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Antes de decirle “te amo”, lee esto

Era el cuarto o quinto día luego de haber vuelto de la clínica con Paz. La casa, pequeña ya para dos personas, ahora estaba llena de biberones, llantos y una personita que, necesitándonos para todo, nos cambiaba la vida —¡para mejor!— cada día más.

 

Los pañales llenaban el tachito de basura, los platos se acumulaban poco a poco en el lavadero y nuestros cabellos estaban cada vez más despeinados. A eso de las 8 de la noche, bajé hasta el sótano para sacar toda la basura acumulada, mientras Pía le daba de comer a Paz. Una vez que entré de nuevo en el departamento y escuché el llanto de nuestra pequeña, en un acto casi impulsivo, me metí al baño y prendí la ducha.

 

Me quedé ahí unos 5 minutos, prácticamente inmóvil. El agua lo más fría posible, porque la idea no era escaparme ni relajarme para tener un merecido descanso. Lo que necesitaba era recargarme para salir de ahí y seguir amando. Y mientras, la cañería se llevaba el calor y las pocas horas dormidas, recordé las palabras del Padre Marco el día de nuestra boda. Aquí te las comparto, paso a paso.

 

“El amor no es la caricatura de los cuentos de hadas”

 

No quiero echarle la culpa a Disney, pero nos hemos acostumbrado a los “finales felices”. La pareja se casa, tienen un hijo o hija o por fin se dicen “te amo”, e inmediatamente se sobreimprime en letras grandes y con un fondo musical alegre la palabra “Fin”.

 

Pero la realidad es que ni la boda, ni los hijos, ni el atreverse a decir “te amo” son la meta a alcanzar, sino todo lo contrario. Son solo el inicio de otra etapa: el siguiente escalón para que el amor sea cada vez mayor.

 

“El amor es recio, sacrificado”

 

Y admitámoslo: es fácil decir “te amo” cuando la mayor exigencia es elegir dónde comerán. O cuando sientes toda clase de bichos y animalitos en el estómago. Y, aunque bello y hermoso, no hay amor si no hay Cruz.

 

Y, claro: no es Cruz si no implica renuncias, exigencias y un constante morir a mí mismo, para poder entregarme cada vez más. Ya lo decía Santa Teresa de Calcuta: “Ama hasta que te duela, si te duele, es buena señal”. Abracemos profundamente ese amor que nos pide todo de nosotros, y luego, nos pide un poquito más.

“Enormemente gratificante, realmente plenificante”

 

Entonces ¿solo se trata de sufrir? ¡NO! Por supuesto que no. Hemos sido creados por el Amor, en el Amor y para el Amor. No hay nada que nuestro corazón anhele más que el amor.

 

Sin amor, uno “permanece para sí mismo un ser incomprensible” y nuestra vida se ve “privada de sentido” (Papa San Juan Pablo II, Encíclica Redemptor hominis, n. 10). Por ello, en esos momentos en que nos sentimos exigidos más de lo creíamos posible, en los que preferiríamos que la carga no fuera tan grande, entonces es cuando el Señor nos está pidiendo “amar hasta el extremo”. Como Él lo hace con nosotros, y para revelarnos quiénes somos.

 

* * *

 

Y sí: necesitaba esos 5 minutos bajo la ducha. Necesitaba esos minutos para que Dios me renovara en la hermosa misión que me ha encomendado. Para que, al salir, mi “te amo” no sea un sentimiento, sino una convicción. Algo dicho por un corazón decidido a morir a sí mismo.

 

Los necesitaba para poder repetir con San Pablo: “muy gustosamente gastaré y me desgastaré totalmente”, por Pía y por Paz.

 

Te amo, Pía.

 

Te amo, Paz.

 

Nos vemos en el siguiente artículo.

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