “ayúdame a ver a mi cónyuge a través de Tus ojos”. Porque no hay nada que la mirada de Dios no pueda arreglar, y solo yendo a la fuente de Amor inagotable es que el amor humano jamás se ha de agotar.

 

¿De qué depende nuestro “estar juntos para siempre?

 

Por todo esto, cada vez que hay un problema, tienes la necesidad de buscar una solución, porque ya no estás eligiendo si quieres estar o no con esta persona para siempre: ya la elegiste. Ahora, de aprender a solucionar los conflictos, de comunicarte asertivamente, de crecer en virtudes y de orar incansablemente depende realmente ese “estar juntos para siempre”. Así que creo que el matrimonio tiene muchos más retos que el noviazgo, y sí, es cierto que cambia tu visión de la vida y del otro, pero, sobre todo, te da el gran regalo de poder santificarte con el otro.

 

Y si es así, ¿por qué fracasa?

 

Ok, pero algo malo debe tener el matrimonio para que parejas que llevan años en unión libre se separen recién casados…, ¿no?

 

El matrimonio no tiene NADA de malo. Al contrario: es una de las bendiciones más grandes y hermosas de Dios. Lo que pasa es que muchas veces no discernimos bien en el noviazgo y le echamos la culpa al sacramento, cuando en realidad fueron nuestras malas decisiones o nuestra falta de carácter lo que nos llevó a fallar, además de no ser capaces de terminar algo que simplemente no debía continuar.

 

Otro punto de fracaso son las heridas que genera haber tenido un noviazgo con todos los beneficios de la vida matrimonial, pero sin el compromiso que esta requiere. Así que habría que trabajar en las heridas que deja la unión libre antes de tomar el sacramento, cuando quizás te des cuenta demasiado tarde de que estuviste completamente cegado todo el tiempo.

 

Tips para convivir mejor que en un cuento de hadas

 

La Virgen María nos ha dicho en reiteradas apariciones que la oración es capaz de parar guerras mundiales… Entonces, ¡imagínate lo que puede hacer la oración en un campo de batalla matrimonial! Por eso, te dejo finalmente estos tips, esperando que te sean de utilidad.

 

ORA. Cuando nuestros defectos y pasiones dominantes salen a relucir en los conflictos con la persona que amamos y el hogar se convierte por un segundo en un campo de batalla, la oración es el escudo protector del alma y del corazón. Así que en todo momento ora, y cuando te canses de orar, ora más fuerte.

 

REZA EL ROSARIO. Hacer el rosario en pareja es la mejor manera de luchar contra el mal y contra las tentaciones, y de tener de alcahueta y protectora a la mejor Mamá del mundo.

 

ESCUCHA. Antes de hablar, escucha. Antes de pedir perdón por decir cualquier cosa, quédate callado. Cuando estés a punto de explotar, espérate unos minutos para no explotar. Tómate el tiempo para entender a tu cónyuge y para ponerte en su lugar. No te digo que te guardes todo y hagas como que no te importa nada, pero antes de gritar, escucha un poco más.

 

ATENCIÓN. Préstale atención a tu pareja, a lo que le gusta y a lo que no. Si sabes que alguna actitud lo irrita de sobremanera, procura no hacerlo. Aprende a leerlo y a comprenderlo, así no compartas su sentir: es importante que lo valides y le expliques tu punto de vista, respetando el suyo.

 

PERFECCIÓN. Es esencial que entiendas que ni tú ni tu cónyuge son Dios, y que Él es el único Perfecto, así que no pretendas serlo, ni mucho menos busques que el otro lo sea. Dense un margen de error y no lleven la cuenta de las faltas del otro.

 

RÍANSE. Ríanse, y ríanse mucho. Ríanse de sus propios defectos, de sus propios errores. Miren con una sonrisa el defecto del otro y sean como niños, niños que jamás reprochan, sino que se curan el corazón riendo y sonriendo.

 

* * *

 

Espero que estos tips y reflexiones te sirvan. Dejo ahora para lo último, pero de hecho para lo más importante, algo clave: procuren que cada uno tenga una relación sólida con Dios. ¿Por qué? Porque Él es la única fuente inagotable, que puede llenarlos de Amor para Amarse.

 

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