Hola, soy Anne, y quiero contarte algo que cambió mi mirada sobre el cuerpo, el deseo y el amor: la Teología del Cuerpo. No fue una revelación instantánea, sino un descubrimiento progresivo que me llevó a cuestionarme todo lo que creía sobre la intimidad. Especialmente cuando, como muchas parejas, pasamos por ese momento en el que nos preguntamos: «¿y ahora cómo vivimos nuestra sexualidad sin miedo, sin limitaciones?».
Si estás casado, recién casado o contemplando dejar los anticonceptivos, este artículo es para ti. No para decirte qué hacer, sino para compartirte una propuesta de amor que tiene más de 40 años resonando fuerte en el corazón de la Iglesia: la Teología del Cuerpo de San Juan Pablo II.
El lenguaje del cuerpo
San Juan Pablo II nos propone una revolución del corazón. En su serie de catequesis sobre el amor humano (1979-1984), que luego se llamaría «Teología del Cuerpo», nos recuerda que el cuerpo humano tiene un lenguaje y que ese lenguaje puede expresar amor verdadero o mentiras muy disfrazadas.
Imagina que un esposo y una esposa se entregan el uno al otro en el acto conyugal, sin reservas, con apertura a la vida, con amor, fidelidad y libremente. Sus cuerpos están diciendo: «te amo, te recibo totalmente, me doy a ti sin condiciones, estoy abierto a lo que tú eres, incluso a tu fertilidad». Ese lenguaje corporal coincide con lo que el corazón quiere expresar. Es coherente, verdadero, pleno.
Ahora, imagina que ese mismo acto se da, pero una de las personas está usando un anticonceptivo hormonal o uno de los dos ha decidido que no quiere tener hijos nunca o se da la relación sin compromiso, como en el caso de una relación pasajera. El cuerpo sigue «hablando», pero lo que dice con sus gestos es: «te doy mi cuerpo, pero no mi fertilidad» o «te uso para mi placer, aunque no te ame realmente» o «te entrego algo de mí, pero no todo».
Ahí el lenguaje corporal dice una cosa, pero el corazón (la intención profunda) está diciendo otra. ¿Qué quiere decir esto? Que nuestro cuerpo está hecho para comunicarse, para donarse, para amar. No es un simple instrumento para obtener placer o controlar la fertilidad, sino el medio por el cual nos hacemos regalo total al otro.
«El cuerpo, de hecho, y sólo él, es capaz de hacer visible lo que es invisible: lo espiritual y lo divino» nos enseñó San Juan Pablo II. Cuando usamos anticonceptivos, muchas veces (aunque no sea con mala intención), bloqueamos ese lenguaje. Decimos con el cuerpo: «te recibo, pero no todo de ti». Nos perdemos la posibilidad de vivir la sexualidad como un don completo, libre, fiel y fecundo.
¿Entonces eso significa un NO al sexo? ¡No, no es eso!
Uno de los grandes mitos que enfrentan los métodos naturales y la propuesta de la Iglesia es que reprimen el deseo sexual. Es decir, si eres joven, estás enamorado y quieres vivir una sexualidad libre, los métodos naturales son una tortura.
Permíteme decirte algo desde la experiencia y desde lo que he visto en tantas parejas que acompaño: vivir el amor según el plan de Dios no es reprimir el deseo, es educarlo, es integrarlo al amor, es ordenarlo hacia el bien del otro.
«La castidad no significa abstinencia. Significa amar con un corazón libre, sin usar al otro como objeto» nos enseña Christopher West, experto en Teología del Cuerpo. Entonces el deseo no es algo sucio ni sospechoso, todo lo contrario: es el punto de partida del amor.
Todo esto no pasa negando el deseo, sino purificándolo, aprendiendo a esperar, aprendiendo a decir: «te amo tanto que puedo respetar tu cuerpo, tu fertilidad, tu ritmo». ¡Qué regalo más grande para una mujer sentirse recibida así!
¿Y si quiero vivir mi sexualidad todos los días?
Esta pregunta es válida. Vivimos en un mundo que nos ha dicho que el deseo se debe satisfacer inmediatamente, que el sexo es una necesidad, que limitarlo es injusto. Sin embargo, la Teología del Cuerpo propone algo revolucionario: que la espera fortalece el amor.
Los tiempos de espera pueden ser espacio de crecimiento, de creatividad, de expresiones no genitales del amor y cuando llega el momento de la entrega física, se vive con una plenitud nueva: con el alma incluida.
Los métodos naturales no son el problema
Lo que muchas veces limita no son los métodos naturales como el Creighton, sino la falta de formación, de acompañamiento, de una mirada más integral del amor. Cuando aprendes a conocer el ciclo menstrual, a leer los signos del cuerpo, a comunicarte en pareja, a tomar decisiones juntos, todo eso fortalece el vínculo, nunca lo rompe.
Si está unido a una mirada más profunda sobre el sentido del cuerpo, entonces deja de ser una técnica para convertirse en un camino de amor.
Entonces, ¿la Teología del Cuerpo qué puede aportar a la intimidad conyugal?
- Un sentido más profundo de la entrega: ya no se trata de buscar placer, sino de donarse por amor.
- Un crecimiento en la comunicación: muchas parejas redescubren el diálogo y la ternura cuando se abren a este camino.
- Una experiencia de libertad real: no dependes de pastillas, hormonas o dispositivos para amar.
- Una espiritualidad encarnada: el sexo deja de ser sólo corporal y se vuelve una experiencia de unión también espiritual.
***
Si deseas vivir tu sexualidad sin miedo, sin limitaciones, inclúyele más coherencia, autenticidad y más libertad. Decir NO a los anticonceptivos no es decir NO al sexo. Es decirle SÍ al amor auténtico, al cuerpo como lenguaje del alma, a la posibilidad de vivir una intimidad sin barreras, sin máscaras, sin químicos que opaquen el lenguaje natural del amor.
La Teología del Cuerpo es una experiencia de redención para los esposos, una invitación a amar con todo el ser, con todo el cuerpo, con todo el corazón, es un SÍ que lo cambia todo.