Muchos pintan al enamoramiento como un momento estelar de una relación. También, con la misma facilidad de extremos, presentan las discusiones y los conflictos de pareja como el momento más doloroso. Es la representación del fracaso. No debe ser así: el conflicto no es señal de fracaso, sino fruto de la convivencia. Una relación no se destruye cuando surge el conflicto, sino cuando no sabemos gestionarlos. Si tú quieres aprender a gestionar los conflictos, aquí te dejo algunos consejos.
La vida en pareja es maravillosa
Al principio nos desborda el enamoramiento, la atracción, la felicidad. Entonces, parece que no vendrán momentos complicados, conflictos, discusiones… y sí, estos siempre llegan. Tarde o temprano, más o menos, fuertes. Llegan.
Es importante decir que los momentos de conflicto no son señal de fracaso. Al contrario, son normales porque denotan que la convivencia requiere cierta renuncia, adaptarse el uno al otro y emprender un camino nuevo juntos. Así que, repito: los conflictos no son señal de fracaso, sino de convivencia, de roce normal del día a día.
¿Qué es un conflicto?
Un conflicto de pareja no siempre es una gran pelea con gritos y reproches. A veces es mucho más sutil. Es ese comentario que haces sin mala intención y que al otro le duele más de lo que esperabas. Es cuando tú quieres hablar y tu pareja solo quiere silencio. Es cuando uno necesita afecto, el otro necesita espacio y ninguno sabe cómo decirlo sin herir.
Un conflicto, una discusión, una pelea no es otra cosa que la manifestación de que hay necesidades que no se están satisfechas. Es como esa última gota que hace que todo explote, cuando algo pequeño se convierte en una gran tensión, como la punta del iceberg.
Surge el conflicto cuando hay alguna necesidad por alguna de las partes que no se cubre. Entonces surge una frustración o una decepción o una tristeza. De ese modo, llega esa palabra desafortunada o esa mirada sin amor que enciende la mecha de la discusión. Así, el problema no es que uno no ha recogido la pasta de dientes, sino que el otro no se siente escuchado.
Lo que no ayuda
Cuando llegan las discusiones, lo más difícil es pensar en frío y actuar desde la razón. Nos pasa a todos, porque reaccionamos a la defensiva e intentamos salir del paso de la mejor manera posible. Lo normal, entonces, es que, de un sentimiento de decepción o de tristeza, surja la reacción. En ese momento es cuando lo que hacemos no ayuda a canalizar la discusión de forma correcta.
Tampoco ayuda dar portazos emocionales: cortar la conversación de golpe, decir “ya está” cuando claramente no lo está o alejarnos sin explicar lo que sentimos. Mucho menos, usar el silencio como castigo. A veces creemos que callarnos es evitar el conflicto, pero en realidad solo lo estamos dejando que se acumule. Ignorar al otro o minimizar lo que siente —con frases como “estás exagerando” o “eso no es para tanto”— también suele hacer más daño que bien.
Aprender a discutir
Quizás un primer consejo es justamente tener autocontrol, no dejarte llevar por la primera reacción natural. Llegados a este punto, hay una decisión clave: puedes seguir defendiendo tu postura como si fuera una batalla o puedes bajar la guardia y tratar de construir un puente. Para eso, hace falta entrenar ciertas actitudes que marcan la diferencia:
- Escucha de verdad. No interrumpas. No pienses en lo que vas a responder mientras el otro habla. Solo escucha.
- Valida lo que ha dicho. No se trata de darle la razón, sino de reconocer cómo se siente.
- Habla también desde ti, no desde el reproche. En lugar de “es que tú nunca me entiendes”, prueba con “yo me siento solo cuando no hablamos de esto”.
- Evita generalizar. Intenta no usar palabras como “siempre”, “nunca”, “todo”, “nada”.
- Busca soluciones, no culpables. Porque una pareja no son dos enemigos en lados opuestos, sino dos personas intentando reencontrarse en medio del conflicto.
- Intenta describir los comportamientos, no las intenciones. Muchas veces, en medio de un conflicto, caemos en la trampa de juzgar lo que el otro quería hacer. Decimos cosas como: “lo hiciste para fastidiarme” o “es que te da igual lo que yo sienta”.
Cambiar la dinámica
Si actúas como he descrito en el apartado anterior, verás cómo cambia la dinámica y la conversación se reconduce, se suaviza y el resultado ayuda a los dos a crecer. Si este tipo de situaciones se salen de control de forma habitual y os cuesta salir de ese “bucle”, si las conversaciones con frecuencia terminan en conversaciones agresivas, salidas de tono o hirientes, a lo mejor es un buen momento para pedir que un coach de pareja o un matrimonio amigo (que no tome partido) os pueda ayudar a mejorar.
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Siempre es un buen momento para mejorar.Las buenas parejas no son las que no discuten, sino las que aprenden a reconciliarse y sacan el máximo partido a las discusiones para seguir creciendo juntos. A veces pueden hacerlo solas, y a veces necesitarán consejo amigo, acompañamiento, coaching o terapia.
La aventura de la vida en pareja no termina nunca. Siempre puede mejorar. ¿Y tú? ¿Qué podrías hacer hoy para acercarte a tu pareja después de un conflicto para mejorar? ¿Qué os hace discutir? ¿Cómo soléis reaccionar? ¿En qué podéis mejorar?